Hace un mes, pocos lo habrían notado. Ahora, sólo pudo ser
visto como una nueva escalada en una nueva Guerra Fría. Aviones
norteamericanos bombardearon ayer posiciones antiaéreas en el norte
de Irak, su segundo ataque desde que el viernes pasado incursionaran en
Bagdad junto con aviones británicos. Según la versión
del Pentágono, habría sido una réplica a disparos
efectuados por los iraquíes, un incidente común desde fines
de 1998. Ese argumento no impidió que el gobierno ruso lanzara
una feroz condena contra un nuevo desafío de Washington a
la comunidad internacional. Londres se ocupó de recalcar
que no había participado del ataque. Mientras tanto, George W.
Bush aseguraba ayer que el régimen de sanciones económicas
contra Irak era como un queso suizo y debía ser reforzado
para que Saddam Hussein sea un vecino pacífico. En
esta primera conferencia de prensa de su mandato, el presidente advirtió
además que la supuesta ayuda china para las defensas aéreas
iraquíes pone en peligro a nuestros pilotos y recibirá
una respuesta apropiada.
Bush no mencionó el ataque que se producía en esos mismos
momentos en Irak, lo que arrojaba dudas acerca de cuán planeado
de antemano era el segundo golpe contra Saddam Hussein. El comunicado
oficial del Comando Europeo norteamericano hizo hincapié en que
fue una respuesta contra disparos iraquíes. El choque se produjo
sobre Mosul, en la zona de exclusión aérea que
cubre el norte de Irak. Los aviones norteamericanos habrían recibido
fuego desde una posición en las afueras de la ciudad, y respondieron
a estos ataques disparando sobre el sistema de defensa aérea iraquí.
Es cierto que el ataque del viernes contra Bagdad tuvo, al principio,
una explicación bastante similar desde algunos funcionarios norteamericanos,
quienes lo describieron como de rutina. Sin embargo, ayer
el mismo gobierno iraquí que el viernes no perdió
tiempo en denunciar las bajas civiles causadas por el ataque negó
que se hubieran atacado objetivos en su territorio. No se ha registrado
ningún ataque contra el norte de Irak, informó su
Ejército del Aire.
Que la noticia del ataque fuera prácticamente simultánea
con la conferencia de prensa de Bush pudo ser entonces una casualidad,
pero en Moscú nadie lo creía. Después de todo, el
mismo presidente norteamericano se había ufanado de que el bombardeo
del viernes había enviado una clara señal a Bagdad.
Confrontado con lo que parecía ser una segunda señal de
esa naturaleza, el gobierno de Vladimir Putin no tuvo dudas. La
nueva administración de la Casa Blanca quiere demostrar que seguirá
actuando desde una posición de fuerza, ignorando los principios
de la ONU, disparó el encargado de relaciones exteriores
del Ministerio de Defensa, Leonid Ivashov. Durante una vitriólica
conferencia de prensa, el funcionario afirmó impacientemente que
no hubo razones militares para el ataque: es un golpe no sólo
contra Bagdad sino contra los principios internacionales y el prestigio
de la ONU y su Consejo de Seguridad. Concluyó amenazando
que si Washington sigue actuando de la misma manera en el futuro
y está demostrando que lo hará ningún
Estado podrá sentirse seguro... la comunidad internacional debe
presentar una resistencia concertada.
Todo esto nulificó lo que al principio del día parecía
una serie de gestos conciliadores hacia Estados Unidos. El canciller Igor
Ivanov (quien se reunirá mañana con su colega norteamericano
Colin Powell en el Cairo) había manifestado su disposición
a buscar juntos vías para neutralizar las amenazas internacionales,
y el secretario del Consejo de Seguridad del Kremlin admitió que
la amenaza de armas de destrucción masiva existe, incluso
para Rusia. Pero lo sucedido ayer hace quimérica la aspiración
que manifestó ayer Bush de convencer a Rusia, mediante un
diálogo sincero, a reconocer estas nuevas amenazas.
En todo caso, en las próximas semanas la verdadera batalla no se
librará en los cielos iraquíes sino en el Consejo de Seguridad
de la ONU. El éxito se medirá en cómo serán
las modificaciones en las sanciones económicas contra Irak. Todos
concuerdan que éstas son necesarias, pero por diferentes motivos.
El gobierno británico intenta encontrar una vía mediaentre
Washington y sus críticos al impulsar una política de sanciones
selectivas, que impedirían la importación de tecnología
militar sin poner obstáculos a la compra de alimentos y medicinas.
Nadie parece estar muy a favor de esta salida consensuada, sin embargo.
Es improbable que la Casa Blanca apoye cualquier medida que pueda beneficiar
de alguna forma al régimen de Saddam Hussein, mientras que los
otros miembros del Consejo de Seguridad buscan que la eliminación
total de las sanciones. El canciller francés Hubert Vedrine subrayó
ayer que debemos abandonar el concepto de sanciones y sustituirlo
por el de vigilancia internacional. Y las no tan inteligentes bombas
de Washington sólo están reforzando este aislamiento.
