Carlos Menem no logró mayores adhesiones a su cerrado respaldo
a Pedro Pou y su continuidad al frente del Banco Central. Los máximos
referentes del justicialismo optaron con matices por no fijar
una posición sobre el tema, tal como suele hacerlo el santafesino
Carlos Reutemann, aunque no sólo en este caso. Sólo Carlos
Ruckauf volvió ayer a reclamar el alejamiento de Pou apelando a
un argumento diametralmente opuesto al esgrimido por el ex presidente,
quien el jueves afirmó que la permanencia del funcionario al frente
de la entidad bancaria aseguraba la estabilidad monetaria. De ninguna
manera, respondió Ruckauf. Siempre hay una sensación
en la Argentina de que el mundo depende de un solo señor. Cuando
Domingo Cavallo era ministro de Economía decían el
día que se vaya Cavallo se cae todo y no fue así.
Si bien el gobernador bonaerense eludió entrar en una discusión
directa con el ex jefe de Estado, se ocupó de descartar que la
eventual renuncia de Pou derive en una devaluación, tal como había
pronosticado Menem, de quien Ruckauf no dudó en tomar una vez más
inmediata distancia.
El nuevo socio político del bonaerense, Jorge Yoma, que tomó
distancia del menemismo y buscará renovar su mandato en el Senado
por fuera del PJ riojano que controla Eduardo Menem, salió en apoyo
de su actual referente político. El presidente del Banco
Central no es el presidente de un banco cualquiera, es el jefe del sistema
financiero argentino, el que está acusado de lavado, afirmo
Yoma, quien agregó: Yo creo que una denuncia de tamaña
envergadura amerita que (Pou) dé un paso al costado.
Extrañamente, Eduardo Duhalde esta vez no coincidió con
Ruckauf. Ayer desde Monte Hermoso dijo que en este caso el que decide
es el Presidente, por lo que no tiene sentido insistir en los pedidos
de remoción.
El presidente del bloque de senadores justicialistas, José Luis
Gioja, instó a que se respeten los mecanismos de investigación
sin la intromisión de maniobras mediáticas.
Y jugó para su propio corral al recordar que la Cámara de
Senadores ha convocado a la comisión bicameral, presidida por el
titular del Senado, el radical Mario Losada, que es la que tiene
que analizar el tema en el marco de las instituciones. Gioja agregó
un curioso comentario ante la gravedad de las denuncias: Estos son
temas muy serios que deben ser tratados a nivel institucional, sin priorizar
las opiniones de algunos que necesitan más prensa.
El jefe de los diputados del PJ, Humberto Roggero, optó por una
de cal y una de arena a la hora de referirse al tema. El Consejo
Nacional del partido fue prudente en cuanto al respaldo de las instituciones,
dijo sobre el apoyo a Pou que le dio el jueves el peronismo de la mano
de Menem. Pese a esto nuestra bancada mantiene desde 1997 serias
diferencias con el presidente del Central, sobre todo por sus intentos
por dolarizar la economía argentina y por una serie de circulares
de la entidad que perjudicaron notoriamente a las medianas y pequeñas
empresas, añadió.
El gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota, habló
poco y no opinó, ni sobre Pou ni sobre el apoyo que le ofreció
el Consejo Nacional del Partido Justicialista. No debo opinar sobre
estos temas en los que están involucrados funcionarios del Banco
Central, que es una institución autónoma, creo que con estos
temas debemos ser cuidadosos, dijo y cerró el tema.
Ayer, temeroso del abrazo del oso, el vocero presidencial, Ricardo Ostuni,
salió a diferenciar la posición de De la Rúa de la
encendida defensa que el ex presidente y el Consejo Nacional del PJ hicieron
de la figura de Pou. El Presidente no ratificó a una persona,
sino que lo que hizo fue ratificar el cumplimiento de las disposiciones
que avalan a una institución, señaló el vocero,
quien opinó que para De la Rúa los dichos de Menem sólo
representan una opinión más.
OPINION
Por Jorge Altamira *
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¿Una alternativa
histórica?
Cuando a determinadas propuestas sociales y políticas se
las pondera por concretas, viables, posibles, realistas,
¿se puede hablar de que señalan un viraje histórico?
Atilio Borón, sin embargo, afirmó en Página/12
que ese posibilismo caracterizó a la diversidad y calidad
de las propuestas que se hicieron en el reciente Foro Social
de Porto Alegre. ¿Pero qué es el posibilismo si no
la aceptación anticipada de las limitaciones que impone un
determinado orden social?
Uno de los principales fogoneros del Foro, la Asociación
Attac, postula, en nombre de la lucha contra la globalización,
un impuesto a las transacciones financieras internacionales. El
planteo suena posible, ¿pero es acaso viable
la pretensión de imponer un impuesto mundial a un sistema
social que se caracteriza por la rivalidad entre los Estados nacionales?
No es casual que el impuesto encuentre mayor aceptación en
los gobiernos capitalistas de Europa, por donde pasa solamente el
7 por ciento de esas transacciones, que en Estados Unidos o Gran
Bretaña, por donde circula el 55-60 por ciento del capital
que estaría sujeto al impuesto. Un impuesto internacional
único, asimismo, lejos de combatir la globalización,
supone nada menos que su culminación; en ausencia de un Estado
mundial, se encargarían de su aplicación los organismos
internacionales, o sea los vilipendiados FMI, BM u OMC.
Por otra parte, un impuesto al capital que no vaya acompañado
por la abolición del secreto comercial es simplemente una
expresión retórica, ya que cuando no es evadido es
descargado a los consumidores. Abolir este secreto sería
obviamente tachado por los posibilistas de abstracto, irreal,
inviable. Pero fue un lord inglés, llamado John M.
Keynes, quien propuso la eutanasia del capital a interés
y no un gravamen del 0.01 por ciento sobre su circulación.
A fuer de realistas, los posibilistas arremeten contra
la dictadura de los mercados, para evitar hacerlo contra
la dictadura del capital. Pero desde hace mucho se sabe que el mercado
es un fetiche que esconde determinadas relaciones capitalistas;
que pretender suprimir al primero y dejar en pie al capitalismo
es una fantasía reaccionaria. Una abolición de los
mercados bajo el capitalismo supondría un capital mundial
único y su correlato político, un Estado fascista.
Los miles de millones que ganan dos pesos por día no sufren
precisamente de un exceso de mercado, al cual no tienen acceso,
sino una extraordinaria explotación social. El socialismo
de mercado, que hace más de una década atrás
salió en socorro de los privilegiados de Europa del este,
encubriendo la restauración del capitalismo, se ha transmutado
ahora en un capitalismo sin mercado, que propugna una
superregulación de la acentuada anarquía mundial que
es propia del capitalismo. La invectiva contra el mercado
no impidió, sin embargo, que en Porto Alegre se hiciera la
defensa cerrada del Mercosur -un mercado exclusivo para los monopolios
bancarios, financieros y automotrices, o de la Unión Europea
que, incluso más democrática y ciudadana,
no dejará de ser la expresión de las ambiciones imperialistas
del capitalismo europeo.
Para las movilizaciones de Seattle, Praga o Niza, los planteos que
se hicieron en Porto Alegre representan un callejón sin salida
y una inútil tentativa de cooptación al sistema capitalista
en demolición. Es significativo que no hubiera salido de
Porto Alegre un plan de lucha para echar a los yanquis de Colombia
y a la OTAN de los Balcanes. Después de todo, otro
mundo es posible es un slogan vacío que remeda la consigna
del chachismo en los 90, y así le fue.
* Legislador del Partido Obrero.
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