Por
Ann Thomas *
Los
inicios del daguerrotipo hacia 1839-1840 marcan también el nacimiento
del retrato fotográfico. En el siglo XIX David Octavius Hill y
Robert Adamson, Eduard Biewend, Etienne Carjat (retrato de Baudelaire
circa 1863) marcaron las bases del retrato moderno. August Sander fue
uno de los primeros que rompió con los cánones del clasicismo
en el retrato fotográfico. Las escenografías recargadas,
los decorados a la italiana, las balaustradas desplazables, la iluminación
al estilo Rembrandt transformaban a una cocinera en una dama elegante
y a un simple soldado en un general, según el propio Sander.
A partir de ese momento comienza una nueva corriente que intenta mostrar
a los retratados en un ambiente acorde con su personalidad.
En el libro Karsh: Lart du portrait (catálogo de la exposición
retrospectiva de la obra de Karsh realizada en la National Gallery de
Ottawa en 1989), Estelle Jussim analiza el arte del retrato psicológico
y se pregunta de qué psicología se trata en realidad: ¿es
la psicología del sujeto o la del fotógrafo la que está
en cuestión? Tal vez se trate de ambas. Entonces, dice, ¿los
fotógrafos retratistas observan profundamente a los sujetos que
fotografían?. Jussim nos recuerda las palabras de Susan Sontag
al respecto: Las fotografías, incapaces de explicar nada
por sí mismas, son todas invitaciones a la deducción, a
la especulación, a las fantasías de la imaginación.
El agudo
análisis de Estelle Jussim subraya la importancia de no perder
jamás de vista el fin que persigue un retrato y por qué
ha sido concebido: un pedido particular, un trabajo comisionado por una
revista, una foto para figurar en la tapa de algún libro o, simplemente,
para exhibirla enmarcada sobre un escritorio. En suma, un retrato que
asegure la inmortalidad. Además, por el hecho de recibir dinero
del comitente, el fotógrafo siente la obligación de complacerlo
con su trabajo (ya sea este último la persona retratada o el editor
de alguna publicación).
¿Podemos, llegados a este punto, dar crédito aun a las palabras
de John Pope-Hennessy, para quien el arte del retrato es la descripción
del individuo según su propia naturaleza? Jussim no olvida la pertinente
opinión de Harold Rosenberg al respecto: Un conflicto surge
entre el retratista y su modelo no solamente la resistencia del
material con el cual el artista se expresa, sino el enfrentamiento de
las voluntades y de la imaginación de dos seres humanos.
Consciente de la máscara que todo ser humano lleva puesta siempre,
Karsh intenta atrapar el momento fugaz e imprevisible del desenmascaramiento.
Es la intuición del instante preciso, el verdadero don del artista
que sabe esperar y observar porque busca atrapar la grandeza del alma.
La sutil manifestación del yo verdadero que se esconde tras la
máscara pública queda al descubierto. Un segundo más
tarde las apariencias se tornan engañosas nuevamente, pero el retrato
psicológico ya ha sido inmortalizado en un gesto, en una pose,
en una mirada. Indicios, apenas, de psicologías complejas capturadas
en el preciso instante en que se abandonan ante un devenir inexorable.
Nietzsche decía que detrás de toda máscara hay un
vacío y que todo fundamento es, en realidad, un abismo. ¿El
abismo de la propia existencia? ¿Y quién podrá tener
una mirada lo suficientemente profunda como para no perderse en nuestro
interior? No es una afirmación ingenua la de Karsh al decir que
el corazón y el espíritu son los verdaderos objetivos
de mi cámara, sino la expresión de un optimismo entusiasta
hacia el género humano. Sus palabras son a la vez una muestra de
compasión por la igualdad que no somos y de admiración por
la extraña distancia que nos une.
¿Y es que el tiempo nos separa? Nos podríamos preguntar,
tal vez incesantemente, acerca de la contemporaneidad del arte. ¿Cuál
es elahora de una creación artística? ¿Acaso
las manos de la Pietà de Miguel Angel, el gesto triunfante del
Perseo de Cellini, la metanarratividad de Las Meninas de Velázquez
pertenecen a un pasado remoto? El arte no se dice en tiempo pretérito,
ni presente, ni futuro. El arte es siempre infinitivo porque marca el
punto de inflexión a partir del cual se consolida una existencia
constantemente renovada, renaciendo con cada mirada que el mundo deposita
sobre una determinada obra.
A principios de este año Annemarie Heinrich, quien también
ha sabido ver nuestro mundo a través de los ojos que ha retratado,
declaró que Karsh utiliza la luz en sus obras con la maestría
de un pincel y sus ojos y oídos son sensores tan perceptivos como
su propia cámara. Así habla el arte de sí mismo,
así se contempla el arte a sí mismo. No como parte de una
tradición, tampoco como perteneciendo a una u otra corriente artística,
sino en el ahora mismo en que el ojo lo descubre.
*
Curadora de fotografía de la National Gallery de Canadá.
Itinerarios
de Karsh
Siempre
he buscado un secreto: la fuerza interior que se esconde detrás
de la máscara de cada uno, dice Karsh, que de joven
trabajó como aprendiz de John Garo, en Boston, entre 1928
y 1931. Desde entonces quería retratar a las personalidades
más importantes de su tiempo en el campo de las artes, la
política y la ciencia. En los años treinta Karsh consolidó
su reputación como retratista y en 1936 expuso algunas de
sus obras en el Salón de la Fotografía de Londres.
El año 1941 marcó un hito importantísimo en
su carrera al realizar el retrato de Winston Churchill. Dos años
más tarde viaja a Londres y en un lapso de dos meses fotografía
más de 40 celebridades entre ellos el rey Jorge VI,
el rey Haakon de Noruega, Lord Louis Mountbatten, H. G. Wells, George
Bernard Shaw y Noël Coward. Al volver de su viaje organiza
una exposición en Ottawa. Como resultado, la revista Life
lo comisiona para fotografiar a unos 70 dignatarios en Washington
entre marzo y mayo de 1944. En abril y mayo del siguiente año
viaja a San Francisco, nuevamente por pedido de la revista Life,
para fotografiar a los delegados de la Conferencia de San Francisco
(la reunión de fundación de las Naciones Unidas).
El libro Faces of Destiny, publicado en 1946, es el resultado de
estos tres viajes y la primera obra editada de Yousuf Karsh.
Desde 1934 la fotografía ocupa un lugar de privilegio en
la National Gallery. En 1960 se realiza allí la primera exposición
de la obra de Yousuf Karsh. Hacia 1967 el museo comienza a formar
una importante colección de fotografías gracias al
asesoramiento de James Borcoman (conservador de la colección
de fotografía de la National Gallery). En 1989 se presenta
la muestra Karsh: Lart du portrait. La muestra del MNBA incluye
las obras adquiridas por la National Gallery en 1987 y casi un centenar
de fotografías donadas por el propio artista.
|
|