Por Fernando Cibeira
Nadie podía prever que
el entredicho diplomático entre Argentina y Cuba escalara al nivel
que lo hizo. Pero una cosa fue llevando a la otra y, ahora, las relaciones
bilaterales quedaron maltrechas como hacía años que no sucedía.
Cuba respondió con dureza las medidas de protesta que tomó
en los últimos días el canciller Adalberto Rodríguez
Giavarini. El embajador cubano en Argentina, Alejandro González
Galiano, hizo blanco en la figura del canciller y lo acusó de fraguar
una nueva traición contra Cuba, dando como un hecho la repetición
del voto negativo en la ONU. Algo que, de concretarse, sería una
nueva puñalada por la espalda al pueblo cubano. El ministro
argentino, todavía en Estados Unidos, extremó la prudencia
y dijo que la respuesta se dará paso a paso. Pero Página/12
pudo saber cuál será el próximo: Fernando de la Rúa
retendrá aquí al embajador en Cuba, que ya fue convocado
en consulta, como señal de protesta.
A esta altura, el gran interrogante es saber por qué las relaciones
entre Argentina y Cuba llegaron a este nivel de conflictividad. Según
los cubanos, porque la Cancillería argentina ya decidió
el voto contrario a Cuba en la ONU, pese a las desmentidas oficiales.
Según los argentinos, tal vez Fidel Castro esté lanzando
una advertencia a otros países latinoamericanos que están
meditando la postura que sostendrán en la reunión de la
Comisión de Derechos Humanos que se realizará en abril.
Luego de tres días de silencio, el embajador cubano convocó
a los medios de prensa en la coqueta sede diplomática que tiene
la isla en el barrio de Belgrano. Con una gran foto blanco y negro de
Fidel hablándole a una multitud como fondo, González Galiano
habló en extenso y con énfasis pero no permitió preguntas.
Terminó, se levantó y se fue.
Según el embajador, las medidas y las declaraciones sostenidas
por Rodríguez Giavarini lo liberaban de todo compromiso de discreción,
así que se despachó a gusto, siempre con el canciller como
enemigo. Recordó los conflictos en las relaciones bilaterales hasta
detenerse en la puñalada que fue para los cubanos,
en su opinión, el voto negativo de Argentina el año pasado
en la ONU, en momentos en que la isla peleaba por la vuelta del niño
Elián. El diplomático cubano ratificó las declaraciones
de Fidel Castro, quien en un encuentro de economistas celebrado en La
Habana había acusado al gobierno argentino de lamer la bota
yanqui. No hay nada que desmentir o justificar, remarcó
González Galiano.
En el particular idioma del mundo diplomático, la embajada cubana
y la Cancillería argentina comenzaron una batalla de cartas de
queja. El martes, el director de América Central, Arturo Bothamley,
le había dado al cubano una nota en la que le expresaba su desagrado
por los agravios vertidos por el presidente Castro. González
Galiano la rechazó ayer por inaceptable. Mientras daba
su conferencia de prensa, le llegó un sobre en el que la Cancillería
rechazaba a su vez su nota y la devolvía.
El diplomático insistió en que la razón del enojo
cubano tenía que ver con un cable de la agencia NA del 31 de enero,
que aseguraba que Giavarini le adelantaría al secretario de Estado
norteamericano, Colin Powell, la decisión argentina de repetir
su voto contra Cuba. Dijo que el cable no fue convincentemente desmentido,
aunque en su momento funcionarios del ministerio como Leandro Despouy
y Susana Ruiz Cerruti respondieron que la información no era cierta.
Se está fraguando una nueva traición animada particularmente
por el canciller argentino y es deber de Cuba denunciarlo, remarcó.
En la Alianza insisten en que el debate acerca del voto argentino en la
ONU aún está abierto. Ayer, antes de que hablara el embajador
cubano, tanto Raúl Alfonsín como Carlos Chacho
Alvarez se mostraron a favor de la abstención (ver aparte). Incluso,
uno de los especialistas que más batallan en el tema, el secretario
de Relaciones Internacionales de la UCR, Raúl Alconada Sempé,
anticipó que el radicalismo propicia la abstención.
