Por
Carlos Monsivais
Creo
que una de las grandes aportaciones del movimiento zapatista es introducir
a la discusión el tema del racismo como una característica
nacional innegable. Cuando la primera delegación del EZLN fue al
DF, creo que se dio la primera manifestación antirracista en la
historia de México. Es una aportación muy notable. Al mismo
tiempo, hay quienes dicen que el EZLN no mejoró la condición
de los indígenas en Chiapas ni en el resto del país; que
empeoraron.
Para nosotros la historia no ha acabado. Hoy todos reconocen, incluso
los racistas vergonzantes, que la situación de las comunidades
indígenas es insostenible. Allí se pueden producir guerrilleros,
delincuentes, pero no su desaparición como indígenas. Se
ha tratado de hacerles eso durante 500 años y no han podido. El
EZLN no puede simular una solución o terminar en el espectáculo
de sus dirigentes ocupando cargos, dando conferencias magistrales, firmando
libros, o lo que sea el futuro para cada uno de ellos una gubernatura,
la dirección de comunicación social de algún nuevo
régimen..., mientras que para el resto de la población
todo sigue igual, con una tienda o una clínica más, sabiendo
que se volverá a lo mismo. En estas condiciones de pobreza queremos
suplir el arma, convertir nuestra pobreza en un instrumento en la lucha
por la libertad y por la democracia. Queremos que esto cambie, no que
nos den caridad. Queremos construir la paz, tenemos capacidad para hacerlo.
Podemos construir una sociedad plural, con todo lo que de por sí
queremos hacer, sin las armas. En este lapso, frente a nosotros, se creó
una amenaza armada que no sólo es el ejército federal, también
los grupos paramilitares, guardias blancas o como les quieran llamar.
Allí el EZLN no tiene otra opción o lucha...
Yo iba a otra cosa. A ustedes los responsabilizan de desatar la
catástrofe en Chiapas, del hostigamiento de las comunidades, de
la situación de oprobio que hemos visto en estos años. ¿Qué
dicen a esta acusación, que todo sería mejor en Chiapas
sin los izquierdistas?
Que no es cierto, ni se sustenta en términos estadísticos,
de economía social, ni en la cuenta de muertes de niños
menores de cinco años. Que las condiciones no son las que debieran
ser después de un campanazo, como el del 1º de enero del 94,
eso es cierto. Pero no son peores que antes. El asunto está en
la agenda nacional e internacional como punto a resolver. Si estos siete
años no hubieran transcurrido, el rubro pueblos indígenas
estaría archivado en la P de pendientes, y de otras
cosas. Lo veremos después, ya les dimos, ya la libramos.
Así ha operado la clase política. Sentimos, créeme,
que tenemos una deuda. Luego de todas las expectativas que se generaron,
dentro de nosotros y en un buen sector de la sociedad, no podemos hacer
como que no pasó nada y reducir el 1º de enero a un acto mediático,
a una plataforma para un mediano escritor y peor orador, como se ha dicho,
o para una cierta elite de dirigentes indígenas de cuatro o siete
etnias y ya, lo demás sigue igual. No, no podemos hacerlo, no sería
ético ni honesto ni consecuente. Y de las pocas cosas que nos enorgullecemos
son de esas tres cosas: de ser éticos, honestos y consecuentes.
Estamos hablando del cambio de la percepción de lo indígena
en el país, en las agendas estatales, en los recursos, las inversiones.
¿Pero qué ha pasado con los indígenas en estos años?
¿En qué está ahora el movimiento indígena
nacional, cómo han reaccionado los pueblos, qué se espera
de ellos ante los últimos cambios?
Otro 1º de enero, pero sin guerra. Antes del 1º de enero
del 94, los que siempre ganan ganaban, y parecía que nada
se podía hacer al respecto. Ahora sucede algo similar: los que
ganaron parece que van a seguir ganando y que no queda nada por hacer
contra ellos. Salvo uno que otro llanero solitario que anda por allí
combatiendo. Pero el resto de la masa pensante o actuante, en términos
de eficacia política, de posesión del mando, acepta que
así es y vámonos todos por la cargada. Aunque
el régimen hayacambiado, finalmente es una cargada. El escepticismo,
la desesperanza, la inmovilidad se mezclan con eso de que ya no
son los mismos y a lo mejor va a cambiar, que también produce
inmovilidad. El movimiento indígena puede decir: Aquí
estamos, todavía seguimos, resistimos. No quiero usar mucho
esta pista o consigna porque al rato lo agarra un publicista y lo usa
sin pagar regalías. Durante siete años hemos insistido.
