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OTRA LINEA OCULTA UNE AL BANCO REPUBLICA CON EL CITI
Las cuentas secretas

Las cuentas secretas de las offshore del escribano Moneta que hoy se revelan ayudan a reconstruir el laberinto de depósitos y transferencias múltiples que está en la esencia del lavado de dinero. La defensa de Pou por parte de Menem y De la Rúa agiganta un escándalo en cuyo trasfondo está el financiamiento de peronistas y radicales con fondos de origen espurio, reciclados a través de un sistema financiero que el Banco Central no quiere controlar. La intervención de Colombo se parece llamativamente a una autodefensa.

Por Horacio Verbitsky

Para usar la terminología del Senado de los Estados Unidos: el Federal Bank no era el único cascarón bancario a través del cual el Citibank de Nueva York recibía fondos bombeados desde la Argentina por el Banco República. En esta página se reproducen facsímiles de algunas cuentas secretas de otro de esos sellos corsarios, American Exchange. Sus resúmenes de cuenta eran enviados por el Citibank al domicilio en Punta del Este del presidente del Banco República, Jaime Benito Lucini, tío y socio del escribano Raúl Juan Pedro Moneta. También se publica aquí la constancia de los asombrosos descubiertos otorgados por el Citibank de Nueva York a esta compañía ectoplasmática, que no tiene balances ni sede social. Esos préstamos del Citibank a una compañía inexistente llegaron hasta 13 millones de dólares en un sólo día, lo cual sería inimaginable de no mediar contradocumentos o asociaciones ocultas. Que Eduardo Escasany y Manuel Sacerdote sostengan a Pedro Pou y nieguen que aquí se lava dinero es una enormidad comprensible. Ambos dirigen la Asociación de Bancos. El de Galicia, de Escasany, fue uno de los que vendieron 60 toneladas de oro monetario, a sabiendas de que se usaba para defraudar al fisco cobrando reintegros indebidos, y Sacerdote demuestra una confianza en Moneta cuyas razones por ahora no son evidentes. Pero la coincidente defensa de Pou por el Consejo Nacional Justicialista que preside Carlos Menem, y por el presidente Fernando De la Rúa, insinúa una conmoción política de contenidos sólo comparables pero de proporciones aún mayores que la crisis por los sobornos en el Senado y la renuncia del licenciado Carlos Alvarez. Por lo pronto, las investigaciones sobre lavado de dinero se proyectan también sobre el propio jefe del gabinete de ministros Chrystian Colombo, sobre la eminencia gris oscuro de la UCR, Enrique Nosiglia, y sobre funcionarios muy próximos al ministro de Economía José Luis Machinea. El desafío lanzado por Machinea y Colombo a la diputada Elisa Carrió para que presente pruebas o se calle parece uno de los actos más torpes pero al mismo tiempo más desesperados de la política argentina reciente. Los realineamientos que pueden derivarse de este cuadro de situación son capaces de dar vuelta el tablero político y desparramar algunas piezas por el suelo.
En el cruce entre Pedro Pou y Carlos Fedrigotti, el presidente de la filial argentina del Citibank afirmó que si el Banco Central quería información sobre las compañías offshore del escribano Moneta, debía dirigirse al Citibank Nueva York. Fedrigotti sucedió en el Citi a Richard Handley, uno de los arquitectos de las privatizaciones del primer menemismo, amigo de la infancia de Moneta y del copresidente del Citigroup, el gringo criado en la Argentina John Reed. La remisión de Fedrigotti al Citibank de Nueva York tiene algo de ironía, dado que está fuera del alcance regulatorio de las autoridades argentinas. Pero también oculta un mensaje con otro destinatario que Pou: la operatoria que hoy está sometida a escrutinio por el Senado de Estados Unidos y la Cámara de Diputados de la Argentina fue concebida y desarrollada por Reed y Handley, no por el pequeño Fedrigotti, que entonces operaba en el Uruguay. Entre líneas, Fedrigotti está diciendo que para operar del modo en que el escribano Moneta lo hizo, eran precisos óptimos contactos con el gobierno argentino de la época pero también con la cabeza del Citi central, lo cual escapa a las atribuciones del presidente del banco en la Argentina.
Este diario había descubierto la existencia de las cuentas secretas hace tres años, el 4 de enero de 1998, en una de las notas de la primera investigación a fondo publicada sobre el lavado del dinero obtenido en forma ilegal durante las privatizaciones de la década del 90. Dos de los supuestos depositantes de sumas millonarias que el Banco Repúblicatriangulaba de ese modo eran el casero de Lucini, Alberto Dinardi, y su cocinera, Elba García, revelación que no dio lugar a ninguna actuación administrativa o judicial. Peor aún, cuando empleados de la Dirección General Impositiva intentaron estudiar el legajo de Lucini, su entonces director, Jorge Sandulo, los reprendió con ira. Lucini, como Moneta, figuran en la denominada “Base VIP”, con información encriptada y de acceso restringido. Otros próceres protegidos por el mismo sistema de opacidad eran Emir Yoma y el ex dictador Antonio Domingo Bussi.

