Por Luciano Monteagudo
Se llama Lucrecia Martel, es
salteña, tiene 34 años y con su primer largometraje, La
ciénaga, tuvo disputando a los programadores de los festivales
de Cannes y Berlín. Finalmente, ganó la Berlinale, donde
la película producida por Lita Stantic se verá el próximo
jueves, inaugurando una competencia oficial de la que Argentina estaba
ausente desde hace trece años. Ambientada en su provincia natal,
en una finca donde se cruzan los destinos de dos familias y sus muchos
hijos, La ciénaga, protagonizada notablemente por Graciela Borges
y Mercedes Morán, quiere acercarse lentamente a esas vidas,
como dice pudorosamente Martel, que ya había dado mucho que hablar
en 1996 con su excelente corto Rey Muerto, que integró la primera
promoción de las Historias breves. Antes de viajar a Berlín,
Página/12 conversó con la autora de un film que está
entre lo mejor que ha dado el cine argentino en mucho tiempo.
¿Cómo llega al cine?
Yo viví en Salta hasta que terminé el colegio secundario
y empecé a sentirme atraída por el mundo de las historias
desde muy chica, porque tanto mi viejo como mi mamá, y mi abuela
materna sobre todo, nos contaban muchísimos cuentos, había
en casa una devoción por el relato muy profunda. Aparte tenían
la particularidad de ser, cada uno en su propio estilo, muy buenos narradores,
o de lograr un buen clima para la situación de contar un cuento.
Y la gran ventaja del interior es que tenemos, por la distribución
del trabajo, el horario de la siesta, un horario en el que a los chicos
hay que aquietarlos un poco, porque los que trabajan duermen, para después
seguir trabajando. Y ésa es también la hora de los cuentos,
aunque más no sea para que te quedes tranquilo un rato en la cama.
Y eso, estoy convencida, fue definitivo en el gusto por contar y que me
cuenten, por el mundo de la conversación.
¿Y la primera cámara?
En los años 80, mi viejo, por la profusión de hijos
que tenía somos siete hermanos, sintió la necesidad
del registro, de documentar la familia y compró una cámara
de video, que era una inversión muy grande para nosotros. Ahí
yo empecé a filmar a mis hermanos, con la posibilidad de movimiento
que me daba esa cámara, que era ninguna, porque era un armatoste
y yo de adolescente era muy flaca. Así, la cámara quedaba
en la casa, más que nada en la cocina e iba registrando las conversaciones
y las cosas de todos los días: la nada familiar. Sospecho que,
sin darme cuenta, eso me debe haber cautivado.
¿Cómo surgió Rey Muerto, aquel corto tan premiado?
Fue una discusión que presencié, en frente de mi casa,
una mañana, en Salta: una mujer amenazaba con un cuchillo a un
tipo, que a su vez se defendía con un cajón de manzanas.
La gente quería ayudarla a ella, porque dentro de todo parecía
que era la desvalida, pese a semejante cuchillo, y la mujer amenazaba
a todo el mundo, no quería que nadie se acercara, porque se quería
enfrentar sola con su hombre. Y de allí salió el corto,
organizado como un pequeño western, con una mujer muy brava como
centro. Con el corto me pasó exactamente lo mismo que con la película:
estuve analizando la posibilidad de que no formara parte de las Historias
breves, porque tenía una sensación de derrota horrible.
Aún hoy lo veo y no logro verlo como lo ve cualquier espectador:
yo veo lo que le falta, lo que no tiene, lo que no pude filmar, lo que
no hice, lo que no me di cuenta. Ojalá alguna vez pueda tener una
visión más justa del corto.
¿Y cómo nació La ciénaga?
Había estado escribiendo sobre generalidades, cosas que me
acordaba y que me gustaban. Debería volver a mirar aquellos primeros
cuadernos. Pero hubo un momento en el que sentí que ya estaba en
condiciones de armar el guión, que fue cuando una amiga me contó
un episodio de una tía de ella,que era alcohólica. Lo contó
realmente muy bien y lo incorporé al comienzo de la película,
sintiendo que ése podía ser el disparador que ordenara todo
lo que yo había escrito alrededor de esas escenas familiares.
