A primera vista parece una casualidad increíble. El 31 de enero,
es decir hace apenas diez días, fue asesinado en Ecuador un técnico
norteamericano llamado Ron Sander, de 55 años. Estaba secuestrado
desde hace tres meses y le pegaron cinco balazos por la espalda. Lo taparon
con una sábana en la que escribieron: Soy un gringo muerto
por no pagar el rescate de HP Pompeya DG. La noticia fue publicada
por Página/12 en su edición del 2 de febrero pasado. El
mensaje es asombrosamente parecido al que dejaron junto a Mariano Perel:
I am a Citibank gringo collaborator killed for non payment of ransom
by Citigroup Antfactory company, o sea Soy un gringo colaborador
del Citibank, muerto por no pagar el rescate de Antfactory del Citigroup.
La increíble semejanza puede llevar a conjeturas de lo más
diversas.
La muerte de Sander tiene móviles bastante diferentes de la de
Perel. Sander era un especialista en tecnología petrolera y fue
secuestrado junto a otros siete técnicos: cinco norteamericanos,
un chileno y el argentino Juan Rodríguez. Todos trabajaban para
una empresa contratista Hewelchi & Payne que a su vez
realizaba trabajos para Repsol-YPF en Ecuador. La principal hipótesis
es que los secuestradores son un grupo de disidentes de la guerrilla o
los paramilitares colombianos que decidieron ponerse un negocio por su
propia cuenta y piden rescates millonarios: en concreto 10 millones de
dólares por cada secuestrado (ver aparte). El asesinato de Sander
fue una forma de presionar para que se reanuden las negociaciones y Repsol-YPF
pague una cifra cercana a los 70 millones de dólares por los siete
técnicos que aún siguen cautivos. Se presume que el grupo
dedicado al secuestro extorsivo los tiene ocultos en la provincia de Sucumbios,
fronteriza con Colombia y casi inaccesible. Cerca de allí apareció
el cadáver.
Con estos datos a la vista, está claro que los casos no son idénticos
por cuanto hasta donde se sabe el matrimonio Perel no fue
secuestrado y nadie pidió un rescate por él. Esto significa
que hay sólo cuatro teorías posibles:
Si los Perel fueron asesinados,
hay chances de que el asesino a sueldo haya leído sobre el caso
de Ecuador y decidió dejar esa leyenda diabólica.
Si Mariano Perel mató
a su esposa y después se suicidó, también es posible
que haya conocido lo sucedido en el país del Norte. El financista
estaba muy al tanto de los sucesos en América latina y especialmente
todo lo que tuviera que ver con espionaje, seguridad, secuestros y extorsiones.
Perel era un maniático de todos estos temas.
Existe la posibilidad muy,
pero muy remota de que alguno de los integrantes del grupo colombiano
que actuó en Ecuador haya llegado a la Argentina contratado como
killer profesional. Es una variante descabellada, pero no puede obviarse.
Finalmente está la posibilidad
de que sea una simple casualidad, lo cual también parece poco creíble.
La palabra gringo es inhabitual en la Argentina, aunque Mariano Perel
solía utilizarla y la extraña conformación de la
frase parece calcada.
Hasta ayer en la fiscalía no sabían nada de esta insólita
coincidencia. En verdad, la lógica es averiguar primero qué
ocurrió en la escena de las muertes, es decir terminar las elementales
pericias que no se hicieron o se hicieron mal. Recién después
poner la lupa sobre una semejanza en la que se confirma otra vez que la
realidad supera la ficción.
EL
CASO DE LOS DIEZ SECUESTRADOS EN ECUADOR
Sin noticias del argentino
El 12 de octubre del año
pasado, un grupo comando secuestró a diez empleados de la firma
Repsol-YPF, entre ellos un argentino, que trabajaban en un campamento
petrolífero de la localidad de Pompeya, Ecuador, a menos de 100
kilómetros de la frontera con Colombia. 109 días después,
la policía ecuatoriana encontró en un barrio de la localidad
de San Pedro el cadáver de Ron Sanders, un técnico norteamericano
que formaba parte del grupo de rehenes. Sanders había sido ejecutado
por la espalda, con cinco disparos. Su cuerpo estaba cubierto por una
sábana blanca, donde podía leerse: Soy gringo (muerto)
por no pago secuestro, compañía HP, Pompeya. En los
últimos días, un rumor circula en los medios de comunicación
ecuatorianos: Repsol-YPF habría recibido en sus oficinas una carta
de parte de los secuestradores, donde advierten que si no se pagan los
80 millones de dólares que exigen como rescate, comenzarán
a ejecutar a los otros rehenes, uno cada quince días.
La pesadilla comenzó en la madrugada de ese jueves en el bloque
petrolero 16, ubicado en las cercanías del río Coca, que
atraviesa la provincia ecuatoriana de Orellana. Cuarenta hombres armados
con fusiles y ametralladoras, con sus rostros cubiertos, irrumpieron en
el campamento. Un trabajador del bloque, que presenció el secuestro,
contó que los hombres buscaban únicamente extranjeros.
Cinco norteamericanos entre los que se encontraba Sanders,
un neocelandés, un chileno, dos franceses y un argentino el
ingeniero mendocino Jorge Rodríguez fueron obligados a subir
a un helicóptero. La mitad del grupo comando partió con
ellos; el resto se perdió en la espesura de la selva ecuatoriana.
Aunque no llevaban distintivos en su vestimenta, los secuestradores se
identificaron como miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC). El vicepresidente ecuatoriano, Pedro Pinto, sostuvo la
versión: Las FARC reivindicaron el secuestro y dijeron que
fue en represalia por el Plan Colombia. Los líderes de la
guerrilla colombiana no demoraron en responder. Esto puede ser una
maniobra de la CIA para buscar que los países de frontera se unan
en torno del Plan Colombia contra los colombianos, señaló
Joaquín Gómez, líder del bloque sur de las FARC.
También se especula con que podría tratarse de un grupo
disidente de la guerrilla colombiana, que está actuando en territorio
ecuatoriano con la complicidad de delincuentes de ese país.
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