Por Pablo Rodríguez
El actual presidente Ricardo
Lagos respiraba aliviado: acababa de ganar por un pelo las elecciones.
Hace un año y un mes, salió al balcón del Hotel Carrera,
frente al Palacio de la Moneda que iría a ocupar pronto, y la multitud
rugió inmediatamente ¡Juicio a Pinochet!. Lagos
respondió que era un asunto de los tribunales. Se transformó
en una muletilla, pues todavía hoy, cuando le preguntan por Pinochet,
manda a todo el mundo a los tribunales. Sin embargo, con el caso del general
Hernán Gabrielli Rojas, jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea
Chilena (FACH), se plantea un tema que el gobierno no puede manejar con
la misma suficiencia: qué pasa cuando los juicios implican a militares
activos, y qué pasará si dichos juicios se multiplican infinitamente.
Varias movidas en esta semana indican que está apareciendo un hueso
duro de roer. Como en Argentina, el horizonte de alguna amnistía,
o un punto final, está planteado.
Desde el miércoles 7, apenas estalló el caso Gabrielli,
es decir, cuando dos ex presos políticos de la Caravana de la Muerte
lo denunciaron públicamente por un delito imprescriptible como
el de tortura, el gobierno se movió intensamente. El ministro de
Defensa, Mario Fernández, se reunió con el general Patricio
Ríos, jefe de la FACH con licencia. A los tres días, Gabrielli
volvía de Estados Unidos y se entrevistaba con los dos, más
el ministro del Interior José Miguel Insulza. Esta semana, Fernández
se entrevistó con los denunciantes, Carlos Bau, Héctor Vera
y Juan Ruz. Fueron muchas movidas en un territorio que pertenece exclusivamente
a los tribunales, en tanto Gabrielli y sus denunciantes ya se trenzaron
a querellazos.
El asunto es ver hacia dónde se dirigen esas movidas. Por un lado,
Bau, Vera y Ruz salieron muy contentos de su reunión con Fernández,
porque el ministro de Defensa no hizo lo que más se temía:
pedirles que retiraran la denuncia contra Gabrielli. Y al general de las
FACH, el gobierno directamente le pidió que retirara su denuncia,
porque se amparaba en una ley heredada de la dictadura que genera mucho
rechazo en la Concertación oficialista, y por la cual no se puede
ofender a un comandante de una Fuerza Armada. Por otra parte,
Gabrielli dejará de serlo el lunes, cuando el general Ríos
vuelva a sus funciones.
Por otro lado, no es que el gobierno apoye sin más las denuncias.
El ministro del Interior, José Miguel Insulza, salió a decir
esta semana que los juicios a los militares por los crímenes de
la dictadura no podían ser eternos: Todos sabemos lo que
pasó en la dictadura. No podemos seguir mirando hacia atrás.
Incluso llegó a proponer una fórmula de reparación
para las víctimas de tortura sin la necesidad de que cada
persona concurra a los tribunales. Es cierto que Insulza se caracteriza
por hacer declaraciones de tipo kamikaze a título personal. Pero
en este caso la postura es de parte del gobierno. El senador socialista
(el partido del presidente) José Antonio Viera-Gallo dijo el jueves
que sólo los casos emblemáticos deben terminar en los tribunales.
Y el propio Lagos declaró a la vuelta de sus vacaciones, como para
apoyar a Insulza, que debe haber una forma responsable de ejercer
los derechos de los chilenos.
Este panorama coincide con una andanada de mea culpa por parte de la derecha
chilena sobre su rol en la dictadura. Empezó con Renovación
Nacional (RN), el más liberal de la derecha. Su presidente
y ex subsecretario del Interior de la dictadura, Alberto Cardemil, y la
diputada María Pía Guzmán pidieron perdón
por haber tenido responsabilidades, aunque sea por omisión, en
las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. Algún
empresario afín al pinochetismo y hasta algún diputado de
la conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI) hicieron
gestos similares. Guzmán, en particular, pidió a toda la
derecha que asuma sus responsabilidades para no dejar solos en el banquillo
de los acusados a los militares. Lagos elogió la actitud diciendo
que esos gestos son los que quisiera ver pensando en el futuro del
país. Alguien puede sospechar sobre el trasfondo del tema
del perdón, dado que el propio Viera-Gallo pidió al Partido
Comunista que también ofreciera sus disculpas por los 70,
rehabilitando la teoría de los dos demonios. Pero, en todo caso,
el razonamiento del gobierno podría dirigirse a lo siguiente: los
militares aportaron información y al menos reconocieron los crímenes
de la dictadura, la derecha empieza a pedir perdón, el mismo líder
derechista Joaquín Lavín apoya la acción de los tribunales.
En este escenario, ¿vale la pena que los juicios se multipliquen
al infinito?
Por supuesto, en este caso la Justicia de la que habló Lagos el
16 de enero del 2000 importa menos que la ansiada gobernabilidad.
Es cierto que el gobierno, quizás por la escasa presión
de los militares (ver nota aparte), aún no parece inclinado a pasar
a la acción sobre un punto final o una amnistía. También
es verdad que varias figuras oficialistas quieren poner ya en la mesa
el fin de la transición democrática, o sea, la derogación
de la actual Constitución pinochetista. Y para eso, el gobierno
necesitará la derecha. Y la derecha podría pedirle a cambio
el compromiso para un punto final. Después de todo, un tipo de
leyes semejantes no dependen de su aplicación en los tribunales,
sino de un acuerdo en el Congreso.
