Página/12 en Brasil
Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
Después de 27 horas, los últimos rehenes fueron liberados ayer por la tarde en el penal de Carandirú. De ese modo, y con quince víctimas fatales, parecía concluida la mayor rebelión carcelaria jamás registrada en Brasil. De ella tomaron parte unos 15.000 reclusos quienes, en forma perfectamente coordinada el domingo al mediodía, ocuparon 24 presidios de todo el Estado y tomaron unas 10.000 personas entre familiares y carceleros. Muchos de los familiares permanecieron por propia voluntad para actuar como escudos ante un probable asalto de la tropa de choque. El gobierno admitió su �ineficacia� para prever los motines y anunció que comprará equipos para bloquear el uso de teléfonos celulares, ya que al parecer la rebelión se coordinó por teléfono.
La acción dejó 15 presos muertos, según lo informó el secretario de Seguridad paulista Marco Vinicio Petrelluzzi, aunque la cifra puede crecer luego de las requisas previstas para el día de hoy. Esa fue una de las condiciones impuestas por los reclusos temerosos de que una inspección nocturna deje campo libre a la vendetta policial. El funcionario, aun perplejo por la magnitud y la eficacia de la medida, no pudo informar si todas las muertes fueron por ajustes de cuentas entre los reclusos. Se sospecha que la policía también pudo matar en la represión.
Carandirú fue la última de las cárceles desalojadas con la entrada de unos 2000 policías, movilizados en carácter de emergencia. Obligaron a los presos a desnudarse y tenderse en el suelo boca abajo y con las manos en la nuca para identificarlos uno por uno e incautarles las armas retenidas. El gobierno paulista negó con énfasis haber aceptado las exigencias rebeldes que se resumían en la restitución al penal de Carandirú de los líderes Primer Comando de la Capital, organización que detenta, como quedó visto, el control de buena parte del sistema carcelario provincial.
�Aquí todos somos del Primer Comando de la Capital, somos 7000 presos unidos para exigir que nuestros hermanos sean devueltos a (la cárcel) Carandirú�: por celular un vocero del Primer Comando resumía las exigencias de los 15.000 amotinados en 29 unidades de reclusión paulistas. Sus declaraciones fueron emitidas en el programa �Domingo Legal�, el de mayor audiencia nacional, cinco horas después de iniciado el movimiento. Millones de brasileños siguieron boquiabiertos las exigencias de los sublevados mientras en pantalla, y en tiempo real, dos detenidos eran alcanzados por el fuego probablemente policial y caían muertos.
Desde algún pabellón su interlocutor subrayaba el carácter político de la medida. �Que vuelvan nuestros hermanos� insistía. Entre los �hermanos� del entrevistado se cuenta el jefe del Primer Comando, Idemir Ambrosio, �el Sombra�, quien había advertido que si lo trasladaban habría represalia. Lo hizo el viernes y el domingo estallaba la mayor rebelión jamás registrada en Brasil. �Nunca creímos que serían capaces de algo así�, reconoció el secretario da Administración Penitenciaria, Nagashi Furukawa, el domingo cuando el cuadro se había salido de control.
Esa misma noche el penalista Eduardo Greengalhg dudaba de la disciplina de la tropa de choque y temía que pudieran actuar por las suyas. �A la noche todos los gatos son pardos�, dijo. Casi a medianoche, doña Celia, madre de un recluso, decía a Página/12 que no se saldría de la puerta que marca el ingreso a la Casa de Detención, �hasta que no vea a mi hijo vivo�.
El fantasma de la masacre de 1992 retuvo en ese lugar a otras 100 personas, casi todas mujeres. Frente a ellas, un cordón de la caballería policial. Una joven tomaba distancia para hacer una llamada desde su celular, obviamente al penal.
�¿Con quién hablaba? �preguntó este diario
�Con nadie...
�¿Sabe cuánto cuesta hacer entrar un celular?
�Unos 300 reales, dicen.
�¿Y qué otras cosas se pueden hacer entrar?
�Si se tiene algún carcelero, se pasa lo que uno quiera, dinero, drogas, lo que quiera.
