¿Qué
cosas tiene Brasil que recrean el espíritu de los argentinos? Podría
afirmarse que sus playas de aguas templadas, el samba, las garotas y el
jogo bonito (cuando no lo sufrimos). Amén de sus coloridos carnavales.
Desde hace un tiempo, también hay quienes intentan emular aquí
las bondades que la denominada Ley Pelé le otorgó a poderosos
grupos económicos de Europa y los Estados Unidos. Como si existieran
modas que llegan con retraso a nuestro fútbol y nosotros acudiéramos
a su encuentro con agrado. Ahí están, concebidos con problemas
y transitando con muletas, los proyectos gerenciadores de Racing y San
Lorenzo. Dos ejemplos de linaje criollo que ni siquiera merecieron una
ley que los contemple.
Ahora bien, quienes pretenden extender la práctica de ceder los
clubes a capitales foráneos, ¿conocen con detenimiento lo
que ocurre hoy en Brasil en equipos poderosos como Flamengo, Vasco da
Gama o Corinthians? ¿Saben qué sucedió con la panacea
jurídica de los fundamentalistas del mercado futbolístico?
¿Están informados sobre la evolución de esos matrimonios
por conveniencia entre las instituciones deportivas y los bancos o ciertas
multinacionales?
Trataremos de explicarlo. En una serie de artículos de reciente
aparición, Pelé.Net, la página que tiene
en la web el mismísimo impulsor de las relaciones carnales con
empresas como ISL o el Nations Bank, o fondos de inversión como
el ya diversificado Hicks, Muse, Tate & Furst, se argumenta: Aquello
que parecía ser la salida para el caos financiero del fútbol
brasileño se está revelando apenas como un problema. La
mayoría de los clubes que consiguió encontrar un inversor
no está satisfecha. Lo mismo pueden decir los inversores....
Hay dos situaciones que influyeron de manera notable para que el idilio
inicial entre dirigentes y empresarios se esfumara como una voluta de
humo. La primera es de índole jurídica. El 14 de julio del
año pasado, fueron introducidas varias modificaciones en el texto
original de la Ley Pelé (N° 9.615) del 24 de marzo de 1998,
que regula todo el deporte en Brasil. Las influyentes sociedades (parcerías
en portugués) que administraban casi media docena de clubes, quedaron
mal paradas con respecto al texto original que había firmado la
ex estrella del Santos cuando era ministro de Deportes. Por lo pronto,
la ley ahora determina que el 51 por ciento del capital de una sociedad
conformada entre un club y una compañía debe quedar en manos
de la entidad futbolística.
El segundo factor que perturbó a los inversores es el estado generalizado
de sospechas de corrupción que gobierna en el deporte que mejor
juegan los brasileños. El año 2000 fue negativo por donde
se lo mire. La investigación por evasión de impuestos que
se le sigue a organizaciones deportivas, intermediarios, técnicos
y jugadores, y que llevan adelante dos comisiones legislativas, ha puesto
en jaque a la poderosa Confederación Brasileña de Fútbol
(CBF). Esta el equivalente a nuestra AFA ha sido sancionada
con el pago de 7.500.000 dólares (el 13 por ciento de una deuda
global por impuestos no tributados de sus clubes entre 1993 y 1999, que
llega a los 57.000.000).
Por el congreso desfilaron desde Ronaldo a Wanderley Luxemburgo acusado
por su ex secretaria de coimero y evasor y, en noviembre del 2000,
se pidió el levantamiento del secreto bancario para investigar
las cuentas de Ricardo Texeira, el presidente de la CBF y de José
Hawilla, propietario de la firma Traffic, socia de Torneos y Competencias
en lacomercialización de los partidos por las eliminatorias del
Mundial 2002. Las pesquisas de los legisladores provocaron un escándalo
que hasta puso en duda la continuidad de la empresa Nike como sponsor
del seleccionado. La multinacional estadounidense tiene un contrato firmado
con la CBF por 400.000.000 de dólares que también está
analizando el parlamento.
Además de estas serias dificultades, lo que podría denominarse
el riesgo futbolístico país, aumentó
con los graves incidentes ocurridos en la final de la Copa Joao Havelange
que jugaron Vasco da Gama y San Januario. Y ni hablar de los pobres resultados
deportivos que cosechó el time brasileño cuando
lo conducía Luxemburgo. Anduvo a los tumbos en las eliminatorias
y no pudo ganar ni una medalla en los Juegos Olímpicos de Sydney,
su gran objetivo del 2000.
Este panorama ha contribuido a desalentar nuevas inversiones y a replantear
las que ya se han realizado. El caso del Corinthians de San Pablo es elocuente.
Hoy, sus directivos ironizan sobre los conocimientos de sus socios, los
norteamericanos del grupo Hicks, representado en el país por Pan
American Team, subsidiaria de ese fondo de inversión. ¿O
que é que americano entende de futebol?, acostumbran decir
y, en parte, razón no les falta. Al equipo le fue muy mal en todos
los torneos que encaró durante el año anterior.
También atraviesan zonas de gran turbulencia los emprendimientos
de Flamengo y el Gremio con ISL y el Vasco da Gama con el Nations Bank,
fusionado después con el Bank of America que ahora controla al
club donde juega Romario. A Hicks, con la excepción del Cruzeiro
le ha ido mejor con sus inversiones en los medios de comunicación.
Estos experimentos concretados al amparo de la Ley Pelé que
incluso obligaba a los clubes a convertirse en nuevas sociedades
tendrían que ser estudiados con detenimiento por los dirigentes
argentinos. Desde Brasil han brindado más de un ejemplo sobre aquello
que debe y no debe hacerse. Cuando aquí el Senado es investigado
por corrupción, allá los senadores investigan la corrupción
del fútbol. Y, mientras en Río de Janeiro o en San Pablo
las sociedades futbolísticas comienzan a rediseñarse; en
la Argentina hay quienes recién empiezan a enamorarse de aquello
que, en nuestro país, llamamos gerenciamiento.
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