La Alianza y la voz
de la calle
Yo no voy a avalar tribunales populares. Si se va Pou, renuncio.
Ricardo López Murphy dobló la apuesta cuando José
Luis Machinea le preguntó si estaría dispuesto a suplir
al actual presidente del Banco Central. López Murphy es proclive
a la sobreactuación y durante su memorable gestión
como ministro de Defensa y vocero de las Fuerzas Armadas ya
retractó una renuncia, la que anunció si se conmutaban
las penas de los presos del MTP. Pero así y todo sus palabras
dan cuenta de lo que piensa el ala económica del Gobierno
(¿el ala delarruista?) de los que impulsan la salida de Pou
(¿el ala política?).
Si lo que estás
diciendo es que cualquier ruido político es letal para el
crecimiento económico, entonces estamos fritos. Estamos en
una democracia, gobernando una coalición y ruido político
va a haber. Ustedes tienen que asumirlo. La frase fue deslizada
en los oídos del mismo Machinea por uno de los más
altos dirigentes del Frepaso cuando aquél explicaba la inviabilidad
de cualquier movida contra Pou. Testimonia el pensamiento de los
principales dirigentes de la Alianza, hastiados de que se les diga
que todo es imposible.
¿Quiénes
le piden la renuncia a Pou? ¿Alfonsín, que renunció
a la presidencia y Chacho que renunció a la vicepresidencia?
La chicana, potente a fuer de despectiva, emanó de los labios
de uno de los más importantes funcionarios del Ejecutivo
y expresa su bronca con lo que juzgan como falta de seriedad de
los políticos.
Sapos y culebras, reproches
durísimos. Los escuchó Machinea al dialogar a mediados
de semana, por teléfono, con Elisa Carrió. A su modo,
fue afortunado. Lilita le dirige la palabra, lo que
no hace con Chrystian Colombo con quien sólo se cruza en
forma pública.
Frases calmadas, ni menciones
a la palabra renuncia, ondas de amor y de paz. Las hubo en la poco
meneada reunión entre el ministro de Economía y el
presidente del Banco Central, acaecida en la noche del jueves, destinada
a poner bálsamo en la herida piel del funcionario menemista
heredado por la Alianza.
Por buenos o malos
motivos, Pou ya fue. Pero hay que armarle una salida prolija, tener
al sucesor designado, evitar escándalos. Lo que no podemos
hacer es manejarnos a través de los diarios. Ni permitir
que nos conduzca Lilita Carrió. No puede ser que estemos
en un vendaval, cinco días sin escuchar la voz del Presidente.
Síntesis de un funcionario del Gobierno, expresiva de la
situación actual.
Somos un gobierno
sin oficialismo, caracterización tan desencantada como
precisa de otra primera figura del Gabinete acerca del hiato que
separa al oficialismo de la Alianza.
Indecisiones
Es difícil comprender el sistema de decisiones del Presidente,
aunque es sencillo detectar que marcha a un ritmo muy lento, muy
a la zaga de los hechos y de las movidas de otros actores. Fernando
de la Rúa está más conforme con su actual Gabinete
(el que incorporó, principalmente, a Colombo y a Patricia
Bullrich) que con el que inició su gestión. Es más
homogéneo, le parece más trabajador y (aún
a sus ojos eternamente desconfiados) luce más confiable.
Es fácil acordar con su visión pero es dable añadir
un detalle: la falla de este gobierno no es su funcionamiento cotidiano
o su homogeneidad interna, sino la carencia de capacidad de decisión
y de diálogo que caracterizan a su vértice superior.
El despacho diario es más veloz pero el oficialismo naufraga
ante cualquier crisis porque las agrava a fuerza de prolongarlas
en el tiempo, de no intervenir con claridad, con ímpetu.
O de no intervenir, a secas.
Así fue en el intrincado y denso tema del lavado de dinero,
entreverado con el pedido de renuncia a Pedro Pou. A fines de la
semana pasada, el gobierno parecía haberse puesto a la par
de Elisa Carrió, esto es, a lavanguardia de la investigación.
Ese apoyo determinó que Carrió avanzara aún
más (una reacción de libro) y dejara nuevamente al
Gobierno a su vera. El martes, en reunión de Gabinete, se
decidió buscar una salida a Pou, armar un esquema de designación
de un sucesor, manteniendo en calma a los mercados. Hacer política,
pues. Colombo, el dirigente oficialista con mejor entrada a Pou,
sondeó la posibilidad de un puente de plata y volvió
con la impresión de que era posible. Al fin y al cabo, la
masa de maniobra del Gobierno no era menor: un arsenal de denuncias
contra el funcionario del Central y una ofensiva liderada nada menos
que por la aliancista con mejor imagen pública (Carrió)
y el peronista con mejor imagen pública (Carlos Ruckauf),
amén de los líderes del Frepaso y la UCR a los que
el Gobierno anhela como cabezas de la lista en los dos distritos
más grandes del país.
Pero el miércoles, tras surtidas presiones del lobby bancario
y de los diarios de negocios, cundió el temor en la Rosada.
Machinea urdió un documento poniendo el freno a la ofensiva
y lo propuso para la firma del grupo de trabajo. Alvarez y Alfonsín
le pusieron el gancho, de mala gana, para no escalar el conflicto
interno.
Abramos un paréntesis (Alvarez tampoco se regocijó
con otro documento parido esta semana: el reclamo de cambio del
voto a Cuba, escrito por el ex canciller Raúl Alconada Sempé,
con que lo esperó Alfonsín en su casa. El líder
del Frepaso se siente apremiado por su actual situación y
recela de quedar demasiado pegado a Alfonsín que es de todos
modos su principal aliado. Cerremos paréntesis.)
