Por
Victoria Ginzberg
Desde Mar del Plata
Este
tribunal no es presionable. Ni la falsa denuncia ni la injuria lo alejará
del propósito de investigar la verdad sobre lo ocurrido durante
el terrorismo de Estado, aseguró, serio, el juez del Tribunal
Oral de Mar del Plata, Roberto Falcone, antes de que comenzara la primera
audiencia del Juicio por la Verdad en la ciudad balnearia. La frase no
sorprendió a los presentes: Falcone aludía a una campaña
desatada en Mar del Plata contra los magistrados del Tribunal Oral desde
que éstos ratificaron su competencia para indagar sobre el destino
de los desaparecidos. Después de esa declaración entró
Alfredo Battaglia, el primer testigo del juicio. El y Julio César
DAuro narraron su paso por distintos centros clandestinos de detención
de La Feliz.
Battaglia, abogado y miembro del Partido Comunista, fue detenido el 24
de marzo de 1976 a la tres de la mañana. Una decena de personas
miembros de las Fuerzas Armadas y policías de civil
con armas largas y cortas irrumpieron en su casa y lo llevaron, en pijama,
hasta la Prefectura Naval. En el ascensor le ataron las manos en la espalda
y lo encapucharon. El abogado narró cómo desde Prefectura,
donde dormía junto a otros dos prisioneros, lo trasladaban durante
el día a distintas dependencias de las Fuerzas Armadas: la Escuela
de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM), la Base Naval y
la Base Aérea. Esta última se convertiría con el
tiempo en La Cueva, según palabras del testigo el lugar de
mayor represión y tortura de Mar del Plata. En ese centro
clandestino estuvieron detenidos los abogados laboralistas secuestrados
en la noche de las corbatas, el primer hecho que decidió
investigar el tribunal que indagará sobre el destino de los más
de 300 desaparecidos de la zona.
Battaglia reveló que durante los interrogatorios le preguntaban
por los miembros de la gremial de abogados y de militantes de izquierda
y especificó que, aunque no sufrió la picana, fue víctima
de otro tipo de torturas, como los simulacros de fusilamientos. Tranquilo
y seguro, habló durante casi dos horas fluidamente sin que los
fiscales, los jueces o los abogados de las partes tuvieran necesidad o
pudieran interrumpirlo.
En La Cueva, que todavía no estaba preparada para ser un
lugar de detención, los oficiales nos preguntaban porqué
estábamos ahí... y nosotros se lo preguntábamos a
ellos, expresó Battaglia. El abogado fue trasladado a Sierra
Chica, donde estuvo un día y luego fue llevado a la comisaría
4ª de Mar del Plata, a la cárcel de Devoto y a la Unidad 9
de La Plata.
En los penales, Battaglia ya estaba a disposición del Poder Ejecutivo
Nacional (PEN), pero eso no significaba un buen trato por parte de sus
carceleros. Nadie podía mirar a quien interrogaba o daba
órdenes. Había que tener las manos atrás y la cabeza
baja para no recibir sanciones. Era el índice de la humillación.
Los guardiacárceles nos trataban con patadas, zancadillas. Lo peor
era caerse porque te levantaban a patadas y de los pelos, describió
el hombre, que hoy tiene 69 años. Para ejemplificar la calidad
y cantidad de comida que recibían, el abogado relató que
el hambre provocó que un detenido chileno armara un hilo largo
con cordones de zapatos y, con un bote de basura, fabricó una trampa
para ratas. Battaglia salió en libertad en septiembre de 1977.
El otro testigo de la jornada fue el martillero público Julio César
DAuro, quien fue secuestrado en la calle el 19 de julio de 1976
por la tardecita. DAuro, que había sido secretario
del bloque de concejales del Frejuli en 1973, describió que en
la época de su cautiverio la comisaría 4ª y la Base
Aérea (La Cueva) ya habían sido acondicionados como centros
clandestinos de detención.
Battaglia y DAuro coincidieron en señalar al coronel Pedro
Barda como responsable de su detención. Una vez en libertad, el
abogado se entrevistócon el militar, quien le dijo que él
decidía sobre la libertad de los desaparecidos. DAuro
también mencionó al teniente Aníbal Cativa Tolosa
como jefe del grupo de tareas que se ocupaba de los secuestros de los
subversivos peronistas. El militar murió en un enfrentamiento
en octubre de 1976 y esa misma noche el martillero público y sus
compañeros de cautiverio fueron torturados en represalia.
En el momento de las preguntas, el tribunal que además de
Falcone integran Mario Alberto Portela y Néstor Rubén Parra
hizo hincapié en la participación en secuestros y tareas
de inteligencia de los civiles que formaban parte de las bandas de la
Concentración Nacional Universitaria (CNU) y el Comando de Organización
(C de O). Entre los integrantes de estos grupos, DAuro mencionó
a Armando Nicolella, quien luego formó parte de la seguridad de
las empresas de Alfredo Yabrán.
Las presiones y la campaña de desprestigio que mencionó
el juez Falcone al inicio de la audiencia, se supone, provienen de sectores
vinculados con las patotas civiles que colaboraban con los militares e
incluso hacían sus propias operaciones. Falcone y otros miembros
de la Justicia marplatense están enfrentados con un grupo de abogados
liderado por el actual conjuez y ex fiscal federal, Gustavo Demarchi.
Este hombre fue titular de la fiscalía federal de Mar del Plata
durante la dictadura y un empleado suyo estuvo relacionado con el asesinato
de la estudiante Silvia Filler, a quien la CNU mató en 1971, durante
una asamblea. Las preguntas sobre la participación de los miembros
del CNU en la represión estatal anuncian la dirección que
puede tomar este juicio.
Si bien hay leyes de impunidad, los civiles no están protegidos
y podrían ser sometidos a un juicio con las garantías que
no tuvieron los desaparecidos. Además, estos delitos no prescriben,
afirmó Cesar Ventimiglia, abogado de Acción Ciudadana, una
de las cuarenta asociaciones que adhieren y promueven este juicio junto
con los organismos de derechos humanos.
Comisión
de fiscales
El
fiscal general ante la Cámara de Bahía Blanca, Hugo
Omar Cañón, acompañó ayer a su colega
Marcelo García Berro, representante del Ministerio Público
en el Juicio por la Verdad de Mar del Plata. Cañón
realizó así la primera acción pública
de la comisión de fiscales que se conformó el año
pasado para trabajar especialmente en las causas abiertas en el
país con el objetivo de establecer el destino de los desaparecidos.
Además de Cañón, forman la comisión
los fiscales Eduardo Freiler, María Susana Balmaceda, Graciela
Foloñiuk y Griselda Tessio. El Estado argentino debía
crear este comité como parte del acuerdo amistoso alcanzado
con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
en el caso Lapacó. Los fiscales la impulsaron luego de las
amenazas que sufrió Cañón el año pasado.
Para que ninguno sea indispensable, aseguró el
fiscal de Bahía Blanca.
|
|