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SEGUNDO BOMBARDEO NORTEAMERICANO CONTRA IRAK EN SEIS DIAS
Cuando Jr. calienta su Guerra Fría

El repudio de casi todo el mundo a los ataques del viernes contra Bagdad no detuvo ayer al presidente norteamericano de lanzar otra andanada de bombas al norte del paralelo 38 en Irak. Rusia acusó a Estados Unidos de actuar desde posiciones de fuerza.

Hace un mes, pocos lo habrían notado. Ahora, sólo pudo ser visto como una nueva escalada en una nueva Guerra Fría. Aviones norteamericanos bombardearon ayer posiciones antiaéreas en el norte de Irak, su segundo ataque desde que el viernes pasado incursionaran en Bagdad junto con aviones británicos. Según la versión del Pentágono, habría sido una réplica a disparos efectuados por los iraquíes, un incidente común desde fines de 1998. Ese argumento no impidió que el gobierno ruso lanzara una feroz condena contra “un nuevo desafío de Washington a la comunidad internacional”. Londres se ocupó de recalcar que no había participado del ataque. Mientras tanto, George W. Bush aseguraba ayer que el régimen de sanciones económicas contra Irak era como “un queso suizo” y debía ser reforzado para que “Saddam Hussein sea un vecino pacífico”. En esta primera conferencia de prensa de su mandato, el presidente advirtió además que la supuesta ayuda china para las defensas aéreas iraquíes “pone en peligro a nuestros pilotos” y recibirá “una respuesta apropiada”.
Bush no mencionó el ataque que se producía en esos mismos momentos en Irak, lo que arrojaba dudas acerca de cuán planeado de antemano era el segundo golpe contra Saddam Hussein. El comunicado oficial del Comando Europeo norteamericano hizo hincapié en que fue una respuesta contra disparos iraquíes. El choque se produjo sobre Mosul, en la “zona de exclusión aérea” que cubre el norte de Irak. Los aviones norteamericanos habrían recibido fuego desde una posición en las afueras de la ciudad, y “respondieron a estos ataques disparando sobre el sistema de defensa aérea iraquí”. Es cierto que el ataque del viernes contra Bagdad tuvo, al principio, una explicación bastante similar desde algunos funcionarios norteamericanos, quienes lo describieron como “de rutina”. Sin embargo, ayer el mismo gobierno iraquí –que el viernes no perdió tiempo en denunciar las bajas civiles causadas por el ataque– negó que se hubieran atacado objetivos en su territorio. “No se ha registrado ningún ataque contra el norte de Irak”, informó su Ejército del Aire.
Que la noticia del ataque fuera prácticamente simultánea con la conferencia de prensa de Bush pudo ser entonces una casualidad, pero en Moscú nadie lo creía. Después de todo, el mismo presidente norteamericano se había ufanado de que el bombardeo del viernes había enviado “una clara señal a Bagdad”. Confrontado con lo que parecía ser una segunda señal de esa naturaleza, el gobierno de Vladimir Putin no tuvo dudas. “La nueva administración de la Casa Blanca quiere demostrar que seguirá actuando desde una posición de fuerza, ignorando los principios de la ONU”, disparó el encargado de relaciones exteriores del Ministerio de Defensa, Leonid Ivashov. Durante una vitriólica conferencia de prensa, el funcionario afirmó impacientemente que “no hubo razones militares para el ataque: es un golpe no sólo contra Bagdad sino contra los principios internacionales y el prestigio de la ONU y su Consejo de Seguridad”. Concluyó amenazando que “si Washington sigue actuando de la misma manera en el futuro –y está demostrando que lo hará– ningún Estado podrá sentirse seguro... la comunidad internacional debe presentar una resistencia concertada”.
Todo esto nulificó lo que al principio del día parecía una serie de gestos conciliadores hacia Estados Unidos. El canciller Igor Ivanov (quien se reunirá mañana con su colega norteamericano Colin Powell en el Cairo) había manifestado su disposición a “buscar juntos vías para neutralizar las amenazas internacionales”, y el secretario del Consejo de Seguridad del Kremlin admitió que “la amenaza de armas de destrucción masiva existe, incluso para Rusia”. Pero lo sucedido ayer hace quimérica la aspiración que manifestó ayer Bush de convencer a Rusia, mediante “un diálogo sincero”, a reconocer estas “nuevas amenazas”.
En todo caso, en las próximas semanas la verdadera batalla no se librará en los cielos iraquíes sino en el Consejo de Seguridad de la ONU. El éxito se medirá en cómo serán las modificaciones en las sanciones económicas contra Irak. Todos concuerdan que éstas son necesarias, pero por diferentes motivos. El gobierno británico intenta encontrar una vía mediaentre Washington y sus críticos al impulsar una política de “sanciones selectivas”, que impedirían la importación de tecnología militar sin poner obstáculos a la compra de alimentos y medicinas. Nadie parece estar muy a favor de esta salida consensuada, sin embargo. Es improbable que la Casa Blanca apoye cualquier medida que pueda beneficiar de alguna forma al régimen de Saddam Hussein, mientras que los otros miembros del Consejo de Seguridad buscan que la eliminación total de las sanciones. El canciller francés Hubert Vedrine subrayó ayer que “debemos abandonar el concepto de sanciones y sustituirlo por el de vigilancia internacional”. Y las no tan inteligentes bombas de Washington sólo están reforzando este aislamiento.

