Por Gabriel A. Uriarte
El diálogo, en el sentido
más literal, se retomó ayer en Colombia, y para muchos eso
fue suficiente. El presidente Andrés Pastrana se reunió
en la zona desmilitarizada con Manuel Marulanda Vélez
(Tirofijo), líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC). Esta primera jornada de conversaciones no produjo
ningún resultado, y tampoco es probable que hoy se logren avances.
Pero si el encuentro no logra más que palabras, Pastrana todavía
estará contento. Es que su política actual nunca apuntó
a más, y ayer su único pedido real a la guerrilla era que
anulara el congelamiento de las negociaciones que declaró
en noviembre. Así, la reanudación del proceso de paz depende,
como tantas veces antes, de la actitud de las FARC. Analizar el futuro
de la guerra y la paz en Colombia depende entonces de descubrir exactamente
cuál es la perspectiva actual de la guerrilla.
Ayer la tarea no era sencilla. Los líderes guerrilleros fueron
muy lacónicos. Interrogados sobre si las negociaciones serían
difíciles, asintieron con la cabeza. ¿Era por
los paramilitares? Otra vez asintieron sin palabras. Nada de esto era
noticia. El motivo explícito de los guerrilleros para suspender
las negociaciones era la ineficacia de la lucha oficial contra los paramilitares,
y la condición para retomarlas eran mejoras verificadas en esa
lucha. Después de desafiar con éxito su monopolio de la
violencia, las FARC exigían al Estado colombiano que al menos retenga
el monopolio de la lucha contrainsurgente. A esto el gobierno no tenía
respuesta posible. No porque sus esfuerzos contra los paramilitares no
hubieran aumentado la cantidad de paramilitares muertos o capturados
en los últimos dos años (más de 1000) es la más
alta lograda jamás por el Estado colombiano, sino porque
las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) aumentaron mucho más.
Duplicando varias veces su fuerza hasta llegar a hasta 11.000 hombres,
ahora desafían a las FARC en su patio trasero del sur del país,
con 800 hombres enfrentados contra 1300 guerrilleros por el control de
los cultivos de coca. Contra este impactante despliegue, los logros que
ayer Pastrana pudo poner sobre la mesa como una ofensiva contra
las AUC en el departamento de Bolívar, difícilmente
parecían suficientes para satisfacer a la guerrilla.
Pero eso no significa que las FARC rechazarán retomar el diálogo.
Al presionarlos para que vuelvan a la mesa de negociaciones, el gobierno
esgrimió la única amenaza en su poder: derogar la concesión
de los 42.000 km2 de la zona desmilitarizada. La guerrilla
sabe que esa acción podría equivaler al suicidio para el
gobierno que no tiene la fuerza militar para retomar rápidamente
lo que se ha convertido en una de las zonas más fortificadas del
continente, pero en estos momentos ese suicidio les sería
inoportuno. Primero, porque una ofensiva contra Farclandia
les crearía otro foco de combate cuando ya están bastante
presionados en el sur. Aparte de las AUC, los guerrilleros también
deben enfrentarse a una brigada antidrogas entrenada por EE.UU.
El brazo militar del Plan Colombia que apoya Washington, sus 2000 hombres,
ya habrían erradicado más del 10 %de los cultivos de coca
en Putumayo. Y el Ministerio de Defensa colombiano espera que eliminar
esos cultivos haría que la fuerza de las FARC disminuya por
más del 50 %.
Además de ese cálculo militar, las FARC tienen otras razones
para no precipitar la guerra civil. En Estados Unidos, en especial, la
nueva administración republicana se está mostrando mucho
menos entusiasta que la demócrata para la guerra contra las drogas
en América latina. De hecho, la designación más probable
de George W. Bush como zar antidrogas, el ex general James
McDonough, enfatiza la necesidad de combatir la demanda y la adicción
dentro de Estados Unidos, a diferencia de su predecesor bajo Clinton,
el también ex general Barry McCaffrey. Al mismo tiempo, Bogotá
quedará progresivamente debilitada por la desaceleración
en Estados Unidos, su mayor socio comercial, y las FARC ya buscan acentuar
ese daño atacando las principales exportaciones, como el carbón.
No obstante su supuesto anacronismo tras la caída del Muro, es
claro que las FARC tienen buenos motivos para abrigar la certeza marxista
de que el futuro está de su lado.
Claves
El presidente Andrés
Pastrana se reunió ayer con Manuel Marulanda Vélez,
líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARDC). La cumbre evitó que el presidente se viera forzado
a derogar la cesión de los 42.000 kilómetros de la
zona desmilitarizada a las FARC.
Pero no es claro si Pastrana
logrará que la guerrilla revierta el congelamiento
de las negociaciones que anunció en noviembre.
Por otra parte, las FARC
tienen buenos motivos para no precipitar la guerra civil, especialmente
en vista de los cambios que el nuevo gobierno de George W. Bush
podría introducir en su política antidrogas.
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