Por Roberto Amaro
*
Desde
Santiago
En 1974 fui destinado
a la DINA (la hoy extinta Dirección de Inteligencia Nacional).
Con esta frase, un ex agente de ese organismo represivo, que dirigió
entre 1974 y 1979 el ex general Manuel Contreras, comenzó su larga
confesión judicial de 20 páginas a una jueza de Santiago
que investiga la desaparición de un joven. El confidente especificó
macabros detalles que vuelven a estremecer a la opinión pública
a sólo una semana de que el general (R) Joaquín Lagos Osorio
relatara cómo halló los cuerpos de los fusilados por la
Caravana de la Muerte, con sus huesos rotos, imposibles de volver a armar
para entregárselos a sus familiares. El ex agente de la DINA fue
interrogado a cambio de que su identidad fuese preservada, no tanto por
él, que sufre una enfermedad terminal, sino por su familia.
El primer año que estuvo en la DINA fue asignado a un centro de
torturas que funcionó brevemente en una casona de la avenida José
Domingo Cañas, en Santiago. Su primer jefe fue Marcelo Morén
Brito, mayor del Ejército, hoy procesado por su participación
en los crímenes de la Caravana de la Muerte. Allí conoció
a Osvaldo Romo Mena, el Guatón Romo, uno de los más feroces
torturadores de que se tenga conocimiento en la historia de la dictadura
militar. Yo me lo imaginaba un chacal. Romo era muy malo. No tenía
sentimientos humanos, era un sádico. Yo vi gente muy sádica
ahí. Aún me repercuten las secuelas por las brutalidades
de Morén y Romo.
Tras el cierre de José Domingo Cañas, fue trasladado a Villa
Grimaldi, donde se centralizó el trabajo de tortura y tormento,
así como el de la solución final que era la desaparición
de los detenidos. Ahora recuerda que la única vez que le tocó
bajar a la calle Londres, 38, en pleno centro de la capital, vio a más
de 40 detenidos en la sala central. Subo al baño y al lado
había varios pedazos de rieles cortados, se notaba que estaban
cortados hacía poco, brillaban; y me extrañó por
qué tanto riel, y después me explicaron; esos son
para los paquetes me dijeron. ¿Qué
paquetes? Para los que se van cortados todos los días
aquí; un lote grande, al mar, los envuelven en un saco, bien amarrados
con alambre; echan el cuerpo y el riel y con el peso de éste, al
fondo.
El ex agente de la DINA asegura en su declaración que quien dirigía
las operaciones para mandar los cuerpos al fondo del mar era el coronel
Miguel Krassnoff Martchenko, quien hasta hace dos años permanecía
en actividad en el ejército y ha sido beneficiado por la Ley de
Amnistía de 1978; también el alto oficial Maximiliano Ferrer
Lima (procesado por el asesinato del dirigente sindical Tucapel Jiménez);
y otro de apellido Barrieta. Ellos se reunían
en algo así como un juzgado, donde decidían quién
se salvaba y quién iba al mar, lo que significaba que serían
desaparecidos. Explica que para ello en Villa Grimaldi se escribía
junto al nombre del detenido las iniciales P.M., que significaba
Puerto Montt, cuyo destino era el mar.
El ex agente recuerda un caso macabro, el del joven detective Teovaldo
Tello que facilitó a un dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR) su identificación para evadir la persecución. El detective
fue detenido y torturado personalmente por Marcelo Morén Brito,
quien envió al declarante a ver lo que les pasaba a los traidores.
Subí a verlo; le abre la boca y vi que estaba toda ensangrentada
debido a que el mismo Morén le había arrancado los dientes
con un alicate.
El juez le pregunta al ex agente: ¿Hubo ejecuciones con disparos
en Villa Grimaldi?. Respuesta: No vi ejecuciones con disparos.
Sólo supe que habían desfigurado la cara a un detenido con
un soplete. Un recuerdo que tengo fue la muerte de un sujeto
de apellido Gedda (Máximo Gedda Ortiz, desaparecido). Me llamó
la atención que le habían sacado con un cuchillo la carne
de la pierna y se le veía el hueso; estaba colgando.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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