El sonido de La ciénaga es muy elaborado, a diferencia de
lo que suele ser habitual en el cine argentino. ¿Por qué?
Siempre tuve más clara la banda de sonido que la imagen.
Una cosa que me parece importante de La ciénaga es que, aunque
no haya un narrador definido, que era un riesgo muy grande, el punto de
vista no iba a ser el mío de mi edad sino de cuando yo era chica.
Cuando uno es chico a lo mejor no entiende muchas cosas, pero es mucho
más perceptivo. Eso fue para mí una clave para la puesta
de cámara, no intentar ser descriptiva porque no confiaba mucho
en que mostrando más fuera a aclararse nada. En el cine lo más
táctil que uno tiene para transmitir, lo más íntimo,
es el sonido. El sonido se mete en uno, es muy corporal. Y para ser fiel
a esa perspectiva infantil, trabajé con la idea de que el sonido
pudiera contar más que la imagen, incluso más que las palabras.
El uso del lenguaje, sin embargo, es muy peculiar.
En el norte pasa eso que a veces hincha un poco de los provincianos,
que son largueros para contar las cosas. Aquí hay algo interesante,
porque tampoco el sentido es muy directo cuando se habla. Se dan vueltas
y vueltas, aparecen anécdotas, y al final recién te das
cuenta de qué se trata. Para entender o tener una claridad sobre
los acontecimientos hay que tener una especie de paciencia respecto del
sentido.
Por la cantidad de voces superpuestas, más que de diálogos
cruzados se podría hablar de polifonía...
Tengo una deuda enorme con toda la gente que conozco, porque siento
que la película fue una cuestión de prestar atención
a los demás, nomás. A mí me encanta el mundo de la
conversación. Me puedo pasar horas conversando y escuchando conversaciones,
especialmente las conversaciones familiares, donde no se pretende demostrar
nada ni de enarbolar una gran idea, sino simplemente demostrar los afectos.
Y son muy complejas estas conversaciones. Alguna vez las grabé
para poder discernir dónde se producía la cosa. Hay temas
que empiezan, desaparecen y de pronto vuelven a surgir, en distintas formas,
son relatos que vuelven a aparecer de muchas maneras: la dinámica
interna del cuento, que tiene su propia vida. Por eso me costó
mucho la edición, porque me parecía que si quitaba una palabra
la situación siguiente perdía sentido.
¿Cómo fue su relación con la película
mientras le iba dando forma?
En principio, traté de ser lo más severa conmigo misma.
A mí me parece que la película es muy clásica. Lo
único que sentía es que a esos acontecimientos no les podía
dar una construcción dramática convencional, porque era
forzar la realidad y hacerle perder lo más tremendo que para mí
tiene la existencia y es que es muy difícil discernir el argumento.
Sin embargo, hay pequeños elementos que van conformando esa especie
de monstruo y me parece extremadamente sensual el intento, el esfuerzo
de encontrarle una forma, que creo que está en los detalles. Alguien
me dijo que la película era coral y yo creo que mi vida, mi crecimiento,
han sido corales. Es algo que tiene que ver con la existencia humana,
con una cantidad de gente que uno conoce, una cantidad de afectos, de
pasiones, muy compleja, muy fuerte y en ese maremoto es bastante difícil
saber ubicarse, ponerse una meta y cumplirla. Lita se enoja porque a veces
soy impuntual, llego tarde, pero de verdad salir de casa y llegar a horario
me parece una hazaña que no sé si la voy a lograr, porque
la realidad es tan convulsa, tan poco lineal...
¿Por qué La ciénaga? ¿Qué evoca
para usted ese título?
Yo tenía mucho miedo que, a causa del título, hubiera
una intención de interpretación simbólica de la película,
que estaba muy lejos de mí. Una ciénaga no es un pantano,
es un lugar donde chillan una cantidad de bichosy pájaros y toda
una vida pequeña. Son lugares intensos. El sentido del título
tiene que ver directamente con ese clima, con el verano, con esos lugares
donde llueve mucho y que tienen esa densidad.
El universo femenino es determinante en la película...