¡Aquí estamos! Ha sido el subtítulo de la cada Declaración
de la Selva Lacandona después de la primera. No es momento de escepticismo
o cinismo, ni modo, así llegó y ahora vámonos
con éstos, porque los azules mandan donde estaban los tricolores.
Para nosotros, el espacio está abierto. Y el que puede empujar
para llenarlo no es el EZLN, es el movimiento indígena con demandas
muy concretas. Y el que puede empujar para llenarlo no es el EZLN, es
el movimiento indígena con demandas muy concretas. No se plantea
el asalto al Palacio de Invierno ni el derrocamiento del poder ni el fin
del tirano, sino un vuelco, no sólo de los términos políticos-militares
de la primera declaración. Tenemos la historia de la que forman
parte estos siete años. Queremos que esta nación asuma legalmente
que nos reconoce, que no es sólo un sentimiento moral acallable
según el manejo en los medios, que diga: Legalmente reconozco
que estos que son diferentes tienen estos derechos y son parte mía.
No es otro el papel de la Constitución, la carta magna que encuadra
todo, aunque ahora no tiene mucho prestigio, igual juran una cosa que
otra. Para nosotros es muy importante que la nación diga: Lo
asumo y lo pongo por escrito; lo hago historia. Reconozco que todo lo
que había pasado antes no estaba bien. No sólo reconozco,
sino que voy a hacer el esfuerzo, a comprometerme para que no vuelva a
ocurrir. ¿Estoy siendo utópico? Pues tal vez, pero
creo que en torno de eso se van a generar muchas cosas. Vemos con preocupación
al vacío, el marasmo, el escepticismo, el hecho de que sólo
unas cuantas plumas, por hablar del sector intelectual, estén desentrañando
las cosas. A lo mejor es todavía la borrachera del fin del régimen
priísta y las cosas se van a acomodar, la gente verá cuál
es su tarea; a lo mejor no. Pero entre que sí y entre que no, está
pendiente. El movimiento indígena puede ser el detonador de una
iniciativa muy incluyente; a diferencia de la guerra, que es muy excluyente:
están los soldados propios, están los soldados enemigos,
y el resto en medio.
¿Diría que el nunca más un México
sin nosotros, en los términos legales que se está
planteando, será nunca más un México contra
sí mismo?
Sí. Podría ser la puerta para que se reconozcan otros
Méxicos excluidos. No es sólo racismo lo que carga la sociedad
mexicana. La nación dice: No más, ya no quiero ser
así. Y eso se debe aplicar a otros sectores minoritarios
y no minoritarios: mujeres, jóvenes, homosexuales, lesbianas y
transgéneros. Pienso que el fin de siglo y de milenio debiera reportar
dentro de los movimientos progresistas o de izquierda, como le quieras
llamar, también un movimiento que plantea el fin de las luchas
por la hegemonía, sea de izquierda o de derecha. Finalmente, la
izquierda o la derecha tradicionales lo que quieren es hegemonizar: yo
soy la vanguardia (de derecha o de izquierda); todos los que sean iguales
a mí valen, y todos los que sean diferentes a mí no valen,
son enemigos, contrarrevolucionarios, provocadores, agentes del imperialismo
soviético o estadounidense, según fuera el rubro.
Este debe ser el siglo de las diferencias y sobre ésas no sólo
se pueden reconstruir naciones sino también realidades, el mundo.
Y de ahí nos vamos a soñar, no nos apena.
Perdón, pero si se conservan las costumbres pasadas, se dificulta
muchísimo la reconstrucción de una sociedad nacional, en
el caso del machismo, la segregación de las mujeres, el alcoholismo
y el caciquismo. Ahí sí no hay vuelta, esos usos y costumbres
deben ser irretornables. ¿Hay comunidades indígenas que
los reivindiquen todavía?
No. Estoy de acuerdo, hay que eliminar el alcoholismo, la venta
de mujeres, la violencia en el hogar. En las comunidades zapatistas, y
nosólo zapatistas, hay movimientos de resistencia que cambian esa
situación. Pero en términos jurídicos y políticos,
lo que viene a ser novedad, la remoción de la autoridad, el rendir
cuentas, continuo, la vigilancia del gobernado sobre el gobernante, eso
sí viene de antes, no de ahora. También la aplicación
de la justicia cuando se comete un delito. En lugar de la cárcel,
el reponer el daño hecho. Cuando hay un asesinato, ¿qué
hacemos? ¿Hacemos dos viudas, la del asesinado y la del asesino?
