Por Alfredo Grieco y Bavio
En uno de los gags tristes que
jalonan el film Traffic (197O) del cómico francés Jacques
Tati, un camión-cisterna de la petrolera estatal Elf pasa, gigantesco,
arrogante y distraído, sin prestar auxilio alguno a quienes se
quedaron sin combustible en la ruta. La petrolera no ha perdido hoy nada
de ese desprecio olímpico, después de enfrentarse el año
pasado con las huelgas de transportistas por la suba del petróleo.
Pero ha debido abandonar la distancia, porque está en el centro
de uno de los mayores escándalos político-financieros que
conoció Francia. A diferencia de otros, más municipales
en su sordidez, éste es internacional en sus alcances, implica
a Taiwan, a las Filipinas y sobre todo a Alemania (ver nota aparte).
Desde la última semana, la pieza clave de este escándalo,
Alfred Sirven, de 74 años, ex combatiente de Corea, ex número
2 de Elf-Aquitaine, gestor de cuentas de miles de millones de dólares,
duerme en París en una prisión VIP, en una celda vecina
al nonagenario ex colaboracionista Maurice Papon. Los servicios secretos
filipinos y franceses lo habían arrancado el 2 de febrero en Tagaytay,
80 kilómetros al sur de Manila, de los brazos de su esposa nativa,
Vilma Medina, después de cuatro años de esconderse con éxito.
Hasta entonces, Sirven pasaba el tiempo leyendo, sentado delante de canteros
de flores era jardinero amateur, un vaso de chablis en una
mano y en la otra una novela de espionaje.
El folletín de la caída de los dioses de Elf se había
acelerado, después de asuntos dudosos con Gabón y Venezuela,
en agosto de 1997, cuando una comisión reveló los lazos
entre Roland Dumas, entonces presidente del Consejo Constitucional francés,
y la venta de fragatas Thomson a Taiwan por 10 mil millones de francos
en 1991, cuando aquel era ministro de Relaciones Exteriores. De los 160
millones de francos (unos 30 de dólares) pagados en comisiones,
66 (unos 1,5 de dólares) habían ido a manos de Christine
Deviers-Joncour, amiga/amante de Dumas. Ella se defendió, hay que
decir que en vano, alegando que había sido contratada por Elf para
influir sobre, o bajo, el ministro.
Comprobada esta relación peligrosa, encarcelada Deviers-Joncour
por malversación de caudales públicos, el 30 de abril de
1998 Roland Dumas fue imputado por complicidad y malversación.
En enero de 2001, comienza su proceso, en ausencia de Sirven, el lazo
con Elf. La captura de éste en Manila fue así providencial.
Una verdadera bomba política. Sólo monsieur Alfred
podrá dar explicaciones sobre desplazamientos de fondos oscuros
de Elf entre 1989 y 1993, unos años durante los cuales la política
de la empresa parece superponerse con la de Francia. Hasta ahora, Sirven
era el gran ausente al que se acusaba de todo y los abogados de Dumas
y de Deviers-Jocours sacaban todo el partido posible de su fuga. Desde
el punto de vista político, permitía a derechas e izquierdas,
y a las corrientes internas de éstas, protestar contra la Justicia
y deplorar un proceso construido con verdades a medias.
En una última vuelta de tuerca espectacular, la revista ParisMatch
publicó esta semana en su tapa la agenda que Sirven conservaba
en las Filipinas y que después los periodistas entregaron a la
Justicia. Los abogados pidieron el secuestro de la revista. Gesto un poco
anacrónico, porque el texto (o una parte) ya estaba en el website
de la revista y en el de otros medios. Previsiblemente, es una verdadera
Guía Azul de la sociedad parisina. Los repertoriados en la agenda
empezaron a confesar que los recuerdos personales de Sirven son muy, pero
muy vagos. Todavía es dudoso qué utilidad judicial prestará
la agenda cuando el proceso Dumas se reabra el 12 de marzo, pero, en todo
caso, ya cumplió su función política de multiplicar
sospechas.
UN
CASO QUE FAVORECE A LA EXTREMA DERECHA
Helmut Kohl, o contacto en Alemania
La caída de los dioses
de Elf tuvo su eco, más adecuadamente wagneriano, en la caída
libre de la vieja guardia de la democracia cristiana (CDU) del otro lado
del Rin, con Helmut Kohl en primera fila. La compra en julio de 1992 de
la refinería Leuna en la ex Alemania Oriental por Elf-Aquitaine
era, según se reveló después, un complicado caso
de malversación múltiple. Las coimas distribuidas ascenderían
a 46 millones de dólares. El escándalo hubiera sido menor
si no se hubiera sabido que algunas de ellas, bajo la forma de las ya
célebres valijas negras, fueron bien aprovechadas por Kohl. Por
lo demás, estas cifras son menos importantes que la sospecha abierta
de que Elf hubiera financiado durante años a la CDU, oscura base
material de la alianza política de François Mitterrand con
Kohl.
Imaginemos que la alcaldesa de San Pablo, la roji-rosa Marta Suplicy,
descubriera un conveniente affaire capaz de vincular a los neoliberales
Carlos Saúl Menem y Fernando Henrique Cardoso. El caudal político
resultaría difícil de exagerar. Esto es precisamente lo
que ocurre con el affaire Elf. El oxígeno político que significaron,
y significan, las valijas negras para el gobierno roji-verde de Gerhard
convierte al escándalo en asunto de Estado. Por eso, y como el
esposado Alfred Sirven hizo un viaje por Lufthansa Manila-Frankfurt, la
Justicia alemana estuvo tentada de retenerlo y no dejarlo partir a Francia.
Lo hizo por unos días. En la prisión de Darmstadt, una comisión
de diputados del Bundestag intentó interrogar a Sirven. Este los
recibió con el grito ¡Viva la amistad franco-alemana!,
pero rehusó contestar preguntas que buscaban tanto blanquear como
hundir para siempre a Kohl. Este intermezzo bufo fue motivo de nuevas
fricciones entre Berlín y París y de encendidas denuncias
en Francia contra el premier Lionel Jospin por haber autorizado ese vuelo
en vez de esperar, quizás semanas, a un directo Manila-París.
Pero no solamente la izquierda alemana, en momentos en que se acusa a
los verdes de la coalición de gobierno de apología del terrorismo
de los 70, tiene qué ganar con el affaire de las cajas negras.
También en el interior de la CDU se están formando nuevas
alianzas, que favorecen a la derecha a expensas del centrismo de Kohl.
Angela Merkel, de la ex Alemania comunista, primera mujer al frente del
partido, se está viendo desplazada. En la última semana,
el jefe de bancada democristiana Friedrich Merz se ha estado reuniendo
con el jefe partidario de la Unión Social Cristiana (CSU), Edmund
Stoiber, para pensar una estrategia común. La CSU es el partido
hermano de la CDU en Baviera, y también un primo alpino no demasiado
lejano de ultraderechistas suizos y austríacos como Joerg Haider.
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