LAS
"BOMBAS INTELIGENTES" NO DIERON EN SUS BLANCOS
La coalición no logra pegar una
Por Michael Ellison
*
Desde
Nueva York
Menos de la mitad de los misiles
disparados la semana pasada por Estados Unidos y Gran Bretaña contra
instalaciones de radar en los alrededores de Bagdad alcanzaron sus blancos,
según reveló el Pentágono ayer. El Departamento de
Defensa norteamericano indicó que los programas de computación
utilizados en el sistema de guiado de misiles eran una de las posibles
causas que se estaban considerando para explicar esta tasa de errores,
en que algunas bombas llegaron a caer a 50 metros de sus blancos. Tenemos
daños detectables en 38 a 40 por ciento de los radares y todavía
nos están llegando algunos datos, dijo un funcionario del
Pentágono, que calificó los resultados como mediocres, en
el peor de los casos.
Anteriormente, un funcionario del Pentágono había declarado
que el ataque de la semana pasada contra cinco centros de radar y comunicaciones
que Irak ahora dice que mataron a tres personas e hirieron a 25
había logrado su objetivo de desactivar y degradar las defensas
aéreas iraquíes, pero dijo que no daría más
información por temor a estar ayudando a Bagdad a prepararse contra
futuras operaciones. Los 24 aviones norteamericanos y británicos
fueron emplazados en la zona debido a informaciones de inteligencia en
el sentido de que Irak estaba integrando sus defensas antiaéreas
con redes de fibra óptica que le daban más chances de derribar
aviación aliada. Estados Unidos afirma que los chinos están
detrás de estos trabajos, lo que es desmentido por Bagdad.
Tenemos algunas preocupaciones por el desempeño de alrededor
de la mitad de las armas, por lo que parece ser una equivocación
consistente desde el punto de vista de los blancos dijo un funcionario
norteamericano del ataque de la semana pasada a los centros de radar.
Esto implica un motivo común, sea meteorológico, como el
viento, sea el programa de computación o de guiado. De 22
unidades de radar, sólo ocho ataques certeros se habían
confirmado; otras ocho no mostraban daños evidentes, y no existía
suficiente información para tener certeza sobre lo ocurrido con
las seis restantes. El funcionario trató de pasar por alto la vergüenza
por los blancos no alcanzados afirmando que se había registrado
mucho más éxito en relación a los nódulos
que vinculan estas unidades con los centros de comando que controlan el
sistema antiaéreo en el sur de Irak.
Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, que inicia una visita
a Medio Oriente este fin de semana, tiene dos opciones para manejarse
frente a Irak: sanciones, o acciones militares. La contención
(del régimen) ha sido una política exitosa, y creo que debemos
asegurar que siga adelante hasta que Saddam Hussein cumpla con los acuerdos
que aprobó al final de la Guerra del Golfo, dice Powell.
Pero seis años atrás, en su autobiografía, el secretario
de Estado decía que las sanciones funcionan en su nivel óptimo
contra los líderes cuya prioridad son los intereses de sus países
y su pueblo. Y calificaba al iraquí en una categoría
diferente, la de aquellos absorbidos por sus propios intereses.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
�Esta
política favorece a los más radicalizados�
Por
Marcelo Justo
Desde Londres
Yasid Said, investigador
senior en Medio Oriente del prestigioso International Institute
for Strategic Studies de Londres, dialogó con Página/12
sobre el nuevo ataque aéreo contra Irak y su impacto en la región.
¿Por qué un nuevo ataque?
Es una clara señal tanto a los aliados como a Irak. Después
de una semana de condena casi unánime, Estados Unidos y quien actúa
como socio menor, Gran Bretaña, demostraron que su política
hacia el régimen de Saddam Hussein no ha variado. Si nada hubiera
pasado, el gobierno iraquí podría haber asumido que la presión
de China, Francia, Rusia y de países de Medio Oriente había
ablandado a Estados Unidos y Gran Bretaña.
¿Se acaban acá los ataques o puede haber más?
El problema es ver cuál es el objetivo a largo plazo de
estos ataques. Por un lado puede ser un modo de contrarrestar toda la
presión que hay para que Estados Unidos y Gran Bretaña cambien
la política actual que se basa en las sanciones económicas
y las zonas de exclusión aérea. Pero por otro, podría
ser una manera de preparar el terreno para efectivamente cambiar de política,
advirtiéndole antes a Irak que si saca los pies del plato, Estados
Unidos y Gran Bretaña no dudarán en responder con toda la
fuerza necesaria.
¿La presión es sólo externa o ocurre también
en el interior de los dos gobiernos?
En Estados Unidos parecería haber una clara unidad respecto
a estas acciones militares. En Gran Bretaña hay críticas
internas desde el mismo laborismo, pero por el momento el Foreign Office
se ha mostrado muy firme al respecto. De modo que no creo que haya una
gran presión interna sobre ambos gobiernos.