Y en la coalición aclaraban que los cubanos estaban bien informados
sobre el debate interno abierto por el voto en la ONU.
Por eso, el gran debate era por saber qué había llevado
a Cuba a iniciar una polémica de este tenor, descartando que fuera
por un cable de agencia desmentido. Ayer, la hipótesis que había
ganado terreno era la que mencionaba la posibilidad de una advertencia
de Fidel a otros países latinoamericanos que estarían evaluando
cambiar su voto en las Naciones Unidas. Concretamente, en la coalición
hablaban de México y Uruguay, recordando el origen conservador
de Vicente Fox y la dura discusión sobre ETA que hace poco mantuvo
Jorge Batlle con Castro.
¿Cómo sigue esto? En la Alianza repetían el latiguillo
esperanzador de los últimos días, pronosticando un progresivo
enfriamiento de la pelea.
Hasta ahora, no fue así. Rodríguez Giavarini ya mandó
llamar al embajador argentino en Cuba, suspendió una misión
comercial a La Habana, preparó una nota de queja y comunicará
a Oscar Torres Avalos que debe quedarse en Buenos Aires en vez de volver
a La Habana. Cuba respondió confirmando las declaraciones de Castro
y criticando al canciller. El periódico oficial cubano, Gramma,
ironizó ayer sobre la declaración del Departamento de Estado
norteamericano acerca de que Argentina y Estados Unidos compartían
cierto honor al recibir ataques de Fidel. Realmente sería
un honor, en especial para personas como Giavarini, ya que era tal vez
la única forma en que la historia lo recuerde alguna vez,
dijo en su editorial.
CHACHO
Y LA IDEA DE OBSECUENCIA
Mejor abstenerse
El ex vicepresidente
Carlos Chacho Alvarez se sumó a la posición
del ex presidente Raúl Alfonsín de propiciar la abstención
en la votación sobre Cuba en el Comité de Derechos Humanos
de Naciones Unidas. El líder del Frepaso fue enfático en
sus declaraciones: afirmó que la Alianza debe romper la idea
de obsecuencia, de seguimiento automático hacia Estados Unidos
y reclamó una posición unificada del Mercosur.
Alvarez coincidió con la Cancillería con relación
a que Fidel Castro cometió una ofensa hacia la Argentina
cuando trató al Gobierno de lamebotas de los yanquis,
pero seguidamente expresó su postura sobre la independencia del
Mercosur. Las palabras de Castro es evidente que no son favorables
a un país que debe tener relaciones normales, buenas, con el principal
país del mundo, pero tenemos que romper esta idea de obsecuencia,
de seguimiento automático, porque los países tenemos muchas
coincidencias que hay que profundizar y también podemos tener diferencias
que tienen que ver con los intereses nacionales, afirmó el
ex presidente al hablar poco antes de presidir la reunión de la
mesa nacional del Frepaso, que analizó su propuesta para reformar
el Senado.
Como Alfonsín, estimó que las declaraciones de Fidel no
ayudan a aquellos que están empujando la idea de la abstención
y recordó que él había planteado que había
que tener un voto más Mercosur, porque significaría que
el Mercosur no es sólo un bloque económico sino que empieza
a tener una misma mirada de los problemas internacionales.
El diputado frepasista Rafael Flores coincidió con el líder
de su partido y pidió que la Argentina corrija el voto del
año anterior sobre el tema de derechos humanos en Cuba, absteniéndose
a participar de una estrategia de la cual es totalmente ajena.
ALFONSIN
LAMENTO LA ESCALADA VERBAL
Un intento de mediación
El ex presidente
Raúl Alfonsín trató ayer, junto con el ex vicepresidente
Carlos Chacho Alvarez, de enfriar el conflicto entre la Argentina
y Cuba desatado por las declaraciones de Fidel Castro. Ambos coincidieron
en que pese a las palabras del líder cubano, el Gobierno debería
cambiar su postura y abstenerse de votar contra la isla en la Comisión
de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Mucho más diplomático que el canciller Adalberto Rodríguez
Giavarini, quien ayer intercambió devolución de cartas con
la embajada cubana, Alfonsín lamentó la escalada verbal
entre ambos gobiernos.
