Por Irina Hauser
Fue a trabajar como un día
cualquiera, como si no pasara nada. Mientras el plenario del Consejo de
la Magistratura decidía su futuro, el juez federal Carlos Liporaci
mandaba a decir que no podía atender a nadie, que estaba ocupadísimo
reunido con sus secretarios. Prendía un cigarrillo tras otro, como
siempre. A las 11.30 tuvo que asumir el desenlace anunciado: 15 consejeros
incluso los dos menemistas de los 18 presentes en la sala
de audiencias decidieron suspenderlo y someterlo a juicio político
por mal desempeño y mala conducta. Al magistrado no le quedó
otra alternativa que esperar la notificación, recoger sus cosas
e irse a su casa, la mansión valuada en un millón de dólares
que motivó la investigación sobre su posible enriquecimiento
ilícito. Su aumento patrimonial injustificado no sólo será
analizado por el Jurado de Enjuiciamiento sino que puede llevarlo a ser
procesado por el juez Gabriel Cavallo, el mismo que deberá hacerse
cargo de su juzgado cuando vuelva de vacaciones (ver aparte).
El abogado y amigo de Liporaci, Héctor Rodríguez, estuvo
toda la mañana confinado en un rincón, detrás de
las cámaras, secándose el sudor de la frente mientras presenciaba
cómo se formaba el quórum sin mayor dificultad y luego,
cómo recrudecían las palabras de los consejeros. Aun después
de la resolución del plenario, juntaría fuerzas para proclamar
ante los periodistas que a pesar de todo el juez está muy
bien anímicamente.
Hasta el riojano Julio Nazareno presidente del Consejo y de la Corte
Suprema quien tiene la costumbre de desaparecer cuando se tratan
casos trascendentes o que comprometen a jueces nombrados en la era de
Carlos Menem, estuvo presente aunque se abstuvo en la votación.
Sólo faltaron los senadores justicialistas Augusto Alasino y Ricardo
Branda, imputados en la causa de los sobornos del Senado que tuvo a su
cargo Liporaci.
La sesión fue sorpresivamente inaugurada por la menemista Lelia
Chaya, vestida con un trajecito verde loro, quien anunció a los
presentes que la Comisión de Acusación, que ella preside,
había decidido el martes acusar a Liporaci y solicitar que se tratara
el tema sobre tablas en razón de que el juez tiene la causa
de los sobornos, que es de gravedad institucional. Así, con
una celeridad poco usual, el plenario votó por incluir el asunto
en el orden del día y ponerlo en primer lugar.
Aun cuando el suspenso por el resultado ya se había extinguido,
los consejeros se mostraban, erguidos, como protagonistas de un momento
histórico. El doctor Liporaci no nos ha podido explicar el
origen de los fondos con que ha podido concretar este visible aumento
patrimonial. Y ha mentido en sus declaraciones juradas, dijo Pablo
Fernández (Alianza), uno de los autores del dictamen acusatorio
al detallar los fundamentos. No tiene idoneidad moral para seguir
siendo juez. La salud del Poder Judicial se verá fortalecida si
deja de pertenecer a sus filas, remató.
El abogado Fermín Garrote, coautor del dictamen, recordó
que la acordada de la Corte que estableció la obligación
para los jueces de presentar declaraciones de bienes dice que la transparencia
es un requisito de idoneidad. En referencia a la mansión que compró
el Liporaci a mitad del año pasado remarcó que, a pesar
de que las pericias, le atribuyeron valores superiores al millón
de pesos, él dijo que la había pagado 610 mil. Y que aun
así, no pudo explicar cómo cubriría esa suma.
A todo esto, Garrote añadió que a pesar de que el juez de
los sobornos había hecho llegar a la Comisión de Acusación
una declaración espontánea de bienes, no incluyó
los 500 pesos mensuales de la pensión graciable a nombre de su
hija María Florencia que desde 1994 cobraba en ejercicio de la
patria potestad, acto que calificó como indecoroso.