¿O el asesino tiene que pagar su debe a la viuda además
de cumplir con su castigo? No es lo mismo que llegue alguien y que te
diga: Vengo a libertarlas a ustedes, mujeres oprimidas, a
que el propio movimiento que se genera provoque esto en las mujeres indígenas.
No es lo mismo que una feminista de ciudad diga: las mujeres indígenas
tienen derechos, a que las mujeres indígenas digan, como
lo acaban de hacer las de Xi Nich y Las Abejas, en el Monumento de la
Independencia: Además, tenemos nuestras demandas como género.
Nosotras queremos una paz con justicia y dignidad. No queremos la paz
del pasado. Esto ya está ocurriendo y los resultados son
irregulares, pero créeme que las soluciones no vendrán de
afuera. De afuera vendrá una rectificación contra eso: las
mujeres no deben usar la falda arriba del huesito. Aplaudirían,
por ejemplo, una cosa que me parece absurda en La Realidad, que es un
centro internacional porque llega gente de todos lados. Aquí todavía
está prohibido que las mujeres se quiten la ropa para bañarse.
Lo tienen que hacer con fondo, creo que se pueden quitar el brasier, ni
siquiera los calzones. Aunque sean puras mujeres, no se puede. Esto es
lo que quieren recuperar, los lastres del movimiento indígena:
el machismo, el alcoholismo, el conservadurismo. Las comunidades rebeldes
son las que prohíben el alcohol. No queremos aislarlos. Queremos
relacionarnos con el otro mundo, sin que signifique una imposición.
Estos cambios en los pueblos indígenas son perceptibles también
fuera de las comunidades en resistencia. ¿Hay avances, o sigue
habiendo un enquistamiento de los pueblos en relación con este
pasado indeseable?
No lo sabemos. No conocíamos al movimiento indígena
antes de enero de 1994. Si vemos a lo largo, no sabemos si así
estaba, por ejemplo, que las representaciones del Congreso Nacional Indígena,
que reconocemos como el movimiento indígena nacional independiente,
incorpora cada vez más representación de mujeres. Al principio
no era así; había unos cuantos muy elocuentes en su verbo
y en su fundamentalismo, pero varones, y digamos que de tres o cuatro
años a la fecha, y de forma más manifiesta ahora, dentro
de esta estructura donde participamos, pero que no nos pertenece, vemos
crecer la participación de las mujeres. Me atrevería a decir
que esa lucha por el lugar, por el género, en el caso de la mujer
indígena, no es sólo de las comunidades zapatistas. No sé
si es producto de las comunidades en resistencia, pero ya no es nada más
de ellas. Sobre todo en la franja centro-sur del país (Oaxaca,
Jalisco, la sierra Tarahumara, Hidalgo, Veracruz, Puebla...), las compañeras
participan de los espacios de dirección como mujeres y como indígenas.
Es como lo vemos, no es que nos manden una carta las mujeres que están
por allá. No sé si antes del 93 así era, pero
sí que en el 94 y los primeros años nuestra interlocución
con el movimiento indígena era estrictamente masculina.
Después de siete años de militarización y cerco,
¿en qué ha cambiado la situación de los pueblos de
Chiapas?
El cambio fundamental ha sido para bien: hay esperanza. No la había
antes de 1994. Las condiciones de miseria pueden ser iguales o peor, pero
no había esperanza. La única expectativa para el indígena,
su horizonte político, cultural y social, era la Iglesia, ni siquiera
la escuela. La Iglesia como centro comunitario, la milpa, el camión
si es que había una carretera o el camino real y hasta
ahí. Y eso le significó su aislamiento, era una sentencia
de muerte, pues. El país iba creciendo y dejaba un sector en la
prehistoria, que acabaría desapareciendo por las enfermedades,
por las bombas que no tienen plomo, que no suenan, pero son iguales de
efectivas. O les tocaba resistir.
Te pediría un ejercicio de priorización. ¿Cuáles
son para ti los momentos fundamentales de estos siete años?