El ex presidente remarcó que hay que separar las declaraciones
de Fidel quien dijo entre otras cosas que la Argentina era lamebotas
de los yanquis y el voto en la ONU. Si bien admitió
que las palabras del presidente cubano pudieron causar disgusto
con toda razón, Alfonsín instó a que ese episodio
no sea considerado a la hora de expresar la opinión oficial sobre
Cuba en la ONU.
Para el voto hay que analizar aspectos vinculados al derecho internacional,
a las convicciones, nuestros principios, porque si se vota tomando en
cuenta las palabras de Castro la postura argentina podría parecer
vengativa, afirmó el ex presidente.
Alfonsín ya se había convertido en mediador entre los gobiernos
argentino y cubano luego de que se conocieran las declaraciones de Fidel
cuando el lunes pasado se reunió con el embajador de la isla, Alejandro
González. Ayer, el secretario de Relaciones Internacionales del
Comité Nacional de la UCR, Raúl Alconada Sempé, ratificó
la postura del partido y como el ex presidente expresó que aspiramos
a que esto no impida propiciar el cambio de voto (de la Argentina) hacia
una abstención.
OPINION
Por Martín Granovsky
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Abstenidos
De un voto equivocado a un conflicto absurdo: ésa es la
parábola de las relaciones entre la Argentina y Cuba, que
se están recalentando desde el fin de semana con niveles
dignos del Caribe y del trópico de Buenos Aires.
Una madrugada de abril del año pasado, Fernando de la Rúa
resolvió que repetiría el voto de Carlos Menem. No
lo consultó con nadie salvo con Ricardo Lagos, el presidente
chileno. No lo acordó con Brasil, que se abstuvo, ni con
Raúl Alfonsín, que predicaba la abstención,
ni con Chacho Alvarez, que entonces no quiso opinar pero hoy también
predica abstenerse.
La decisión produjo la primera crisis dentro del Gobierno,
y el cimbronazo fue tan fuerte, con críticas públicas
al Presidente, que dirigentes importantes de la Alianza sacaron
una conclusión: De la Rúa no podría recurrir
al factor sorpresa en abril del 2001. Pagaría un costo muy
alto justo cuando la Alianza vive en situación de perpetuo
equilibrio inestable. Ese cálculo llevó a pensar que,
además, el Gobierno podía pasar a la abstención
amparado en la posición de Brasil y quizás también
en la de México, que en el 2000 se abstuvo y este año
podría repetir su voto.
Quienes tejían aquí y en el exterior con la idea de
cambiar el voto argentino contaban con un escenario a su favor:
las relaciones con Cuba estaban mejorando, con negociaciones por
la deuda, aluvión turístico de argentinos y promesas
de una misión comercial. Recién sintieron una señal
de alerta hace dos semanas, en el cierre del congreso socialista
chileno, cuando el embajador cubano en Santiago criticó no
solo a Washington sino a los gobiernos del continente. Raúl
Alfonsín, por ejemplo, volvió preocupado de esa reunión.
La segunda señal, naturalmente, ocurrió el último
fin de semana, con las declaraciones de Fidel Castro que terminaron
desatando el escándalo.
La lógica cubana es, aquí, un misterio que nadie alcanza
a develar. En público el embajador apeló al cable
de una agencia según el cual la Argentina ya había
decidido repetir el voto pro-Washington. La verdad es que, más
allá de cualquier pálpito, nadie en el Gobierno ni
en la Cancillería tiene ninguna constancia de que el voto
esté resuelto.
A veces, polarizar es útil. Obliga a tomar decisiones. En
este caso, sin embargo, la polarización solo irrita inútilmente
y quita espacio político a la mayoría abstencionista
de la Alianza.