 

Claves

Aviones norteamericanos atacaron ayer posiciones antiaéreas en el norte de Irak. El viernes pasado, Washington había lanzado, con apoyo británico, un bombardeo contra objetivos en Bagdad, pero esta vez los norteamericanos afirmaron haber atacado estrictamente en respuesta a disparos iraquíes.
La explicación no convenció a Rusia, que denunció a Washington por “lanzar un golpe no sólo contra Irak sino contra los principios internacionales y el prestigio de la ONU”.
La furia de Moscú se había intensificado por una conferencia de prensa de George W. Bush (la primera de su mandato) en la cual defendió los bombardeos como “una señal para que Saddam Hussein deje en paz a sus vecinos”.
Por otra parte, el Pentágono admitió ayer que menos de un tercio de las bombas “inteligentes” lanzadas el viernes dieron en el blanco.

 

LAS "BOMBAS INTELIGENTES" NO DIERON EN SUS BLANCOS
La coalición no logra pegar una

Por Michael Ellison *
Desde Nueva York

Menos de la mitad de los misiles disparados la semana pasada por Estados Unidos y Gran Bretaña contra instalaciones de radar en los alrededores de Bagdad alcanzaron sus blancos, según reveló el Pentágono ayer. El Departamento de Defensa norteamericano indicó que los programas de computación utilizados en el sistema de guiado de misiles eran una de las posibles causas que se estaban considerando para explicar esta tasa de errores, en que algunas bombas llegaron a caer a 50 metros de sus blancos. “Tenemos daños detectables en 38 a 40 por ciento de los radares y todavía nos están llegando algunos datos”, dijo un funcionario del Pentágono, que calificó los resultados como mediocres, en el peor de los casos.
Anteriormente, un funcionario del Pentágono había declarado que el ataque de la semana pasada contra cinco centros de radar y comunicaciones –que Irak ahora dice que mataron a tres personas e hirieron a 25– había logrado su objetivo de desactivar y degradar las defensas aéreas iraquíes, pero dijo que no daría más información por temor a estar ayudando a Bagdad a prepararse contra futuras operaciones. Los 24 aviones norteamericanos y británicos fueron emplazados en la zona debido a informaciones de inteligencia en el sentido de que Irak estaba integrando sus defensas antiaéreas con redes de fibra óptica que le daban más chances de derribar aviación aliada. Estados Unidos afirma que los chinos están detrás de estos trabajos, lo que es desmentido por Bagdad.
“Tenemos algunas preocupaciones por el desempeño de alrededor de la mitad de las armas, por lo que parece ser una equivocación consistente desde el punto de vista de los blancos –dijo un funcionario norteamericano del ataque de la semana pasada a los centros de radar–. Esto implica un motivo común, sea meteorológico, como el viento, sea el programa de computación o de guiado.” De 22 unidades de radar, sólo ocho ataques certeros se habían confirmado; otras ocho no mostraban daños evidentes, y no existía suficiente información para tener certeza sobre lo ocurrido con las seis restantes. El funcionario trató de pasar por alto la vergüenza por los blancos no alcanzados afirmando que se había registrado mucho más éxito en relación a los nódulos que vinculan estas unidades con los centros de comando que controlan el sistema antiaéreo en el sur de Irak.
Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, que inicia una visita a Medio Oriente este fin de semana, tiene dos opciones para manejarse frente a Irak: sanciones, o acciones militares. “La contención (del régimen) ha sido una política exitosa, y creo que debemos asegurar que siga adelante hasta que Saddam Hussein cumpla con los acuerdos que aprobó al final de la Guerra del Golfo”, dice Powell. Pero seis años atrás, en su autobiografía, el secretario de Estado decía que “las sanciones funcionan en su nivel óptimo contra los líderes cuya prioridad son los intereses de sus países y su pueblo”. Y calificaba al iraquí en una categoría diferente, la de aquellos absorbidos por sus propios intereses.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 


