Por Gabriel A. Uriarte
El secretario general de la
OTAN, George Robertson, enfatizó ayer, al concluir su visita a
Moscú, que el mundo no se dirigía a un retorno a la Guerra
Fría. Y en cierto sentido tenía razón. Es que en
muy pocas ocasiones durante esa confrontación se presenció
una cooperación tan estrecha entre China y Rusia como la que se
estaba forjando ayer en la capital rusa. En los mismos momentos en que
Robertson se despedía de sus anfitriones, asegurando que las amenazas
verdaderas eran el terrorismo y los Estados débiles,
el presidente ruso Vladimir Putin se reunía con un enviado militar
chino para firmar un protocolo de cooperación militar dirigido
hacia un peligro muy distinto. Y por si éste no resultaba lo suficientemente
claro, el ministro de Defensa, Igor Sergueyev, subrayó que nuestras
posiciones hacia la ampliación de la OTAN a los países del
este y el desarrollo del NMD norteamericano son muy similares.
Podría argumentarse que esta asociación estratégica
entre Moscú y Pekín era geopolíticamente inevitable
luego de que Estados Unidos surgiera como la única superpotencia
mundial tras la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, los
últimos años del gobierno de Bill Clinton y el primer mes
del de George W. Bush vieron una serie de acciones que virtualmente garantizaban
ese resultado. De su lado, Clinton puede enorgullecerse de: a) Intervenir
en apoyo al separatismo albanés en Kosovo, creando un precedente
siniestro para China (con Tibet) y Rusia (con las repúblicas caucásicas),
b) destruir durante los bombardeos a Yugoslavia la embajada china en Belgrado,
matando a varios diplomáticos chinos, y c) iniciar tentativamente
un proyecto de defensa antimisiles (NMD) que amenazaba con limitar el
valor disuasorio de la fuerza nuclear rusa y neutralizar por completo
al mucho más pequeño arsenal chino. Pero puede decirse que
Bush logró mucho más en menos tiempo, si contamos: a) la
declaración explícita de que China no es un socio
estratégico, b) la determinación de impulsar unilateralmente
un NMD mucho más ambicioso que el clintoniano, c) las declaraciones
de que Rusia era el enemigo de Occidente y uno de los
motivos por los que estamos desarrollando el NMD, y d) ordenar como
primer acto en política exterior el bombardeo contra Bagdad, cuyo
gobierno tiene el respaldo de China y Rusia en el Consejo de Seguridad
de la ONU.
Estados Unidos no puede sorprenderse entonces frente el emergente eje
PekínMoscú. Es cierto que la cumbre de ayer no fue
el primer acercamiento que realizaron contra Estados Unidos. Pero los
anteriores se agotaban en declaraciones conjuntas a favor del multilateralismo
contra el mundo unipolar, mientras que los documentos que
se están elaborando ahora son mucho más precisos. Además
del apoyo mutuo contra el NMD de Bush, ayer ambos países se dieron
compromisos explícitos acerca de sus puntos de conflicto bilaterales
con Estados Unidos. El presidente Vladimir Putin, por ejemplo, no habló
del imperativo de respetar la soberanía territorial
sino que afirmó directamente que apoyaba la posición china
hacia Kosovo. El general Zhang Wannian, por su parte, se pronunció
en contra de la ampliación de la OTAN hacia el este, en lugar de
aludir vagamente a preservar la estabilidad en Europa. Todo
esto quedaría prolijamente escrito en un acuerdo militar y de seguridad
que probablemente se firmará durante la próxima visita del
presidente chino Jiang Zemin a Moscú. Sergueyev resaltó
el cambio que se había producido en el panorama internacional al
explicar que la asociación con China partía de la
cercanía territorial y la confianza, precisamente los factores
que enemistaron a ambas naciones durante la Guerra Fría.
En el corto plazo, el detonante del primer choque en este nuevo escenario
internacional probablemente será Irak. El martes, el diario New
York Times, citando fuentes del Pentágono, afirmó que los
chinos habían suministrado el sofisticado equipo de fibra óptica
que (al mejorar la eficacia del sistema de defensa aéreo) fue la
justificación oficial para el bombardeo norteamericano contra Bagdad.
Ayer, la asesora de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, confirmó
que la Casa Blanca estaba preocupadasobre algo que podría
denunciarse como una violación al régimen de sanciones de
la ONU. Pero, con la excepción de Gran Bretaña, Washington
no puede estar seguro del apoyo de sus aliados europeos si se lanza a
esa batalla.
EL
HALCON SHARON OFRECIO EL MINISTERIO A PERES
Ehud se fue; ahora viene Shimon
Ehud Barak ha dado un
regalo de partida a Shimon Peres, aseguraba ayer la prensa israelí
mientras se despedía con insultos de Barak, recalcando que ni
siquiera ha sabido decir adiós de una manera elegante. Cuando
apenas se cumplen veinticuatro horas de la inesperada decisión
de Ehud Barak de apartarse por un tiempo de la vida política renunciando
a todos sus cargos con excepción de su militancia dentro
del laborismo, se ha desencadenado una frenética carrera
por apropiarse de sus despojos políticos. Y el primer ministro
electo Ariel Sharon, del partido derechista Likud, ofreció el cargo
de ministro de Defensa en el gobierno de unidad nacional que quiere formar
a Shimon Peres.
La dimisión del primer ministro israelí Ehud Barak de todos
sus cargos políticos, anunciada en una carta el martes a última
hora de la noche, coloca a Simon Peres en un lugar privilegiado en la
carrera por su sucesión. Peres no dijo si aceptará o no
el ofrecimiento de Sharon, pero ya había aceptado la cartera de
Relaciones Exteriores. El actual ministro de Cooperación Regional
es el candidato favorito de algunos sectores del laborismo para hacerse
cargo interinamente de la dirección del partido. A los 77 años
de edad, Peres espera aún su gran oportunidad con la
que desquitarse de la marginación sufrida durante los últimos
19 meses, durante los cuales ha permanecido confinado en un cargo puramente
simbólico.
Durante 16 años 1949 a 1965, Peres detentó cargos
importantes en el Ministerio de Defensa, lo que le permitió en
1974 ser nombrado responsable de este departamento, durante el primer
gobierno de Yitzhak Rabin, desde donde impulsó la renovación
del ejército y apadrinó la entrada de Israel en el campo
de la energía nuclear. Pero además Peres ostenta otro crédito:
haber participado ya con anterioridad en un gobierno de Unidad Nacional,
en 1984 con Yitzhak Shamir.
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