La racionalidad, en este clima, suena utópica, pero al mismo
tiempo es necesaria: ¿alguien imagina que la Argentina y
Cuba pueden volver a la vieja época de ruptura de relaciones
diplomáticas?
La primera forma de interrumpir la escalada es una combinación
de silencio público y negociaciones discretas. Abstenerse
de escalar el conflicto es difícil, tan difícil como
abstenerse en la votación de abril. Pero ambas cosas sintonizan
con el interés de la gente.
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Reacciones
por la polémica con Cuba
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Carlos Escude*.
Por la condena
El voto debe ser de condena. No es un voto contra Cuba: es un
voto contra quienes violan los derechos de los ciudadanos de Cuba.
El voto debe ser coherente con el del año pasado, que fue
realizado por este mismo gobierno de la Alianza y que coincidió
con el voto chileno en circunstancias en que el socialista Ricardo
Lagos presidía la República de Chile. Hay que decir
que esto no es una cuestión de derechas o izquierdas. Se
trata de saber si vamos a defender los derechos humanos o no. Respecto
de la relación con Cuba, trataría de mantener el statu
quo siempre que el gobierno de Cuba no desate una nueva tormenta
de insultos. Lo natural es tener relaciones entre ambos países.
Si ellos continúan con la agresión, hay que retirar
el embajador como primer paso y romper relaciones en última
instancia.
*Especialista en Relaciones Internacionales.
Rosendo Fraga*.
Costo político
Creo que después del episodio diplomático que el
gobierno tuvo con Fidel Castro, la Argentina no puede cambiar su
voto anterior sin un costo político importante. Respecto
de la relación con Cuba de aquí en más, creo
que la Argentina debe establecer con Cuba una nueva relación
en base a temas diferentes. Creo que esa relación debería
estar enfocada en áreas como educación, salud y comercio,
donde el intercambio puede ser interesante. Esos son los temas de
cooperación que la Argentina debe plantear con la isla en
este momento. Es evidente que la relación con Cuba no puede
ser política. Entonces, hay que darle un contenido diferente
para que llegue a buen puerto.
*Consultor.
Mario Campora*.
No interferir
Cuba y el pueblo cubano tienen una historia de bastante lucha
y heroicidad. Primero fueron colonia española. Después,
estuvieron bajo la dominación de los Estados Unidos. El pueblo
cubano es un pueblo que viene abriendo su destino con dificultad.
Por eso creo que hay que dejarlos que hagan su propia historia sin
estar interfiriendo. Con esto quiero decir que no hay que interferir
con enunciados de una conducta que muchos no hemos sabido sostener
en la vida interna de nuestros países. Nosotros no hemos
tenido un pasado cristalino, sino una historia bastante negra. Más
que dar una respuesta concreta al tema del voto a favor o en contra
en la ONU, prefiero elaborar esta reflexión que va más
allá de estar con uno o con el otro.
*Ex embajador en Inglaterra.
Eduardo Jozami*.
Voto distinto
La Argentina tiene que revisar el voto del año pasado.
Creo que no debe volver a votar en contra de Cuba. A partir de ahora
y pese a lo ocurrido, entiendo que las relaciones con la isla deberían
ser más cordiales sobre la base de una actitud más
independiente de la Argentina respecto a los Estados Unidos. No
debería haber lugar para ofensas de parte del gobierno argentino
después de las declaraciones de Castro. Porque los intereses
de la política exterior están, o deberían estar,
más allá de cualquier incidente de declaraciones de
este tipo. Y sobredimensionar este incidente puede funcionar como
una excusa para que el gobierno de la Alianza vuelva a votar en
contra.
*Subsecretario de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires.
Carlos Raimundi*.
Abstenerse
Tenemos que plantear la relación con Cuba en términos
estratégicos y no coyunturales y no actuar por reacción.
