Interrumpiendo un contexto político eternamente ambiguo, los bombardeos
norteamericanos contra Bagdad siempre sirven como prueba para ver claramente
quién está a su favor y quién en contra de la política
de EE.UU. hacia Irak. Las reacciones ante el ataque del viernes no fueron
una excepción, si bien tampoco arrojaron demasiadas sorpresas.
Rusia, Francia y China, los sospechosos de siempre para Washington dentro
del Consejo de Seguridad de la ONU, criticaron el uso de la fuerza y abogaron
por una solución política. Los países árabes
condenaron directamente el ataque; algunos menos (como Jordania), otros
más (como Siria y Argelia). Como siempre que ataca a Irak, Estados
Unidos contó con pocos aliados. Turquía se distanció
tajantemente de la acción militar y aseguró que no permitiría
que su base aérea cerca de Irak fuera usada para esos propósitos.
Gran Bretaña, que participó de los ataques, estaba firme
detrás del bombardeo, pero Israel sólo manifestó
comprensión. Mientras tanto, Saddam Hussein prometió
represalias en aire, mar y tierra y anunció la creación
de 21 divisiones de voluntarios para combatir en Palestina.
El primer lugar donde comenzará a hacerse sentir esta nueva relación
de fuerzas será en la ONU. Ese organismo fue totalmente sorprendido
por los ataques y hasta ayer todavía no había logrado articular
una reacción institucional. En realidad, sólo dos días
antes el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, le había
asegurado al secretario general Kofi Annan que sentía tristeza
por el pueblo iraquí que sufrían por las sanciones
económicas. Eso fue visto como un buen preludio para la visita
que realizaría el 26 y 27 de febrero una alta delegación
iraquí para discutir el tema. Ahora, los amables esquemas de la
ONU quedaron completamente desorganizados por el golpe de mano britániconorteamericano.
Pero los amigos de Irak dentro del Consejo de Seguridad ya dieron señales
de que pronto comenzarán a operar contra el régimen de sanciones.
La Cancillería francesa consideró que además
de las víctimas que causan entre la población civil, los
ataques dañan una solución concertada al problema iraquí.
El presidente ruso Vladimir Putin estimó que los bombardeos fueron
ataques no provocados y un comunicado de su gobierno disparó
que Washington y Londres no cambiaron su postura de utilizar la
violencia contra Irak. China se declaró entristecida
por el ataque y exigió respetar la soberanía e integridad
territorial de Irak. Estos países, por supuesto, son los
críticos más poderosos contra el sistema de defensa antimisiles
(NMD) que impulsa la Casa Blanca de Bush.
En el mundo árabe la situación no pasó de lo normal,
pero en el actual contexto del Medio Oriente lo normal era muy preocupante.
La Liga Arabe en conjunto emitió un comunicado donde afirmaba que
el ataque constituyó una violación de la ley internacional
y que causaría furia en la región.
Entre los amigos americanos, Egipto se mostró crítico y
Jordania aseguró nerviosamente que jamás hemos sido
partidarios del uso de la fuerza militar contra Irak. Sin embargo,
el desarrollo más preocupante para Washington no es la inquietud
entre sus aliados sino la compactación de sus enemigos. Concretamente,
Siria, Irak y los palestinos estrecharon sus posiciones luego del bombardeo
del viernes. En las ciudades palestinas de Belén, Kalkilia y Ramalá
se vieron enormes manifestaciones, con banderas palestinas e iraquíes,
que repudiaron los ataques.
Ni Estados Unidos ni su aliado británico se mostraron intimidados
por estas reacciones. En Londres, el premier Tony Blair aseguró
que seguiré tomando todas las medidas necesarias para proteger
a nuestras tropas y evitar que Saddam propague una vez más la desolación,
el sufrimiento y la muerte.
Claves
Luego de bombardear
objetivos cerca de la capital iraquí de Bagdad, el gobierno
norteamericano de George W. Bush quedó bastante aislado ayer
entre la comunidad internacional.
Sus enemigos de siempre
respecto a Irak y el sistema antimisiles Francia, China y
Rusia condenaron el ataque, como también lo hicieron
la Liga Arabe y la población palestina. Turquía, un
aliado clave de Washington en la región, le reprochó
que no fuera avisada del bombardeo y recalcó que no permitiría
que sus bases fueran usadas para nuevos ataques. Sólo Londres,
y más tibiamente Israel, respaldaron la acción militar.
Saddam Hussein prometió
represalias en tierra, mar y aire contra Estados Unidos.
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OPINION
Por Claudio Uriarte
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Adversos milagros
Con su inesperado bombardeo de Irak anteayer, George W. Bush ha
logrado el doble y adverso milagro de confirmar lo peor que se pensaba
de él y de precipitar la constitución de una coalición
internacional en su contra. Lo peor que se pensaba de él
es que era un unilateralista agresivo, y la coalición internacional
en su contra ya se dibuja en las reacciones opuestas de Rusia, China,
Francia y el conjunto de lo que Estados Unidos llama los Estados
parias y contra los cuales está movilizando su peligroso
y desestabilizante escudo espacial: Corea del Norte, Libia, Irán
y, naturalmente, Irak.
Fue un estreno en política exterior muy desafortunado para
el hijo de su padre, quien no tuvo mejor idea que remedar el mayor
triunfo militar de este último cuando las circunstancias
que lo posibilitaron han cambiado radicalmente. En 1990, Irak era
un Estado cuya agresividad se había probado sobre el terreno
con su invasión del emirato petrolero de Kuwait: la coalición
internacional que Bush padre tejió en contra de Saddam Hussein
estaba favorecida por la realidad. En 2001, en cambio, Irak es un
Estado que ha logrado recomponer sus relaciones con gran parte de
Europa, y el grado de su amenaza regional es, por lo menos, discutible.
Del conjunto de las reacciones internacionales, hay dos que dan
la pauta de la inconveniencia que Bush se ha logrado con esta temprana
aserción de fuerza: Turquía protestó y la misma
Israel que eligió al nacionalista de línea dura Ariel
Sharon en las elecciones de la semana pasada se limitó a
expresar una tibia comprensión. Turquía
e Israel son los principales y más fuertes aliados de Estados
Unidos en Medio Oriente, por lo cual la impresión de que
Bush se ha anotado un gol en contra es irresistible.
Otro posible desenlace negativo para Bush está en Europa.
Donald Rumsfeld, su secretario de Defensa de línea dura,
se ha mostrado inflexible en la idea del escudo espacial, lo que
en principio ha favorecido precisamente lo que el Pentágono
menos quiere: el movimiento hacia una defensa europea propia. Ahora
bien, esta defensa no es tanto tal porque Europa carece de
los recursos y la voluntad para armarse por las suyas como
un seudónimo de la desintegración de la OTAN, esa
creación de la que ser dijo una vez brillantemente que era
para mantener a los rusos afuera, a los norteamericanos adentro
y a los alemanes abajo.
Con la vía unilateral, los norteamericanos quedan fuera de
cuadro. Y Rusia y Alemania se aproximan.
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