La cuestión de la pensión formó parte de casi todos
los discursos y fue uno de los puntos claves de la acusación. El
juez Claudio Kiper dijo que no lo podía creer y que la actitud
de su colega Liporaci le parecía deplorable. Carlos
Maestro (Alianza) aseguró que le daba vergüenza ajena.
Uno tras otro, los consejeros se entusiasmaban al decir lo mismo con palabras
diferentes. No queremos que los jueces vivan en casas de chapa y
viajen en tranvía, deseamos que vivan mucho mejor. Pero lo que
también queremos es tener jueces correctos y honestos, expresó
Mario Gersenobitz mientras Nazareno, después de terminar su habano,
emprendía la retirada disimuladamente. Alfredo Vítolo, representante
del Poder Ejecutivo, anunció sonriente que acompañaría
el dictamen y felicitó a la Comisión de Acusación
por su celeridad, ecuanimidad y responsabilidad.
Estamos sosteniendo la acusación de uno de los magistrados
que más descrédito público ha generado en Argentina,
dijo el académico Humberto Quiroga Lavié, y planteó
que la figura del descrédito debería ser incluida
como una de las causales del mal desempeño, como se
hizo en el caso de Víctor Brusa para aludir a su participación
en violaciones a los derechos humanos aunque fue destituido por atropellar
a un nadador y huir.
Como juez, Javier Fernández Moores dijo que lo peor que le
pasa al sistema judicial es la grave crisis de confianza con la
que colaboró Liporaci. Algunas de las explicaciones
que dio su colega sobre sus gastos le parecieron infantiles,
añadió. Ejemplificó con uno de los gustos que Liporaci
se dio siendo juez: el alquiler por cerca de 3000 pesos en el country
Golfers revelado por Página/12 y denunciado después
por los consejeros Eduardo Orio y Gersenobitz que intentó
ocultar aduciendo que suscribió el contrato para un amigo que estaba
de viaje.
Quizá cuando a fin de año dictó la falta de mérito
a los senadores involucrados en la causa de las coimas, Liporaci especulaba
con conseguir alguna salida para su complicada situación. Pero
ayer uno por uno, 15 consejeros, incluidos los menemistas Miguel Pichetto
y Lelia Chaya, pronunciaron su voto afirmativo por la suspensión
y la destitución. Además de Nazareno se abstuvieron, como
era esperable, los senadores Horacio Usandizaga (Alianza) y José
Romero Feris (Pacto Autonomista Liberal).
El plenario también resolvió enviar el dictamen al Congreso
y a la Anses, para que se investigue el origen de la controvertida pensión
graciable. Ahora el jury tiene un plazo de 180 días para dictar
su fallo. A la par, el fiscal Pablo Recchini y el juez Cavallo siguen
la pesquisa penal sobre el enriquecimiento de Liporaci y en marzo podrían
pedirle que justifique cómo obtuvo su fortuna, el paso previo a
indagarlo como sospechoso.
Como gato panza arriba
Una vez más, Carlos Liporaci dijo ser víctima de
una campaña desatada desestabilizante de las instituciones
de la República y reiteró que no va a renunciar
porque tengo la verdad. Se están jugando
candidaturas, estamos en un año electoral, creo que se han
jugado intereses personales, oportunismo, y bueno, era más
fácil votar en contra de Liporaci y no cargar con el cadáver
de Liporaci, continuó. Relacionó también
su suspensión con la causa de los sobornos del Senado. Estamos
convirtiendo al país en una sociedad sospechada, donde unos
pocos tienen al parecer la suerte de poder bañarse en el
Jordán, purificarse, y señalar quiénes son
los corruptos: si están con ellos son buenos, si no, son
corruptos, se quejó en una entrevista radial. También
dijo que confía en el jury porque allí
incluso la cosa se trata mucho más jurídicamente,
donde tengo el mayor de los respetos porque conozco a sus integrantes,
y sé que no se dejan llevar por esta presión mediática
que viene anunciando desde noviembre del año pasado que el
juez Liporaci va a ser echado, acusó.
