Por
Suzanne Goldenberg
Desde Jerusalén
El
liderazgo aparentemente invencible que Ariel Sharon lleva en las encuestas
de opinión está en el origen de la desesperanza de líderes
árabes enfrentados con la perspectiva de que su enemigo número
uno sea coronado primer ministro de Israel después de las elecciones
de mañana. A pesar de los esfuerzos de sus directores de campaña
por empaquetarlo y presentarlo como un candidato de paz, restringiendo
sus entrevistas y prohibiendo un debate con el actual premier israelí
Ehud Barak, la victoria cantada de Sharon causó indignación
en Egipto y Jordania, los dos países que han firmado acuerdos de
paz con el Estado judío. La nueva imagen suavizada de Sharon también
se ha visto socavada por las declaraciones de sus aliados de extrema derecha,
potenciales ministros del gabinete en el próximo gobierno, según
las cuales Sharon estaría preparado para bombardear Teherán
y el Cairo.
Después de trabarse en una disputa con el presidente egipcio Hosni
Mubarak, Sharon incrementó el grosor de sus desaciertos al declarar
que funcionarios jordanos le habían confesado sus temores secretos
de que Jordania se viera devorado por un Estado palestino que se extendería
desde los bordes de Tel Aviv hasta Irak. Los palestinos también
parecen desconcertados por las posibles implicaciones de una victoria
de Sharon. A pesar de las muertes de más de 320 palestinos durante
los cuatro meses de Intifada y represión, Sharon criticó
repetidas veces a Barak por no tomar medidas suficientemente enérgicas
contra los manifestantes. A comienzos de esta semana, el ministro de información
palestino, Yasser Abed Rabbo, llamó a Sharon un hombre peligroso,
lleno de rabia con intenciones hostiles de crear un conflicto
aún más amplio.
Con una ventaja sobre Barak de un porcentaje fluctuante de puntos de 17
a 21 en las encuestas de opinión, Sharon no querría que
una victoria casi segura le fuera arrancada de las manos por los temores
israelíes a una guerra regional. El jueves había dicho en
Tel Aviv ante una manifestación de la juventud de su partido Likud:
Conozco a los árabes y ellos me conocen. Toman mis palabras
por lo que valen: saben que mi sí es sí, y mi no es no,
y saben que digo exactamente lo que pienso. Puedo llevar a cabo negociaciones
con los árabes. Ya comencé con los contactos. Varios
hombres aullaron desde el público: ¿Hablar con quién?
Son todos terroristas. Una presión popular tal unida a las
exigencias de sus socios de la coalición podrían arrastrar
un gobierno de Sharon y conducirlo a un mayor deterioro de sus relaciones
con El Cairo y Amman. Egipto, el primer país árabe que firmó
una paz por separado con Israel hace veinte años, llamó
a su embajador en Tel Aviv en noviembre pasado en protesta por un bombardeo
israelí de la franja de Gaza. Los líderes árabes
comenzaron el lunes a expresar públicamente su odio por Sharon,
cuando Mubarak le dijo a la televisión israelí que no tenía
intención de reunirse con el líder del Likud a no ser que
éste hablara en serio acerca de lograr un acuerdo de paz con los
palestinos.
Tengo un tratado de paz con ustedes (Israel). ¿Tengo que
hablar con Sharon? Si el necesita algo y viene a mí, es bienvenido,
dijo. Pero si no necesita nada, déjenlo donde está,
yo no necesito nada de él. Sharon disparó que él
tampoco estaba interesado en hablar con Mubarak. Fue un día después
cuando Sharon embarró las aguas con Jordania, que sospecha desde
hace tiempo del hombre que famosamente dijo que Jordania era Palestina,
provocando temores de expulsión masiva de Cisjordania. Sharon,
que se opuso al acuerdo de paz con Jordania en 1994, le dijo al diario
hebreo de mayor circulación, Yediot Aharonot, que un Estado palestino
podría amenazar la monarquía jordana.
El primer ministro jordano, Ali Abu Ragheb, estaba furioso. Estas
declaraciones son un disparate y apuntan a sembrar discordia entre losjordanos
y los palestinos, dijo. Mientras tanto, el ejército israelí
continuaba en su política de imponer más restricciones al
movimiento en Cisjordania al limitar aún más el acceso a
ciudades gobernadas por los palestinos por la escalada en la situación
de seguridad.
La paradoja se repitió muchas veces en Israel: el candidato de
la paz para los ciudadanos del país es el que más inquieta
a los vecinos árabes y a los palestinos. Y bajo las miradas árabes,
el halcón Sharon presagia guerra.