Mi gran temor es que los sectores anticastristas del gobierno de
Bush creen que ésta es una oportunidad para hacerse amigos
de la Argentina. Mi posición respecto del voto es pública:
Argentina debe abstenerse. En Cuba no hay acusaciones graves de
que se violen los derechos humanos fundamentales ni de apremios
ni de torturas que formen parte de un sistema político. Lo
que sí hay es falta de pluralismo. Pero ése es un
derecho de segunda generación. Y si EE.UU. se preocupa tanto
por ese tipo de derechos, me pregunto por qué no condena
a China, país con el que mantiene vínculos comerciales.
Me pregunto también cuántos derechos humanos faltan
de Cuba por el bloqueo y la legislación intervencionista
norteamericana.
*Diputado del Frepaso.
Vilma Ripoll*.
Voto a favor
Volver a votar en contra de Cuba sería una actitud para
cumplir con los yanquis. Nosotros, como partido, estamos por el
voto a favor de Cuba. Pero como mínimo, creemos que el Gobierno
tendría que abstenerse. Creo que esencialmente ésta
es una pelea contra el imperialismo. Y además, ¿quién
nos va venir a dar cátedra de derechos humanos? ¿Los
Estados Unidos, el máximo avasallador de los derechos humanos
en el mundo? El voto del año pasado fue vergonzoso. Y Giavarini,
encima que vota en contra, amenaza con medidas diplomáticas.
Es una vergüenza contra todos los pueblos de América
Latina que seamos, junto con Chile, los únicos países
que han tomado esa decisión.
*Legisladora porteña de Izquierda Unida.
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OPINION
Por Luis Bruschtein
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Alineados
La votación sobre Cuba en la Comisión de Derechos
Humanos de la ONU aparece siempre más como una alineación
con respecto a los Estados Unidos que con los derechos humanos en
Cuba. Así, el contenido de ese voto aparece más relacionado
con la política agresiva de los Estados Unidos hacia Cuba,
lo cual desnaturaliza la temática específica, y por
eso muchos gobiernos prefieren abstenerse. Con esta concepción
Carlos Menem cambió el voto de la abstención a la
censura contra Cuba. No fue por los derechos humanos, sino por una
política de alineación automática con los Estados
Unidos. No fue por un compromiso con los derechos humanos sino por
un compromiso con el gobierno de los Estados Unidos.
El mantenimiento de esa posición por el gobierno de la Alianza
el año pasado pareció seguir el mismo fundamento.
Se trata de una actitud pragmática donde los principios no
juegan. La idea es que si se vota contra Cuba junto a Estados Unidos
sería posible obtener facilidades en el plano económico.
El nuevo gobierno veía la ayuda norteamericana como la salida
de la crisis heredada del menemismo y dirigía gestos de buena
voluntad hacia el Norte.
Pero el voto del año pasado fue un gesto casi gratuito. Era
el último año de Bill Clinton y además, dentro
de la Alianza, el Frepaso y un sector del radicalismo eran partidarios
de la abstención en un marco tan teñido de persecución
ideológica, agresiones, bloqueo económico y presiones
políticas. México y Brasil, los otros dos grandes
países del continente, se abstienen y nadie podrá
acusarlos de castristas. Así, el gesto supuestamente pragmático
del canciller Rodríguez Giavarini colocó a la diplomacia
argentina en un lugar odioso para los latinoamericanos.
La respuesta de Fidel Castro fue cautelosa, quizás porque
estaban próximas las elecciones en Estados Unidos y pensaba
que esa decisión se podía revertir. Es de suponer
que el triunfo de Bush Jr. y algunos indicios dados por la Cancillería
argentina detonaron la dura reacción del presidente cubano,
que ve a la Argentina como país testigo de las políticas
del FMI que incluyen, como consecuencia lógica, esa alineación
automática.
De todos modos, resulta difícil encontrar las causas, no
tanto de la posición cubana, sino del cambio tan drástico.
Lo que sí es cierto es que con esta nueva actitud discute
con el gobierno argentino como si éste fuera emblemático
de las políticas pro norteamericanas para el Continente.
Y éste es un lugar tan perfilado ideológicamente que
dificultará la estrategia exterior del gobierno aliancista.
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