 

�Esta política favorece a los más radicalizados�

Por Marcelo Justo
Desde Londres

Yasid Said, investigador “senior” en Medio Oriente del prestigioso International Institute for Strategic Studies de Londres, dialogó con Página/12 sobre el nuevo ataque aéreo contra Irak y su impacto en la región.
–¿Por qué un nuevo ataque?
– Es una clara señal tanto a los aliados como a Irak. Después de una semana de condena casi unánime, Estados Unidos y quien actúa como socio menor, Gran Bretaña, demostraron que su política hacia el régimen de Saddam Hussein no ha variado. Si nada hubiera pasado, el gobierno iraquí podría haber asumido que la presión de China, Francia, Rusia y de países de Medio Oriente había ablandado a Estados Unidos y Gran Bretaña.
–¿Se acaban acá los ataques o puede haber más?
– El problema es ver cuál es el objetivo a largo plazo de estos ataques. Por un lado puede ser un modo de contrarrestar toda la presión que hay para que Estados Unidos y Gran Bretaña cambien la política actual que se basa en las sanciones económicas y las zonas de exclusión aérea. Pero por otro, podría ser una manera de preparar el terreno para efectivamente cambiar de política, advirtiéndole antes a Irak que si saca los pies del plato, Estados Unidos y Gran Bretaña no dudarán en responder con toda la fuerza necesaria.
– ¿La presión es sólo externa o ocurre también en el interior de los dos gobiernos?
– En Estados Unidos parecería haber una clara unidad respecto a estas acciones militares. En Gran Bretaña hay críticas internas desde el mismo laborismo, pero por el momento el Foreign Office se ha mostrado muy firme al respecto. De modo que no creo que haya una gran presión interna sobre ambos gobiernos.
– A pesar de esta determinación usted no descarta un cambio en la política hacia el régimen de Saddam.
– No, no la descarto. El principal tema es el de las sanciones contra Irak. El objetivo de las sanciones era impedir que Saddam Hussein pudiese fabricar armas de destrucción masiva y, de paso, erosionar al régimen y provocar su caída. En ambos sentidos esta política fracasó. No sólo eso. Uno podría incluso decir que las sanciones han fortalecido al gobierno de Saddam Hussein, al favorecer la adopción de una economía fuertemente centralizada y servirle en bandeja la carta patriótica. En definitiva, el único que ha sido verdaderamente golpeado por las sanciones es el pueblo iraquí. El cambio que muchos favorecen desde hace tiempo es el de pasar de este régimen indiscriminado a sanciones específicas, que impacten al gobierno y no a la gente. Hace cinco o seis años, este tipo de sanciones era posible. Hoy no lo sé.
– En cuanto a la zona de exclusión aérea al norte y sur del país, ¿cree que la política ha sido útil para proteger a las minorías kurdas y chiítas de la persecución y el aniquilamiento?
– El hecho de que hasta hace poco los iraquíes no habían volado en esa zona muestra que la política funcionó. Sobre todo en el norte. En el sur nunca tuvo mucho impacto. Pero la zona de exclusión también se planteaba debilitar al régimen. Obviamente no fue efectiva.
–¿Cuál es el impacto de este agravamiento de la tensión con Irak en la explosiva situación de Medio Oriente?
– Complica una situación que ya es muy delicada. A nivel de la población favorece a los elementos más radicales del espectro político. En caso de que desemboque en un cambio que permita una reincorporación más plena de Irak a la vida política de la región, implicaría que cada país tendrá queplantearse una política exterior propia, es decir no mediada por las sanciones de las Naciones Unidas, como ha sido hasta ahora. Esto replantearía ese complejo mosaico de alianzas que es el Medio Oriente. Por darle un ejemplo, Siria por un lado ganaría en relación a Israel con el creciente peso de Irak de su lado, pero por el otro, podría sentirse amenazado por su propia historia de rivalidad y tensión con el régimen de Saddam Hussein.

