Por Diego Fischerman Hace diez años un crítico
y un compositor polemizaron durante varios meses en las páginas
de una revista especializada. Martín Müller y Gerardo Gandini
discutieron en las páginas de Clásica; el segundo desafió
a un extraño duelo al primero (en el que las armas serían
un dictado rítmico y melódico y una prueba de lectura musical)
y el motivo era la valoración de Aaron Copland. Müller lo
había considerado un gran músico y Gandini no sólo
se oponía a tal consideración sino que además argumentaba
que el crítico no contaba con ningún conocimiento técnico
que le permitiera aseverar tal cosa con fundamento.
PIETER
WISPELWEY TOCA TRANSCRIPCIONES DE CHOPIN Por D.F. En su primera visita a Buenos Aires, el cellista Pieter Wispelwey tocó la integral de las Suites para su instrumento de Johann Sebastian Bach. En esa ocasión, en una charla con Página/12 se preguntaba acerca de: ¿A qué llamamos profundidad? ¿A los tiempos lentísimos? ¿A las libertades rítmicas?. Y se contestaba a sí mismo: La profundidad es ser respetuosos con lo que el compositor escribió y frasear con musicalidad. Estas Suites, además, están compuestas por danzas. Y las danzas deben ser tocadas como tales. Pasó el tiempo. Wispelwey es hoy uno de los solistas más importantes y reconocidos del mundo. Sus versiones de las Suites de Bach son consideradas canónicas. Y ahora amplía la apuesta con transcripciones para cello y piano de danzas (valses y mazurkas) de Chopin. Una sola de las piezas es original para esta conformación instrumental (el scherzo de la Sonata). Wispelwey y el pianista Dejan Lazic, sin embargo, hacen que para el oyente no exista diferencia. La naturalidad, el excepcional virtuosismo y, claro, el espíritu de danza, atraviesan todo el CD. |
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