Zina y Phoenix

Las planillas que hoy se publican muestran las huellas de esta relación privilegiada del escribano Moneta con Handley y Reed, implicada por Fedrigotti. Las cuentas encriptadas bajo los nombres Zina (ZI06) y Phoenix (PH00), en American Exchange y en otro sello de goma de Moneta, Barnum & Strauss, pertenecen al ex rugbier, según confió un operador que durante muchos años trabajó en las mesas de dinero del escribano Moneta. Luego de largos paseos por distintas offshore, los fondos de Handley se debitaban de las cuentas de Moneta y Luchini y se acreditaban en una cuenta denominada Kessel, que el presidente del Citicorp Equity Holdings tenía no en su propio banco sino en Merril Lynch. Además, recibía pagos en efectivo de 70 a 100 mil dólares mensuales, que el ordenanza del Banco República, “El Yacaré” Britez, entregaba a la secretaria de Handley, Ingrid. El rol de prestanombre del escribano Moneta explica por qué cuando el Banco Central le advirtió que había detectado que estaba pagando dinero recibido en operaciones de call del Banco de Mendoza con cartera incobrable del República y lo intimó a cancelar esos créditos con dinero, no lo hizo y precipitó así su caída. Uno de los especialistas en finanzas que el escribano Moneta contrató para el Banco de Mendoza, alarmado por las investigaciones del juez Luis Leiva, lo encaró así:
–Esto se está pudriendo. Tenés que traer esa guita de afuera y ponerla- le dijo.
–No puedo, porque no es mía –le respondió Moneta en uno de sus momentos de angustia.
La cuenta de American Exchange Co., en el City Bank de Nueva York lleva el número 3695728. El oficial a cargo era Franklin Mcintyre, quien atendía en el piso 21 de la sede del Citibank en el número 111 de Wall Street, o la calle del muro. En su teléfono (212) 657 0066 hoy responde otra joven funcionaria del Citi, a quien es en vano interrogar sobre American Exchange. Pese a que American Exchange es una compañía offshore constituida en Panamá, cuyo apoderado visible es el homónimo Jorge Videla, el registro de cada transacción realizada por su intermedio era enviado por el Citibank a Boulevard Artigas, entre calles 2 y 3 de Punta del Este, Uruguay donde, según las planillas está la Casa Sunrise, propiedad de Lucini. Cada operación tiene su número de registro. Por ejemplo, la transferencia de 85.000 dólares en favor de Richard Handley del 8 de octubre de 1992, se identifica en el Citi con el código LCG22820165700/39228269123 y bajo el rubro Otras referencias, se menciona “ZI06”. Esto es en homenaje a Zina Shreiber, la esposa de Handley.
La transferencia de 230.000 dólares que Bridas Austral hizo el 1º de octubre de 1992 llevó el número de referencia E1222750001001/29227569073. La transferencia de 1,8 millones de dólares desde el MTB (Manfra, Tordella and Brooks) de las islas Cayman a una cuenta del Chemical Bank en Nueva York, se registró el mismo día con el número F0422750189601/29227569085. Alejandro Roemmers usó el canal de Lucini y Moneta para recibir 469.993 dólares del Dresdner Bank. Tanta prolijidad sugiere que el Citibank de Nueva York no violó en forma abierta ninguna reglamentación de su país. No lo necesita, siempre que cuente con auxiliares como los cascarones de Moneta y Lucini. Parte no desdeñable de la operatoria consiste en evasiónde dinero de argentinos que no lo declaran a la DGI y no pagan impuestos. Una de las operaciones del 22 de octubre de 1992 consigna el pago de 274.000 dólares en dividendos de Telefónica. Se trata de acciones de Lucini, en poder de Laib Bahamas Argentina. En este caso se trata de acciones en negro, que circulan por una offshore blanca del Citi. Las cuentas negras de Lucini se identifican como LU01 y Six Brothers, de una compañía panameña del propio Lucini, denominada así por sus seis hijos.