 

OPINION
Por Claudio Uriarte

El hijo de su padre

Una política fracasada para derrocar a Saddam Hussein llevó a un régimen de sanciones internacionales y a la instalación de dos zonas de exclusión aérea, que cuando también fracasaron llevaron a una política de bombardeos punitivos contra Irak, que también fracasó. Entonces, hace hoy una semana, y a menos de 30 días de asumir la presidencia norteamericana, George W. Bush se dio al insólito ejercicio de tratar de remedar la guerra que su padre había ganado hace 10 años, por el medio de ordenar el primer bombardeo a Bagdad en dos años. El resultado, como se sabe, fue un nuevo fracaso, en la medida que el ataque mostró que Washington, con la solitaria excepción de su incondicional partner británico, había quedado aislado: Rusia y Francia encabezaron el coro de reacciones internacionales contra esta temprana demostración de fuerza unipolar; Turquía, aliado clave de Washington en la zona y miembro de la OTAN, protestó por no haber sido avisada, y hasta la nueva Israel del halcón Ariel Sharon se limitó a expresar una tibia “comprensión”.
Hay que entender que las condiciones que posibilitaron el triunfo de Bush padre en la Guerra del Golfo hace 10 años han cambiado y que ahora Saddam Hussein está ganando una nueva Guerra del Golfo, que ya no consiste en invadir Kuwait sino simplemente en recuperar el control de su territorio y espacio aéreo y sus relaciones comerciales con el mundo. Ayer, sin embargo, la administración unilateralista de Bush Jr. volvió a atacar, y en condiciones internacionales que sus propias iniciativas han enrarecido considerablemente. El problema más sólido es la intransigencia con que Donald Rumsfeld, el duro jefe del Pentágono de la administración, está empujando un escudo de defensa antimisiles (NMD en inglés) que él dice que es contra los llamados “Estados paria” como Corea del Norte, Libia, Irán y –claro– Irak, pero por el cual Rusia y China –que esta semana protagonizaron una cumbre militar como hace mucho no se veía– tienen plenas razones para sentirse amenazadas. Condoleeza Rice, la asesora de Seguridad Nacional de Bush, enturbió todo al calificar públicamente a Rusia de “enemiga” y a China de “no aliada”, y en su primera conferencia de prensa ayer el presidente, al advertir a Pekín contra el suministro de fibra óptica avanzada a Irak, usó un lenguaje reminiscente de los peores momentos de la primera Guerra Fría, en los años 50.
Bush está revirtiendo el logro de su padre en la Guerra del Golfo: la gran coalición internacional es ahora contra él.

 

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