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Un juicio de una ex empresa de Yabrán le dolería a Machinea

Economía podría tener que desembolsar más de 120 millones de pesos si la Corte Suprema atiende una recomendación del procurador Becerra para que revea un fallo adverso a Villalonga Furlong.

Por Cledis Candelaresi

José Luis Machinea corre serio riesgo de tener que afrontar en el próximo ejercicio una erogación superior a los 120 millones de pesos, no prevista en ningún renglón del Presupuesto. El peligro se origina en un reciente dictamen de la Procuración General de la Nación, que recomienda a la Corte Suprema de Justicia revocar un fallo adverso a una ex empresa del grupo Yabrán, habilitándola a cobrar del Estado una indemnización por aquel monto. La historia es intrincada y el punto de partida lejano: un contrato que Encotel le rescindió en 1985 a Villalonga Furlong, compañía que a fines de 1997 compró el Exxel Group. Días atrás, el procurador Nicolás Becerra hizo su aporte para que el engorroso proceso tenga un final, en apariencia prometedor para quien haya retenido los derechos judiciales del desaparecido Cartero. No se trataría, en este caso, del fondo inversor que preside Juan Navarro.
Encotel, nombre que tuvo el correo estatal hasta principios de los ‘90, rescindió unilateralmente un contrato con la firma postal Villalonga Furlong para que ésta le trasladara correspondencia de un lugar a otro del país. La decisión oficial estuvo fundada, simultáneamente, en dos razones. Una: hubo irregularidades en la propia licitación para adjudicar el servicio. Dos: la empresa sindicada como del grupo Yabrán violó reiteradamente el contrato. Ambas transgresiones están precisadas en detallados informes pertenecientes a organismos públicos de contralor.
La rescisión del contrato fue el comienzo de una encarnizada pelea judicial que Villalonga Furlong inició para demandar un resarcimiento, ya que la ex empresa pública había frustrado su derecho a realizar un negocio que aparentaba ser muy provechoso. Según una de las principales recriminaciones oficiales, Villalonga inició la prestación sin siquiera tener disponible la cantidad de coches comprometidos, encareció repentinamente las tarifas y se negó a realizar los recorridos que consideraba menos rentables –aunque había asumido la obligación de hacerlo– entre otras faltas. Incluso, la propia Sindicatura General de la Nación –por entonces Sigep– y los servicios internos de control del correo constataron una irregularidad previa, imputable no ya a la empresa sino a los funcionarios responsables de contratarla: se había alterado una foja en el pliego de licitación para que lo que debía ser una contratación circunstancial se transformara en un acuerdo con una duración mínima de cinco años.
Villalonga tuvo un aliciente cuando en 1996 la jueza Susana Córdoba de Anderson, en primera instancia, le reconoció el derecho a ser indemnizada, aunque no en los montos pretendidos. En agosto del ‘99, cuando la empresa privada de correspondencia ya había sido comprada por el Exxel junto a otras firmas de Yabrán, la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal se pronunció en sentido contrario, alimentando las esperanzas del Gobierno de eludir un pago millonario. El tribunal rechazó las pretensiones de la empresa y hasta le impuso pagar las costas del juicio.
Lejos de resignarse, los abogados de la ex permisionaria del Correo elevaron un recurso de queja ante la Corte Suprema que, a su vez, demandó una opinión del procurador de la Nación. Basado en un singular razonamiento, Becerra cierra ahora el círculo aconsejando al Supremo Tribunal que ordene una revisión del último fallo adverso a Villalonga. Según el documento al que accedió Página/12, “la pretensión de nulidad del acto de adjudicación, luego de haber defendido extensamente la legalidad de su acto de rescisión– la coloca en contradicción con sus propios actos”. En otros términos, los abogados públicos habrían cometido el error de justificar la decisión estatal de rescindir un contrato vulnerado, cuando, en realidad, éste no era válido porque la licitación había sidoirregular. Ahora, la última palabra la tienen los jueces de más jerarquía del país.

 

 

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