Uno, es el período propiamente de la guerra del 1º al
6 de enero del 94, que finalmente ya ha sido olvidado. ¿No
decía este cuate, Fox, que el EZLN nada más había
estado el 1º de enero? Todo lo que pudo ser muerte y destrucción,
no sólo material, sino también moral y ética del
tejido social dentro de las comunidades; eso duró poco, afortunadamente,
aunque los enfrentamientos luego se hayan repetido o larvado. Luego viene
el parteaguas, el diálogo de Catedral de febrero al 1º de
marzo de 1994. Sigue un largo período de encuentros y desencuentros,
que pasan por la Convención Nacional Democrática (CND) y
la consulta del 95. Luego el intento de aterrizar las expectativas.
La CND ocurre en esta etapa de encuentros y desencuentros posterior al
diálogo de Catedral. Allí nos dimos cuenta de la realidad,
empezamos a buscarnos y topamos con muchos despropósitos. Vino
el intento de aterrizaje de nuestra propuesta: queremos salir, queremos
dejar de ser lo que somos. Ya no sólo discursos o comunicados,
sino también construir una pista de aterrizaje con los diálogos.
El aspecto fundamental de los diálogos es que rompen el esquema
de ventanilla, se abren a los lados y se construyen respuestas. Y por
último...
Un elemento subjetivo de innegable fuerza. Existe una persona, el
Subcomandante Marcos, que ha detentado por siete años una posición
central en el EZLN. ¿Cómo describirías la trayectoria
de esa persona llamada Marcos?
Hablando honestamente, lo que pasa con Marcos y con el resto del
EZLN es que no estaban preparados para el 2 de enero del 94. En
un primer momento, se conjuntan una serie de factores que magnifican su
figura; no es indígena, finalmente. Y actúan todos los referentes
culturales sobre la combinación de indios y blancos, algo como
Danza con lobos, y todas las películas mexicanas desde La noche
de los mayas, más las leyendas. Y se empieza a llenar un arsenal,
un bunker, que le da una carga especial a la interlocución política,
aunque en términos organizativos tenga el mismo impacto hablar
con Tacho o David, que son dirigentes. En términos mediáticos,
porque la política es un fenómeno mediático, no es
lo mismo que hablar con Marcos. Esa carga política mete mucho vicio.
Vicia el quehacer político más rudimentario, pero más
concreto, que necesita el EZLN. No es lo mismo que llegues y digas quiero
hablar con los zapatistas y estés pensando en Marcos, a que
estés pensando en un zapatista al que le toca hablar contigo porque
eres obrero, colono o lo que sea. Eso se vicia sobre ese lado. Y también
sirve de blanco predilecto al régimen. No sólo para la bala,
pero también para la bala. Porque no es lo mismo que eliminemos
a Marcos que a Tacho. O una bala o el desprestigio. Y la campaña
también se concentra por ese lado. Esto me lleva a la disyuntiva,
porque vemos que también ayuda al movimiento, a que se entienda
más. A fin de cuentas soy el vocero. Y a veces sirve también
como pararrayos, porque se concentra tanto la campaña gubernamental
contra la figura de M., que deja suelto al resto del movimiento. Allí
está el malo con los engañados. Pero luego les permite
hablar con otros; tendrían más problemas para una interlocución
directa con el movimiento indígena. Yo creo que el balance de mi
papel está por hacerse.
¿Cómo esperan que se organice la sociedad para su
salida y para las demandas que ustedes han planteado?
Nuestro problema es que, dado el aislamiento físico, luego
afuera algunos quieren decir: Yo soy el interlocutor del EZLN, el
teléfono rojo. Y al decir yo soy, dejan afuera
a muchos. Queremos evitar eso, los teléfonos rojos, las comisiones
organizadoras. Que la gente participe de uno a otro extremos. La que está
organizada en el PRD o en el PT, la gente no tiene organización,
la que está en organizaciones sociales o políticas, más
o menos radicales, más o menos reformistas, y sobre todo la gente
que no está en nada. En ese sentido, cualquier forma organizativa
dela gente tendrá su lugar, no va a existir el monopolio del diálogo
con la delegación que va a salir ni con la movilización
por las tres demandas. Se trata de que haya lugar para todos. Ya tenemos
la experiencia de antes; ha sido un error que sobre un solo grupo no recarguemos
y ese grupo selecciona, filtra o es un obstáculo para otros. Por
eso decimos que, para la movilización, el EZLN se va a encargar
directamente. La consulta fue un paso importante en ese sentido; se hizo
tan flexible que hubo muchas organizaciones espontáneas de quienes
nunca se habían organizado. Eso va a ocurrir con la movilización
por las tres demandas y con la salida de la delegación. Nosotros
decimos: bueno, topamos con paredes, tenemos que abrir la interlocución
por otro lado. Ese fue el intento de la salida de los mil 111 y
la consulta. Sí, seguimos con el compromiso, le dijimos
a la gente. Aquél no quiere, pero aquí lo vamos a
seguir y ahora la salida es ésta. Si sobrevivimos los siete
años, no fue por nuestra capacidad militar que la tenemos,
no fue por nuestra capacidad política y la organización
social en las comunidades, que también las tenemos. Fue, sobre
todo, porque de una u otra forma ahí permanecimos con la gente,
estamos en su agenda, en su pensamiento, y cada tanto lo confirmábamos.
