Lo sucedido ayer en Colombia no parecía distinguirse mucho de la
rutina cotidiana de su guerra civil. Pero si lo tomaba en conjunto, podría
encerrar las claves del curso futuro de esa guerra. Todo comenzó
con un ataque contra una academia militar en Bogotá con garrafas
de gas llenas de explosivos, que dejaron 20 heridos y grandes destrozos.
Las autoridades militares culparon a las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC), quienes habrían renegado así de su promesa
de suspender el uso de ese tipo de armas. Los habitantes de clase media
cerca del cuartel culparon amargamente al presidente Andrés Pastrana
y al mando de las FARC, y dijeron que la comunidad debía unirse
para mantener fuera a la guerrilla. Esto ilustraba los factores detrás
de la creciente simpatía hacia las ya formadas Autodefensas Unidas
de Colombia (AUC), que en esos mismos momentos combatían contra
las FARC en el noroeste, en una batalla que dejó al menos 30 muertos.
Reflejando el creciente peso de los paramilitares, ayer el Departamento
de Estado norteamericano consideró que el gobierno debería
incluirlos en el proceso de paz.
Esta última movida de Washington coincidía con renovados
intentos de regionalizar el Plan Colombia antidrogas. Ayer
una comisión de senadores norteamericanos (los republicanos John
McCain, Fred Thompson y Chuck Hagel y el demócrata Christopher
Dodd) visitó la capital ecuatoriana de Quito para impulsar el llamado
Plan América. Que hayan elegido Ecuador como primer destino no
era casual. Ese país se enfrenta a un derrame real de la guerra
colombiana, con combates en la frontera que ya causaron más de
20 muertos y casi medio millar de desplazados. Además, el gobierno
de Gustavo Noboa accedió a renovarle a Washington la concesión
de la base aérea de Manta para los vuelos antidrogas de la DEA.
Durante la conferencia de prensa, Dodd aseguró a sus oyentes ecuatorianos
que el narcotráfico es un problema trasnacional, en
tanto que McCain enfatizaba que buscamos una cooperación
más fuerte en América del Sur contra el narcotráfico.
El Plan América habría sido uno de los principales temas
de la cumbre el viernes entre George W. Bush y el presidente mexicano
Vicente Fox.
Esta ampliación del Plan Colombia era previsible y en realidad
ya estaba en marcha desde la administración Clinton. La verdadera
novedad en la política de Washington hacia la guerra colombiana
se puede ver en su actitud hacia el factor paramilitar dentro de ella.
Ayer El Nuevo Herald de Miami publicó una larga entrevista con
el subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Peter Romero,
quien afirmó sin rodeos que tarde o temprano (el presidente
colombiano) Pastrana tendrá que hablar con los paramilitares: no
veo otra forma de que el proceso de paz tenga éxito si no.
Esa es una reivindicación que hacen los mismos paramilitares, pero
hasta ahora Pastrana rechazó negociar con lo que denominaba no
eran más que criminales comunes. Interrogado sobre
esta objeción, Romero consideró que las FARC también
son narcotraficantes y criminales, pero hay que negociar con ellos porque
tienen las armas. Esta posición, que complica mucho a Pastrana,
refleja y potencia una tendencia que ya se está dando en Colombia:
el desgaste de las FARC en la opinión pública y el alza
proporcional de la simpatía hacia los paramilitares.
Un ejemplo concreto de por qué esto está sucediendo pudo
verse ayer con el ataque a la Academia Militar de Cadetes José
María Córdoba, que se encuentra en un suburbio residencial
al norte de Bogotá. Dos camiones dispararon seis garrafas llenas
de explosivos y metralla contra el perímetro de la academia. Como
pueden atestiguar cientos de edificios destruidos en estos ataques en
los últimos años, los proyectiles son muy imprecisos y los
de ayer no fueron una excepción. Solamente un muro de la institución
militar fue alcanzada y los daños se limitaron primordialmente
a las residencias vecinas. Eso se reflejó en la cifra de víctimas:
20 heridos civiles, ningún militar.
