Quiero fijar
mi posición en este delicado momento que vivimos en la Alianza,
lamentando que radicales y frepasistas estemos discutiendo la política
desde las respectivas opiniones sobre las actuaciones judiciales
en trámite.
Construimos la Alianza para gobernar y pareciera que es muy difícil
hacerlo si no tenemos la confianza de la gente, por más aciertos
sectoriales que logremos.
Es más, me permito recordar que la confianza lograda en octubre
de 1999 fue en gran medida porque nos comprometimos a ser radicalmente
diferentes al menemismo a la hora de enfrentar la corrupción.
Fuimos muy precisos en afirmar que el gobierno de la Alianza no
sostendría la necesidad de agotar instancias judiciales para
cortar de cuajo situaciones de esta naturaleza y que actuaría
con decisión política, mostrando tolerancia cero cada
vez que este flagelo golpeara nuestra gestión.
Durante la campaña hablamos de la necesidad de construir
ejemplaridad desde las más altas magistraturas de la República,
transmitiendo ese clima a la dirigencia, al funcionario y al conjunto
de la sociedad.
La crisis política provocada por los sobornos en el Senado
nos colocó en un punto de divergencia muy grave acerca de
cómo la resolvíamos y le costó a la Argentina
la renuncia de su vicepresidente, imprescindible para preservar
la investidura presidencial.
Han pasado cuatro meses y estamos parados en el mismo lugar a pesar
de que pasaron algunas cosas. Cosas que, de haber ocurrido de otra
forma, y por sobre todo con convicción mancomunada, podrían
haber servido para comenzar a recuperar crédito público.
Simplemente como ejemplo señalo que renunciaron a sus cargos,
Genoud, Alasino, Flamarique y Santibañes. Pero de cara a
la sociedad sirvió de poco porque sucedieron como consecuencia
de la tensión interna y no de la convicción común
que, más allá de la verdad penal, se deben asumir
las responsabilidades políticas en tiempo y forma.
Qué diferente hubiera sido si además dicha
responsabilidad surgía por decisión común de
las máximas autoridades de gobierno. Descuento que hubiéramos
cosechado un buen respaldo popular.
No sirve llorar sobre la leche derramada. Hay que recomponer el
diálogo y mejorarlo. Es nuestra obligación progresar
como Alianza y darle al país un exitoso gobierno de coalición.
El primero en su historia.
Sin embargo, el punto central que debemos acordar es cómo
hacemos política, cómo mejoramos la representación
popular, y por sobre todo cómo hacemos que nuestra tarea
sea más legítima.
Con su renovación total es el propio Senado quien nos brinda
la oportunidad de saldar el desencuentro generado por el viejo
Senado que definitivamente debemos dejar atrás
a partir de acordar cómo será el nuevo Senado.
Esta es mi propuesta. Pongámonos de acuerdo en el modelo
de institución que Argentina merece y puede tener y sometámoslo
al debate de la sociedad.
Y por último, en tren de abandonar viejas prácticas,
sería bueno adoptar como decisiones partidarias formales
explícitas que la definición de candidaturas a senador
se hará con posterioridad a lograr este acuerdo.
Con todo respeto, vaya mi invocación al señor Presidente
de la Nación, al presidente de la UCR y al conjunto de los
amigos radicales a que pongamos toda nuestra energía y esfuerzo
en sintonía con el sentimiento de la calle, de la gente y
de nuestro pueblo.
* Senador
de la Nación Alianza-Frepaso.
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