La guerra regional está muy cerca, advertía
ayer el diario israelí Yediot Aharonot el día después
de que un atentado palestino cerca de Tel Aviv matara a nueve personas.
Y la clase política israelí ya termina de cerrar filas ante
la perspectiva. Ayer el premier saliente Ehud Barak anunció que
había acordado con su sucesor electo, Ariel Sharon, formar un gobierno
de unidad nacional. Según los detalles que trascendieron ayer,
Barak retendrá su cargo de ministro de Defensa, y otro laborista
(posiblemente Shimon Peres) se hará cargo del ministerio de Relaciones
Exteriores. El equilibrio entre los ministros del laborismo y el Likud
de Sharon sería de 50-50. Reflejando el clima político en
Israel, ayer se oyeron muy pocas protestas ante la unión. Los más
derechistas se quejaron porque Barak permaneciera en su puesto, y los
más izquierdistas porque acordara servir bajo alguien tan antagónico
al proceso de paz como ha sido Sharon. Mientras tanto, la Autoridad Palestina
pidió ayer el despliegue de una fuerza de paz multinacional en
Cisjordania y Gaza.
El llamado a la comunidad internacional era una de las pocas cartas que
le quedaba a un Yasser Arafat, que ya no puede contar con escisiones importantes
entre los israelíes. Si bien el gobierno de unidad nacional se
venía gestando desde que Sharon aplastó a Barak en las elecciones
de la semana pasada, el atentado del martes aportó el ímpetu
definitivo a las negociaciones. Esto resulta claro si se nota que lo pactado
ayer es esencialmente un acuerdo de principio. El comunicado que difundió
la oficina del premier aclaraba que Barak y Sharon se pusieron de
acuerdo para crear un gobierno de unidad (pero) la creación del
gabinete dependerá de que se consensúe un programa de gobierno
y zanjar las diferencias al respecto. Es decir, los mismos temas
que trataron las conversaciones entre el laborismo y el Likud durante
la semana pasada. Lo único que se sabe con cierta seguridad es
que Barak aceptó permanecer en el Ministerio de Defensa (donde
se reunió ayer con Sharon) y que su Partido Laborista también
tiene asegurada la Cancillería. Se habló de que un laborista
también ocupara el puesto de Finanzas, pero eso no fue confirmado
ayer. En todo caso, la coincidencia entre ambas posiciones resulta evidente
a partir de que Sharon confiara la política exterior y las Fuerzas
Armadas a un partido que antes acusaba de ser demasiado blando con los
palestinos.
Es algo que causa muy pocos remordimientos de conciencia entre los laboristas.
En realidad, las principales críticas no fueron en contra de entrar
al gobierno sino simplemente que Barak haya aprovechado la situación
para retener protagonismo aún luego de perder por más de
20 puntos frente a Sharon. Haim Ramon, quien se decía era uno de
los posibles sucesores de Barak, disparó ayer que Barak no
recibió ningún mandato para decidir algo así: durante
el año y medio de su gobierno solución con los mismos métodos
los problemas en el partido y ya vimos los resultados. Otro laborista,
Salah Tarif, manifestó que he perdido confianza en la formación
política que tiene a un líder que se niega a irse a casa
tras sufrir una derrota colosal. Desde la derecha, una de las pocas
críticas al pacto vino desde Nahum Layental del Partido Nacional
Religioso, quien instó a Sharon que no deje Defensa en manos
de alguien que nos legó esta situación de seguridad.
A estas alturas ya situado en otro extremo, el partido de izquierda Meretz
criticó que Barak acabó con la poca credibilidad que
le quedaba al pasar su apoyo de shalom (paz) a Sharon.