Y esta frustración de la población urbana de clase media
con la revolución que le llevan las guerrillas rurales está
encontrando salida en los grupos paramilitares. Los combates ayer del
noroeste, por ejemplo, se efectuaron en una zona (El Nudo del Paramillo)
que había sido un bastión de las FARC hasta que en 1998
fueron prácticamente expulsados por las AUC de Carlos Castaño,
quien ahora tiene allí su cuartel general. Esta efectividad, a
pesar de que se consigue a costa de masacres indiscriminadas de la población
civil, es el motivo por el cual cada vez más colombianos parecen
ver en las AUC un ejército para tiempos difíciles.
EL
ESCANDALO RICH REFUERZA LA POSICION DE BUSH
Clinton nunca termina de irse
Por Javier Valenzuela
*
Desde
Washington
Bill Clinton abusó de
su poder y deshonró la Casa Blanca al indultar en los últimos
momentos de su mandato al multimillonario fugitivo Marc Rich, según
su correligionario demócrata Jimmy Carter. Al ex presidente no
le cabe ninguna duda de que Rich, a través de donativos a las arcas
electorales del Partido Demócrata y la biblioteca que está
construyendo Clinton, compró el controvertido perdón. Esa
es la sospecha generalizada que ha provocado la apertura de tres investigaciones
sobre el nuevo escándalo protagonizado por el político de
Arkansas: dos en el Congreso de EE.UU. y otra a cargo de la fiscalía
de Nueva York.
Desde el actual presidente republicano George W. Bush a la senadora demócrata
californiana Dianne Feinstein, pasando por los editorialistas de The New
York Times, las críticas a Clinton por el indulto a Rich llueven
a raudales. Pero la de Carter es particularmente severa, tanto por el
gran prestigio ético del ex presidente demócrata como por
la dureza de su tono. Creo que Clinton cometió uno de sus
errores más graves en los perdones que concedió en sus últimas
horas en el cargo dijo Carter en una conferencia en la Universidad
del estado de Georgia. Algunos de ellos añadió
son claramente cuestionables, incluidos los 40 que no habían sido
recomendados por el Departamento de Justicia.
Carter fue al grano y aludió directamente al indulto concedido
a Rich: No creo que haya la menor duda de que uno de los factores
de ese perdón fueron los regalos generosos. En mi opinión,
eso es vergonzoso.
Carter recordó que él no indultó a nadie en las últimas
semanas de su mandato, precisamente para evitar este tipo de polémicas.
Y añadió que en los perdones que concedió en los
tres primeros años de su presidencia siempre tuvo en cuenta la
opinión del Departamento de Justicia. Yo nunca indulté
a nadie que no hubiera recibido una luz verde de Justicia, como fruto
de una larga investigación, dijo. En el caso de Rich, Clinton
se saltó ese procedimiento y sólo informó a Justicia
en la madrugada del día 20, horas antes de firmar el indulto y
cederle la Casa Blanca a Bush.
Rich, a través de su ex esposa Denise, dio al Partido Demócrata
más de 1 millón de dólares, otros 450.000 dólares
a la biblioteca de Clinton y regalos personales al presidente. Las supuestas
explicaciones al perdón de Rich dadas por Clinton en un artículo
en The New York Times sólo han servido para acentuar las críticas
al ex presidente, según señala ese mismo diario. Clinton
citó motivos legales e internacionales para el indulto,
pero su propio jefe de Gabinete en la Casa Blanca, John Podesta, informó
en NBC que él y los abogados presidenciales, Beth Nolan y Bruce
Lindsey, se opusieron a esa medida hasta el último minuto.
El caso Rich es música para los oídos de Bush,
que ha superado el primer mes de su presidencia sin grandes polémicas
y con el beneplácito de los medios de comunicación y el
Congreso. En cambio, ha abierto un grave vacío de liderazgo en
el Partido Demócrata.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
|