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Otra pueblada contra la policía,
esta vez en la ciudad de Neuquén

El lunes, un hombre se prendió fuego porque la policía quería echarlo de una casa tomada. Ayer murió por las quemaduras. Y la gente atacó la comisaría e intentó quemarla. Hubo represión.

El dramático documento gráfico
que muestra a Rubén Aurelio Arias luego de prenderse fuego, el lunes.

“Si me sacan, me prendo fuego.” Todavía resuenan las palabras de Rubén Aurelio Arias, el hombre que se prendió fuego el lunes, en un barrio de Neuquén, para evitar que la policía –por orden de un juez– lo desalojara junto con su mujer y sus hijos de la vivienda que habían ocupado. Como consecuencia de las quemaduras que sufrió, Arias murió ayer en la sala de terapia intensiva del Hospital Castro Rendón. Cuando se conoció la noticia sobre su muerte, la ira estalló en el barrio Confluencia y centenares de vecinos atacaron la comisaría 19ª con piedras, palos y hasta con bombas Molotov, en un intento por quemarlo todo. La mini-intifada fue repelida por los efectivos policiales –acusados por la gente de ser responsables de la muerte de Arias–, que utilizaron balas de goma y gases lacrimógenos. Hubo por lo menos cinco heridos y el frente de la comisaría quedó semidestruido. Lo más terrible, de todos modos, fue la sensación de angustia que dejó en la sociedad neuquina el horrible fin de Arias.
Las repercusiones políticas del caso habían llevado ayer, antes del deceso, a remover de su cargo al comisario Leonel Seguel, quien estuvo al frente del operativo del lunes, del que también participaron miembros del grupo antimotines y del Despo, grupo especial similar a los halcones de la Policía Bonaerense. El ministro de Gobierno de Neuquén, Jorge Gorosito, igualmente relativizó la responsabilidad policial al declarar que la Justicia “debería haber estado presente” durante el procedimiento, en una abierta crítica a la ausencia del juez que había ordenado el desalojo, el doctor Roberto Abelleira, un magistrado con fama de “duro”.
Horas después de que Arias se prendiera fuego, el titular del Instituto Provincial de Vivienda y Urbanismo (IPVU), Rubén Di Nenno, había dicho que las familias que ocuparon 17 viviendas “fueron incentivadas por un diputado”. Aunque mantuvo el nombre en reserva, todo el mundo sabe que se refería al diputado de la Alianza, Ricardo Villar, uno de los más respetados a nivel de los movimientos de base. Di Nenno sostuvo que “hubo un diputado que estuvo reunido con la gente y aparentemente de ahí surgió la cosa”, y agregó que los ocupantes “fueron inducidos”. El funcionario, cuando habló, estaba lejos del lugar de los hechos y sus opiniones no fueron avaladas por otros miembros del Gobierno.
Sobre la violencia que hubo en el desalojo, protagonizada por las fuerzas policiales, el titular del IPVU opinó que la Justicia, a través del juez Roberto Abelleira, “actuó perfectamente, dio la orden porque hubo una usurpación y no podemos permitirla. El accionar de la Justicia es loable y la policía ha cumplido una orden”. Ahora, el propio ministro de Gobierno dio una visión diferente de los hechos.
La muerte de Arias se produjo a las 18 de ayer por complicaciones respiratorias originadas por las heridas que el fuego le había provocado en los pulmones. La inmolación de Arias dejó en estado de shock a la sociedad neuquina, que vio su foto en los diarios, vivo y envuelto en llamas. El hombre de 31 años, nacido en Neuquén, era diariero y tenía una difícil situación económica. Como debía tres meses de alquiler y estaba por ser desalojado, se unió a los que ocuparon 17 de las 50 viviendas construidas y adjudicadas por el IPVU. Las casas están en situación de ser entregadas a sus legítimos propietarios.
Arias estaba casado con Ingrid Manrique, de nacionalidad chilena. Deja cinco hijos y a su mujer embarazada de ocho meses. El velatorio se realizaba anoche en la capilla de Confluencia, conocido popularmente como “El Barrio de los Pumas”, por lo bravos que son sus ocupantes. Por eso la policía fue con dureza al operativo del lunes y por eso se esperaban nuevos enfrentamientos como el que finalmente ocurrió ayer, apenas se conoció la noticia sobre la muerte de Arias.
Centenares de vecinos comenzaron a arrojar piedras contra la comisaría 19ª, y luego vinieron los palos y hasta algunas bombas del tipo Molotov, que abrieron varios focos de incendio dentro de la seccional. Mientras algunos policías repelían el fuego, otros tuvieron que salir a enfrentar a los manifestantes. Recurrieron a las balas de goma y a los gases lacrimógenos. Hasta anoche se habían reportado cinco heridos. Tres hombres quedaron internados con impactos en el cuello, en una pierna y en la espalda. El cura párroco de Confluencia y representantes sindicales y de organizaciones de derechos humanos tratan de mediar para evitar que siga la violencia y para conseguir una vivienda para las 17 familias.

 


 

SON 274 LOS MUERTOS POR EL SISMO EN EL SALVADOR
El horror bajo los escombros

El Salvador amaneció en medio de un clima de tristeza y desolación tras el terremoto del martes 13, el segundo en un mes, que hasta ayer se había cobrado 274 muertos, 2.432 heridos y 80.000 damnificados. En parques y calles, con angustia y hambre, miles de personas pasaron la noche a la intemperie buscando a sus familiares entre los escombros e iluminando con linternas y lámparas de combustible, porque en los poblados arrasados persistían los cortes de energía eléctrica.
Cientos de viviendas, escuelas, colegios, iglesias y edificios públicos quedaron convertidos en escombros en los sólo 20 segundos que duró el sismo, que alcanzó una magnitud de 6,1 grados en la escala de Richter.
Durante la noche del martes y todo el día de ayer, cientos de civiles, soldados y policías trabajaron removiendo escombros, en busca de sobrevivientes, sobre todo en los departamentos de San Vicente, La Paz, Cuscatlán, La Libertad y San Salvador, los más afectados por el sismo.
“Los soldados buscaron sobrevivientes con linternas y lámparas a base de combustible en poblados arrasados por el terremoto que no disponían de electricidad y que están incomunicados por vía terrestre”, declaró el vocero del ejército, coronel Rigoberto Alas.
Las calles y caminos están siendo despejados por maquinaria pesada y trabajadores de Obras Públicas, con el objetivo de restablecer el tráfico de vehículos y facilitar el auxilio a los damnificados. Al mismo tiempo los ciudadanos comunes, empleando picos, palas, tractores y camiones, se dedicaban a despejar carreteras y caminos y a quitar piedra por piedra para recatar a los sobrevivientes enterrados.
En Guadalupe, a 61 kilómetros de la capital, quedó destruida la mayoría de las viejas viviendas de adobe y la gente pasó la noche en la calle, algunos apenas cubiertos por plásticos, ante la falta de refugios o albergues. La mayoría de los pobladores son campesinos que se dedican a la siembra de maíz, hortalizas, caña de azúcar y a la recolección de café. El poblado se encuentra al pie del volcán Chichontepec, que tuvo 25 derrumbes y en el que se observan inmensas grietas. El condado de Veracruz quedó destruido en un 98 por ciento y sus 7 mil habitantes permanecen en refugios temporales, instalados por la alcaldía en predios vacíos como parque u otros lugares públicos.

 

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