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“LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO”
Galileo cabeza abajo

En el marco de los festejos por los 180 años de la Universidad de Buenos Aires, Gabriela Marges presentará un espectáculo teatral multidisciplinario, con una particular mirada sobre el científico.

Gabriela Marges es coordinadora
de programación del Centro Cultural Agronomía.

Por Hilda Cabrera

Hace diez años que la figura de Galileo Galilei ronda el imaginario de la actriz y directora Gabriela Marges, pujando por salir a escena. Lo ha logrado finalmente, en un escenario no convencional y destinado a un público amplio. Habitante de Valentín Alsina (Lanús Oeste), Marges estrena este domingo Galileo, la aventura del pensamiento, espectáculo teatral multidisciplinario que dirige y de cuyos enlaces es autora, como también de la selección de textos del científico nacido en Pisa en 1564 y fallecido en Arcetri en 1642. Docente de teatro y coordinadora de la programación del Centro Cultural Agronomía, Marges se inició en el teatro veinte años atrás bajo la guía del maestro y director Hugo Midón. Participó, entre otras obras, de El triciclo, Shakespeare...¡pardiez!, Una leyenda tehuelche, Dos payasos y Muñeca (las tres últimas con el Grupo de Titiriteros del San Martín). Escribió y dirigió Yo he visto el mar y, conformando el grupo Babel Teatro, Una trenza tan larga y Bajo el agua están las palabras, sobre textos de Federico García Lorca.
Su Galileo... se verá todos los domingos a las 19.30 hasta finalizar abril en Agronomía (Av. San Martín 4453), con entrada gratuita, en el marco de los festejos por los 180 años de la Universidad de Buenos Aires organizados por la Secretaría de Extensión Universitaria, con sede en el Centro Cultural Ricardo Rojas. En diálogo con Página/12, Marges dice haber destacado los temas del poder y de la libertad (física y mental). En su opinión, el ser humano padece periódicamente un cercenamiento de su raciocinio, por autocensura o presión del entorno. Dice buscar en sus obras el “encuadre”. De ahí que en Bajo el agua..., el poeta García Lorca sea “un desaparecido más, por su muerte abrupta y por circunstancias que se relacionan con realidades cercanas”.
–¿Cómo es este Galileo?
–El espectáculo es ante todo una fiesta y Galileo, un hito del pensamiento crítico. Los tropiezos que sufre provienen del oscurantismo, que es periódico. Trescientos años antes de Cristo, el griego Aristarco describía a la Tierra como girando alrededor del Sol, y sobre su propio eje, pero tuvieron que pasar siglos hasta que Copérnico (1473-1543) y después Galileo expusieran sus propias teorías. Como en Yo he visto el mar (un trabajo sobre las invenciones “aladas” de Leonardo Da Vinci), intentamos relacionar ciencia y arte.
–¿Qué le aporta esa conjunción?
–La posibilidad de “mover” el pensamiento sin dejar de “jugar”. Galileo es alguien que instala la duda científica en un medio dominado por las fuerzas de la fe. Me interesa la duda y la condición humana de un personaje que, sin ser político, se nos aparece como figura política, como el poeta García Lorca, convertido en víctima, en “muerto político” por su libertad creativa.
–¿Quiere decir que su visión de Galileo va más allá del enfrentamiento entre el raciocinio y la estupidez?
–Sí, porque está entre las personalidades que “cuentan” cosas que trascienden a su época. Galileo destaca al pensamiento científico de la mediocridad del entorno cuando dice que la ciencia no puede más que avanzar y, al mismo tiempo, con sus dudas y contradicciones muestra cuántas “caras” podemos tener los humanos. Este Galileo (interpretado por Pablo Finamore) se lo pasa cabeza abajo, tratando de cambiar las ideas que él y los otros tienen sobre el mundo y el espacio. Nosotros queremos que todo esto llegue al público de manera festiva, pero sin olvidar al personaje. Por eso la música y las diferentes técnicas que utilizamos están en función de lo que intentamos contar. El espectáculo empieza con una caminata en busca de Galileo, en la que el público es guiado por un maestro de ceremonias (a cargo del actor Héctor Malamud) y acompañado por la banda El elefante del bazar. La obra tiene un desarrollo: el guía es quien después va a pedir que Galileo se retracte de su teoría, cerrando con esto espacios a sus enseñanzas. La escenografía es de Pasha Kyslychko, quien montó una serie de ambientes reducidos que invitan a la reflexión y andamios y escaleras que no conducen a ninguna parte. La composición musical es de Axel Krygier y la música en vivo, del grupo de percusión Paralelo 33.
–¿Qué opina de la relación de Galileo con los poderosos y básicamente con la Iglesia?
–Por lo que he leído, se preocupaba mucho por no mezclar la religión con la ciencia, que –decía– iba a avanzar de todos modos. Cuando divulga sus teorías sobre el movimiento de la Tierra, se convierte en un personaje en situación límite. Se queda solo. Nos sucede también a nosotros, ahora, y no por el miedo de los otros a perder la vida, sino por cuestiones de trabajo. Galileo vive en una época de crisis, como nosotros hoy, capaces de traicionar nuestros propios valores para no perder espacio. En tiempo de crisis todos somos más mediocres. Por eso, volviendo a Galileo, aquellos que sabían de sus teorías y se interesaban por ellas pueden, después, estar de acuerdo con que se quemen sus libros.
–¿Esto no significa meter a todos en la misma bolsa?
–No. Pero es una característica de la condición humana, un aspecto de nuestra fragilidad y de nuestra dificultad para pensar por nosotros mismos. Es por eso que hasta los más cercanos a Galileo esperan que éste se retracte.
–¿Proyecta otros trabajos?
–En Agronomía existe un botánico más importante que el de Palermo. Es alucinante: hay allí 1300 especies. Estamos organizando una sección teatral para montar obras con títeres y actores para escolares. Estuve pensando en unos cuentos japoneses para los sectores de bambúes. También voy a ocuparme de la dramaturgia de imágenes en una obra que se va a estrenar en el San Martín, con Román Lamas. Me gusta armar el material en acción. Tengo un pensamiento metafórico, no realista. Esto me lo descubrió el maestro Gastón Breyer, con quien hice un taller de escenografía.
–¿Cómo es su experiencia en Agronomía?
–La gente tiene sed de teatro. Los trabajos que hacemos allí los sacan de la casa, de la rutina. No me preocupo por ahora del espíritu crítico. Creo que éste va a ir surgiendo junto con la posibilidad de ver diferentes espectáculos. Mi tarea es crear imágenes. La aprendí primero con el maestro Ariel Bufano y después con Román Lamas y El Periférico de Objetos. En Galileo... están los textos, pero también el juego y la posibilidad de quebrar visualmente el desarrollo de un concepto, para dar lugar a una situación nueva. Este no es el Galileo de Bertolt Brecht, tan personal e influido por su propia vida, ni la versión que puso Rubén Szuchmacher en el San Martín o la que dirigió Jaime Kogan, que vi siendo muy chica y me fascinó. Más que hablar de la “traición” de Galileo (por su abjuración), me interesa destacar el papel que juega una sociedad dispuesta a avalar todo aquello que impida llevar adelante una verdad, mostrándola a través de un “cuento” narrado de manera sencilla y abierto a varias lecturas.

 

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