HABLA
RAUL SOHR, ANALISTA MILITAR CHILENO
Por ahora, no habrá reacción
Por P.R.
Raúl Sohr es uno de
los analistas militares más respetados de Chile. Sohr habló
con Página/12 sobre las repercusiones del caso Gabrielli dentro
de las Fuerzas Armadas y sobre todos los escenarios que se abren ante
una hipotética multiplicación de los juicios a los militares:
si las Fuerzas Armadas ejercerán sus métodos de presión
tradicionales, si existen posibilidades de alguna rebelión parecida
a la de los carapintadas en nuestro país o si están
negociando con el gobierno alguna forma de punto final o amnistía
para estos juicios.
¿Van a haber muchos más casos Gabrielli?
Creo que no. Se presume que la mayoría de las querellas contra
oficiales activos en las Fuerzas Armadas relacionados con las violaciones
de los derechos humanos durante la dictadura ya fueron presentadas. Mi
impresión es que no van a aparecer muchos más casos Gabrielli.
Se habla de la doctrina Izurieta, en la que los militares
activos sospechados de participación en los crímenes de
la dictadura pasaron a retiro. ¿Hubo una doctrina Izurieta
para el resto de las armas?
Dentro de las Fuerzas Armadas hay muchos oficiales y suboficiales
implicados con distintos grados de involucramiento en los crímenes.
Pero en el caso de la Fuerza Aérea, el general Fernando Matthei,
que fue jefe de la Fuerza Aérea desde 1978 hasta los primeros años
de la democracia, realizó una purga de oficiales activos dentro
del arma. En cuanto a la Armada, se sabe que es la que menos se involucró
en la represión.
¿Existen gestiones entre el gobierno y las Fuerzas Armadas
para poner algún tipo de fin a una serie de denuncias que pueden
no terminar nunca?
Las gestiones para esa suerte de punto final quedaron en la Mesa
de Diálogo. Las Fuerzas Armadas vieron que la Mesa de Diálogo
podía significar una suerte de reconciliación, que derivara
en algún reaseguro de que no iba a haber un desfile constante frente
a los tribunales. De hecho, muchas de las propuestas dentro de la Mesa
de Diálogo provinieron de los militares. Desde fuera, por supuesto,
la Mesa de Diálogo fue vista como una forma para los militares
de asegurarse una amnistía. Eso es lo que minó sus resultados.
Y quizás por eso las Fuerzas Armadas no hayan entregado gran cantidad
de información: el punto final no estaba a la vista.
Si es así, en la medida en que los juicios continúen,
¿no se puede producir una rebelión, no ya del mando mayor
de las Fuerzas Armadas, sino de suboficiales, como ocurrió con
los carapintadas en Argentina en 1987?
Es muy poco probable. La tradición de las Fuerzas Armadas
chilenas es muy distinta de las argentinas. Están mucho más
cohesionadas y tienen un gran respeto por las jerarquías. La prueba
está en que, apenas se ven gestos sutiles de autonomía del
mando respecto de las jerarquías naturales, terminan siendo castigados
por el propio mando. El ejemplo más cercano es el episodio de la
guardia personal de Pinochet, que hizo algunos movimientos semejantes
a preparativos de combate cuando se anunció su procesamiento. Esa
guardia fue relevada inmediatamente por orden del mando mayor del Ejército.
Sin embargo, durante los primeros años de la dictadura, las
Fuerzas Armadas, en especial el Ejército, realizaron ejercicios
de amedrentamiento, como el boinazo o el enlace.
Sí, pero fueron ejercicios que no tenían nada de sublevación.
Estaban al filo de la legalidad institucional, pero no se trataba de una
rebelión.
O sea, es poco probable que, ante un desfile en los tribunales,
se repitan boinazos o enlaces.
Nunca nada se puede descartar de plano, pero no hay un ambiente
de tensión extrema dentro de las Fuerzas Armadas. De hecho, Gabrielli
fue a los tribunales, y no es que todos los militares se encolumnaron
detrás de él. Sobre los detenidos-desaparecidos, ya nadie
niega que existieron, que ellos lo entienden como abusos dentro
de algo que de todos modos había que hacer. El informe sobre los
datos de los detenidos desaparecidos loexplicita. Tampoco creo que el
desfile sea incesante. Primero, por lo que dije acerca de una limpieza
en los mandos de todas las fuerzas. Y segundo, porque hay muchos casos
represivos que no se ajustan fácilmente, siquiera, al delito de
tortura. Muchas figuras políticas fueron maltratadas con golpes,
culatazos, ejercicios físicos a la mañana en pleno invierno
en el sur (el centro de detención de Isla Dawson), pero no sufrieron
la picana, el submarino, la quemadura con cigarrillos, que
son los casos típicos de tortura. En suma, dudo de que todos los
maltratos a presos políticos se traduzcan en querellas.
¿Qué pasa con el caso de los militares que se acusan
entre ellos por los crímenes de la dictadura? ¿Es como si
se estuvieran pasando facturas por discrepancias en el pasado sobre el
nivel de la represión, al menos entre cierta facción del
Ejército cercana a Pinochet y el resto de las Fuerzas Armadas?
No creo que el pacto de silencio entre los militares
se haya roto. Los oficiales que han hablado contra Pinochet o contra el
propio Gabrielli estuvieron desde el principio en desacuerdo con la manera
en que se ejerció la represión.
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