Por Mariana Carbajal
Pesa apenas 41 kilos y tiene
la mirada triste, apagada. Al principio, apenas se le escucha la voz.
Como si no le hubiera quedado energía para hablar, después
de la batalla legal de más de dos meses que tuvo que atravesar
para conseguir la inducción de un parto prematuro, para poner fin
al sufrimiento psicológico de continuar con la gestación
de una criatura anencefálica, sin posibilidades de sobrevida. A
Silvia Tanus, de 35 años, la pelea en la Justicia le cambió
la vida. Ahora voy a luchar para que ninguna otra mujer tenga que
pasar por el mismo sufrimiento, para que sepa que tiene el derecho a elegir
si quiere interrumpir el embarazo o llevarlo a término, anunció
en un reportaje con Página/12, al romper el silencio que mantuvo
desde que su caso llegó a los medios. No será su única
lucha. Silvia también peleará para que haya campañas
de prevención de malformaciones fetales en los hospitales públicos.
Su indignación y la de su marido Luis no puede ser mayor: en diez
años de diversos tratamientos en el sector público para
quedar embarazada nunca nadie le recetó ácido fólico,
una vitamina que reduce el riesgo de anencefalia en bebés y habitualmente
se prescribe en el sector privado al inicio de la gestación, pero
muy raramente en los hospitales. Eso no me lo voy a olvidar. Fueron
cosas que me movieron a emprender esta lucha, para que otras mujeres puedan
salvar a sus hijos, afirmó. Ahora, cuando se enteraron de
que otra mujer en situación similar presentó un amparo para
adelantar el parto tal como adelantó este diario el pasado
jueves se ofrecieron a acompañarla para sobrellevar una época
dura.
Para que el grabador registre sus palabras, hay que ubicarlo muy próximo
a su boca. Al principio de la entrevista, Silvia tiene apenas un hilito
de voz, tan frágil como su esmirriado cuerpo. Pero su voz se va
transformando, es cada vez más enérgica, a medida que recuerda
los obstáculos que encontró, primero en la Maternidad Sardá
donde dice que el subdirector la quiso asustar para
que desistiera de adelantar el alumbramiento y luego en la Justicia,
en particular, en la figura del asesor de incapaces de la Ciudad, Roberto
Cabiche, que nunca tuvo en cuenta su padecimiento psicológico.
Una mezcla de rabia e impotencia, que le quema en su interior desde hace
meses y que a su marido le inyecta los ojos de furia, va subiendo el volumen
de la voz de Silvia: Qué mujer no va a tener un daño
psíquico con un problema así, si tiene que seguir con el
embarazo hasta los nueve meses. Y no sólo la mujer: también
el esposo, los hijos, dice.
Con las manos atadas
La historia que le tocó protagonizar en los últimos meses
muestra mucho más que una batalla legal por el respeto de la autonomía
de la mujer a decidir sobre su cuerpo. A lo largo de la entrevista con
Página/12, la primera que da el matrimonio desde que se conoció
su caso, Silvia y Luis revelan las injusticias del sistema de salud, donde
hay pacientes de primera y segunda categoría, separados por un
abismo que sólo se puede sortear con dinero. En un principio
el ecógrafo privado que nos dio el diagnóstico (de anencefalia)
nos dijo que un aborto en un hospital público no se hacía,
que íbamos a tener que recurrir a una clínica clandestina
si queríamos terminar con el embarazo. Ese día fuimos a
la Sardá y nos dijeron que no podían hacer nada, que estaban
con las manos atadas, que esto se arreglaba con plata en otro lado o teníamos
que esperar al parto, recordó Silvia.
Transcurrió un mes y una semana desde que, finalmente, en la Maternidad
Sardá, dependiente del gobierno porteño, cumplieron con
un fallo de la Corte Suprema de Justicia y la sometieron a una cesárea
para interrumpir su embarazo de siete meses. El 17 de octubre, es decir,
tres meses antes del parto, Silvia y Luis se habían enterado del
pronóstico terminal de suhijo. Por estos días, la pareja
y su hija de 12 años, que viven en un barrio humilde de Ingeniero
Budge, se están recuperando anímicamente del cimbronazo.
