¿Pepe
Carvalho
está enfermo?
Por Saúl Drajer
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Pepe Carvalho debe estar enfermo.
Algo pasa con su cabeza. Tan bueno que era para escribir y hoy asusta
con tanta inconsistencia. Una verdadera pena.
Leí lo que su alter ego Manuel Vázquez Montalbán
escribió el sábado 10 de febrero pasado en la contratapa
de Página/12 y me produjo escalofrío. Como todo delirio,
comienza con un núcleo cierto a cuya verdad adhiero totalmente.
Sharon es un exterminador de la peor calaña. Un bicho a quien la
gente le importa un rábano y tiene la flexibilidad de un yunque.
Una mezcla de Barry Goldwater y Louis Farrakhan. Hasta allí don
Pepe va bien, pero enseguida su pensamiento derrapa.
La tesis de la creación del Estado de Israel es digna de los peores
manuales del extinto Partido Comunista de la Unión Soviética.
Ni Otto Kusinen, su maestro ciruela predilecto, pudo escribir tal astrakanada.
Lo pinta como una maquiavélica planificación de la pérfida
Albión (¡Oh, manes del colorado Ramos!), quien pergeñó
una estrategia tan certera y alambicada que a pesar de sus idas y vueltas
terminó como la erección de ese monstruo que engendró
la razón. Su partida de nacimiento fue la Declaración
de Balfour. No importa que los afables británicos se defecaran
una y mil veces en ella y que apuntaran más a la construcción
de un enclave árabe (resultado final: Jordania, que ni la menciona)
que al cumplimiento de la cartita pro-judía de 1917. Según
nuestro amigo, el designio fue ése y ningún otro. Se complementa
después de la Segunda Guerra Mundial con... la importante
tolerancia universal cargada de mala conciencia por los padecimientos
causados a los israelíes en su larga diáspora y por la barbarie
del Holocausto nazi (sic).
En rigor de verdad, no había al final de la Segunda Guerra Mundial
ni un solo israelí para muestra. Había judíos, don
Pepe, los judíos esos de los que oyó en España cuando
su formación escolar durante Franco. Los que eran vistos como excrecencias
del demonio en la catequesis y otros menesteres espirituales. Esos cuyos
antepasados fueran expulsados de la Península por Isabel y don
Fernando, con casi dos centurias previas de piadosas parrilladas, autos
de fe, capirote y procesión para mejor educación del soberano.
Que no había israelíes, don Pepe. Los israelíes son
posteriores a la creación del Estado de Israel. Que eran simplemente
judíos. Mis abuelos, son ejecutados al pie de una fosa en el cementerio
de Szczebrzeszyn (ni se moleste en querer pronunciarlo): mis tíos
y todos mis primos gaseados en Belzec, eran lo que soy yo, judíos.
Ninguno israelí. Me huele que a pesar del tiempo transcurrido,
usted no se ha desembarazado de la pócima de las aulas franquistas.
Vea don Pepe, los judíos existen. Ni tienen cuernos, pezuñas
ni cola. Parecen gente común. Los hay de todo pelo. Buenos y malos.
Santos e hijos de una gran puta. El ser judío no es una categoría
totalizadora. Mire como será que entre nos, hay una larga e inacabada
discusión acerca de lo que se entiende por ser judío. Los
religiosos dicen tener la exclusividad y a los pobrecitos laicos nos toca
el doble trabajo de defender nuestra pertenencia frente a la visión
clerical por un lado y soportar las presiones del antisemitismo por el
otro. No es fácil, don Pepe. Y menos aún si en medio de
esa barahúnda viene usted a clavarnos la pica por mal costado.
Otra cosa. No hay tal justicia histórica. No me cabe
duda alguna que se quiso saldar la carga del exterminio nazi favoreciendo
la creación del Estado de Israel, pero no fue una concesión
graciosa. Y temo que los priones le estén comiendo el seso. Solo
así puede reflotar usted la tesis de la ilegitimidad del Estado
de Israel. Vamos, que no lo dice con todas las letras, pero se le cae
del texto.
¿Qué es para usted un Estado legítimamente constituido?
¿Aquel que se hizo por consenso pacífico de los habitantes
de una comarca, diríamos casi por aclamación? De eso no
hubo ni hay ni pizca en el universo. La historia muestra que poco queda
en los estados modernos, de los habitantesprimitivos de una región.
Ni hablar de las posesiones extrametropolitanas. Solo aquellos pueblos
que se rebelaron contra la dominación central tienen hoy día
estados (más o menos) independientes. Los otros forman parte del
inventario oficial de los gobiernos, que los consideran adquiridos por
la Gracia Divina.
Hay una probable solución. La de los posibilistas que no somos
tan tontos como parecemos. Hace mal usted don Pepe, en desdeñar
a los posibilistas. Barak puede que sea un gelatinoso y Arafat otro. Por
decirlo a su manera, que ambos quieran y no puedan. Pero despreciarlos
y denostarlos es definitivamente darle aire a los fundamentalistas. A
Sharon y a la gente de la Jihad, que no tenga duda, don Pepe, a la postre
le rebanarán a usted graciosamente el cuello porque no es de la
cofradía. No se andan con vulevús ni miramientos.
El posibilismo gradualista carece de la brillantez de la lucha frontal.
Es opaco y gris como traje de funcionario. Pero es la única oportunidad
de zanjar viejas contradicciones regionales con el menor dolor posible.
Con ese método naïf, digamos, puede tener una
salida transitable la crisis de los Balcanes. Y también la de Medio
Oriente.
Palestinos e israelíes existen y tienen derecho a su patria. De
esto no cabe duda alguna. La dificultad estriba en que ambos se refieren
al mismo y único territorio. Pues bien, habrá que destilar
una solución compatible, que seguramente no será todo lo
que cada una de las partes quiere, pero sin duda mucho mejor que la beligerancia
permanente.
Nos esperan duras horas. Guardo confianza en las reservas humanas. No
todo es blanco y negro, don Pepe. Los kibutzim votaron 80 por ciento en
contra de Sharon. Habemos muchos ilusos posibilistas que no creen en el
conservadurismo caritativo ni en el tremendismo declaracionista. Tendremos
que montar armadura, ceñir espada y salir a la pelea por esa idea.
En fin. Cuídese, don Pepe. Olvídese de las chuletas europeas
que pueden estar infectadas como algunos pensamientos.
¡Qué pena! Tan buen cocinero que parecía ser...
REP
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