A pesar de esta determinación usted no descarta un cambio
en la política hacia el régimen de Saddam.
No, no la descarto. El principal tema es el de las sanciones contra
Irak. El objetivo de las sanciones era impedir que Saddam Hussein pudiese
fabricar armas de destrucción masiva y, de paso, erosionar al régimen
y provocar su caída. En ambos sentidos esta política fracasó.
No sólo eso. Uno podría incluso decir que las sanciones
han fortalecido al gobierno de Saddam Hussein, al favorecer la adopción
de una economía fuertemente centralizada y servirle en bandeja
la carta patriótica. En definitiva, el único que ha sido
verdaderamente golpeado por las sanciones es el pueblo iraquí.
El cambio que muchos favorecen desde hace tiempo es el de pasar de este
régimen indiscriminado a sanciones específicas, que impacten
al gobierno y no a la gente. Hace cinco o seis años, este tipo
de sanciones era posible. Hoy no lo sé.
En cuanto a la zona de exclusión aérea al norte y
sur del país, ¿cree que la política ha sido útil
para proteger a las minorías kurdas y chiítas de la persecución
y el aniquilamiento?
El hecho de que hasta hace poco los iraquíes no habían
volado en esa zona muestra que la política funcionó. Sobre
todo en el norte. En el sur nunca tuvo mucho impacto. Pero la zona de
exclusión también se planteaba debilitar al régimen.
Obviamente no fue efectiva.
¿Cuál es el impacto de este agravamiento de la tensión
con Irak en la explosiva situación de Medio Oriente?
Complica una situación que ya es muy delicada. A nivel de
la población favorece a los elementos más radicales del
espectro político. En caso de que desemboque en un cambio que permita
una reincorporación más plena de Irak a la vida política
de la región, implicaría que cada país tendrá
queplantearse una política exterior propia, es decir no mediada
por las sanciones de las Naciones Unidas, como ha sido hasta ahora. Esto
replantearía ese complejo mosaico de alianzas que es el Medio Oriente.
Por darle un ejemplo, Siria por un lado ganaría en relación
a Israel con el creciente peso de Irak de su lado, pero por el otro, podría
sentirse amenazado por su propia historia de rivalidad y tensión
con el régimen de Saddam Hussein.
OPINION
Por Claudio Uriarte
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El hijo de su padre
Una política fracasada para derrocar a Saddam Hussein llevó
a un régimen de sanciones internacionales y a la instalación
de dos zonas de exclusión aérea, que cuando también
fracasaron llevaron a una política de bombardeos punitivos
contra Irak, que también fracasó. Entonces, hace hoy
una semana, y a menos de 30 días de asumir la presidencia
norteamericana, George W. Bush se dio al insólito ejercicio
de tratar de remedar la guerra que su padre había ganado
hace 10 años, por el medio de ordenar el primer bombardeo
a Bagdad en dos años. El resultado, como se sabe, fue un
nuevo fracaso, en la medida que el ataque mostró que Washington,
con la solitaria excepción de su incondicional partner británico,
había quedado aislado: Rusia y Francia encabezaron el coro
de reacciones internacionales contra esta temprana demostración
de fuerza unipolar; Turquía, aliado clave de Washington en
la zona y miembro de la OTAN, protestó por no haber sido
avisada, y hasta la nueva Israel del halcón Ariel Sharon
se limitó a expresar una tibia comprensión.
Hay que entender que las condiciones que posibilitaron el triunfo
de Bush padre en la Guerra del Golfo hace 10 años han cambiado
y que ahora Saddam Hussein está ganando una nueva Guerra
del Golfo, que ya no consiste en invadir Kuwait sino simplemente
en recuperar el control de su territorio y espacio aéreo
y sus relaciones comerciales con el mundo. Ayer, sin embargo, la
administración unilateralista de Bush Jr. volvió a
atacar, y en condiciones internacionales que sus propias iniciativas
han enrarecido considerablemente. El problema más sólido
es la intransigencia con que Donald Rumsfeld, el duro jefe del Pentágono
de la administración, está empujando un escudo de
defensa antimisiles (NMD en inglés) que él dice que
es contra los llamados Estados paria como Corea del
Norte, Libia, Irán y claro Irak, pero por el
cual Rusia y China que esta semana protagonizaron una cumbre
militar como hace mucho no se veía tienen plenas razones
para sentirse amenazadas. Condoleeza Rice, la asesora de Seguridad
Nacional de Bush, enturbió todo al calificar públicamente
a Rusia de enemiga y a China de no aliada,
y en su primera conferencia de prensa ayer el presidente, al advertir
a Pekín contra el suministro de fibra óptica avanzada
a Irak, usó un lenguaje reminiscente de los peores momentos
de la primera Guerra Fría, en los años 50.
Bush está revirtiendo el logro de su padre en la Guerra del
Golfo: la gran coalición internacional es ahora contra él.
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