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LA OPOSICION CUESTIONA LA REVISION CONTRACTUAL EN FAVOR DE COVIARES
Piquete del PJ en la autopista a La Plata

Además de las cláusulas “excesivamente generosas”, vetarán la intervención del ex secretario de Obras Públicas, Máximo Fioravanti, que había sido inhibido de actuar por incompatibilidad ética por la Oficina Anticorrupción. Posteriormente, su titular, José Massoni, se desdijo.

Autopista Buenos Aires-La Plata. El proyecto original contemplaba su integración a �la ribereña�, todavía en veremos.

Por Cledis Candelaresi

El nuevo contrato de la autopista Buenos Aires-La Plata, la misma en la que perdió la vida el afamado cuartetero Rodrigo, corre riesgo de ser anulado si prospera la embestida parlamentaria que planea el justicialismo. Los legisladores del PJ no sólo están dispuestos a combatir esa revisión contractual con el argumento de que es excesivamente generosa para la empresa concesionaria sino porque habría sido firmada por un funcionario supuestamente inhibido para hacerlo por la Oficina Anticorrupción. Se trata de Máximo Fioravanti, secretario de Obras Públicas hasta hace unas pocas semanas y actual asesor de José Luis Machinea.
Lo que los diputados del PJ ignoran es que la oficina comandada por José Massoni, que en octubre del 2000 habría considerado a Fioravanti inhabilitado para resolver sobre un tema estrechamente ligado a la autopista, el 8 de enero se desdijo con otro pronunciamiento. Llamativo cambio de criterio, que sirve al Gobierno para sostener una serie de decisiones encadenadas, recientemente coronadas con el decreto 85/2001, uno de los treinta que Fernando de la Rúa firmó a comienzos del año. Con éste, el Presidente consagró la nueva versión contractual de aquella autopista explotada con peaje.
En rigor, los documentos de Anticorrupción no están referidos a la autopista que une la ciudad de Buenos Aires con la capital bonaerense -concesionada a Coviares– sino a “la ribereña”, proyecto que aún está en discusión y cuya traza dio lugar a una puja en el seno del Gobierno aún no cerrada. Pero, en definitiva, aquélla y ésta son parte del mismo emprendimiento oficial inconcluso.
Cuando se otorgó en concesión la obra a Coviares, la consigna era unir Retiro con La Plata. Pero en 1983, el consorcio encontró una buena razón para limitar su obra, ya que la ciudad de Buenos Aires comenzó a pergeñar el proyecto de desarrollar urbanísticamente la zona de Puerto Madero. En 1997, con los docks ya reciclados, la Corporación Puerto Madero contrató a la consultora Atec para que analice la mejor alternativa para unir el Riachuelo con Retiro. El ex secretario Fioravanti era entonces presidente de esa firma, de la que obtuvo licencia sin goce de sueldo cuando recaló en la función pública.
Poco antes de que el actual asesor machineísta tuviera un lugar en el Estado, el secretario de Obras Públicas del gobierno anterior, Raúl Costamagna, aprobó por la resolución 79/99 la alternativa de continuar el camino bajo los diques, opción por la que venía militando el Grupo Torcello SA, con la idea de explotar en el futuro todo el paquete, incluida la autovía hoy en manos de Coviares. De ese modo, el funcionario menemista se jugó de modo inconsulto por una de las varias trazas en estudio para completar la obra y que, casualmente, era diferente de la que había desarrollado la consultora Atec, que sólo se abocó a desarrollar la variante de bordear la reserva ecológica.
Con el argumento de que no se consultó ni a la ciudad de Buenos Aires ni a la Corporación Puerto Madero, y que el aval a la autopista subacuática carecía de fundamentos técnicos, Fioravanti anuló aquella resolución con otra. Desde entonces, y al ver que se esfumaba la posibilidad de un negocio sustancioso, Torcello no dejó de batallar. Denunció al secretario delarruista por supuesta incompatibilidad de intereses, recordando su pertenencia a Atec; interpuso un amparo para que la resolución firmada por Fioravanti (31/2000) fuese declarada nula y, finalmente, apeló al jefe de Diputados justicialista, Humberto Roggero, para que el Congreso consiga la nulidad del decreto que aprueba la renegociación de la autopista Buenos Aires-La Plata.
Esa renegociación posiciona muy bien a Coviares para que se quede también con la autopista ribereña, que en este momento está planteado como un negocio independiente. Hasta ahora, el punto más débil que detectaron los diputados justicialistas para bregar por la anulación del decretopresidencial que avala esa revisión contractual es que ésta fue firmada por Fioravanti, presuntamente inhibido para hacerlo.
La traza definitiva de la autopista ribereña no sólo alborotó el ámbito de los constructores con posibilidades de capturar ese negocio sino el de los funcionarios con competencia en el tema, que en el curso de los dos últimos gobiernos aún no lograron consenso acerca de cuál es la mejor manera de atravesar el remozado Puerto Madero.

