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VICTORIA CANTADA DE LA DERECHA ISRAELI EN LAS ELECCIONES DE HOY
El voto castigo que premia al halcón

Después de siete años de negociaciones con los palestinos, los israelíes perdieron confianza en el proceso de paz. Y los sondeos dan más de veinte puntos de ventaja al halcón Ariel Sharon.

Un palestino enmascarado quema las imágenes de los candidatos israelíes. Un judío ultraortodoxo pasa delante de una pancarta del líder del Likud, Ariel Sharon.

Por Suzanne Goldenberg *
Desde Jerusalén

Militantes palestinos anunciaron anoche que iban a atacar objetivos israelíes en la víspera de la elección de hoy, que según se espera hará de Ariel Sharon el próximo primer ministro del país. La advertencia llegó mientras soldados israelíes fortificaban el bloqueo de Gaza y Cisjordania antes del “día de furia” que líderes del movimiento Fatah de Yasser Arafat dicen que marca el comienzo de una intensificación en la Intifada que ya dura cuatro meses.
El ejército disparó granadas al campamento de refugiados palestinos de Rafah, en la frontera entre Gaza y Egipto, después de que un soldado israelí que se dirigía a votar en el turno electoral adelantado establecido para las fuerzas armadas murió por la herida de una bala disparada precisamente desde ese campamento. Israel también cerró el aeropuerto palestino en Gaza y el cruce de Rafah a Egipto. Refuerzos policiales fueron desplazados al norte, a las ciudades de Galilea, donde la convocatoria de los árabes israelíes a boicotear la elección podía llevar a choques.
Los sondeos de ayer mostraban a un Ariel Sharon superando al laborista Ehud Barak por hasta 22 puntos. Ayer, Sharon fue el blanco de desafíos no sólo de las milicias Fatah, que lideraron las protestas en Gaza y Cisjordania, sino también de las milicias de Jihad Islámica, que asumió la responsabilidad de al menos dos atentados con coches bomba durante los últimos cuatro meses. “Nuestras operaciones van a continuar y aun acrecentarse. La entidad criminal sentirá nuestro poder en los próximos días”, prometió Jihad Islámica en una declaración realizada ayer, antes del funeral de un militante muerto por un disparo israelí cuando trataba de escalar el muro que rodea Gaza. “Ni los muros ni el alambre de púa ni las medidas de seguridad nos impedirán castigar al enemigo”, proclamó Jihad Islámica.
En la ciudad cisjordana de Ramallah, entre tanto, un importante líder de Fatah declaraba que los palestinos no darían tregua a Sharon. Hussein Sheikh, líder de las milicias de Fatah en Cisjordania, dijo: “Los próximos días y semanas van a ser duros, y la región presenciará una escalada de violencia”.
El premier laborista Barak dedicó ayer el cierre de su campaña a advertir a los israelíes que el ex general Sharon podría conducirlos a una guerra. “Medio Oriente es un polvorín”, escribió en el Yediot Ahronoth, el diario de mayor tirada de Israel. “Tenemos que decidir si dejaremos que los extremistas ganen la partida. Tenemos que decidir si entre nosotros y la paz todavía hay una guerra sangrienta”, concluía.
Los israelíes no parecen en el mejor estado de ánimo. Después de cuatro meses de derramamiento de sangre en Cisjordania y Gaza, los votantes no sólo perdieron su confianza en Barak sino en los siete años de negociación iniciados por el premier Yitzhak Rabin, de acuerdo con una investigación publicada ayer por el Instituto israelí para la Democracia. Un sondeo de opinión conducido el mes pasado había descubierto que sólo el 22 por ciento de los israelíes cree que un acuerdo de paz pondrá fin a 53 años de violencia con los palestinos. Hace dos años, el 67 por ciento creía en la factibilidad de la paz. “Los israelíes creen que el camino que tomó Rabin, y especialmente el que tomó Barak, lleva a un acuerdo con muchas concesiones, pero no pone fin al conflicto y no soluciona los problemas de seguridad personal”, dijo Ruth Gavison, del Instituto. “Muchos israelíes entienden que lo que tenemos ahora no es una guerra total, pero también saben que, definitivamente, no es la paz, y creen que el camino emprendido por Barak puede llevar a una guerra aún peor”, resumió.
Se espera que en las elecciones de hoy, en lugar del laborista Barak, los ciudadanos que sí voten opten masivamente por un hombre, Sharon, que no exhibe intención alguna de negociar por años con los palestinos y que el año pasado pidió a Barak que asesinara al jefe de seguridad palestino.Cuál será la asistencia a las urnas es otra cuestión. Muchos votantes de izquierda declaran que votarán en blanco o no irán a votar, decepcionados con Barak. Los árabes israelíes llamaron a boicotear la elección. En Ramallah, Sheikh sintetizó una visión palestina: “Si vamos a tener guerra, es mejor para los palestinos tratar con Sharon. Sharon sabe lo que quiere. Para nosotros, es mejor negociar con alguien que quiere hacernos la guerra antes que con alguien que flamea banderas de paz, pero después hace la guerra”.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12