A pesar de que la vida moderna nos ha puesto en otro lugar a las
mujeres, ese viejo dicho que afirma que la mujer es la reina en su casa
es bastante verdadero, salvo excepciones, que también conozco,
por supuesto. Las chicas de ahora son mucho más callejeras de lo
que yo era en mi adolescencia, pero según mi experiencia familiar
el hecho de permanecer mucho tiempo dentro de la casa hace que las mujeres
tengan un conocimiento muy detallado de su funcionamiento, de su economía,
de sus movimientos, de su geografía. La madre y las hijas mujeres
comparten este conocimiento, mientras que los varones suelen ser unos
pensionistas, que una trata bien y quiere, pero que están siempre
de paso. Me encantaría saber cómo es la percepción
de los varones de una casa, pero por ahora lo único que sé
es que es muy distinto de cómo la percibimos las mujeres.
Es muy llamativa la manera la circulación del deseo en la
película, cómo se comparte la cama, la ropa...
Yo nunca dejé de sentir la sensualidad interna de la familia,
que no es necesario que se ponga en acto, en un incesto concreto. Pero
siempre está esa sensualidad, porque los hermanos crecen y de pronto
son como unos hombres, y las hijas de pronto sentimos que nuestro padre
nos percibe ya como mujeres y no sólo como sus hijas y nos aparta
de ciertas cosas que antes podíamos hacer juntos, como una siesta,
por ejemplo. Te vas dando cuenta de ese fluido sensual de una familia,
que en los niños es muy abierto: se rozan, se andan frotando contra
los padres y los hermanos. Esa enorme confianza que unos tienen en el
cuerpo de los otros siempre está presente. Y en relación
con la película, específicamente, no quería que esto
se asociara con una idea de decadencia, sino por el contrario, con una
fuerza vital.
REALIZADORES
Y FUNCIONARIOS EN POTSDAMER PLATZ
Argentina en idioma alemán
En la Berlinale, que el próximo
miércoles inaugura el calendario cinematográfico internacional
con casi dos centenares de films de todos los rincones del globo, no sólo
La ciénaga estará por Argentina. Fuera de concurso, en la
sección oficial Panorama, se presentará Sólo por
hoy, ópera prima de Ariel Rotter, producida por la Fundación
Universidad del Cine que preside Manuel Antín. Ambos presentarán
esta historia de un grupo de jóvenes, que no necesariamente se
conocen entre sí y que están buscando su lugar en el mundo,
sin saber todavía demasiado bien si será en la Argentina.
Al frente del elenco están Mariano Martínez, Federico Esquerro,
Sergio Boris, Aili Chen y Damián Dreysik, bajo la dirección
de producción de Hernán Musaluppi.
A su vez, en el Forum del Cine Joven, que en el marco de la Berlinale
es casi un festival aparte, estará otro debutante, Rodrigo Furth,
que supo ser asistente de Luis Puenzo en La peste y Gringo viejo y que
ahora se da a conocer con Tocá para mí. Protagonizada por
Hermes Gaido, María Laura Frigerio, Alejandro Fiore y Oscar Alegre,
la película de Furth es una road movie pampeana, que acompaña
el viaje iniciático del protagonista, el baterista de un grupo
punk de garaje que, tras la muerte de su padrastro, comienza un recorrido
incierto en busca de su identidad.
Para acompañar a La ciénaga estarán en Berlín
no sólo su directora, Lucrecia Martel, sino también Graciela
Borges, Mercedes Morán y Juan Cruz Bordeu en representación
del elenco, y la productora Lita Stantic con sus productores asociados,
Mario Pergolini y Diego Guebel, en nombre de Cuatro Cabezas, ahora volcada
también a proyectos de cine. Por Sólo por hoy viajan el
director Rotter y su padrino Antín, mientras que por Tocá
para mí estará Furth. Todos ellos contarán con el
respaldo de José Miguel Onaindia, director del Instituto Nacional
del Cine y las Artes Audiovisuales, y de Teresa Anchorena, de Relaciones
Culturales de la Cancillería, que ya tienen prevista una recepción
en el Hotel Hyatt de la flamante Potsdamer Platz, para agasajar a las
delegaciones aborígenes.
El festival se clausura el domingo 18 de febrero con la entrega de premios
y la proyección especial, en copia restaurada, de 2001: Odisea
del espacio, el clásico de Stanley Kubrick.
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