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PETECO CARABAJAL ABRE EL JUEGO EN “ARDE LA VIDA”, SU NUEVO DISCO
“Necesitaba encontrar otro sonido”

El año pasado, el músico santiagueño barajó, dio de nuevo y le dio forma a un cuarteto que reconoce como �menos cargado�, pero que le permitió experimentar con diferentes ritmos y tonalidades.

En su nuevo disco, Peteco musicalizó �El violín del monte�,
un poema de Atahualpa Yupanqui.

Por Roque Casciero

Arde la vida, el nuevo álbum de Peteco Carabajal, marca rápido una diferencia con su trabajo anterior: si en Andando predominaban las chacareras –en las que el músico y cantante santiagueño se mueve como pez en el agua–, ahora opta por la diversidad de ritmos y matices diferentes. Por ejemplo, se anima a viajar por La Rioja con “No sé qué tiene la chaya”, canta junto a su hijo Homero la zamba “A mis viejos”, se pone romántico en “Esa mujer” y hasta mezcla chacarera con murga en “Hermano provinciano”, apoyado por el grupo percusivo La Chilinga. Claro, eso de intentar caminos diferentes no es algo nuevo para él, que participó de un grupo tan renovador como M.P.A. (junto al Chango Farías Gómez y Jacinto Piedra) después de abandonar el legendario combo familiar Los Carabajal. A los 45, la figura de Peteco sobresale cuando los folkloristas más jóvenes buscan un referente, aunque pocos de esos músicos sean capaces de componer canciones del nivel de “Entre a mi pago sin golpear” o “Borrando fronteras”.
“Este disco tiene esas variantes en cuanto a ritmo, un toque nuevo, pero no sé si Andando tenía más chacareras”, reflexiona Carabajal. “Lo que sucede es que antes estaba el bandoneón, un instrumento que es imposible que pase inadvertido: donde está, es capo. En el disco anterior utilicé mucho el bandoneón, pero en mi banda ya no está Juan Carlos Marino, así que Arde la vida ha girado sobre el sonido de las guitarras, bombos, violín y vientos. Esto es nuevo en mis discos, es la primera vez que utilizo un saxo, aunque toda el mundo crea que yo he sido el introductor del saxo en el folklore. Creo que este disco es más claro, más chico en sonido que el anterior. La banda aquella era con voces femeninas, había teclados y bandoneón.”
–¿Por qué decidió hacerlo más chico?
–Desde que empecé hasta el disco anterior, tuve una formación con el apoyo de mi hermana y de Roxana Carabajal. La mezcla de mi voz con las de ellas fue muy característica de todo mi trabajo. Pero a comienzos del año pasado decidí armar un cuarteto, porque necesitaba buscar otro sonido. Tenía mis temores sobre cómo íbamos a sentirnos en el escenario, sobre todo porque estaba acostumbrado a un sonido más cargado, pero el resultado es que la comunicación se hace mucho más directa, más íntima. De todos modos, siempre estoy a favor de la idea de cambiar.
–Cuando uno dice que va a cambiar, generalmente agrega cosas, pero usted sacó.
–El grupo con el que venía era grande y en achicarlo influyó un poco la realidad del país. Si tengo un grupo grande y no hay presentaciones, entonces no sé cómo hacer, salvo que les pague a los músicos aunque no trabaje. Se juntó ese elemento al hecho de que quería cambiar. A lo mejor también es una necesidad de escuchar un poquito más relajado las letras, que en este disco son especialmente importantes.
–”Hermano provinciano” habla sobre los provincianos que poblaron el conurbano. Usted es uno de ellos.
–Sí, mi familia es de las que llegaron aquí en el ‘56. Cuando yo tenía tres meses me trajeron por primera vez a Buenos Aires, pero nos fuimos al poco tiempo. Mis primeros recuerdos de estar en Buenos Aires son de cuando tenía cinco años. De antes sólo tengo recuerdos de Santiago. Como mi viejo tenía metido en su cabeza el camino de la música, el nuestro fue un caso especial, distinto al de la gente que ha venido y ha tenido que laburar de otra cosa. De todos modos, mis viejos vinieron y fueron de los tantos provincianos que poblaron el conurbano, por eso conozco bastante bien cómo era la cosa. Y por eso me emocionó la letra que compuso Bebe Ponti.
–¿Cómo fue que decidió musicalizar “El violín del monte”, un poema de Atahualpa Yupanqui?
–El hijo de Atahualpa llevó poemas inéditos del viejo a una editorial. Los de la editorial hablaron con Víctor Heredia para grabar un disco tributo a Atahualpa, con esos poemas musicalizados por distintos compositores. A mí me llamaron varias veces para que pasara a buscar el poema, pero me olvidaba. Al final, la editora me mandó una carta en la que me recriminaba el hecho de que la tenía olvidada y me decía que, como no había ido, no iba a tener la opción de elegir, que ella había elegido el poema por mí. Y era “El violín del monte”.
–Cualquiera hubiera dicho que lo había elegido usted, que es violinista y santiagueño.
–Claro. Atahualpa siempre tuvo una mención especial a Santiago, a lo que él conoció y vivió allí. Le llamó “la comarca embrujada”, y siempre habló de la fuerza y del misterio que tiene, sobre todo la zona de Salavina.
–La última estrofa parece hablar sobre usted: “Quién sabe si muchas veces/ tu violín no tendrá miedo/ de quedar solo en el campo/ bajo la luz del lucero”.
–Es emocionante lo que trasmite el tipo con las palabras. Porque, en realidad, ¿qué puede tener de conexión el violín del monte con el presente en Buenos Aires, qué interés puede presentar? Sin embargo, escucharlo emociona a todo el mundo, es como si te transportara. Es poesía, bah.

 

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