LA GUERRA INTERNA QUE ESPERA AL NUEVO PREMIER
Un Parlamento hiperatomizado

Por Ferrán Sales
Desde Jerusalén

Un parlamento indomable compuesto por una constelación de formaciones políticas espera al futuro jefe del gobierno de Israel. La supervivencia del primer ministro elegido en los comicios de hoy estará directamente vinculada a su capacidad de trenzar pactos con las diferentes fuerzas que se reparten la Knesset de Jerusalén. Y cualquier traspié en las alianzas puede suponer su caída mortal y la convocatoria de elecciones generales anticipadas.
Si algo no se le puede negar al parlamento de Jerusalén es su pluralismo. La cámara única, constituida tras los comicios generales de mayo de 1999, está formada por representantes de doce partidos políticos y tres coaliciones. Un Israel bajo cuyo paraguas se amparan los laboristas y dos plataformas más, Alianza Nacional Democrática de signo nacionalista de derechas y Lista Arabe Unida constituida por israelíes de origen árabe: en total, no menos de 20 organizaciones para 120 escaños.
La atomización de la cámara es patente si se tiene en cuenta que sólo cuatro de estas formaciones –Un Israel, Likud, Shas y Meretz– disponen de diez o más parlamentarios. El resto de los partidos constituye un pequeño microcosmos de fuerzas antagónicas, que aparentemente podrían agruparse en cuatro familias –religiosos, laicos, árabes y rusos– pero que en realidad son incapaces de aliarse entre sí teniendo en cuenta sus intereses naturales. Por eso prefieren “alquilarse” o “venderse” en solitario a las organizaciones hegemónicas. Todo ello supone en la práctica un mercado permanentemente abierto, donde se vocea y se grita sin descanso y donde cada voto tiene un precio, cada apoyo una contrapartida.
Ariel Sharon, virtual futuro primer ministro de Israel, ha hecho ya sus cálculos parlamentarios: necesita un gobierno de coalición o en su lugar de unidad nacional, con el que constituir un gobierno y obtener de la Cámara los 61 votos imprescindibles para su investidura y con los que enfrentarse antes del 31 de marzo a una prueba de fuego, la aprobación de la Ley de Presupuestos. Los arquitectos políticos de la formación nacionalista han hecho sus cálculos matemáticos; esperan formar un colchón básico de entre 58 y 63 escaños constituido por los tres partidos religiosos –Shas, Unidad de Torá-Judaísmo y Partido Nacional Religioso–, los dos de ex emigrantes rusos –Israel Baaliyah e Israel Beiteinu– y los nacionalistas de Unidad Nacional, a los que pretende sumar el apoyo de tres diputados del desahuciado partido de Centro –Roni Milo, Dan Meridor e Isac Mordejai– y los hermanos David y Maxim Levy, tránsfugas de la coalición gubernamental de Barak.
El partido nacionalista Likud ambiciona además, en una segunda etapa, una vez constituida una mayoría en el parlamento, desalojar de la presidencia de la Knesset a Abraham Burg, un ambicioso diputado laborista que para los hombres de Sharon supone un elemento incómodo en el momento de controlar la Cámara. Los estrategas del Likud se plantean ya una batalla frontal contra Burg, al que tratan de desalojar por la fuerza a pesar de que su mandato va unido al de la vida de la Cámara. En caso de resistencia, los servicios jurídicos del partido Likud tienen ya diseñado un proyecto de ley, que aprobarían con facilidad, por el que se modificaría la reglamentación referida al nombramiento del presidente de la Knesset, colocando a continuación a un hombre de su confianza.
La batalla del Likud por el control del Parlamento concluirá con una tercera ofensiva, con la que se intentará desalojar de las comisiones parlamentarias clave –como Defensa e Interior– a los representantes laboristas. Con estas comisiones bajo su mando, los derechistas del Likud controlarían la vida parlamentaria del país.

 

 

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