Por Alejandra Dandan
Desde
Mar del Plata
Cualquier semejanza con fenómenos
de alienación colectiva es, seguramente, una mercenaria patraña
freudiana. La masa se agita, es cierto; y allí Roxana y Claudio,
poco a poco, van desdibujando sus personalidades, sus historias y complejos,
también es cierto. Roxi, Roxi, vení, grita Claudio,
que a fuerza de empujones consiguió alcanzar la valla levantada
entre los que adentro juegan y los que afuera han quedado sometidos al
juego del voyeur. ¡Ahí viene Manuel Wirtz, vení!,
insiste a los gritos Claudio, preocupado porque su chica sólo le
responde: ¿Quién es?. Manuel, Roxi repetirá
vencido, ¿no es el que te gusta? La pareja de jóvenes
amantes son algunos de los cientos que han atravesado miles de pies y
traspiés para llegar hasta Playa Bonita. No sólo buscan
a Wirtz sino la buena fortuna con la que Telefé promociona 1,
2, 3, Out, el programa más concurrido del verano. El show
emitido desde la playa y reproducido en la tele reúne cada día
colas de peregrinos llegados a Mar del Plata exclusivamente para el programa.
Allí, la sola contemplación se premia, al menos, con la
reproducción de uno mismo en una pantalla dedicada a mamá
que nos mira por tevé.
Para llegar, basta la presencia de cualquier taxista atento como la de
este hombre que habla con su pasajero duplicado en el espejo retrovisor:
Aunque le parezca mentira dice, y realmente lo parece
se vienen hasta acá a la noche, sólo para tener acceso a
los juegos. Los juegos a los que se refiere el chofer son los entretenimientos
alentados por Horacio Cabak en el corralito de Playa Bonita montado como
escenario para el programa. Pero el taxista, por no frenar, se perderá
lo mejor del asunto: el viaje a las Cataratas que acaba de ganarse Carla
o ese otro a Bariloche anunciado para Lola que se ha pasado la noche entre
empujones y plegarias para conseguir una de las doscientas localidades
con derecho a participar de la trama.
Lo cierto es que, según algunos, para todos existen premios: eso
le dice la rubia a Carolina, que entre suspiros repite algo sobre este
chico tan simpático no dice lindo que le cae tan bien
a todo el mundo. Por ahí cerca, más atonada, una señora
reduce su presencia a una curiosidad pura, dado que le resultan
interesantes, sobre todo los conductores. Ah dice después,
poneme Chiquita, Chiquita de Luca, de La Plata. Cacho, su marido,
se pregunta, mientras tanto, qué tendrán los de la tele
que hasta sus nietitas, que son chiquitas, no paran de mirarlos.
Los platenses, de todos modos, llevan aquí la carga más
liviana. Están caminando por la rambla, separados de los que, por
falta de lugares, optaron por un apretadísimo avistaje aéreo.
Arrumbados en una hilera que se prolonga a lo largo de dos cuadras ¡de
cada lado!, el resto pasa las dos horas del programa sobre el paredón
costanero, entre cócteles de sol y prendas sudadas. A esta
hora ya no se puede ni pasar, ni mirar, explica Isabel Gutiérrez,
a los codazos con sus chicos, que ya no tiene espacio ni para apretar
la filmadora.
Deben dar número, cuenta alguno mientras abajo, en
el escenario, Cabak anuncia al chico de las bananas y todo se vuelve una
silbatina de aliento para el protagonista del próximo juego. Cabak
presenta a Osvaldo de Ituzaingó a la jugadora que interviene por
teléfono y al azar ha extraído, entre el público,
a su pareja: Romi le dice Cabak, éste es Osvaldo,
el tipo que no rompe las guindas. Va por dos pasajes a Bariloche, Romi,
estás depilada y supongo que tendrás el cavado cero kilómetro.
Alrededor, la procesión se agita, afiebrada, alentando las cinco
patadas seguidas que Osvaldo, de Ituzaingó, deberá darle
a una pelota. Cuando el jugador dispara el cuarto tiro sin caerse, la
multitud se detiene. Osvaldo pega el quinto y Cabak, eufórico,
le grita a Romi, Romi que se le dio, que te vas a Bariloche, bomboncito.
Pasado el final de prenda, Miriam de Quilmes vuelve a calmarse. Después
de todo, es una de las más veteranas. Su segunda temporada en Mar
delPlata coincide ahora con la reedición exitosísima del
programa. Eso está diciendo cuando, de pronto, los nenes interrumpen
todo. Acaban de verlo al galán, cada vez más cerca de este
lado. Todos creen que, esta vez, Horacito traspasará el vallado.
Miriam le dice que lo ama. Pero después, cuando él ni siquiera
ha doblado la cara, agrega que si tiene que darle bola a todas las
que lo buscan, no puede.
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