Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


EL GENERO INFANTIL QUEDO CIRCUNSCRIPTO A LOS CANALES DE CABLE
La TV abierta no es cosa de chicos

Los programas infantiles dejaron de tener una presencia fuerte en las grillas televisivas. A excepción de �Pulgas en el 7�, que sobrevive en el canal estatal, el nuevo ámbito para los ciclos destinados a los chicos está reservado a las señales de cable. Los incondicionales siguen siendo �El Chapulín Colorado� y �El Chavo�.

Por Julián Gorodischer

A más de treinta años de su creación, “El Chavo” y “El Chapulín Colorado” aparecen como la única oferta para chicos que se ofrece en canales de aire. El dato no es trivial: cuando es necesaria una idea eficaz, en el género infantil, Canal 13 y Telefé piden ayuda a la fórmula probada que alguna vez ideó el mexicano Roberto Gómez Bolaños. Sólo una producción nacional pelea como puede desde la pantalla estatal (“Pulgas en el 7”), recuperando la tradición de mucho piso y poco dibujo animado que hizo fuerte hace unos años el ciclo “El agujerito sin fin”. El resto: alguna tira repetida como “Mi familia es un dibujo” (por Telefé, de lunes a viernes a las 18) o el vacío justo en el verano, cuando –se supone– ellos tendrían más tiempo para ver la tele. Queda claro: la TV para los chicos cambió de escenario. Habrá que rastrearla ahora en los dibujos o documentales del cable.
Lo cierto es que el Chapulín (de lunes a viernes a las 12) tiene con qué pelear la batalla de su exclusividad. Es la patada más fuerte al corazón de la TV de los ídolos de cartón. Es el superhéroe que se muestra a través del paso en falso, el supuesto salvador en ridículo constante. El Chavo (de lunes a viernes a las 17) acredita iguales méritos: es la realidad social mexicana que se cuela en un relato para chicos. El fresco costumbrista de “la vecindad” es consistente porque es fiel a una consigna: que sea disfrutable por chicos y adultos por igual. El resultado es la vigencia a través de tres generaciones. No es esa calidad la que está en juego, sino su condición de “idea única”. ¿Por qué no compite con otras producciones de factura local?
“El género infantil se ha centralizado en canales como Discovery Kids o Cartoon Network, que ofrecen cosas impresionantes –opina Mex Urtizberea, ex conductor de ‘For Fai’–. Es el mercado el que no tiene interés en poner plata fuera del cable.” El caso de Horacio Levín (dueño de Promofilm, ex productor de “El agujerito sin fin”) es un buen ejemplo: “El agujerito...” tuvo en su momento muchísima repercusión pero no fue rentable. Levín tuvo que emigrar a Magic Kids. Tal vez porque sólo Canal 7 ofrece en su pantalla una propuesta local del género infantil (“Pulgas...”), es allí donde Urtizberea está empezando a dar forma a un proyecto continuador de la línea de “For Fai”. “Si bien actúan chicos .puntualiza–, no es estrictamente un programa infantil. Va a generar una complicidad entre padres e hijos y estará dirigido, también, a los grandes. Será el mismo lenguaje de ‘For Fai’: el de pibes que hacen de adultos.”
En el 2000, “Pulgas en el 7” construyó una excepción, desde la pantalla estatal. Su clave fue continuar la línea que nació con “El agujerito...”: mucho material en el piso, informalidad, un grupo mixto de conductores que se divierte y les da la espalda a los dibujos animados. La producción define la jugada como “creatividad con cero peso”, un combinado que incluyó pequeños hallazgos como los “consejos livianos” (un efecto especial casero que consiste en colgarse cabeza abajo e invertir el plano), juegos físicos y una dosis de actualidad. En el verano, muchos de los fragmentos se trasladaron a la playa, pero todavía no está asegurada su continuidad para el resto del año.
“Hay muy pocas empresas que publiciten en el rubro infantil, y la torta publicitaria es escasa –asume María Eugenia Molinari, integrante del grupo desde los tiempos de ‘El agujerito...’–. Es muy difícil sostener a ‘Pulgas...’: si tuviéramos plata, se podría producir mucho más. Creo que a los chicos les interesan los dibujos, pero tiene que haber un equilibrio. Ya no se les pueden ofrecer conductoras de plástico: yo nunca me pude pensar con botas y cantando en minifalda. Hoy los chicos quieren estar informados, y hay que hablarles de igual a igual.”
Si un cambio generacional podría definirse en términos televisivos, hay una camada que terminó junto con el fin de las conductoras. Con Xuxa como máximo exponente del “ser estrella para niños”, hubo una troupe de mujeres consagradas por el gesto simpático y el diminutivo. Eso se terminó. La resistencia se forjó en el ámbito de las tiras infantiles: poner a chicos al frente de telenovelas. “Chiquititas”, con más de cinco temporadas, dio tantas vueltas como pudo a la tragedia de la huerfanita, y lo extremó hasta el absurdo, al incluir archivillanos como “el fantasma” de Iván Espeche o la malísima de Patricia Sosa.
Sin embargo, este verano sonó la alarma: una nueva tira de América (“Cancheritos”, producida por Daniel Hadad) está a punto de ser levantada tras un sonado fracaso en las mediciones de audiencia. ¿Una fórmula saturada? “Cancheritos” (de lunes a viernes a las 18) retoma la línea de otras tiras como “Chiquititas” o “Cebollitas”: Enrique Torres escribe una historia que enfrenta el bien y el mal a través del fútbol, y entiende el deporte como el territorio de la virtud, para compensar el drama (padres separados, madres muertas) de las vidas íntimas de los chicos. Esta vez, el cóctel no funcionó. ¿Es la consagración excluyente del dibujo animado?
“Los dibujos me encantan -.los aplaude Urtizberea–. Manejan el absurdo de un modo increíble. Recién ahora el mundo adulto va incorporando el vuelo creativo que los chicos conocen desde hace tiempo.” La psiquiatra Graciela Peyrú es más cautelosa: “En este país hay un descuido sobre los materiales para que estimulen a los chicos. En los Estados Unidos, por ejemplo, un taller experimental, con subsidio del Estado, creó el programa más exitoso que hubo para los chicos, ‘Plaza Sésamo’. Una fundación como Kellog’s apoyó experiencias de fusión entre lectura e imagen televisiva, como ‘El arco iris lector’. Acá eso no se hizo”.
Para la especialista, convendría presentar personajes con una conducta “pro social”. “Cuando el héroe se sube a un auto, debería usar cinturón y respetar una velocidad razonable –explica–. Eso no tiene por qué ser aburrido ni incluir sermones de los adultos.” Mientras tanto, el Chavo y el Chapulín mantienen el reinado. Tal vez porque reúnen todos los requisitos del éxito en la televisión: un enlatado de bajos costos con crítica a favor y contenido. Una buena medición de audiencia y, además, prestigio para el programador. Para la pantalla abierta, Chespirito es una voz autorizada, y el único que resiste al éxodo masivo. ¿Llegará un reemplazo?