Cada tanto se decía: ya están acabados, están
divididos. No sé cuántas veces me han matado o tomado
preso a Tacho. A veces lo tomo preso yo a él, a veces me toman
preso a mí. Y cada vez que decíamos: no, pues sí,
a lo mejor a la gente ya no le importa, ya pasamos de moda, ya me estoy
repitiendo en los comunicados, pero Chiapas sigue siendo Chiapas....
¿La reactivación cíclica de la memoria es una
estrategia muy definida?
Sí, y no te tengo que decir que salimos y resulta que sí
nos recuerdan. Pero créeme que no queremos ser una pastilla fiel
de la memoria, no queremos volver o que otros tengan que regresar por
nosotros. A la gente le tenemos toda la confianza, a lo mejor ése
es nuestro error.
A eso iba. ¿No ha habido una mitificación por parte
del EZLN de la sociedad civil?
Pensamos que no. Todas las veces que hemos apelado a ella, ha respondido.
Hay mucha gente que dice: aquí estás. Si llamaran
los partidos políticos consecuentes con el ideal de la revolución,
la gente diría: aquí no estoy, no me está llamando
a mí o a todos los que quieren y aman.... Mucha gente se
ha sentido incluida y dice: soy yo la sociedad civil; es una etiqueta
tan amplia en la que quepo y funciona sobre todo por reconocimiento: no
soy de un partido político, no soy de una organización social,
soy una ama de casa, soy un joven, un colono, un campesino, un indígena,
no tengo estructura, pero éstos me dan un lugar a cambio de nada.
No me piden ni que me afilie ni que me registre ni que vote ni nada, y
puedo hacer algo. Y creo que sí hemos podido construir ese
sentimiento de que están participando con y no detrás de.
POR
QUE EL SUBCOMANDANTE MARCOS
Por Carlos Monsivais
El gran interlocutor
|
El Ejército
Zapatista de Liberación Nacional y Marcos, su líder,
merecen el adjetivo de
históricos. ¿Es esto suficiente? No, desde luego que
lo histórico en sí mismo no lleva carga positiva o
negativa. Pero si en lo histórico interviene la capacidad
de iluminar vívidamente un gran tema, un conjunto de tradiciones
y oposiciones, la aportación de estos rebeldes es considerable.
Antes del primero de enero de 1994, jamás se había
problematizado en México la cuestión indígena
con el entusiasmo, la producción de textos históricos,
el debate múltiple y la acumulación de conocimiento
de estos años.
La breve toma de San Cristóbal, ese primero de enero de hace
siete años, afectó el imaginario colectivo de México
y, sectorialmente, de otros países. Y los medios nacionales
e internacionales se lanzaron en pos de lo impensable tras la caída
del socialismo real: una guerrilla a la antigua, con máscara,
pasamontaña o, según los zapatistas, capuchones.
Fueron días de furia y muertos, de imágenes estremecedoras
en los diarios y la televisión, del mensaje altanero y rígido
del presidente Carlos Salinas de Gortari, de obvia debilidad militar
de los alzados... y de pronto la sorpresa: la opinión pública,
el movimiento de voces y tendencias, se opone al aplastamiento de
los rebeldes. No se cree en la lucha armada, pero importan las causas
de la desesperación.
A la recepción polémica del EZLN contribuye extraordinariamente
su vocero, un personaje dúctil, inteligente, con facilidad
de escritura y sentido del humor. Con el pasamontañas agregado
a su identidad, Marcos produce sin cesar cartas y documentos, se
deja entrevistar, dialoga con distintos sectores de la sociedad.
El revolucionario cede el sitio a un símbolo aislado de la
modernidad, o algo semejante que permita hablar, sin base, de la
guerrilla posmoderna.
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