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OPINION

Cómo hacemos política

Por Pedro Del Piero*

Quiero fijar mi posición en este delicado momento que vivimos en la Alianza, lamentando que radicales y frepasistas estemos discutiendo la política desde las respectivas opiniones sobre las actuaciones judiciales en trámite.
Construimos la Alianza para gobernar y pareciera que es muy difícil hacerlo si no tenemos la confianza de la gente, por más aciertos sectoriales que logremos.
Es más, me permito recordar que la confianza lograda en octubre de 1999 fue en gran medida porque nos comprometimos a ser radicalmente diferentes al menemismo a la hora de enfrentar la corrupción.
Fuimos muy precisos en afirmar que el gobierno de la Alianza no sostendría la necesidad de agotar instancias judiciales para cortar de cuajo situaciones de esta naturaleza y que actuaría con decisión política, mostrando tolerancia cero cada vez que este flagelo golpeara nuestra gestión.
Durante la campaña hablamos de la necesidad de construir ejemplaridad desde las más altas magistraturas de la República, transmitiendo ese clima a la dirigencia, al funcionario y al conjunto de la sociedad.
La crisis política provocada por los sobornos en el Senado nos colocó en un punto de divergencia muy grave acerca de cómo la resolvíamos y le costó a la Argentina la renuncia de su vicepresidente, imprescindible para preservar la investidura presidencial.
Han pasado cuatro meses y estamos parados en el mismo lugar a pesar de que pasaron algunas cosas. Cosas que, de haber ocurrido de otra forma, y por sobre todo con convicción mancomunada, podrían haber servido para comenzar a recuperar crédito público.
Simplemente como ejemplo señalo que renunciaron a sus cargos, Genoud, Alasino, Flamarique y Santibañes. Pero de cara a la sociedad sirvió de poco porque sucedieron como consecuencia de la tensión interna y no de la convicción común que, más allá de la verdad penal, se deben asumir las responsabilidades políticas en tiempo y forma.
Qué diferente hubiera sido si –además– dicha responsabilidad surgía por decisión común de las máximas autoridades de gobierno. Descuento que hubiéramos cosechado un buen respaldo popular.
No sirve llorar sobre la leche derramada. Hay que recomponer el diálogo y mejorarlo. Es nuestra obligación progresar como Alianza y darle al país un exitoso gobierno de coalición. El primero en su historia.
Sin embargo, el punto central que debemos acordar es cómo hacemos política, cómo mejoramos la representación popular, y por sobre todo cómo hacemos que nuestra tarea sea más legítima.
Con su renovación total es el propio Senado quien nos brinda la oportunidad de saldar el desencuentro generado por el “viejo Senado” –que definitivamente debemos dejar atrás– a partir de acordar cómo será el “nuevo Senado”. Esta es mi propuesta. Pongámonos de acuerdo en el modelo de institución que Argentina merece y puede tener y sometámoslo al debate de la sociedad.
Y por último, en tren de abandonar viejas prácticas, sería bueno adoptar como decisiones partidarias formales explícitas que la definición de candidaturas a senador se hará con posterioridad a lograr este acuerdo.
Con todo respeto, vaya mi invocación al señor Presidente de la Nación, al presidente de la UCR y al conjunto de los amigos radicales a que pongamos toda nuestra energía y esfuerzo en sintonía con el sentimiento de la calle, de la gente y de nuestro pueblo.

* Senador de la Nación Alianza-Frepaso.


 

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