|
DERROTERO
JUDICIAL DE UN HOMBRE DE LA SERVILLETA
Un currículum intachable
Se convirtió en juez
federal en 1993, gracias al padrinazgo de alguno de los hermanos Anzorreguy,
aunque no recuerda si el que lo llamó fue Hugo o Jorge. Y los cuestionamientos
no se hicieron esperar. Durante estos años, el hombre que dictó
la falta de mérito en la causa en la que investigaba los sobornos
en el Senado fue mencionado por Domingo Cavallo como uno de los jueces
de la servilleta, esos que según el ex ministro de
Economía respondían al ex presidente Carlos Menem; mantuvo
un duro conflicto con el ex titular de la AFIP, Carlos Silvani, porque
nunca envió a prisión al empresario de la carne José
Samid por evasión impositiva; liberó a dos ex espías
acusados de secuestrar a Osvaldo Sivak; cerró la causa por enriquecimiento
ilícito contra José Luis Manzano y fue acusado por Guillermo
Gowland, ex secretario de su juzgado, de cobrar dinero a cambio de arreglar
causas y de haberle pinchado el teléfono a uno de sus empleados,
entre otras denuncias. Pero el tiro de gracia lo recibió por la
compra de una mansión tasada en más de un millón
de dólares que no se corresponde con sus ingresos y menos con sus
declaraciones juradas.
Los abogados que frecuentaron su despacho le hicieron fama de planchar
las causas comprometedoras para los allegados al menemismo. Es decir,
de demorarlas. Muchas veces, era la misma Cámara Federal la que
se las quitaba, porque el juez desnudó en más de una oportunidad
su ignorancia en cuestiones jurídicas elementales para ejercer
el puesto que ocupaba.
Padre de seis hijos, Liporaci nació el 9 de mayo de 1943, ingresó
en el Poder Judicial como meritorio en 1973 y está casado desde
hace 31 años con Lidia Inés Calb. Después de sufrir
un infarto, que lo alejó varios meses de los tribunales, había
dejado el cigarrillo. Retomó 18 meses después, en junio
de 1998, cuando el ex secretario de su juzgado, Guillermo Gowland, denunció
penalmente que Liporaci había recibido dinero a cambio de arreglar
causas y que había ordenado intervenir teléfonos de un empleado
de cuya fidelidad estaba desconfiando.
Entre otros casos, Gowland mencionó el del empresario de la carne
Alberto Samid, acusado de evadir al fisco por unos 60 millones de pesos.
El ex funcionario judicial dijo que había participado de un almuerzo
en el que el empresario peronista Jorge Antonio pidió al magistrado
que no mandara a la cárcel a su amigo. Samid dio mucha plata
para la campaña de Carlos Menem. No puede ir preso. Ahora lo dejaron
solo, pero él no se lo merece, denunció haber escuchado
Gowland.
Y como si lo relatado fuera poco, el juez:
Levantó la orden de
captura que pesaba sobre el banquero Raúl Moneta; hizo dormir en
sus oficinas la investigación sobre la corrupción en Yacyretá
y la despertó luego del cambio de gobierno.
Cajoneó
la causa que tiene como denunciante a Gerardo Sofovich y al actual intendente
de Córdoba, Germán Kammerath, acusados del vaciamiento de
Canal 7.
Es el juez de grado con mayor
cantidad de sumarios administrativos y con mayor cantidad de nulidades
resueltas por la Cámara.
Se declaró incompetente
para investigar al miembro de la Corte Suprema Antonio Boggiano considerando
que un juez de rango inferior (como él) estaba inhabilitado ante
un ministro del tribunal supremo.
|