ENTREVISTA A UN ESPECIALISTA DEL SISTEMA CARCELARIO
�Sin antecedentes en el mundo�
Por D. P.
Desde San Pablo
Investigador del Núcleo de Estudios de Violencia de la Universidad de San Pablo y especialista en el sistema carcelario, Fernando Salle califica como �inédita y alarmante� la rebelión en cadena declarada el domingo. �Fue un episodio que marcará la historia criminal brasileña�, dijo en diálogo con Página/12 Salle, que definió los hechos como parte de �una acción que va contra el poder político en forma de desobediencia y desafío a la autoridad del Estado. Un movimiento de estas proporciones, con 29 unidades rebelándose casi al mismo tiempo, que involucró a más de 15 mil presos en la más importante provincia del Brasil, yo arriesgaría a decir que no tiene antecedentes en Brasil ni en el mundo.�
�¿Qué caracteriza a esta la criminalidad?
�El escenario criminal brasileño se ha transformado y dado lugar a grupos sofisticados debido a la gran influencia del tráfico de drogas, los asaltos de bancos y el tráfico de armas. Tienen una mayor capacidad de organización, poder económico, capacidad de soborno y armas, que usan para garantizar la suerte de sus capos. Cada mes hay rescates de presos. En estos últimos meses fueron liberados cientos, no decenas, de detenidos de comisarías y presidios. Se ha vuelto algo natural que apenas si se ve en las páginas de información local.
�¿Cómo actuar frente estas organizaciones?
�En primer lugar se necesita un nuevo gerenciamiento carcelario, sin corrupción y con eficiencia. Uno de los mayores problemas es un cierto envolvimiento del personal carcelario que permite la entrada de drogas, armas, celulares.
�¿Es posible desactivar a grupos como el PCC?
�De momento es imposible terminar con la hegemonía de esos grupos. Ahora para acabar con el CPP, en particular, no veo en lo inmediato algo más indicado que el traslado al Anexo de Tabuate. Es un lugar extremo, un presidio donde las condiciones son severísimas, donde los presos quedan 23 horas por día dentro, sin salir. Es cierto que hay una cierta perversidad en esas condiciones, pero es como de momento puede retirarse a los gangsters para que ya no sometan al resto de la masa carcelaria a un tratamiento mucho peor que el impuesto por el Estado. Muchas veces los gangsters obligan a los �naranjas� (�perejiles�) para que asuman crímenes no cometidos.
�¿Cómo obtiene el PCC el respaldo de los presos?
�Es muy delicado cuestionar la autoridad de un gangster del PCC, eso lleva riesgo de muerte o a represalias contra los familiares.
�¿Los 5000 familiares que permanecieron en Carandiru fueron forzados?
�Algunos sí, otros no. Si la orden fue dejar a las mujeres y niños como escudos, nadie desafiaría esa decisión, aunque en esta rebelión también hubo mujeres que permanecieron por propia voluntad, temiendo otra masacre como la del �92.
�¿Que cambió en Carandiru entre el �92 y la rebelión del domingo?
�La superpoblación carcelaria continúa siendo un factor gravísimo, perverso, en un estado que como San Pablo concentra el 40% de los presos brasileños. Hay presidios con condiciones de funcionamiento impecables, con programas de trabajo y reinserción del detenido, pero al mismo tiempo hay presidios que pueden parecer realmente campos de concentración. En Carandiru hay más de 11 mil presos, mientras la ONU recomienda que no superen los 500. Lo que cambió es que después de aquella masacre la sensibilidad de la opinión pública ha madurado mucho y ya no será tan fácil que se desate una accion así. Además el actual poder político no alentará una matanza como la del �92, con 111 muertos.
�Una matanza que continúa impune.
�Completamente impune. En ese aspecto todo sigue igual, porque no hay órganos de investigación y control interno en la policía.
�¿Es posible otra rebelión en cadena?
�El gran trabajo que debe hacer el Estado es desarticular todo este movimiento gangsteril. Mientras eso no ocurra lo más serio es creer que puede volver a suceder. |
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