Por
Raúl Dellatorre
José
Luis Machinea insiste en que el problema de la desocupación lo
va a resolver con el crecimiento de la economía, y que ello empezará
a notarse este mismo año. Cerca suyo, algunos de sus colaboradores
confiesan que no hay demasiados elementos a mano para creer en una recuperación
rápida, porque las medidas adoptadas en el terreno financiero han
servido para generar tranquilidad en el frente externo (de la deuda) pero
no tendrán un correlato inmediato en la producción. Desde
esta perspectiva, el blindaje parecería haberse agotado en el primer
impacto, posibilitando el retorno del país al mercado de crédito
internacional y poniéndole un tope a las tasas, pero habiendo resultado
insuficiente para poner en marcha el círculo virtuoso prometido.
Desde Wall Street, incluso, empiezan a oírse voces que advierten
que el riesgo de default (cesación de pagos) de Argentina
quedó a un lado, pero no fue totalmente eliminado.
Si una economía no crece, no tiene posibilidades de darle
trabajo a la gente, y si no hacemos eso, difícilmente podremos
reducir la pobreza y la marginalidad, fue el esquema de causa-efecto
que describió este fin de semana el ministro de Economía
en Santa Fe, donde en un hecho inusual para su agenda visitó barrios
de emergencia y pisó el barro donde sus pobladores viven a diario
lo que a los economistas sólo a veces encuentran en sus estadísticas.
Pero la teoría del círculo virtuoso empieza a ser cuestionada
aun por los beneficiados por el modelo. En una entrevista publicada por
Cash este domingo, el ex titular de Adefa y actual presidente de Peugeot-Citroën
de Argentina, Luis Ureta Sáenz Peña, señalaba que
no hay ninguna manera mágica de que la gente comience a creer,
a consumir, a ver un futuro, si no es a través del empleo, sin
el cual la economía va a tardar mucho en reactivarse. Y proclamó
el fin de las políticas basadas exclusivamente en medidas financieras.
Podrían interpretarse sus palabras como una respuesta a la propaganda
oficial sobre el blindaje, que intenta alentar un cambio de expectativas
en quienes tienen posibilidades de motorizar una reactivación,
ya sea por su nivel de consumo o capacidad de decisión sobre las
inversiones.
Pero las grandes inversiones o el consumo masivo se manejan con otros
parámetros. ¿Quién va a invertir si hay un
mercado interno parado y, además, la industria en su conjunto todavía
está con más de un 30 por ciento de capacidad ociosa (capacidad
de producción no utilizada?, se preguntaba en forma retórica
en estos días un analista de la economía real, además
muy cercano al Gobierno.
El blindaje le permitió al Gobierno obtener, hasta el momento,
financiamiento más barato en la plaza local, pero no se tradujo
todavía en un menor costo crediticio para las pymes y los consumidores,
advirtió ayer la Coordinadora de Actividades Mercantiles (CAME)
en un comunicado. Hasta acá agrega, el blindaje
reforzó la posición de uno de los beneficiarios de la transferencia
de ingresos que opera en la economía argentina: el sistema financiero,
(que) ha capitalizado para sí los beneficios de un menor riesgo
país y el descenso de las tasas en Estados Unidos: no han trasladado
estos beneficios al resto de la economía.
Mientras la conducción económica siga confiando en el sistema
financiero como polea de transmisión, difícilmente las medidas
que implementa, aunque fueran acertadas lo que también está
bajo cuestionamiento, cumplan el recorrido del círculo
virtuoso entre el alivio de tensiones externas (punto de partida)
y reactivación (meta e inicio de un nuevo ciclo).
Con el blindaje primero y el canje de deuda después, el Palacio
de Hacienda ratificó la prioridad que le otorga al humor de los
mercados financieros como piedra basal de sus políticas. El plan
de apoyo a las pymes lanzado en la última semana se orienta en
un sentido similar: la creación de un fondo de garantía
que inspire confianza en quienes deban prestarle a las empresas
con menos espaldas. Pero la respuesta de las entidades empresarias marcó
los límites de esa estrategia: es un bueninstrumento para el futuro,
pero el problema lo tienen las pymes hoy, por falta de mercado para sus
productos y un endeudamiento que los ahoga. A esta altura, más
que refinanciación la mayoría de estas empresas deudoras
necesitan la condonación de parte de su deuda como única
opción viable. Sin solución a esto, el futuro para ellas
no existe. Las pymes son un eslabón central del círculo
virtuoso, pero un eslabón mellado y a punto de romperse.
Pero mientras esto se observa en la economía real, por el lado
del sector financiero no todo está tan encaminado como pretenden
los negociadores argentinos. En un seminario realizado en Nueva York este
fin de semana, expertos de Wall Street analizaron el futuro de las economías
de México y Argentina, a la luz de la evolución esperada
en la tasa de crecimiento de Estados Unidos y la baja de las tasas de
interés internacionales. México salió bastante bien
parada en los pronósticos. Para Argentina se plantearon algunas
dudas.
Michael Adler, de la Universidad de Columbia, señaló que
Argentina debería plantearse una reestructuración parcial
de su deuda, ya que a su juicio el país no puede seguir solicitando
dinero a tasas que están muy por encima del retorno de cualquier
inversión productiva. Paulo Vieira da Cunha, economista de Lehman
Brothers, y Miguel Palomino, de Merrill Lynch que compartían
el panel, no refutaron la conclusión de Adler, pero advirtieron
que una reestructuración o moratoria parcial de la deuda no
es algo deseable o factible, ya que tendría consecuencias
muy graves para la economía argentina. Apuntaron, en cambio,
que el blindaje financiero permite aliviar gran parte de los problemas
más urgentes derivados del nivel de endeudamiento argentino, el
cual coincidieron en calificar de muy elevado. Vieira agregó, por
otra parte, que el riesgo de que el país caiga en moratoria ha
disminuido considerablemente con el blindaje, pero no se eliminó
por completo. El problema crucial, a su juicio, será de ahora en
más el crecimiento.
Las mismas voces que antes reclamaron el blindaje ahora reconocen sus
límites. Es un conjunto de ideas el que cayó en descrédito,
bajo cuestionamiento: aquél que indica que la conducción
económica sólo puede operar bajando los costos de producción,
por vía de la oferta. Pero sin solidez en el mercado interno, muchas
inversiones seguirán esperando. Hasta ahora, el Gobierno sigue
mirando a otro lado cuando le hablan de medidas que impliquen una redistribución
(progresiva) del ingreso.
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