 

El juego de los adultos
A falta de espacios infantiles, los chicos ingresan a la TV abierta por otra vía: participan en programas dirigidos a los adultos. En “Agrandadytos” –punta de lanza de la tendencia– los chicos son puestos a conversar con Dady Brieva sobre cuestiones “de grandes”: hablan de romances, declaran cuánto los “calienta” Graciela Alfano, o se presentan como expertos en un tema. O dicen cosas con una lógica muy personal que suena a discurso de los padres repetido sin pensar, lo que se escupe sin antes ser masticado.
Son más los adultos que los chicos que siguen el programa, al cual su mismo horario (jueves a las 23) define como “muy poco infantil”. Los grandes se divierten con los niños “agrandados”, versiones hechas a medida de la risotada adulta, un humor sostenido por chicos, pero que los deja afuera como destinatarios.
También “El show de Videomatch” incluyó un staff infantil de contadores de chistes. Lo que se busca es siempre lo mismo: el testimonio delirante, la respuesta espontánea que se sale del cauce y deja pagando, lo impropio que a ellos sí se les tolera. Otra vez, los chicos se hacen un espacio televisivo, que no los considera como consumidores. Se les reserva otra función: bufones privilegiados de un mediático circo para adultos.

 

OPINION

Por Guillermo Cacace *

La era de la cajita feliz
Hay una tendencia, en la TV, a identificar lo infantil con versiones pasteurizadas de formatos para adultos: juegos de competencias con conductores que sufrieron una extraña estupidización en su forma de hablar, o ficciones maniqueas que restringen cualquier tipo de ambigüedad en los personajes (como si en la vida los buenos y los malos fuesen tan identificables). No son más que otra forma del culebrón que “disfrutan” los grandes.
No es que la tele tenga que ser educativa, para eso existen otras instituciones. Tampoco tendría por qué enseñar cosas. Pero los chicos tienen el mismo derecho a la diversión que los adultos, y uno se pone alerta porque sabe que no tienen parámetros armados como los de los mayores. Una capacidad para salvaguardarnos de lo que nos hace mal. Los adultos deberían preservar el psiquismo de los chicos de ciertas inscripiciones que los desborden.
En todo caso, a la hora de evaluar la TV infantil, es de rigor repartir responsabilidades. Si bien hoy los chicos asombran por su inteligencia para manejar el control remoto, debería haber un adulto con una actitud más edificante que festejar “lo que los chicos de antes no hacían”. No es fácil la tarea, dado que la “caja boba” hoy es la cajita feliz que tranquiliza a los niños y evita a los padres ideas alternativas para ocupar el tiempo libre.
* Psicopedagogo

 

 

PRINCIPAL