*
De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
HABLA
LA DIPUTADA LABORISTA YAEL DAYAN, HIJA DE MOSHE DAYAN
No
hay otra paz que la de Barak
Por
Ferrán Sales
y Daniel Amado *
Desde Jerusalén
Los
laboristas han cerrado filas en torno a la candidatura de Ehud Barak
en las elecciones a primer ministro que se celebrarán mañana
en Israel. Esta es la primera y gran conclusión que se desprende
de las declaraciones de la diputada laborista Yael Dayan, de 61 años,
madre de cinco hijos, escritora, periodista y feminista, hija de un
héroe nacional, uno de los padres de la patria: el general Moshe
Dayan, el líder de la Guerra de los Seis Días y a la vez
el hombre que negoció la paz con los egipcios.
Ya el Dayan lo ha abandonado todo, incluido su carrera de escritora
y periodista. Así trabajó para llegar a las elecciones
de mañana, una de las batallas más duras y difíciles
de la izquierda israelí, con la que se intenta cerrar el paso
a la derecha nacionalista Likud, encabezada con Ariel Sharon, y dar
otra oportunidad a la negociación con los palestinos, porque
en su opinión no hay otra paz que la que Barak plantea.
¿Se siente defraudada por el hecho de que Ehud Barak no
se hubiera retirado de las elecciones cediendo el puesto a Simon Peres?
Barak es nuestro único candidato. El fue elegido por el
partido. No creo que Simon Peres estuviera detrás de la campaña
para que Barak renunciara a su candidatura.
¿Pero aún cree posible que Barak pueda ganar, cuando
todos los sondeos le son adversos?
Hay posibilidades. Tenemos que esperar hasta el último
momento. La verdad es que la mayoría de los israelíes
quiere la paz. Pero no lo sabremos hasta el martes. Si no hubiera sido
por la Intifada de los últimos cuatro meses y si los palestinos
hubieran sido más cooperativos y menos violentos, habría
sido otra cosa.
¿La victoria de Sharon será un desastre para Israel,
tal y como dice la propaganda de su partido?
Sharon es muy peligroso; tiene una obsesión por la fuerza
y es agresivo. Logra que el miedo se imponga y domine. No me parece
lógico apoyar a Sharon. Creo que la gente que lo vota trata de
vengarse contra los árabes y los palestinos, pero también
opino que es una reacción de miedo; algunos israelíes
están actuando en estas elecciones como víctimas, movidos
por la venganza.
¿Y qué pasará si Sharon gana?
Sharon va a intentar formar un gobierno de unidad nacional. No
creo que podamos ir con Sharon, si él se alía con la extrema
derecha y mientras defienda una agenda que va contra la paz; él
habla de un duro futuro para los palestinos y no sé si esto significa
que va a volver a conquistar Nablus o a disparar y matar palestinos
o imponer un cerco económico. Esto no es un plan de paz.
¿No cree que las negociaciones con los palestinos hubieran
podido llevarse de otra manera?
No hay otra paz posible que la que Barak plantea. La historia
ha demostrado que la paz es posible. En la Edad Media hubo una guerra
de los 100 años, que es el tiempo que ha durado este conflicto,
después hubo una paz. Estoy segura de que no hay otra alternativa
a lo que hemos hecho hasta ahora. Hemos desnudado mitos de miles de
años y hemos demostrado a la derecha las características
de un acuerdo con los palestinos.
¿Cuál es el futuro de las relaciones entre israelíes
y palestinos?
Hay que poner fin a la ocupación. Los palestinos tienen
que tener su Estado. Pero también tienen que aceptar soluciones
de compromiso con respecto a los lugares santos de Jerusalén.
Opino asimismo que hay que evacuar la mayoría de los asentamientos
de Cisjordania y Gaza, aunque como Barak opino que el 80 por ciento
de los colonos permanecerá en sus asentamientos.
¿No tiene miedo del voto en blanco, de los escépticos
y descontentos?
El voto en blanco será bajo. Dependerá del estado
de ánimo de los votantes el día de las elecciones.
La batalla electoral parece haber provocado estragos en el interior
del Partido Laborista y se habla incluso de una guerra por la sucesión
de Barak.
No estoy envuelta en estas disputas. No estoy metida en estos
temas. Espero que se mantenga la unidad del partido. En su momento habrá
elecciones internas y cualquiera podrá presentarse. Ahora estoy
dedicada de lleno a la campaña electoral. Mi tarea es convencer
a la mujer y al sector árabe para que le den su apoyo.
*
De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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