Estoy pesando 41 kilos. Con todo esto bajé tres y me cuesta
mucho volver a subirlos, cuenta ella. Su cara es angulosa y su cintura,
diminuta. Tiene los cabellos rubiones y los ojos color miel. Los de Luis,
en cambio, son renegridos, como su pelo. Los dos son artesanos del cuero
y están juntos hace 16 años. El reportaje transcurre en
la sede de la Fundación Unos con Otros, que dirige la abogada Perla
Prigoshin, quien los patrocinó legalmente en su camino hacia la
Corte.
¿Qué sintió cuando en la misma Sardá
le dijeron que podían interrumpir el embarazo si disponían
de dinero para pagar un aborto?
Sentí impotencia. No por la plata, porque no era el caso.
Impotencia por no tener igual que todas las mamás el
derecho a elegir adelantar el parto o seguir con el embarazo hasta el
final. Las leyes nos están obligando a seguir, con semejante dolor,
sin tener la opción de elegir.
¿Usted se empezó a atender en la Sardá desde
el inicio del embarazo?
No, porque cuando fui con la confirmación del embarazo y
una ecografía de dos semanas de gestación a pedir un turno
con un obstetra, en la mesa de entradas me dijeron que tenía que
volver recién a los tres meses de embarazo y, si mientras tanto
tenía algún problema, tenía que ir a la guardia.
¿Es decir, durante los primeros tres meses, si no tiene una
urgencia, no se realiza ningún control?
De ningún tipo. Ni siquiera por la pérdida de peso
que sufrí. Yo bajé cuatro kilos en los primeros dos meses
por los vómitos. Pero recién nos atendieron cuando llevamos
una ecografía de tres meses de gestación.
¿En ese momento, le recetaron ácido fólico?
No, ni en ese momento ni nunca. Por eso también siento mucha
impotencia. Nunca en mi vida ningún médico me advirtió
que existía la posibilidad de esa malformación (por la anencefalia)
o que se podía reducir el riesgo si tomaba ácido fólico.
Tampoco estaba al tanto de ese tema ninguna mujer que yo conozco. Y lo
más indignante es que todos los médicos lo saben. Yo hace
años que me atiendo a nivel ginecológico en dos centros
dependientes del Hospital Santojanni y desde hace diez que estoy tratando
de engordar para poder quedar embarazada, es decir, los médicos
sabían que quería quedar embarazada y ninguno me advirtió
sobre la importancia del ácido fólico.
A esta altura de la entrevista, Silvia ya perdió su hilito de voz.
La indignación le brota por los poros. Luis, a su lado, va subiendo
de temperatura, e interviene:
En la Sardá no te advierten de nada, pero tienen un equipo
interdisciplinario de seguimiento, de psicólogos y médicos,
que trabaja con las familias en casos de embarazos incompatibles con la
vida. El día que fuimos a recibir asesoramiento había otras
cuatro parejas en situaciones similares.
Y cómo te van a advertir si no te atienden antes de los tres
meses repite Silvia.
La abogada Prigoshin, testigo de la charla, ofrece café y agua.
La secundan otras dos profesionales de la fundación, que acompañaron
a Silvia y a Luis en su batalla legal: la psicóloga Alicia Costa,
coordinadora del Equipo de Salud Mental de la fundación, y la abogada
de familia Roxana Varone.
Terreno fangoso
El Comité de Etica de la Sardá fue muy claro
cuando analizó el caso de ustedes: señaló que el
feto tenía viabilidad nula en la vida extrauternia.
Sin embargo, las autoridades de la maternidad les exigieron una autorización
de la Justicia para adelantar el parto.
