Un coche-bomba en un barrio ultraortodoxo de Jerusalén puso ayer
la firmeza del halcón Ariel Sharon bajo prueba, menos de dos días
después de su inmensa victoria electoral. Sharon reaccionó
al atentado que causó nueve heridos leves con un mensaje
por la TV israelí en que afirmó que las negociaciones
son importantes y el gobierno hará todo lo posible en ese sentido,
pero el terrorismo y la violencia deben cesar. Estamos confrontados a
un fenómeno de terrorismo y la Autoridad Palestina debe cumplir
su tarea, conforme a los acuerdos de Oslo, para ponerle fin. Eso
mismo le dijo también al diplomático Mahmud Abbas en su
primera conversación telefónica ayer. También Ehud
Barak, el saliente primer ministro laborista, salió a condenar
el hecho con dureza, afirmando que demuestra que los palestinos
van a intentar dictarle normas al nuevo gobierno en relación al
proceso de paz.
Dos grupos anteriormente desconocidos, las Fuerzas Palestinas de Resistencia
Popular y las Víctimas de Sabra y Shatila, asumieron responsabilidad
por la bomba, que estalló en el barrio de Beit Israel, cerca de
la ieshivá (o escuela ortodoxa) más grande de Jerusalén,
atendida por cientos de estudiantes del extranjero. Por tradición,
los ultraortodoxos no votan en las elecciones israelíes, y los
residentes de Beit Israel no tuvieron ningún papel en el espectacular
triunfo de Sharon por casi 25 puntos. Pero aun allí, no tardaron
en distinguir el desafío a Sharon que implicó la acción.
Es una posición muy dura para el nuevo primer ministro dijo
Sruly Bernstein, una estudiante religiosa proveniente de Australia.
Si no reacciona, va a parecer aún más débil que Barak,
pero si contragolpea, el mundo va a decir que está empleando una
fuerza excesiva.
Sharon ha pasado sus primeras horas intentando generar confianza en un
mundo que lo conoce como al hombre que orquestó la invasión
israelí al Líbano en 1982. Pero Zalman Shoval, uno de sus
más importantes asesores, previno ya que Sharon rechaza la noción
de reanudar las negociaciones en el mismo punto donde se interrumpieron
el mes pasado en el sitio turístico egipcio de Taba en el Mar Rojo.
Ese punto, bajo el plan de paz presentado por el ex presidente norteamericano
Bill Clinton, estipulaba la devolución por Israel a los palestinos
de un 95 por ciento de Cisjordania, 100 por ciento de la Franja de Gaza
y una capital en Jerusalén Oriental, a cambio del mantenimiento
del 80 por ciento de los colonos judíos en los puntos de implantación
que serían anexados por Israel y una renegociación del derecho
al retorno de los refugiados palestinos y de sus descendientes, estimados
en casi 4 millones. Pero las negociaciones se estancaron en este último
punto y terminaron hundiéndose bajo el peso de la violencia en
los territorios ocupados, lo que también arrastró a Barak.
Ahora, la situación diplomática regional e internacional
de los palestinos ha cambiado por completo: no sólo Sharon ha dicho
que no se considera comprometido por las ofertas realizadas por Barak
sino que ayer el Departamento de Estado norteamericano también
salió a desasociarse del Plan Clinton. Las ideas y parámetros
que discutimos en el curso de los últimos meses fueron formuladas
por el presidente Bill Clinton, dijo ayer el portavoz Richard Boucher,
subrayando que al culminar el mandato de éste último sus
propuestas ya no pueden considerarse como posición estadounidense.
Boucher agregó que Washington quiere discutir con Sharon, los palestinos
y los países vecinos el mejor modo de ayudar a las partes
a buscar la paz. Precisamente. Shoval tiene agendado viajar a Washington
la semana próxima para calibrar la respuesta de la administración
Bush al repliegue del proceso de paz.
Sharon, mientras tanto, volvió su atención ayer al frente
interno, con negociadores de su frente nacionalista Likud iniciando conversaciones
con el Partido Laborista de Barak con vistas a formar un gobierno de unidad
nacional. Una alianza con el laborismo le daría a Sharon mayor
estabilidad dentro del fragmentado Parlamento heredado de Barak, pero
algunos líderesdel laborismo rechazan abiertamente la perspectiva
de integrar una coalición con socios que son mucho más extremos
que Sharon.
Claves
El atentado fundamentalista
de ayer contra un barrio ortodoxo de Jerusalén fue el primero
desde el abrumador triunfo del halcón Ariel Sharon en las
elecciones del martes.
El primer ministro electo,
que ayer tuvo su primer contacto telefónico oficial con un
alto funcionario de la Autoridad Palestina, instó a ésta
a detener la violencia, en cumplimiento de los acuerdos de Oslo.
La situación diplomática
internacional de los palestinos cambió drásticamente:
ni Israel ni EE.UU. mantienen ahora las ofertas del plan de paz
del ex presidente Bill Clinton, que consistían en la devolución
a los palestinos de 95 por ciento de Cisjordania, 100 por ciento
de la Franja de Gaza y capital de su futuro Estado en Jerusalén
Oriental.