El grupo de trabajo resucitó del infierno tan temido. Aunque
los modos fueron corteses, el Gobierno fue un bloque y los jefes
partidarios otro. Los funcionarios quedaron broncando por la
falta de seriedad de Alfonsín y Alvarez, eternos reclamantes
de lo imposible (sea Cuba o Pou). Los políticos, malhumorados
con el posibilismo de los ministros. Posibilismo que aunque
no se dijo en la reunión algunos frepasistas y algunos
radicales cercanos a Carrió asocian en el caso de Colombo
con la defensa de intereses personales.
El documento refleja un empate insostenible. La falta de cohesión
interna de la Alianza llevó a Pou a sentirse fuerte y hacer
gestos de minar todos los puentes de negociación. Salió
de las cuerdas y recuperó el centro del ring, ese lugar que
el Presidente no termina de ocupar.
La voz de la calle
Machinea no lo estima y le desconfía. Es, conspicuamente,
menemista. ¿Quién defiende a Pou? La voz de la calle
lo defiende. La voz de la calle Wall, se entiende. Los diarios de
la city tres se venden o expenden en Buenos Aires, que no
es poco salieron embanderados en la ley a agitar temores de
default, de persecución ideológica (sic),
de reacción de los casquivanos mercados. La calle
(la calle Wall) está preocupada, decían sus titulares,
sin tapujos. Ni datos precisos.
La estabilidad del titular del Banco Central explican en el
CEMA, en los diarios de negocios, en el Palacio de Hacienda y en
otras dependencias del Gobierno es una necesidad de cualquier
estado moderno y serio. Bush padre no consiguió una modificación
en la tasa de interés que le hubiera posibilitado la reelección.
A Bill Clinton, Alan Greenspan le sacó canas verdes. El gobernador
del Banco Central español no lo ve a José María
Aznar más de una vez por año. ¿Puede la Argentina,
a pocos meses de la renuncia del vicepresidente, darse el lujo de
eyectar a un funcionario del área económica que goza
de autonomía determinada por ley? se inquieren los defensores
de Pou. Y se responden, fervorosos, que no. Salvo que se quiera
potenciar el riesgo país y poner en jaque a la reactivación
económica en cierne, a la estabilidad monetaria, al gobierno
en fin. Salvo, asumen todos, que haya delitos probados. Esto es
juzgados, con sentencia firme.Traducido al castellano o al
dialecto que se habla en Comodoro Py en un futuro improbable
y ciertamente remoto.
Hay un sofisma en esta argumentación. Soslayar que la estabilidad
de Pou cae en caso de mal desempeño, falta en la que puede
incurrir aún sin que haya delitos probados. Pou es sospechoso
de inconductas graves, entre ellas haber permitido por acción
u omisión negligente medidas contra la transparencia del
sistema, haber soslayado controles, haber evitado proveer informaciones
exigidas por ley.
Todas esas acciones constituyen incumplimiento de sus deberes y
autorizan su remoción, aún sin condena firme. Suponer
que la estabilidad es impunidad es poco serio, poco primermundista.
No es dable esperar que los mercados exijan eso y, si lo exigen,
esto es si exigen impunidad para sus corifeos, no es dable concedérselo.
Otra causal de mal desempeño es su cruzada dolarizadora.
En un país cuyo sistema económico tiene como piedra
basal la convertibilidad, el presidente del Banco Central se ha
dedicado a promover la dolarización. Es decir, la caída
del sistema, el cambio de las reglas de juego que es su función
mantener. Obró on line con su padrino político, Carlos
Menem. A los devotos de los parangones valdría la pena preguntarles
si Alan Greenspan ha conspirado con Bush padre en proporción
similar durante el gobierno de Clinton. Pou puso en duda en foros
públicos los fundamentos mismos de la política monetaria
que es su misión preservar. Si eso no es incumplimiento de
sus deberes de funcionario público, el incumplimiento dónde
está.
No le faltan razones al Gobierno para desplazar a Pou. Ni han de
faltarle reemplazantes que no enfaden a los mercados. Ni le falta
poder, ni apoyos extrapartidarios. Le falta convicción. Hay
quien sospecha que detrás de eso hay mala fe, intereses creados.
En el mejor de los casos para el oficialismo, lo suyo es una pasmosa
ausencia de voluntad para modificar lo existente.
Encrucijada y código
genético
El Gobierno llegó a estar en la avanzada de la investigación.
Luego urdió una razonable movida para desplazar a Pou haciendo
el menor ruido posible. Sin solución de continuidad, a las
primeras presiones, De la Rúa reiteró su falta de
protagonismo para timonear durante las tormentas.
En un puñado de horas:
Se amplió la zanja
que separa al Gobierno de los dos líderes de los partidos
que integran la Alianza,
La Rosada se puso de
punta con los dos candidatos insustituibles que tiene en la Capital
(Carrió y Alvarez),
Dos caminos quedan abiertos al Gobierno. Recuperar la iniciativa
y la unidad buscando una forma política de resolver
el entuerto. U optar por esperar que sea la sesión en el
Senado de Estados Unidos la que aporte una solución traumática
desde el vamos que debería emanar de otros poderes
y en otras comarcas.
La necesidad de supervivencia sugiere que debería dominar
la escena, dejar de dormir con el enemigo y garantizar la fuerza
propia. Su código genético induce a creer que optará
por lo contrario.
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