Por Cristian Vitale
Es de esos típicos personajes
de la noche under de Buenos Aires que todo el ambiente conoce, pero que
nunca alcanzó la fama. Ubicado, por estilo, entre Antonio Agri
y Jorge Pinchevsky, Tancredo, enérgico violinista y show man total,
está cómodo en ese lugar. Ecléctico, supo colaborar
con artistas de distintos géneros. De cuna clásica, no tuvo
reparos en tocar el violín eléctrico para León Gieco
.-se presentó con la banda del santafesino en el festival Jesús
María de este año, Los Nocheros, Los Auténticos
Decadentes, Rubén Goldín, el Chango Spasiuk y Cuti y Roberto
Carabajal. Y también hizo música para películas.
Precisamente por estar siempre trabajando para otros, resignó mucho
tiempo para grabar discos como solista. Fueron apenas dos, autogestionados,
y jamás vistos en bateas populares: uno con Tancredos, Noche de
Fiesta, y el otro con Tancredo y la Oposición, llamado Elite Cool,
que sólo se vendía en recitales.
Tal vez con el objeto de revertir esta historia, el músico se tomó
unas horas para él y, junto a otro inquieto del ambiente, Lalo
de los Santos, preparó un cóctel explosivo de 12 tangos
clásicos arreglados a su manera: hay algunas composiciones
mías y de Lalo, pero la mayoría de los tracks son tangos
tradicionales tipo Malena o Mano a mano,
cuenta el músico en una entrevista con Página/12. El material
está listo, pero varado como tantos otros en el país. Sin
embargo, Tancredo no tiene apuro: lo tocamos en toda España
y probablemente lo edite alguien de allá, por ahora, tocamos y
tocamos, que es lo que más nos gusta.
¿Por qué esta idea de hacer un disco de tango, teniendo
en cuenta que su historia lo liga más al folklore o al rock?
Es que mi background tiene que ver con un montón de músicas.
Toqué tango del 900 hace un montón de tiempo, también
música clásica y folklore. Inclusive, hice cosas que no
había escuchado demasiado: música celta, etc. Hasta alguna
vez se me ocurrió transcribir temas de Raúl Barboza al mandolín.
Por supuesto, me volví loco pero lo hice. Son necesidades espirituales.
Y, en este caso, mi espíritu necesita tango.
¿Cuál cree que sería la reacción de
Gardel al escuchar la versión eléctrica de Mano a
mano por ejemplo?
Lo haría con el sonido que le pongo yo.
¿Fue complejo sacar al tango de la ortodoxia y meterlo en
un terreno más alternativo?
Bastante, porque el último tango que se escuchó de
esos fue en el año 50. Hay como medio siglo que me separa a mí
de aquellos tangos, porque no estamos hablando de Mederos, Marconi o Piazzolla,
estamos hablando del tango canción. Lo difícil es encontrar
el equilibrio entre el respeto a aquel sonido, y el que busco yo, que
incluye guitarras distorsionadas, samplers y djs, herramientas que,
lógicamente, no encontrás jamás en un tango de Goyeneche.
Esto no quita que algunos arreglos los haya quitado casi literalmente
de grabaciones viejas. El arreglo de Mano a mano es el mismo
que hizo Gardel, pero tratado de otra manera. El objetivo no es hacer
un rock con la letra de Cambalache.
¿Qué pasó con Tancredo y la Oposición,
la banda que integraba, entre otros, con Irupé Tarragó Ros?
Nació con un homenaje a Los Beatles. Hicimos cuatro shows
en La Plaza y nos quedamos tocando un año y medio, inclusive sacamos
un disco, Elite Cool, que vendíamos en los shows. Pero ahora, con
Tancredo Tango, La Oposición quedó trunca. Es una banda
que impacta porque es como una especie de sexy-rock que se va al carajo
del rock. Tocábamos El Choclo, en versión eléctrica
al tiempo que hacíamos Bach.
¿Por qué eligió el violín como instrumento?
Va a parecer muy trivial, pero lo elegí porque es un instrumento
que se puede transportar fácilmente, cosa que si tocás la
tuba es más difícily si tocás contrabajo no te digo
nada. Pero, básicamente, para mí el violín eléctrico
es un pedido del alma.
¿Y el acústico?
Ya llegó a su apogeo técnico, ahora estamos en otra
búsqueda. ¿Qué tiene de malo aplicar la tecnología
al violín o al mandolín? Cualquier cosa que se haga tiene
que estar al servicio de la música, sino no sirve.
¿Con qué sentimientos identifica el sonido del violín?
Con los más extremos: la violencia, el sexo, el orgasmo,
el odio. A los tibios los vomitaré de mi boca.
Muchas veces, a los músicos de formación clásica
se les complica para algunos géneros ¿es su caso?
No, porque yo he tenido contacto con muchos estilos musicales, cosa
que me permitió tocar con variados músicos. Hacer un trabajo
para Gandini y tocar con los Auténticos Decadentes implica una
apertura que los músicos clásicos, en general, no tienen.
Es cierto que la primera vez que toqué el violín hice a
Vivaldi. Pero después me fui abriendo hacia otros campos.
¿Por qué se mueve tanto en escena?
Es parte de mi estética, me gusta jugar con el cuerpo. Me
encanta la actuación y el espectáculo multimedia. Soy un
músico muy teatral.
¿Cuál es el género que más le gusta
tocar?
Mentiría si dijera me gustaría hacer tal música.
Cualquiera que te mueva orgásmicamente, ya sea chamamé,
thrash o Bártok. Hay una polenta que es la misma en todos los casos:
el eros, la llama que no tiene que decaer.
¿Qué opina de Pinchevsky?
La primera vez que lo vi dije: este tipo está pirado, está
loco. Creo que no sólo influenció a los violinistas eléctricos,
sino también a toda clase de músicos. Tocamos un par de
veces y me gustó. Pudimos combinar nuestros violines sin problemas.
Lo considero un grande de nuestra tradición.
¿Es posible la fusión sin caer en algo híbrido?
Es una cuestión de dejar fluir: ¿Qué pasaría
si aparece Sixto Palavecino en un disco de Peter Gabriel? Yo me atrevo
a todo, hasta hice una versión de Popotitos con el riff de Rompecorazones,
de Led Zeppelin. Me salió un solo alucinante de Jimmy Page en el
violín. Pienso que la que se pelea por eso es la gente, no la música
¿por qué tienen que estar de un lado los de la chacarera
y del otro lado los del rock fusión?
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