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OPINION

Sharon no es tan halcón

Por Claudio Uriarte

Una tragedia usual de la izquierda suele ser que apoye a candidatos que terminan traicionándola una vez que asumen el poder, pero no hay que olvidarse que lo mismo le pasa a la derecha. Y es lo que está pasando en Israel, con la aceleración de las negociaciones para constituir un gobierno de unidad nacional con los laboristas después de la arrasadora victoria de Ariel Sharon, candidato del frente de derechas Likud, en las elecciones del pasado martes 6. De haberse dado crédito a las especulaciones más tremendistas tras su triunfo por 25 puntos sobre el ahora premier saliente Ehud Barak, Sharon iba a anular los acuerdos de Oslo, multiplicar las masacres contra los palestinos, bombardear Teherán y destruir la represa de Asuán en Egipto. Y estas cosas fueron escritas –y publicadas– en algunos de los diarios más respetados del mundo.
Pero hoy, a sólo seis días de esas elecciones, la imagen que está surgiendo de Sharon es bastante diferente. Para empezar, y en su primera conversación telefónica con Yasser Arafat tras los comicios, el reclamo de Sharon de que los palestinos terminen la violencia antes de reanudar negociaciones vino acompañado de las palabras “en cumplimiento con los acuerdos de Oslo”. Ahora, en las negociaciones internas para formar gobierno, ha trascendido que el Likud ofreció al laborismo tres carteras ministeriales clave: Defensa, Relaciones Exteriores y Finanzas. El nombre propuesto para Relaciones Exteriores es nada menos que el de Shimon Peres, arquitecto de los acuerdos de Oslo –quien manifestó que aceptaría esa designación–, mientras para Defensa se habla abiertamente del propio Ehud Barak. De acuerdo con lo que dijo Peres ayer, las probabilidades de llegar a un acuerdo semejante son de un 50 por ciento. Aquí el problema radica en el ala más pacifista del laborismo, que se sentiría encerrada dentro de un gobierno de unidad nacional.
Y es que el imperativo de gobernabilidad generalmente tiende a acercar las posiciones de los candidatos triunfantes al centro. Por más belicosos que sean los antecedentes militares y políticos de Sharon, hay que entender que remontan a un pasado estratégica y políticamente muy remoto, donde aún existían la Unión Soviética y la Guerra Fría, donde Israel y la OLP no se dirigían la palabra y donde Israel no había internalizado la necesidad de un Estado Palestino. Cambien el contexto y cambia el halcón: Sharon está más que dispuesto a un Estado Palestino –aunque con muchas condiciones– simplemente porque eso es bueno para la seguridad de Israel.


 

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