Un cura de 75 años que todos los miércoles reclama en el
Congreso el aumento de la jubilación mínima. Un maestro
bautizado Piltrafa que trabaja con los chicos de la calle en Formosa.
Una monja que baila murga, enseña catequesis y atiende un comedor
comunitario. Una trabajadora social que elabora proyectos de capacitación
para campesinos en Misiones. Una señora de barrio que se interesó
por los problemas de género y ahora sostiene un centro de atención
a la mujer en donde se brindan charlas de capacitación sobre maternidad
responsable, órganos reproductivos, pediatría y ginecología.
Son cinco de las 1500 personas que participaron del XVI Seminario de Formación
Teológica un espacio ecuménico de encuentro y reflexión
en la línea de la Opción por los Pobres que finalizó
ayer en la ciudad de La Rioja. Página/12 recogió sus historias
mientras se preparaban para volver a su tierra, donde a todos los espera
una cruda realidad de hambre, desocupación, violencia y pobreza.
No por nada la consigna del seminario fue No al sacrificio de los
pobres para que sigamos naciendo.
Desde la base de Iglesia se ve con claridad que hay que decir `No
al sufrimiento`. Hay que insistir en que Dios no quiere el sufrimiento,
es un Dios liberador. Por eso la esperanza, para que sigamos naciendo,
dijo el padre Luis Sánchez, que tiene a su cargo una parroquia
en Wilde, donde vive hace 34 años. Todos los miércoles,
sin falta, se hace un tiempo para llegar hasta el Congreso, donde lo esperan
sus compañeros jubilados. El último miércoles
no pude ir dice, como pidiendo disculpas. Pero la próxima
será la marcha número 463 y ahí sí voy a estar.
En el predio del Centro de Educación Física N º5, sede
del encuentro realizado en La Rioja, Sánchez era llamado el
cura de los jubilados. A la hora de trazar un panorama del país,
enumera los mismos males que sus compañeros de grupo, el docente
Jorge Cabrera alias Piltrafa, la hermana Ana María,
Mónica Scherf trabajadora social en Puerto Rico (Misiones)
y Graciela Barreto, de la Pastoral de la Salud de San Isidro: Falta
de trabajo, droga, los pibes que se quedan todo el día solos.
La realidad económica y social los desanima, dijeron. Aun así,
los cinco se comprometieron en experiencias solidarias y de trabajo local,
muchas veces con un alto grado de creatividad. Mónica, la misionera
de 27 años, creó junto a un grupo de promotores de salud
una murga muy especial, llamada la murga de la teta, destinada
a promover la lactancia materna entre las mujeres pobres de la localidad
de Puerto Rico, en Misiones. Recién hicimos tres presentaciones.
Todavía no la llevamos al barrio, la presentamos en el lugar donde
hacemos la capacitación de promotores comunitarios. Esa creatividad
es, justamente, uno de los rasgos principales que tienen los Seminarios
de Formación Teológica, a través de la feria,
un momento determinado del evento en el que los distintos ámbitos
de discusión muestran su producción por medio de stands
y muestras de arte callejero al mejor estilo de una performance, pero
con carácter popular.
Graciela Barreto, de Don Torcuato, también creó desde su
barrio un proyecto destinado a modificar algunos problemas específicos
de la realidad local. Causas para hacerlo tuvo varias. La violencia contra
la mujer es uno de los problemas más graves de la zona donde vive.
Pero, además, una historia trágica influyó en su
decisión: María, una vecina suya que era golpeada y que
había participado en grupos de ayuda mutua, fue asesinada por su
marido. Entonces, por decisión de sus parientes, la vivienda en
la que ella vivía fue donada para crear lo que hoy es la
Casita de las Mujeres, un centro terapéutico y de prevención
a la salud mental.
Todos están involucrados en proyectos comunitarios, en la parroquia,
en el barrio, relacionados con el Estado como el Plan Pro-Huerta
en el que trabaja Mónica o en espacios autónomos.
Es el perfil típico de losasistentes de los seminarios que se realizan
desde 1985, ahora con el elemento innovador del ecumenismo, que a pesar
de que genera tensión en algunos sectores de la Iglesia, es uno
de los rasgos fundamentales de estos encuentros. Yo creo que a la
Iglesia institucional le da un poco de miedo hablar del Seminario de Formación
Teológica. Porque el permitir que la teología surja desde
abajo siente que le quitan espacio. Eso ocasiona miedo y, entonces, lo
evitás. De hecho, muchas diócesis no participan del seminario,
explicó la hermana Ana María. Y agregó: Este
es el lugar de los sueños, con los desafíos, es el lugar
donde puedo compartir la fe, donde encuentro a este Dios que está
vivo y que está en el pueblo.