También Daforel

Otro de los clientes de American Exchange fue Daforel, el nombre en código que sirvió para que el traficante de armas Diego Pallero pagara los 400.000 dólares de comisión a “un alto empresario argentino, conocido y ampliamente vinculado al máximo poder político estatal”, lo cual en aquellos años se parecía a un retrato hablado de Emir Yoma. Esa suma coincide en forma casi exacta con dos transferencias que American Exchange realizó con destino a Daforel el 1º y 2 de octubre de 1992, por 194.328 y 200 mil dólares respectivamente. En setiembre, el masserista capitán de corbeta Horacio Carlos Debernardi se había presentado ante Fabricaciones Militares como representante del gobierno de Bosnia Herzegovina, para encargar los cañones cuya provisión el embargo de Naciones Unidas le negaba. Se comprende la crispada reacción de Colombo y Machinea ante el avance de las investigaciones: Daforel era una cuenta que manejaban los cambistas Jorge Horacio Brito y Delfín Ezequiel Carballo, presidente y vice del Banco Macro, en una de cuyas sociedades financieras fue alto directivo Colombo en la década pasada, hasta su designación como presidente del Banco Nación. En su directorio también se desempeñó Roberto Eilbaum, quien hoy es Secretario de Programación del ministerio de Economía y depende en forma directa de Machinea.
De los 1.700 millones de dólares de la cartera en mora que el Banco Nación tenía en el ocaso del menemismo, 80 correspondían al Yoma Group, su principal deudor. Las otras grandes víctimas de Yoma son el Banco de la Ciudad de Buenos Aires, con 20 millones de dólares, y el de la Provincia de Buenos Aires, con 19. Entre los tres, explican el 82,6 por ciento de las deudas del grupo riojano. El primer acreedor privado de Yoma es el Macro, con 16 millones. Parte de esos fondos también provinieron del Banco Nación. Durante la crisis conocida como tequila, Macro solicitó auxilio al Nación, y el hoy presidiario Aldo Dadone le puso como condición que prestara una parte de esos fondos al Yoma Group. Brito no tuvo ningún reparo. Es un muy próximo amigo personal de Emir Fuad Yoma. Ya bajo el actual gobierno, Colombo concedió la garantía del Banco Nación para que Yoma pudiera cobrar reembolsos de la DGI, pese a que no ha regularizado sus cuentas con el Nación y se investigan exportaciones simuladas. Esta relación incrementó la suerte de Brito en los negocios. Sin el oportuno lobby de Pedro Pou y de los directores del Banco Central Marcos Saúl y Manuel Domper, al Macro no le hubiera resultado tan simple la adquisición de los bancos provinciales de Misiones, Salta y Jujuy, para las que contó con vitales asociaciones políticas: en Misiones con Enrique Nosiglia y el gobernador menemista Ramón Puerta, en Salta, donde Britos posee tierras y cultivos bajo riego, con el gobernador Juan Carlos Romero. El decisivo holding bancario que Brito conformó en las fronteras más calientes de la Argentina es líder en Misiones, Salta y Jujuy, posee sucursales también en Chaco, La Rioja, Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero, Rosario y Córdoba. Es imposible no asociar estos datos con el informe de la SIDE sobre el financiamiento político en el norte del país con fondos de la comercialización de sustancias de consumo prohibido por las autoridades sanitarias que De la Rúa tiene en su poder, según reveló el domingo pasado Joaquín Morales Solá. Si se cree a sus balances, el crecimiento espectacular del Grupo Macro se concentra en el financiamiento del capitalde trabajo y los proyectos de inversión de pequeñas y medianas empresas. Esto evoca un país desaparecido, que sólo parece subsistir en los libros de esta empresa milagrosa. En 1996 sus ganancias fueron de tres millones de dólares, en 1997 de 7,5 millones, en 1998 de casi 16 millones. Mientras sus depósitos crecieron el 33 por ciento en el ejercicio 1997, los del conjunto del sistema bancario sólo se incrementaron un 11,9 por ciento. ¿Quién dijo que las economías regionales estaban en crisis?

