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JORGE DORIO HABLA DE “FEBO ASOMA”
A la hora de los gallos

Dice que su programa en Radio de la Ciudad traduce su romance con la ciudad �en estado de amanecimiento�. Y su plan es �resolver el distanciamiento brutal entre la información y la gente�

Por Mariano Blejman

Hace más de dos meses que Jorge Dorio debe levantarse a las 4 para llegar a las 6.30 a “Febo Asoma”, su programa de radio por la AM 1110, pero aún no puede acostumbrarse. Son las 18 cuando se encuentra con Página/12 y en los pasillos de Radio de la Ciudad, y Dorio no se termina de acomodar. “Estoy más acostumbrado a llegar a este horario viniendo desde la noche”, se justifica y asegura: “Volví a abrir unos libritos sobre el sueño que tengo desde que estudiaba medicina, para ver cómo me acostumbro”.
–¿Cómo se ve Buenos Aires antes de levantarse?
–Fantástica. Yo no carecía de esta imagen, la conozco de cerca pero atravesada con una conciencia diferente. Solía atravesar el territorio de madrugada, y una cosa es cuando uno está retirándose y otra cuando está llegando. En una hay descubrimiento, en la otra hay una especie de tedio y abandono. Y yo estoy teniendo un romance con la ciudad en estado de amanecimiento. Pero el verdadero descubrimiento es saber prescindir de la resaca para disfrutar...
–... o mantenerse ebrio.
–No digo que no lo pensé, y tuve la oportunidad de practicarlo el 1º de enero. Luego de un “intercambio de opiniones” con la gente de la radio hicimos el programa del 1º. Yo festejé en la casa de mi madre en Quilmes, alcanzando mediciones de alcoholemia dignas del Guinness. Recuerdo que estaba en lo de mi madre y luego en la radio, pero no puedo recordar como fue el trayecto. Fue un programa onírico en el peor de los sentidos, pero tuvo su efecto... creo que la gente estaba aburrida en esa madrugada, porque llamó todo el mundo. Pero no lo haría siempre. Y eso es una muestra del inexorable paso de los años o el inexorable hartazgo de ciertas prácticas.
–¿Las fiestas dan tristeza?
–La gente que vive las fiestas de una manera particular es porque lo buscó, y lo que digo es autobiográfico. En general, desde bastante chico me tocó pasar las fiestas afuera o en condiciones extrañas. Y cuando no, yo mismo elegía pasarlas afuera o en condiciones extrañas. Las fiestas producen lo mismo que las drogas: potencian lo que le pasa a la gente. Las que pasaron aumentaron esa sensación de decaimiento generalizado. Pero como yo estoy con el entusiasmo de algunos regresos, trato de construir otra mirada.
Jorge Dorio dejó el país entre 1995 y 1999, para incorporarse a la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington, gracias al asesor de Eduardo Duhalde, Jorge Telerman. Comenzó como observador electoral en el Perú y de allí pasó a oficial de prensa, además de participar del área de denuncias de fraude contra el gobierno de Fujimori. “Tuve el placer y la decepción de ayudar a la transparencia y comprobar que ni siquiera así Fujimori perdía en Perú”, confiesa. Luego de ese primer contacto con la OEA se incorporó al Departamento de Información Pública, como Coordinador de Proyectos Especiales. Allí realizó una serie de TV en los cuatro idiomas oficiales de la OEA, que salió emitida en 18 de los 24 países americanos que integran la organización.
–¿Por qué no emitieron sus documentales en la Argentina?
–Porque la única posibilidad era el canal estatal, y eso sucedió en una época extraña, en que aquí había un sultán manejando los destinos del país y el canal era una de sus carpas predilectas. Así que yo también hubiera preferido que no saliera. Sin embargo, hicimos programas interesantes: uno sobre la tierra envenenada, trabajamos con las guerrillas, hicimos uno sobre Sendero Luminoso...
–¿Y ahora no podría pasarlo?
–Es que estoy desvinculado del funcionariato, y presentar productos hechos por mí es una especie de “maocholulismo”, un culto a la propia personalidad sin ser un conductor de masas.
–¿Cómo surgió el programa de radio?
–Acompañando la gestión de Badía, quien me convocó para un programa matutino, garantizando la información y los servicios articulados de otra manera. Quiero tratar de resolver este distanciamiento brutal entre la información y la gente. Sobre todo escuchando esa mezcla de eficacia y canallada que es Radio 10. Uno escucha los llamados contra el pacto de San José de Costa Rica, y en realidad se habla de quitar cualquier tipo de actitud progresista, porque “pone en peligro el aparato de la sociedad”. Eso hace que la gente se vuelque a esas opiniones sin saber de qué se habla en términos concretos. Uno escucha “hay que derogar el pacto... porque tiende a desarticular la Patria”, o “no tiene sentido que forme parte de este andamiaje” y cuando se les pregunta ¿por qué?, no saben de qué se trata el pacto. Quiero recuperar el margen de respuesta, pensar un programa más para la gente que para los especialistas, y retomar cierta genealogía de identidad nacional, pero no incluyente. No quiero ese nacionalismo de demostrar que somos mejores que los demás, sino saber en qué consistimos, de dónde venimos y adónde vamos...
–Lucha contra la imagen que tienen los argentinos en el exterior.
–Esa imagen es deplorable... y justa. Estos chistes de México tipo “¿Para qué suben un argentino a un cerro cuando hay tormenta eléctrica? porque cree que Dios le saca fotos”, son absolutamente ciertos. En algunos sectores del cuerpo diplomático y en buena parte de los argentinos que “triunfaron” en el exterior, creyéndose rubios, anglosajones y capitalistas, han perdido todo tipo de solidaridad. Pero hay una Argentina previa a eso y pretendemos establecer esos vínculos de nuevo.
–¿Qué extraña de su paso por el periodismo?
–Cómo sostener lo que voy a decir después... pero para mí, el periodismo verdadero es el gráfico, cada vez que puedo escribo en algún lado. Tengo una relación gozosa con la escritura y el pensamiento.
–¿Y de estar afuera?
–Afuera uno tiene mucho más tiempo para construirse a sí mismo. Lo más atractivo era eso de estar en Washington y de golpe había una misión en Nicaragua o Haití y uno pegaba un saltito. Todavía estoy entusiasmado con el regreso, pero era tan fácil hacer todo, meterse en cosas como remar, andar a caballo...