En la misma línea, Estela Carlotto, de Abuelas de Plaza de Mayo
una asidua participante de estos encuentros, dijo: Lo
que siento cada vez que participo es como un alimento, de sangre nueva,
que me renueva. Me encuentro con personas que dan, que se solidarizan,
es la imagen de lo tendría que ser el mundo.
Informe: Martín Piqué, desde La Rioja.
OPINION
Por Washington Uranga
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Nuevos temas y otras
preguntas
Como viene sucediendo verano tras verano desde hace 16 años,
el llamado Seminario de Formación Teológica para laicos
se convirtió, en esta ocasión en La Rioja, en un acontecimiento
que trasciende los límites de lo religioso y que obliga a
una lectura desde lo político-social y lo cultural. En un
país donde se nota cada día más la falta de
espacios de participación efectiva, de lugares donde los
verdaderamente pobres y excluidos puedan expresarse, poner en común
sus preocupaciones y dificultades, el hecho de que más de
mil personas de esa condición se encuentren para apoyarse,
solidarizarse, intercambiar experiencias y respaldarse mutuamente,
resulta de por sí significativo. Máxime cuando ese
mismo gesto se repite año tras año con similar repercusión,
más allá de los leves altibajos en los niveles de
participación, en la calidad de quienes llegan y en las características
mismas del encuentro.
Este año el tema central, unido a la celebración del
25 aniversario del martirio del obispo Enrique Angelelli, estuvo
vinculado con la idea de evitar la victimización
de los pobres por parte del sistema. El mercado, mencionado
como becerro de oro y como ídolo sangriento
por el biblista metodista Néstor Miguez, fue denunciado como
el gran responsable de la situación que atraviesan los marginados.
Pero junto con este señalamiento, desde las comunidades cristianas
de base y desde los expositores, apareció con mucha fuerza
la idea de la resistencia a las condiciones de exclusión
y de marginación, basada en la defensa de la dignidad de
las personas, en el rescate de las utopías y de los motivos
de esperanza. La violencia presente en todos los niveles emergió
como un dato muy revelador en la agenda de los debates. En los diálogos,
en los intercambios, en las puestas en común la realidad
de la violencia surgió una y otra vez en distintas formas:
la que nace de la inseguridad y la delincuencia hasta la violencia
callejera, la de los jóvenes y la que genera la falta de
trabajo, el autoritarismo de los empresarios o la violencia familiar,
contra los menores, las mujeres o las minorías. Pero lo más
significativo es la violencia entre pobres. Este es,
sin duda, el dato más alarmante y, al mismo tiempo, conmovedor.
En este escenario no pocos señalan también de los
efectos que la propia realidad social y económica tiene sobre
una iniciativa como el Seminario, un evento pensado desde los sectores
cristianos de base y apoyado en la amplia participación popular.
La situación socio-económica pone cada día
más trabas a esa participación. Por eso ahora se comienza
a hablar de la regionalización de esta iniciativa, para garantizar
la participación de los representantes de las comunidades
más pobres, pero también para que el diálogo
y el intercambio se concrete en función de acciones que permitan
introducir cambios en la vida cotidiana de las comunidades cristianas
con consecuencias concretas para el entorno social en el que se
mueven. En este marco queda rondando siempre la pregunta sobre la
acción política. El Seminario, y el movimiento eclesial
que está detrás del mismo, garantiza su continuidad
a partir de la pluralidad de opciones políticas. La identidad
está dada por el sentido religioso, mayoritariamente cristiano,
de los participantes y por la opción por los pobres.
Hay, sin embargo, un límite difuso entre estas opciones y
la tarea política partidaria, sobre todo cuando las estructuras
políticas están tan desgastadas como sucede hoy en
día. Todos prefieren no entrar a fondo en este debate. Porque
abriría diferencias importantes y porque sería un
motivo más de conflicto institucional con la jerarquía
católica. Pero la necesidad de una respuesta hace que el
tema permanezca siempre latente como una tensión inevitable.
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