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CONSIGNAS
DEL TERRORISTA NUMERO 1
El bien segun Bin Laden
El millonario saudita Osama
bin Laden ordenó en 1993 a sus seguidores que acabaran con la serpiente
americana y que no se preocuparan por las víctimas civiles
que se produjeran en sus ataques, según uno de los testigos aportados
por la acusación en el juicio que se celebra en Nueva York por
los atentados en 1998 contra dos embajadas de Estados Unidos en Africa.
Las bombas colocadas en las embajadas de Tanzania y Kenia causaron la
muerte de 224 personas, entre ellas 12 estadounidenses, e hirieron a varios
miles, y el testigo es el sudanés Jamal Ahmed al-Fadl (38), que
ha gozado de la protección del FBI durante los últimos cinco
años para que pudiera declarar en el juicio iniciado esta semana.
Durante la guerra del Golfo, Bin Laden proclamó que había
que expulsar a los americanos de los lugares santos de Arabia
Saudita. La intervención estadounidense en Somalia, en 1993, fue
un nuevo hito en el crecimiento de Al Qaeda, la organización de
Bin Laden. El testigo dijo que Bin Laden había afirmado en una
reunión que si EE.UU. triunfara en Somalia, pronto estarían
en Sudán y acabarían controlando todos los países
y ordenó ataques contra la serpiente americana. Uno
de sus lugartenientes, Mamduh Mahmud Salim, informó a los militantes
de que no era pecado causar la muerte a civiles inocentes durante los
ataques, porque, si son buenos, irán al Paraíso.
Bin Laden, el principal acusado, permanece actualmente en Afganistán,
protegido por el régimen talibán, y Washington ofrece una
recompensa de cinco millones de dólares a quien facilite su detención.
OPINION
Por Miguel Angel Bastenier *
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Arafat en un atolladero
La duda, con beneficio o sin él, era sólo cuestión
de tiempo. Y el primer ministro electo de Israel, Ariel Sharon,
ha corrido una furiosa carrera para despejarla. Se daba por descontado
que no iba a aceptar una reanudación de las negociaciones
con los palestinos donde las dejó el laborista Ehud Barak
hace unas semanas, pero la precipitación apenas a las
36 horas de su victoria electoral con que lo ha hecho saber
al mundo es toda una declaración política, especialmente
poco amena para Washington, donde el presidente Bush aún
pedía anteayer una oportunidad para la paz.
Los que sí estaban preparados, sin embargo, eran los terroristas
palestinos que, aunque técnicamente le ponían la bomba
a Barak, aún primer ministro hasta que Sharon forme un gobierno
que apruebe el Parlamento, hacían saltar ayer un coche-bomba
en el barrio ultrarreligioso de BëitIsrael en Jerusalén,
causando varios heridos. Las dos partes, por tanto, ya han hablado.
Unos que no negocian, y los extremistas de los otros que se dan
a la bomba. El gran interrogante es ahora: ¿qué tiene
pensado Sharon a falta de política? Y ahí es donde,
paradójicamente, comienzan sus debilidades. Emplear más
fuerza contra los palestinos de lo que hizo Barak sería,
directamente, una guerra. Pero guerra no puede haber porque hacen
falta dos hasta para la más pequeña, y no será
el presidente Arafat el que se aliste en esa campaña. A la
osadía de Sharon sólo le queda como recurso de escalada
militar el asesinato selectivo de pistoleros y personalidades palestinas,
con la esperanza de que, desmochando la Intifada, ésta perezca
de inanición. Porque para eso se lo ha elegido en Israel,
para que ponga fin a la revuelta que ya ha costado la vida a más
de 50 judíos. Nadie esperaba del militar ultra o el ultra-militar
que sacara de una galera el conejo de la paz. Una idea se vislumbra
en el horizonte de un voto resignado y mucho más de castigo
que de entusiasmo por este primer ministro que lee todos sus discursos
con tanta impericia como impaciencia: que meta en cintura a los
palestinos para que, un día, puedan reanudarse las negociaciones,
aunque entonces haya que echar mano de otro Barak. El primer ministro
laborista cayó en las pasadas elecciones no tanto por el
plan que ofrecía a los palestinos como porque, desde la óptica
israelí, Yasser Arafat respondía con violencia a una
verdadera ganga de paz.
De igual manera, el líder palestino se encuentra en un atolladero.
Si Israel renuncia a la política, él tiene que reinventar
la suya propia. ¿Redoblar de muertos la Intifada? Es posible,
sobre todo porque no está claro que la controle suficientemente.
¿Pero, qué hará si Sharon procede al aislamiento
total del territorio autónomo, no dejando que entre en él
comida, ni que salga trabajo? ¿Pedir un puente aéreo
a Naciones Unidas, como el de Berlín? ¿Cree, quizá,
que la comunidad internacional no consentirá que eso pase?
Arafat se ha embarcado en una operación peligrosísima.
¿Justificaría a sus ojos una eventual victoria política
el que su pueblo quede exangüe? La Casa Blanca va a estar muy
concurrida en las fechas que vienen y Bush el Joven tendrá
que doctorarse en Oriente Medio mucho antes de lo que se imaginaba.
Por eso éste es el tiempo de la osadía de un anciano
militar 73 años en setiembre que habría
hecho un gran papel en las Cruzadas. Aunque le faltara la partida
de bautismo.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
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