Por Cristian Alarcón y Raúl
Kollmann
Casi no quedan conjeturas que
hacer sobre los posibles móviles de la muerte de Mariano Perel.
Ahora, junto al lavado, se analiza la actividad del hombre que, tal como
señaló Página/12, manejaba una mesa de dinero con
inversiones en el exterior. Pero nunca llevaba esos fondos malhabidos
a buen puerto. Se los comía, dijo una fuente de la
investigación a este diario. Lo han matado porque se quedó
con un vuelto, aseguró. Los investigadores saben que, de
tratarse de un homicidio, la gama de posibilidades para haber querido
eliminar al empresario son demasiadas, poco habituales. Si es por enemigos,
Perel no se quedaba corto. Por actividades ilegales tampoco. Mucho menos
por problemas económicos. Abundaban sus acreedores. Ayer declaró
su secretario privado. Al hombre le debía 60 mil pesos. A otro
amigo íntimo, 600 mil. Así consta en la causa. Para la pesquisa,
el vuelto por el que Perel y su mujer terminaron con un tiro
en la nuca es de una gran importancia para seguir la pista de un posible
autor del hecho. El desconcierto de los que trabajan en el caso los lleva
a barajar un abanico de hipótesis, pero no hay aún un elemento
que haga caer las falsas y emerger una punta de verdad en el crimen.
Es como si la caja de Pandora de los negocios sucios se abriera a medida
que pasan lo días. Ahora, tras los primeros contactos de los instructores
de la Policía Judicial con la causa, ya no quedan dudas sobre su
rol múltiple en el delito de cuello blanco: Perel tenía
una larga lista de acreedores. Su último negocio no fue en realidad,
según algunos elementos, lo que hacía para Antfactory, específicamente.
Sino los que propulsaba sin demora hacía años para su propio
beneficio. Este diario lo adelantó ayer: una fuente extremadamente
cercana a la familia sostiene que él le estaba prometiendo
hacer trabajar el dinero a un cúmulo de personas, pero no lo invertía,
sino que se lo estaba comiendo. Casi no quedan dudas para los investigadores
de la capacidad y la cintura que tenía Perel para mover el dinero
ilegal por circuitos que lo blanquearan o en el tráfico de informaciones.
Combinaba sus actividades como un experto que era, opina un
pesquisa con acceso a los archivos económicos del hombre.
Las hipótesis de este crimen han ido del homicidio seguido de suicidio
al asunto del vuelto, pasando por la teoría de que el ejecutivo
pagó con su vida haberse cruzado de vereda de los negocios sucios,
actuando como informante quebrado. ¿Pero qué
dijo? ¿A quién? ¿Cómo era que comercializaba
sus datos? Nada de eso está aún en la causa. Tardará
en llegar. Así ocurre también con las pericias, imprescindibles
para zanjar la simple duda sobre si no pudo ser una locura de un rico
desesperado por las deudas y los enemigos que querían vengarse
de sus traiciones. Son diez días más otros 15 días
de prórroga, explicó el secretario de la fiscalía
ayer. No obstante, más rápido que eso será el trabajo
del programa Excalibur y de los cruces de llamadas telefónicas.
En el medio del desconcierto y la dificultad para conseguir información
que produzca avances reales en la causa, los investigadores de la Policía
Judicial se esperanzan en los buenos resultados del comisario José
Luis Costa, a cargo de la cuestión como en tiempos de Cabezas.
La lista de números telefónicos a los que se comunicó
Perel son datos que se esperan con ansiedad. De hecho, los pesquisas ya
tienen una lista de llamados, que son los realizados en el Apart Hotel
Puerto Hamlet, donde apareció muerto el matrimonio el domingo a
la mañana. Esos llamados son los que rastrean ahora los pesquisas.
¿Quiénes eran los acreedores del empresario? ¿Cuánto
era lo que realmente debía? ¿Había robado para sostener
el tren de vida lleno de confort que llevaba?