Según ellos, podían meterse en problemas. Pero algo
no anda bien, porque la propia Justicia después dijo que los médicos
podrían haberresuelto el tema sin mandarnos a los tribunales. Qué
mujer no va a tener un daño psíquico con un problema así,
si tiene que seguir con el embarazo hasta los nueve meses. Y no sólo
la mujer: también el esposo, y los hijos.
Silvia, ¿cómo vivió ese momento?
Las palabras son duras, porque es muy triste la situación.
Estás esperando que se te muera un hijo, un hijo que no vas a conocer,
que estuviste esperando. No estás esperando que se te seque una
planta... Es muy duro de sobrellevar. Es como si estuvieras todos los
días de tu vida esperando la muerte de tu hijo. Te sentís
en un duelo permanente. El dolor de una madre nadie lo puede imaginar
si no vivió algo así... Tal vez lo pueda imaginar, pero
sentir, no lo puede sentir nadie. Entonces, es muy injusto que los señores
voten leyes que a ellos no los afectan. ¿Quién decidió
las leyes? No fue una mujer que vivió una situación similar
a la que tuve que vivir yo. Hay un montón de cosas que están
mal hechas.
Nosotros queríamos una solución rápida, para
cortar al sufrimiento de tener un bebé que iba a fallecer inevitablemente
acota Luis.
Cuando recibieron la negativa en forma verbal, el matrimonio elevó
un pedido por escrito al director de la maternidad. Después los
recibió el subdirector de la Sardá, Ricardo Illia, médico
obstetra, especializado en embarazos de alto riesgo. Al salir de la reunión,
Luis estaba desencajado. Su esposa lloraba de impotencia y repetía:
La Justicia no es para los pobres.
A Silvia, las palabras de Illia le quedaron bien grabadas:
Me dijo que estábamos pisando terreno fangoso,
que no sabíamos dónde nos metíamos. Cuando le pregunté
a qué se refería con eso, me dijo que si adelantaba el parto
podía tener una ruptura de útero. Sentimos que nos quiso
asustar. Yo me di cuenta de eso, porque hasta ese momento ningún
médico me había dicho que corría semejante riesgo.
Lo más grave es que lo dijo el subdirector, de quien uno espera
buenos ejemplos.
También dijo que si llevábamos la orden judicial él
se podía negar, que estaba en su derecho agrega Luis.
Pero Illia recordó el matrimonio cambió de actitud,
el 27 de noviembre, durante la audiencia convocada por la Cámara
de Apelaciones, para escuchar a las partes involucradas, luego de que
en primera instancia, el Juzgado en lo Contencioso Administrativo Nº
7 rechazara el recurso de amparo que había presentado la pareja
para acceder a la inducción del parto. Silvia lo recordó
con estas palabras:
En la audiencia, una de las cosas que Illia dejó claras porque
se lo preguntaron directamente los camaristas fue que no había
ninguna diferencia de riesgo para la madre por el hecho de adelantar el
parto. Esto era distinto de lo que nos había dicho antes. Además,
aclaró que en la mayoría de los otros países del
mundo (ese procedimiento) está autorizado; en cambio, acá
no.
Sin campañas ni prevención
¿Qué pensaba mientras esperaba una respuesta
final de la Justicia a su pedido?
Siempre sentí impotencia. Es espantoso que se tenga que llegar
a semejante lugar para terminar con el dolor de una familia. Es espantoso
saber que tenés que esperar que alguien te diga que sí o
que no, señalándote con el dedo, para terminar con tu sufrimiento.
¿Quién es el dueño del dolor de los demás?
¿Cómo le cayó la postura del asesor de incapaces
que consideró que debía llegar a término el embarazo
para permitirle al feto disfrutar del útero materno hasta último
momento?
Muy mal. En la audiencia le dije: por todos los bebés que
sufren esto se tendría que haber ocupado antes. ¿Dónde
está la prevención, que yo no la vi en ningún lado?