Humos

El escribano Moneta despegó con la compra y caución de Valores Nacionales Ajustables durante el gobierno de Isabel Perón a través de la mesa de dinero Federalia. En esa cueva, con sede en la calle Perú al 200, se manejaron fondos de José Alfredo Martínez de Hoz, con cuya compañía Acindar tenía relaciones históricas el tío Lucini, quien se inició como laminador metalúrgico. Cuando Acindar deglutió a la laminadora Lucini, la familia Acevedo reclutó como agentes a Lucini, Moneta y Roberto Favelevic, quien con ese padrinazgo alcanzó la presidencia de la Unión Industrial. Luego del golpe militar de 1976 la cueva del escribano Moneta se transmutó en la Financiera República. El nombre fue copiado del Republic Bank de Nueva York, al que llamaban “el banco del oro”. Las operaciones de fuga de divisas y valorización financiera que definen el funcionamiento del capitalismo aborigen se canalizaban a través de cuentas de compañías offshore en el Republic, creadas para los clientes del República. Los primeros clientes importantes del escribano fueron Sasetru, Bridas y Siemens. Entre varias offshore de Moneta (que utilizaron el Republic National Bank, sucursal Ginebra), absorbieron una de las primeras Obligaciones Negociables emitidas para Bridas, por 200 millones de dólares. En teoría, esa emisión, avalada por el Banco Nación durante la gestión de Hugo Santilli, era para financiar capital de trabajo y no para cancelar deudas en negro con un sólo acreedor. “Los créditos, las offshore eran del Republic. Hasta que surgió un problema de lavado con una cuenta y Edmon Safra cortó todas las operaciones offshore con Sudamérica. Decidió seguir con banca individual, pero no corporativa y nos indicó que nos fuésemos. Entonces Moneta fue a pedir al Citi que le tirara algún huesito”, recuerda el ex operador financiero. Safra murió en 1999, sofocado por el humo de un incendio producido por el enfermero y guardaespalda que lo atendía en su villa de Mónaco, en un episodio que no desmerece los que acabaron con la vida de Marcelo Cattáneo y Mariano Perel.
El despegue desde aquel submundo hacia el centro de la escena política y económica se produjo a partir del acceso al gobierno del presidente Carlos Menem y el programa de privatizaciones impulsado por los citibankers. Moneta se ha atribuido la designación de Javier González Fraga como presidente del Banco Central en 1989, cosa que el ahora productor de dulce de leche niega con energía. Explica que su nombre le fue sugerido a Eduardo Bauzá y Menem por sus amigos de toda la vida Jorge Antonio y Eduardo Amadeo. Antes de conocer a Juan D. Perón Antonio fue enfermero del médico Marcial González, cuya esposa le enseñaba matemáticas. Eran los padres de Javier González Fraga. “Este economista me meó cuando lo tuve en brazos”, le dijo Jorge Antonio a Menem al presentárselo. Pero la ex modelo Claudia Sánchez recuerda que Moneta le pidió a su entonces esposo y director de Bunge y Born, Francisco Pugliese, que intercediera ante el sucesor de Roig, Néstor Rapanelli, para que González Fraga presidiera el Banco Central y Alberto Petracchi integrara su directorio, pese a que en ese momento litigaba contra el Banco Central en representación del quebrado banco de la familia Guelar. Petracchi es el más íntimo amigo y colaborador de Moneta. De inmediato, el Banco Central disolvió su Centro de Estudios Penales, que había creado Machinea cuando lo presidió, yaprobó la conversión de República en banco, en la categoría C, en Comercio Exterior. Este fue un paso imprescindible para que el Citibank pudiera invitar al República a participar en la compra de Telefónica. Otro asociado por el Citi en el fabuloso negocio fue el Banco Macro. De este modo el principal banco de los Estados Unidos se las ingenió para eludir las regulaciones de su país, que ponían obstáculos a la conversión de títulos de deuda externa argentina en acciones de empresas estatales y sólo figuró con un porcentaje mínimo del capital de CEI, el holding que creó para administrar sus acciones en empresas privatizadas.
Las relaciones íntimas entre el banco del escribano Moneta y el grupo en el que hizo su carrera el jefe de gabinete de ministros fueron puestas en evidencia por los inspectores del Banco Central que en 1998 señalaron la falta de transparencia del República y la abundancia de operaciones sospechosas. Las fojas 98 y 99 del expediente 100115/99 constatan que el República y el Macro Misiones se prestaron asistencia recíproca para evadir las regulaciones que prohíben un elevado monto de préstamos a empresas vinculadas: el banco de Moneta otorgó asistencia por 3,4 millones de dólares a empresas del grupo Macro Misiones, y el banco de Brito le retribuyó con 4,9 millones en préstamos a empresas del grupo LuciniMoneta. Entonces fue Pou quien no consideró que eso probara ninguna conducta ilícita y se abstuvo de ordenar los pertinentes sumarios. Esa es la gentileza que ahora devuelve Colombo. A diez días de que todas las cuentas se pongan sobre la mesa del Senado de los Estados Unidos, es como jugar con fuego.

 

Claves

Por primera vez se publican las cuentas secretas de las offshore de Moneta en el Citibank.
El respaldo de Menem y De la Rúa a Pou puede producir un realineamiento político y profundizar la crisis de la Alianza.
El ataque de Chrystian Colombo a Elisa Carrió parece, en realidad, una desesperada defensa.
El grupo financiero Macro en el que trabajó antes de llegar al gobierno también está acusado por operaciones sospechosas, con conexiones políticas peronistas y radicales.
Además, integró su directorio uno de los más íntimos colaboradores de Machinea.
Pou pasó por alto una irregular relación entre los grupos Macro y Citicorp. Colombo le devuelve ahora la gentileza.
A diez días de que todas las cuentas se pongan sobre la mesa del Senado de los Estados Unidos, es como jugar con fuego.

 

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