Por lo pronto, ayer quedó claro que le debía hasta a su
secretario y asistente en la última década, José
Luis Dastes. En la causa ya está claro que su situación
económica era patética. Al hombre le debía 60 mil
pesos. A otro amigo íntimo 600 mil. Eso cuenta el ejecutivo de
Antfactory Julio Hardy, quien el día que se conoció el hallazgo
lo primero que hizo fue llamar al asistente de Perel para contarle. ¿Y
ahora quién va a pagar las deudas?, fue la observación
de Dastes. Hardy no entendió. A mí me debe 60 lucas
y a un amigo de él de muchos años, de apellido Sujoy, 600.
El hijo de Sujoy había sido empleado de Antfactory gracias al favor
de Perel a su padre. Así consta en la causa. Para los instructores,
el vuelto por el que Perel y su mujer terminaron con un tiro
podría ser mucho más millonario que esas deudas a conocidos
embaucados por su propaganda sobre ganancias extraordinarias. Sus allegados
hablan de una deuda que podrá superar los 3 millones y llegar a
7. Es todo un dinero dificilísimo de rastrear. Justamente
era su especialidad, hacer desaparecer la plata sucia, explicó
una fuente de la Procuración General de la Corte.
Parte importante de esa información podría llegar de manos
del propio Dastes. Ayer ingresó a las oficinas de la fiscal María
Claudia Castro con un maletín repleto de papeles. Los documentos
a analizar por la fiscalía se acumulan. Ayer fueron allanadas unas
nuevas oficinas de Perel a pocos metros de las ya revisadas de Antfactory.
Por la tarde llegaron a Dolores en una camioneta verde las cajas llenas
de documentación. Los investigadores aportados por la Procuración
de la Suprema Corte y el especialista en Excalibur, comisario mayor José
Luis Costa, seguían anoche, con la fiscal, analizando información
y comenzando a cruzar datos, en una tarea que ya saben llena de dificultades:
son demasiados los caminos que deja abiertos para investigar una persona
con semejante cantidad de negocios oscuros en su haber.
Más armas,
más equipos
Las oficinas de la empresa Antfactory no eran las únicas
que usaba Mariano Perel. Ayer la fiscalía allanó las
que utilizaba como estudio particular, a metros de las de la empresa
incubadora de negocios en Internet. Allí encontraron nuevamente
su pasión por las armas. Había un aparato que sirve
para adaptar un arma de fuego de calibre 22 a calibre 45,
contó ayer una fuente que participó de la medida.
La policía también encontró dos equipos de
rastreo satelital, o GPS, parecidos al aparato encontrado bajo el
asiento de la camioneta Cherokee que se creyó una rastreador
usado por los asesinos. Ya se hicieron los contactos entre los capos
de la Policía Judicial y el FBI. Los elementos que
desmenucemos irán siendo enviados para cotejar a los Estados
Unidos y de allá vendrá información sobre los
personajes con los que este hombre se manejaba y los movimientos
de dinero que pudo hacer, explicó una fuente de la
investigación.
Si con los elementos secuestrados en su casa, en la sede de Antfactory
y ahora en su estudio se quisiera hacer un mapa de su vida, seguramente
estaría lleno de amenazas y fuego cruzado. No sólo
por la cantidad de armas que tenía, la mayoría registradas
ayer aparecieron los papeles del Renar sino por los
archivos que llevaba. Para el lunes, los investigadores quieren
tener más claro qué era lo que hacía el financista
en Antfactory Latin American porque están citados a declarar
varios de los ejecutivos de la filial local de la empresa inglesa.
Los testigos deberán explicar lo que ya dejó claro
Julio Hardy: cómo es que su compañero viajaba con
una asiduidad anormal a los Estados Unidos, por qué tenía
una oficina paralela y sino fue después de la muerte que
Antfactory mudó material a la oficina del muerto.
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