 

Cláusulas de la discordia

Más allá de las potestades legítimas o cuestionadas de los funcionarios encargados del tema, la renegociación de la autopista Buenos Aires-La Plata inspira más de una crítica. Según la bancada comandada por Humberto Roggero, Coviares habría sido beneficiada por el favoritismo oficial, otro argumento para que los diputados justicialistas se dispongan a batallar contra el decreto 85/2001, que aprueba el flamante contrato.
Según advirtieron los asesores de los diputados oficialistas, el Estado refinanció una deuda de 155 millones de Coviares (originada en un préstamo de un banco estatal otorgado en 1993) en condiciones muy ventajosas para la empresa: se prorroga hasta el 2011 la devolución de aquella suma, que se realizará en seis cuotas anuales consecutivas, con un módico interés fijo del 5,70 por ciento anual. Pero quizá lo más urticante para los hombres del PJ es que el nuevo contrato prevé descongelar las tarifas justo en el 2003, endilgando al próximo gobierno el costo político de ese incremento ya pautado.
Finalmente, la gestión aliancista tiene entre manos dos definiciones importantes. Una está referida a la traza de la autopista ribereña. Otra es, si, una vez adoptada esa definición, licita el proyecto o directamente negocia con Coviares para que lo ejecute.

 

Fioravanti se fue, pero está

“(José Luis) Machinea me pidió que me quede”, explicó a Página/12 Máximo Fioravanti, asesor del ministro de Economía para los mismos temas que se ocupaba hasta principios de enero. Su pase de la Secretaría de Obras Públicas a una asesoría ministerial fue prácticamente el único cambio de la reestructuración pública a la que se comprometió Fernando de la Rúa. Fioravanti fue reemplazado por Aníbal Rothamel, ex titular de la Dirección Nacional de Vialidad y militante radical de buenos vínculos con el ex ministro de Infraestructura, Nicolás Gallo, al que los dos funcionarios estuvieron subordinados los primeros meses de la gestión aliancista. Pero nadie en el Gobierno ofrece una explicación convincente de por qué se produjo ese recambio, justo cuando el Presidente se disponía a refrendar por decreto lo que su ex secretario de Obras Públicas convino con varios grupos de empresas –también las concesionarias de rutas por peaje– luego de negociar durante un año.

 

