Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


Los tres ballets más populares de
Aaron Copland en versión ejemplar

Michael Tilson Thomas dirige la Sinfónica de San Francisco en interpretaciones memorables de �Billy The Kid�, �Appalachian Spring� y �Rodeo�.

Aaron Copland inventó para Hollywood el western musical.
Tilson Thomas rescata sutilezas generalmente desapercibidas.

Por Diego Fischerman

Hace diez años un crítico y un compositor polemizaron durante varios meses en las páginas de una revista especializada. Martín Müller y Gerardo Gandini discutieron en las páginas de Clásica; el segundo desafió a un extraño duelo al primero (en el que las armas serían un dictado rítmico y melódico y una prueba de lectura musical) y el motivo era la valoración de Aaron Copland. Müller lo había considerado un gran músico y Gandini no sólo se oponía a tal consideración sino que además argumentaba que el crítico no contaba con ningún conocimiento técnico que le permitiera aseverar tal cosa con fundamento.
En noviembre se cumplieron diez años de la muerte y cien del nacimiento de Copland. Y Michael Tilson Thomas, uno de los mejores directores del momento, le dedicó un cd a varias de sus obras más populares (y despreciadas por los entendidos). Un primer volumen, publicado en 1996, llevaba por subtítulo The Modernist e incluía el Concierto para piano y orquesta de 1926, las Variaciones Orquestales, la Short Symphony y la Symphonic Ode. Esta segunda entrega cuyo subtítulo, The Populist, no permite malentendidos recorre en versiones ejemplares Billy The Kid, Appalachian Spring y The Rodeo, tres ballets escritos a finales de los 30 y principios de los 40, el segundo de ellos para la compañía de Martha Graham.
Más allá de cierto estilo norteamericano inventado por Copland (que tanto Hollywood como los avisos de Marlboro hicieron suyo), de una cualidad rítmica y un manejo de fórmulas modales sumamente interesantes y de su talento para manejarse con ejes visuales (no en vano fue el autor de la música de La Heredera de William Wyler), lo interesante es de qué manera la obra de Aaron Copland está atravesada por varias de las discusiones estéticas ejemplares del siglo pasado. Un comienzo inquieto, un desarrollo leído en su momento como reaccionario y un final en el que intentó asimilar (con poco éxito) procedimientos probados por las vanguardias muestran que para Copland el tema de la relación entre artista y público (y entre modernidad y tradición y entre internacionalismo y nación) resultaban centrales. En este álbum la Sinfónica de San Francisco suena como los dioses, Michael Tilson Thomas se las arregla para revelar sutilezas de orquestación que generalmente pasan desapercibidas y las obras, particularmente Appalachian, demuestran que merecen ser escuchadas (por lo menos en esta versión).

 


PIETER WISPELWEY TOCA TRANSCRIPCIONES DE CHOPIN
El arte de estilizar la danza

Por D.F.

En su primera visita a Buenos Aires, el cellista Pieter Wispelwey tocó la integral de las Suites para su instrumento de Johann Sebastian Bach. En esa ocasión, en una charla con Página/12 se preguntaba acerca de: “¿A qué llamamos profundidad? ¿A los tiempos lentísimos? ¿A las libertades rítmicas?”. Y se contestaba a sí mismo: “La profundidad es ser respetuosos con lo que el compositor escribió y frasear con musicalidad. Estas Suites, además, están compuestas por danzas. Y las danzas deben ser tocadas como tales”. Pasó el tiempo. Wispelwey es hoy uno de los solistas más importantes y reconocidos del mundo. Sus versiones de las Suites de Bach son consideradas canónicas. Y ahora amplía la apuesta con transcripciones para cello y piano de danzas (valses y mazurkas) de Chopin. Una sola de las piezas es original para esta conformación instrumental (el scherzo de la Sonata). Wispelwey y el pianista Dejan Lazic, sin embargo, hacen que para el oyente no exista diferencia. La naturalidad, el excepcional virtuosismo y, claro, el espíritu de danza, atraviesan todo el CD.

 

PRINCIPAL