Curiosamente, la reacción palestina ante la noticia fue prácticamente
nula. Yasser Arafat, quien el miércoles describió el atentado
de Tel Aviv como un accidente de tránsito, ayer eligió
denunciar ante el encargado de la ONU para Medio Oriente, Miguel Angel
Moratinos, que Israel utilizaba uranio empobrecido y gas nervioso
para la represión en Cisjordania y Gaza. La televisión palestina
difundió imágenes de pacientes que, según dijo, sufrían
los síntomas del gas, el cual, aclaró un ministro de Arafat,
al menos no era gas sarín. La Intifada, mientras tanto, no fue
ayer mucho más violenta que lo que ha sido normal en los últimos
meses. Un policía palestino fue muerto cuando intentaba infiltrarse
en una colonia judía,dos bombas estallaron cerca de un autobús
israelí en Hebrón, y se dispararon morteros contra el asentamiento
de Netzarim.
Claves
Ayer el premier saliente
Ehud Barak acordó con Ariel Sharon formar un gobierno de
unidad nacional. El laborista retendría su actual puesto
de ministro de Defensa, y un correligionario (quizá Shimon
Peres) se haría cargo de la cancillería.
Se oyeron muy pocas críticas
en Israel ante la unión. Dentro del laborismo, los únicos
ataques surgieron desde disputas internas por desplazar a Barak
de la jefatura del partido. La compactación política
era inevitable luego del atentado del martes en Tel Aviv, que mató
a ocho israelíes.
Yasser Arafat no opinó
ayer sobre el acuerdo y se limitó a denunciar que Israel
utilizaba uranio empobrecido y gas nervioso contra los
palestinos.
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OPINION
Por Claudio Uriarte
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El nuevo centrismo
israelí
¿Podrá mantenerse el centro? Esa es la pregunta clave
del principio de acuerdo de ayer entre Ariel Sharon y Ehud Barak
para constituir un gobierno de unidad nacional, y la mayoría
de los signos lleva a pensar afirmativamente. Si el Partido Laborista
y el campo de la paz tenían alguna duda del estado
de emergencia nacional, seguramente voló por los aires (y
en más de un sentido) cuando un motorista palestino embistió
anteayer contra un grupo de israelíes, matando a ocho e hiriendo
gravemente a 19. Eso, y la persistente negativa del líder
palestino Yasser Arafat a condenar el atentado, precipitaron la
constitución de un nuevo centro político que ya estaba
en las cartas desde la arrasadora victoria de Sharon contra Barak
por 25 puntos en las elecciones del martes 6.
Desde luego, esta reconstitución del centro implicará
sacrificios de ambos lados: el Partido Laborista puede verse privado
de sus sectores más pacifistas, mientras, para el sector
más derechista de los simpatizantes de Sharon, la realidad
de un acuerdo con el hombre que estuvo dispuesto a entregar a los
palestinos 95 por ciento de Cisjordania, 100 por ciento de la Franja
de Gaza y la mitad de Jerusalén debe resultar indigerible.
Pero la decisión de Sharon y Barak en favor del nuevo centro
consiste precisamente en ese sinceramiento: que los ultrapacifistas
fracasaron ante la virulencia de la Intifada palestina, mientras
la extrema derecha de los partidos religiosos y de los colonos vetaría
cualquier avance que pueda realizar el futuro gobierno en dirección
a un compromiso con los palestinos.
Porque ésta no es la etapa de un compromiso semejante, pero
las coincidencias entre Sharon y Barak son suficientes para garantizar
algunas avenidas de progreso. Una de ellas es un consenso que ya
existe en el centro de la política israelí: que cualquier
arreglo con los palestinos requiere del mayor grado posible de separación
física entre ambos pueblos. La razón evidente
es que los odios están muy encendidos y la fricción
entre palestinos israelíes sólo puede multiplicar
las chispas del incendio, pero la conclusión operativa no
tan evidente es que un Estado Palestino es inevitable, por
más que sus fronteras iniciales deban estar fijas y vigiladas
por los muros que ya se están construyendo en Cisjordania.
De esa conclusión se deriva otra: Sharon no levantará
nuevas colonias israelíes porque multiplicarían
esos puntos de fricción que se busca eliminar, aunque
reforzará las actualmente existentes.
Este dista de ser el programa máximo para la paz, pero no
hay que olvidarse de que este último falló en ganar
la aceptación palestina durante los últimos meses
del gobierno de Barak. Lo que se viene es un gobierno con la prioridad
de restablecer la calma y éste es el centro del acuerdo centrista
de ayer.
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