Por Isabel Piquer
Desde Nueva York
El director estadounidense Sydney
Pollack dijo de él que se había pasado la vida interpretándose
a sí mismo. Y es cierto. Robert Redford es en realidad tal y como
aparece en sus películas. Tranquilo, casi insoportablemente zen,
con el mismo flequillo rubio y bastantes arrugas de más. A sus
63 años, el actor ha conseguido sobrevivir a su imagen de sex symbol
sin traicionarse demasiado ni venderse del todo a Hollywood, del que es
sin embargo uno de sus ejemplos más brillantes. Estrena ahora La
leyenda de Bagger Vance, su sexto largometraje como director, una fábula
dulzona sobre golf y redención, héroes caídos y nostalgias
de tiempos perdidos. Todas las películas que hago tienen
un elemento personal, de lo contrario no las haría. La primera
vez que dirigí, con Gente como uno (en 1980, por lo que obtuvo
el Oscar el mejor director), la gente me preguntaba si era algo autobiográfico.
No lo era, pero era algo que había visto porque crecí en
un ambiente en el que la gente ponía mucho énfasis en las
apariencias. Ilustré la frustración de mi infancia en California.
En una habitación de hotel de Nueva York, Redford lleva sus eternos
vaqueros, gafas, y mirada azul pálida, algo cansada.
A estas alturas, tras casi 40 años de carrera, puede permitir centrarse
en lo que le interesa, sin tener que hacer concesiones, un equilibrio
que no ha sido del todo fácil mantener. Hace 20 años, el
actor creó el Sundance Institute para ayudar a los jóvenes
cineastas, un centro que se convirtió a través de su festival
en una de las principales plataformas del cine independiente en Estados
Unidos. Pero Redford también ha protagonizado dudosos productos
made in Hollywood, como aquella Propuesta indecente, con Demi
Moore o el lacrimógeno drama periodístico con Michelle Pfeiffer
Algo muy personal. En Bagger Vance, la historia de un joven prodigio del
golf que pierde su swing y su interés por la vida al volver de
la Primera Guerra Mundial, Redford intenta sumar estas dos vertientes
de su carrera, en una película que recuerda mucho otra que protagonizó
sobre el béisbol, El mejor. Cuentos mágicos en los que el
héroe siempre está buscando algo. Me interesa mucho
contar historias, por eso me gusta la mitología y siempre hay un
ingrediente de pérdida. No voy a decir que estoy obsesionado con
ello, pero me interesa mucho: qué perdemos cuando vamos avanzado
en la vida y qué ganamos. Siempre es un victoria pírrica.
En muchas de mis películas, el personaje parece alcanzar lo que
realmente quiere sólo para preguntarse cuál es exactamente
su significado.
No siempre fue posible ser un golden boy con inquietudes. A un sex symbol
no le dan papeles serios. Tuve que luchar contra esa imagen. No
podía hablar de eso ni quejarme, porque también tiene cosas
buenas. Pero no era fácil a la hora de trabajar porque sólo
se veía lo otro. En mi trabajo creo que hay bastante variedad para
mostrar que no sólo era mi aspecto físico. Tuve algunas
conversaciones sobre eso con Brad Pitt y Matt Damon. Redford los
dirigió a los dos. El primero protagonizó Nada es para siempre
y el segundo es el personaje principal de Bagger Vance. Redford asegura
que sus jóvenes colegas lo tienen ahora mucho más complicado
para vivir su estrellato y mantener un mínimo de cordura, independencia
y vida personal, algo que él sí consiguió. Apenas
se sabe nada de su aspecto privado, sólo que tiene tres hijos que
ya lo hicieron abuelo y que en 1985 se divorció de su única
mujer, Lola Van Wagenen, tras algo más de 25 años de matrimonio.
Más vale encontrar una buena alternativa a la fama. Tener
un sitio caliente para quedarse, porque es muy superficial y pasajera.
Va y viene muy deprisa. Nuestros centros de interés se vuelven
cada vez más rápidos y nuestra capacidad de pensamiento
también, como resultado de laera de la información. La fama
es un producto de esto, porque la gente no tiene mucho tiempo de pensar
y pide que le den una imagen que les guste por unos minutos así
que se convierte en algo muy cosmético. Nunca me dejé engañar
por la fama, por eso sobreviví.
Una supervivencia que sin embargo lo dejó nostálgico de
otros tiempos, otros valores, algo que se ve especialmente en su nueva
película. Quizás también por ello, el actor haya
defendido con tanto ardor todo lo relacionado con el medio ambiente. El
tema es conservar algo. Reconoce que echa sobre todo de menos una palabra:
elegancia. Es algo muy importante para mí. Tiene un sentido
muy profundo. Ni siquiera tenemos líderes con elegancia. Parece
más comercial enfadarse. La elegancia era parte de mi infancia,
una cualidad importante de la educación era la forma de encarar
las cosas. En algunos casos podía ser Dios. Pero creo que no se
piensa mucho en eso. Además ahora han sustituido a Dios por las
celebridades.
De condensar su carrera en un par de largometrajes, Redford se quedaría
con algunas de las más conocidas, las que ayudaron a crear su estrellato,
sin perder del todo su alma. Butch Cassidy era la más divertida
y también la que muestra mi parte más oscura. La mayor satisfacción
fue Todos los hombres del presidente porque todo el mundo nos dijo que
no podríamos hacerla y que a nadie le interesaba Watergate. No
es acerca de eso sino de periodismo de investigación, pero no era
sobre Nixon. Fue una película muy difícil, había
una auténtica paranoia, y yo produje esa película.
Producir y dirigir se convirtieron en las dos principales actividades
de Redford, aunque acaba de volver delante de las cámaras en una
historia de espías, The Spy Game, con su antiguo protegido Brad
Pitt. Bagger Vance es su sexto intento como director. Ninguno de sus largometrajes,
excepto Gente como uno, consiguió el éxito de sus películas
como protagonista.
El toque zen lo da el actor Will Smith (más acostumbrado a cazar
lagartos extraterrestres en películas como Men in black o Día
de la independencia) que encarna a Bagger Vance, más que un caddy,
un ángel de la guarda que imparte consejos excesivamente sabios
sobre la vida, la muerte y el destino al jugador Matt Damon. Nunca
tuve un guía espiritual. En tiempos modernos sería terapia
o píldoras, pero tuve profesores o gente que me ayudó en
un momento dado, que me dieron un empuje. Pero nunca tuve a alguien que
me ayudara del todo cuando me hundí en la oscuridad o me desmoroné.
Su nueva película no fue muy bien recibida por la crítica
en Estados Unidos, pero el actor-director asegura que a estas alturas
ya no se lo toma de forma personal. Me afecta más cuando
es una película que dirijo, porque tardé más tiempo
en hacerlo. Recuerdo en particular una película que obtuvo una
mala acogida, pero que a mí me gustó mucho como actor, Habana.
Me gustó el papel, pero de pronto la gente se obsesionó
con mi aspecto y si parecía viejo. Me decepcionó porque
mi interpretación era mejor, se suponía que debía
tener mal aspecto. Cuando me di cuenta de eso, no pensé más
en las críticas.
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