PREOCUPACION DE ECONOMISTAS POR EL DEFICIT DE ENERO
El rojo asustó a ortodoxos

La artimaña de trasladar gastos de diciembre a enero que permitió cerrar el 2000 con optimismo duró poco. El déficit de 941 millones para el primer mes del año encendió las luces de alarma. Previsiblemente, los economistas más celosos de los números salieron a criticar el desliz del Gobierno, desde donde rápidamente se relativizaron las reacciones y se destacó la confianza en el cumplimiento de las metas comprometidas con el FMI.
Fue el propio presidente, Fernando de la Rúa, quien explicó que “no se han aumentado factores de gasto corriente sino que se pagan cosas que debían pagarse, como intereses de la deuda o cuentas pendientes de antes”.
El desequilibrio de las cuentas públicas alcanzó el mes pasado los 941 millones de dólares, lo que representó el 75,3 por ciento más que en enero de 2000, y el 44 por ciento de la actual pauta trimestral que no debería exceder los 2100 millones. Para alcanzar este déficit el Estado destinó 752,8 millones de dólares al pago de los intereses de la deuda y 1567,2 millones a gastos como remuneraciones y transferencias de recursos a provincias y organismos descentralizados.
Daniel Artana, economista jefe de la ortodoxa Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), consideró por su parte que el resultado fiscal de enero “no es tan preocupante, pues se preveía que las erogaciones por intereses de la deuda iban a ser altas durante el mes”. Sin embargo destacó que lo que sí es “preocupante es el aumento en el gasto primario del Estado en 18,5 por ciento”. “Es esperable que el Gobierno compense por algún lado el aumento en el gasto”, agregó. “Si la tendencia se mantiene durante el año, tendremos problemas para cumplir las metas pautadas con el Fondo”, que no deben superar los 6500 millones de dólares, concluyó Artana.
En tanto, el secretario de Finanzas, Daniel Marx, también se mostró confiado sobre el cumplimiento de las metas fiscales pautadas. El funcionario sostuvo que durante enero hubo “algún gasto extraordinario” debido a pagos “que se pasaron de diciembre”. También admitió que los datos “encendieron una luz amarilla”, pero aseguró que no hubo ningún llamado de atención por parte del FMI. “De todas maneras, la estimación de la gente de la Secretaría de Hacienda es que, si uno mira en un período más largo, las metas trimestrales se van a cumplir. Hay que tener en cuenta que siempre enero es un mes en el que estacionalmente el gasto aparece más alto que el resto del año”, agregó Marx.
Respecto de las metas del año, el economista de la Fundación Mediterránea Guillermo Mondino afirmó que será muy difícil que se cumplan las metas con el Fondo. “Cualquiera sea el lado por que se mire, Argentina va a tener este año un déficit del orden de los 7000 millones. Su problema fiscal es bastante endémico”.

 


 

EL CAMBIO DE CRITERIO DE MASSONI
Fallo de dos vías

El 19 de octubre, la Oficina Anticorrupción recomendó que Fioravanti se abstuviera de entender en todos los temas que hubiese tenido alguna participación la consultora Atec SA y consideró inválida la decisión de éste de anular una resolución del menemismo, referida a la autopista ribereña. Pero el 8 de enero, la Oficina comandada por José Massoni se desdijo parcialmente, y respaldó este acto administrativo del funcionario. Con ello, dejó resquicio para que Fioravanti se mueva cómodo en temas conexos, como la autovía a la capital bonaerense.
El primer dictamen firmado por el fiscal de control administrativo, José Massoni, es terminante: Máximo Fioravanti incurrió en un conflicto de intereses al dictar la resolución 31/2000, con la que anuló otra, firmada por su antecesor, Raúl Costamagna, ya que existía un “conflicto de intereses entre la actividad pública y la privada” del aludido ingeniero.
La OA funda su juicio en el hecho de que el actual asesor de Economía fue hasta abril de 1999 presidente de Atec y hasta el 23 de noviembre de ese año se desempeñó como accionista de la consultora que la Corporación Puerto Madero contrató para que analice el trazado de la ribereña. Así, la Oficina concluyó que Fioravanti incurrió en un conflicto de intereses entre su desempeño público y el privado.
En una interpretación más amplia, si se considera que ese proyecto está íntimamente ligado al de la autopista que une Buenos Aires con La Plata, aquella inhibición bien podría hacerse extensiva a ésta. Con este corsé, Fioravanti no podría haber firmado nunca la renegociación contractual que Fernando de la Rúa avaló por decreto el mes pasado. “Yo estoy en perfectas condiciones de firmar lo que firmé”, interpretó el actual asesor ante Página/12, aludiendo a un dictamen salvador.
Dos meses y medio después –y luego de la intervención de la Dirección de Asuntos Jurídicos de Economía–, Massoni cambió de opinión. Para hacerlo, tomó en cuenta que la Ley de Etica Pública considera incompatible la intervención de un funcionario en temas vinculados con su actividad privada hasta un año antes del ejercicio de la función pública. Y apunta a que el aludido contrato de Atec fue ejecutado en 1998, fuera de esa restricción temporal, ya que Fioravanti asumió a principios del 2000 y, por consiguiente, no había ningún conflicto de intereses.

 

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