Por Diego Fischerman
Somos hijos de una familia
destrozada, dice Jobim. Las imágenes transitaron ya por su
nacimiento, por la clásica foto del bebé desnudo sobre la
mesa, por las calles de un Río de Janeiro que crecía con
desmesura. El relato sigue cronológicamente la vida de uno de los
músicos más importantes del siglo pasado. El abandono de
su padre, el apoyo del segundo marido de la madre, el test vocacional
(su hijo es un artista, no hay que someterlo a disciplinas ni horarios
rígidos), los estudios de piano (de Ravel a Pixinguinha),
el Bar Vilarinho, donde conoció a Vinicius. En el capítulo
que se verá hoy de Ciudad natal un ciclo de Canal (á)
en el que los personajes son retratados a partir de su relación
con la ciudad en la que nacieron las líneas que van del paisaje
al compositor son múltiples. Tal vez no sea cierto que Tom Jobim
pintó a Río de manera incomparable. Quizá sea falso
que el lugar lo reflejaba hasta el punto del mimetismo. Pero lo indiscutible
es que pocas cosas aparecen tan ligadas en la imaginación como
esa ciudad brasileña (Ipanema, Corcovado...) y el compositor que
la hizo universal.
Producidos por Eliseo Alvarez, los programas de Ciudad natal (jueves a
la 1, a las 7, a las 13 y a las 18.30 y sábados a las 10) parten
de la hipótesis de que esa relación entre un artista y su
ciudad es siempre significante. En los capítulos próximos
(Max Ernst la semana que viene, Gustav Klimt el jueves 22) esa relación,
por supuesto, se confirma. Y en el dedicado a Jobim no resulta difícil
dejar que sean los distintos lugares de una ciudad (universidades, cafés
en los que se habla de poesía, playas, calles, casas, escuelas)
los que cuenten la historia de una vida. Si es la mirada más superficial
sobre Jobim aquella que lo asimila y lo limita al paisaje,
lo cierto es que el paisaje aparece aquí si no en el origen por
lo menos en el centro de muchos de los momentos significativos en la vida
del músico que logró lo que parecía imposible: que
los experimentos con la armonía y con el ritmo de un grupo de intelectuales
se convirtieran en una de las músicas más populares del
mundo. En todo caso, el gran misterio de la Bossa-Nova sigue siendo cómo
tal grado de especulación estética no ocluyó la fluidez
y la naturalidad expresiva. Dos de lo mejores ejemplos pintan con perfección,
en ese sentido, el plan de Jobim. Desafinado (una melodía
imprevisible sobre una serie de acordes) y en Samba de una nota
sola (una serie de acordes imprevisibles bajo una melodía
de una sola nota) no sólo escenifican la revolución musical
sino, también, el humor como uno de sus instrumentos. Ambas (dos
caras de una misma moneda experimental) ya desde el título se ríen
de sí mismas.
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