La pelota de Dolina

Dorio trabajó junto a Alejandro Dolina en cuanto proyecto surgió a fines de los 80 y principio de los 90. Se conocieron en FM Viva, de Rivadavia. “Tuve un primer encontronazo malo, por haber puesto encima más prejuicios que atención, y a partir de poder hablar con él nos hicimos buenos amigos.” Luego pasó también por la tele en “La Barra de Dolina” por ATC.
–¿Extraña trabajar con él?
–Fue un momento muy agradable. No tuve la noción de estar laburando, era una especie de convivencia intensiva. Hacíamos el programa todas las noches, los sábados hacíamos teatro y los domingos juerga. Cumplíamos la temporada en Mar del Plata y hay pocos tipos de peor carácter que el negro Dolina, y yo soy uno de ellos.
–Hace poco Dolina dijo que nunca pagaría por él lo que le pagan en Del Plat...
–Cuando empecé a laburar con Dolina nos pasamos un mes en un departamento, recibiendo medialunas de novias y amigas. Estuvimos varios meses sin cobrar. Dolina ya era Dolina y estaba con su habitual talento para no ganar guita. Tiene una capacidad extraordinaria para no darse cuenta del momento justo para ganar dinero y una vez que lo gana no sabe en qué lugar puso sus petates. Si tuviese un administrador de sus cosas, que lo escuchase hablar y transformase algunas de sus palabras en canciones, libros o proyectos políticos, sería más provechoso. Pero vive en un constante arrojar margaritas a chanchos como uno. Y detesto que juegue bien a la pelota.

 

 

 

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