Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


Sudar para aparecer en la tele,
una forma de pasar las vacaciones

Un programa de TV se convirtió en un raro fenómeno de la costa: hay gente que pasa la noche en vela sólo para estar allí.

La desesperación por ser elegido y aparecer en la tele.
Hay gente que viaja especialmente para estar allí.

Por Alejandra Dandan
Desde Mar del Plata

Cualquier semejanza con fenómenos de alienación colectiva es, seguramente, una mercenaria patraña freudiana. La masa se agita, es cierto; y allí Roxana y Claudio, poco a poco, van desdibujando sus personalidades, sus historias y complejos, también es cierto. “Roxi, Roxi, vení”, grita Claudio, que a fuerza de empujones consiguió alcanzar la valla levantada entre los que adentro juegan y los que afuera han quedado sometidos al juego del voyeur. “¡Ahí viene Manuel Wirtz, vení!”, insiste a los gritos Claudio, preocupado porque su chica sólo le responde: “¿Quién es?”. “Manuel, Roxi –repetirá vencido–, ¿no es el que te gusta?” La pareja de jóvenes amantes son algunos de los cientos que han atravesado miles de pies y traspiés para llegar hasta Playa Bonita. No sólo buscan a Wirtz sino la buena fortuna con la que Telefé promociona “1, 2, 3, Out”, el programa más concurrido del verano. El show emitido desde la playa y reproducido en la tele reúne cada día colas de peregrinos llegados a Mar del Plata exclusivamente para el programa. Allí, la sola contemplación se premia, al menos, con la reproducción de uno mismo en una pantalla dedicada a mamá que nos mira por tevé.
Para llegar, basta la presencia de cualquier taxista atento como la de este hombre que habla con su pasajero duplicado en el espejo retrovisor: “Aunque le parezca mentira –dice, y realmente lo parece– se vienen hasta acá a la noche, sólo para tener acceso a los juegos.” Los juegos a los que se refiere el chofer son los entretenimientos alentados por Horacio Cabak en el corralito de Playa Bonita montado como escenario para el programa. Pero el taxista, por no frenar, se perderá lo mejor del asunto: el viaje a las Cataratas que acaba de ganarse Carla o ese otro a Bariloche anunciado para Lola que se ha pasado la noche entre empujones y plegarias para conseguir una de las doscientas localidades con derecho a participar de la trama.
Lo cierto es que, según algunos, para todos existen premios: eso le dice la rubia a Carolina, que entre suspiros repite algo sobre “este chico tan simpático –no dice lindo– que le cae tan bien a todo el mundo.” Por ahí cerca, más atonada, una señora reduce su presencia a una “curiosidad pura”, dado que le resultan interesantes, sobre todo los conductores. “Ah –dice después–, poneme Chiquita, Chiquita de Luca, de La Plata.” Cacho, su marido, se pregunta, mientras tanto, qué tendrán los de la tele que hasta sus nietitas, que son chiquitas, no paran de mirarlos.
Los platenses, de todos modos, llevan aquí la carga más liviana. Están caminando por la rambla, separados de los que, por falta de lugares, optaron por un apretadísimo avistaje aéreo. Arrumbados en una hilera que se prolonga a lo largo de dos cuadras –¡de cada lado!–, el resto pasa las dos horas del programa sobre el paredón costanero, entre cócteles de sol y prendas sudadas. “A esta hora ya no se puede ni pasar, ni mirar”, explica Isabel Gutiérrez, a los codazos con sus chicos, que ya no tiene espacio ni para apretar la filmadora.
“Deben dar número”, cuenta alguno mientras abajo, en el escenario, Cabak anuncia al chico de las bananas y todo se vuelve una silbatina de aliento para el protagonista del próximo juego. Cabak presenta a Osvaldo de Ituzaingó a la jugadora que interviene por teléfono y al azar ha extraído, entre el público, a su pareja: “Romi –le dice Cabak–, éste es Osvaldo, el tipo que no rompe las guindas. Va por dos pasajes a Bariloche, Romi, estás depilada y supongo que tendrás el cavado cero kilómetro”.
Alrededor, la procesión se agita, afiebrada, alentando las cinco patadas seguidas que Osvaldo, de Ituzaingó, deberá darle a una pelota. Cuando el jugador dispara el cuarto tiro sin caerse, la multitud se detiene. Osvaldo pega el quinto y Cabak, eufórico, le grita a Romi, Romi que se le dio, que “te vas a Bariloche, bomboncito”.
Pasado el final de prenda, Miriam de Quilmes vuelve a calmarse. Después de todo, es una de las más veteranas. Su segunda temporada en Mar delPlata coincide ahora con la reedición exitosísima del programa. Eso está diciendo cuando, de pronto, los nenes interrumpen todo. Acaban de verlo al galán, cada vez más cerca de este lado. Todos creen que, esta vez, Horacito traspasará el vallado. Miriam le dice que lo ama. Pero después, cuando él ni siquiera ha doblado la cara, agrega que “si tiene que darle bola a todas las que lo buscan, no puede”.

 

PRINCIPAL