El ex vicepresidente Carlos Chacho Alvarez continúa
revalidando sus títulos entre los porteños: es el precandidato
que cosecha mayor intención de voto para las elecciones de octubre
con el 20,9 por ciento, según los datos que arroja un sondeo realizado
por la encuestadora Equis. Lo sigue otra aliancista, la diputada chaqueña
Elisa Carrió, mientras que recién en el tercer puesto asoma
el ex ministro Domingo Cavallo. Hasta ahora, los tres dirigentes han dicho
que no participarán de los comicios. Pero si bien la ciudad de
Buenos Aires parece encaminada a darle una nueva alegría electoral
a la Alianza, no campea el mismo ánimo cuando tienen que evaluar
la gestión del gobierno nacional. La mitad de los porteños
tiene una imagen negativa de la presidencia de Fernando de la Rúa
y un abrumador 68 por ciento la considera peor de lo que esperaban.
Los datos surgen de un estudio sociopolítico realizado entre el
6 y el 9 de febrero por la consultora que conduce Artemio López,
sobre un campo de 400 encuestados en la Capital Federal.
Que los porteños muestren tal simpatía por Alvarez y Carrió
al mismo tiempo que demuestran rechazo a la gestión de la Alianza
no es una contradicción. Tanto el ex vicepresidente como la diputada
chaqueña cultivan un perfil diferenciador del Gobierno en algunos
temas, sobre todo en los que se refieren a las denuncias por corrupción.
Alvarez consigue el grueso de sus votantes en los barrios del centro geográfico
de la ciudad, con predominio de clase media. Pero no son todas buenas
para el ex vice porque, según el estudio, también tiene
un alto índice de rechazo menor al de Cavallo y similar al
del menemista Daniel Scioli alojado principalmente en el norte capitalino.
Curiosamente, Carrió cosecha más adhesiones en los barrios
del norte: en total, suma el 17,3 por ciento de intención de voto.
Cavallo es el opositor mejor ubicado con el 14,8 por ciento. Luego se
alinean tres posibles candidatos del PJ: Irma Roy 8,3, Mauricio
Macri 7,9 y Gustavo Beliz 6,1.
Convertida en la nueva figurita del distrito, Elisa Carrió encabeza
las opiniones positivas referidas a la imagen de los políticos
con el 48,2 por ciento, con la ventaja de que aún existe un 17
por ciento de los porteños que no la conoce. Segundo aparece el
gobernador Carlos Ruckauf con el 41,9 de imagen positiva, seguido por
Chacho con el 36,8 por ciento. Roy y Beliz siguen siendo los posibles
candidatos justicialistas mejor ubicados con 34,2 y 30,7 por ciento, respectivamente.
En su desembarco político, a Macri no le va mal: suma el 31 por
ciento de opiniones favorables, aunque tiene la contra de una imagen negativa
superior al 40 por ciento.
De acuerdo con el estudio, De la Rúa conserva el 28 por ciento
de imagen positiva, pero llega al 40,3 de respuestas negativas, un rubro
en el que sólo es superado por Scioli, Cavallo, Macri y su ministro
de Economía, José Luis Machinea. El Presidente la tiene
peor todavía cuanto se mide su gestión. Cuenta apenas con
el 18 por ciento de evaluaciones favorables contra un 50,2 de opiniones
negativas. La mayoría de las respuestas en contra las cosecha en
el sur de la ciudad, de tradición peronista. En cuanto al nivel
de ingresos, la mayor oposición a su gestión se encuentra
en los hogares con un ingreso que va de 500 a 1000 pesos mensuales.
Sin dudas que lo hecho por el Gobierno hasta ahora decepcionó a
mucha gente. De acuerdo con la encuesta, el 68 por ciento de los habitantes
de la ciudad considera que se están haciendo las cosas peor de
lo que esperaban antes de las elecciones, con picos superiores al 70 por
ciento de disconformidad en el centro y el sur de la Capital. El enojo
crece en los hogares de clase media: entre los que cobran de mil a dos
mil pesos mensuales hay un 76,5 por ciento de decepcionados con la gestión.
OPINION
Por Horacio Rodríguez Larreta
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Otro enfoque previsional
La postración económica Argentina agravada por dos
años y medio de recesión se extiende como una gran
mancha contaminando todos los aspectos de la realidad. La más
reciente víctima de la mancha es la discusión vitriólica
que se da en torno de la proyectada reforma del sistema previsional.
La realidad es que el único apoyo que exhibe el Gobierno
para rebajar hacia el futuro los haberes jubilatorios consiste en
afirmar que sin ese recorte de algunos miles de millones, el sistema
se desfinanciará inevitablemente. De paso el Gobierno aprovecha
para plantear su eventual privatización eliminando el esquema
de reparto. En otras palabras admite que la precariedad económica
es y será de magnitud tal que únicamente podrá
haber jubilaciones si se las rebaja. La misma discusión se
planteó en los Estados Unidos al comienzo de la presidencia
de Clinton, cuando al conjuro del enorme déficit público
y el estancamiento económico creció el temor de la
inviabilidad del sistema de seguridad social. El propio Clinton
llegó a prometer que el social welfare ya nunca
sería como lo conocemos hasta ahora. Como era
de prever al amparo del cataclismo tan temido surgieron las voces
respetables de los expertos de siempre que propusieron, exigieron,
terminar con lo que según algunos era una lacra heredada
de la concepción socializante de Roosevelt. Lacra que según
muchos otros había salvado al capitalismo en los Estados
Unidos. Pero entonces sucedió algo imprevisto para los augures:
la economía americana empezó a crecer de manera vertiginosa
e ininterrumpida. Y a la par del desarrollo se extinguieron de inflación
y el desempleo y el crecimiento de la productividad pulverizó
todos los límites. El déficit fiscal se convirtió
simétricamente, y en muy poco tiempo, en un excedente tal
que su utilización se convirtió en el envidiable debate
de la dirigencia nacional. Y así como emergió la discusión
acerca de qué hacer con el superávit se fue esfumando
el espectro de la quiebra del sistema previsional y social tal
como se lo conocía. Y dejó así de ser
tema tanto su anunciada bancarrota como la de su privatización
por la cual pujaban ávidos grupos de interés. Me pregunto
entonces que si en la Argentina se hubiera privilegiado el camino
de la expansión productiva la discusión penosa de
la raquitización del sistema jubilatorio sería necesaria
o ni siquiera se plantearía. Me pregunto si lanzando las
energías de la sociedad frenéticamente hacia el crecimiento
esta discusión propia de la endeblez tendría sentido.
Y si no se ahorrarían en consecuencia los disgustos políticos,
las desazones morales y las inquietudes constitucionales que la
variante reduccionista inevitablemente acarrea. En este tema hoy
tan quemante, como en tantos otros que nos duelen, sería
hora de darle por fin una oportunidad a concepciones creativas y
audaces. Porque está demostrado que seguir con la molicie
del resignado recetario actual, esperando que la fortuna nos ayude
desde afuera, repetirá al infinito encerronas que como la
previsional siempre terminan con una realidad empobrecida. En síntesis:
la amenazada falta de sustentación futura del sistema previsional
y la amputación que se propone como solución, son
descendientes directas de la caída económica argentina
y de ninguna manera, como se nos dice, condición para su
puesta en marcha.
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