Mi bebé se iba a morir igual. ¿Por qué nunca hubo
una campaña masiva para recomendar que se tome ácido fólico?
¿Por qué en ningún hospital hay ningún afiche?
¿Qué es lo que están defendiendo? ¿Unmes más
de la vida de un bebé que está condenado a muerte? Deberían
ocuparse de prevenir un montón de anomalías o malformaciones
que pueden tener los bebés antes de que los casos lleguen a la
Justicia.
¿Esperaba el fallo de la Corte Suprema?
Yo no tenía muchas esperanzas. No lo veía al país
preparado para un fallo favorable. Antes de nuestro caso, evidentemente,
todo el mundo se calló la boca porque si no me hubiera enterado.
Después del mío, conocí un montón. Entonces,
se han callado los médicos, las mamás con su dolor, se calló
todo el mundo. A partir del fallo se abre la posibilidad de que otras
mujeres tengan el derecho de luchar para adelantar el parto si así
lo deciden.
¿Qué cambió en su vida después de la
sentencia?
Me convencí de que hay que luchar por las cosas. No es que
no pensara así, pero nunca hice nada. Creo que la gente tiene que
empezar a hacerse respetar, a preguntar, a exigir que en el hospital no
la traten mal y que se haga prevención de malformaciones, que den
ácido fólico. Pero hay que luchar, si uno no lucha por sus
derechos no va a cambiar nada, ni para uno, ni para sus hijos. Quizás
si alguien hubiera hecho algo antes (en un caso de anencefalia), a mí
no me hubiera pasado. Y eso me va a quedar grabado para siempre: si alguien
hubiera hecho algo antes, yo hubiera estado advertida. No me lo voy a
olvidar. Y es lo que me mueve ahora a emprender esta lucha, para que otras
mujeres puedan salvar a sus hijos.
Los pasos de un camino
duro
El 17 de octubre Silvia
Tanus y su esposo Luis confirman a través de una ecografía
en la Maternidad Sardá que el hijo que esperaban no presentaba
desarrollo de masa encefálica ni calota craneana (anencefalia).
El matrimonio pide en
el hospital la interrupción del embarazo para poner fin a
la situación altamente traumática que
experimentaban por el hecho de seguir adelante con la gestación
de una criatura sin posibilidades de sobrevida. Las autoridades
de la Sardá se niegan, sin una autorización judicial.
Silvia Tanus presenta
una acción de amparo contra la maternidad por violación
al derecho a la salud y a la integridad física al negarse
a realizar la inducción del parto.
El Comité de Bioética
de la Sardá dictamina que el feto tiene viabilidad
nula en la vida extrauterina.
El recurso es rechazado
en primera y en segunda instancia.
El caso llega al Tribunal
Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires y, en un fallo
trascendental, la corte porteña autoriza inducir el parto
o eventualmente realizar una cesárea, privilegiando la autonomía
de la madre sobre su cuerpo.
El asesor de incapaces
de la Ciudad, Roberto Cabiche, apela la sentencia. El hecho
de que (el feto) esté enfermo no justifica que se lo saque
antes de tiempo para que muera fuera del cuerpo de su madre,
sostuvo Cabiche. Si la madre tiene un problema psíquico,
debe atenderla un psicólogo, agregó.
El 30 de diciembre el
expediente pasa a la Corte Suprema.
El procurador general
de la Nación, Nicolás Becerra, recomienda al máximo
tribunal que se autorice adelantar el alumbramiento. Ante
el altísimo porcentaje de riesgo en el feto, sólo
se debe reducir al máximo el riesgo de lesión a la
integridad física de la madre, consideró.
El 11 de enero, tras
habilitar la feria judicial, la Corte Suprema autoriza por 6 votos
a 2 el procedimiento. Como elemento esencial de esta decisión,
se ampara la salud de la madre, cuya estabilidad psicológica
-ya afectada por los hechos que hablan por sí mismos
constituye un bien a preservar con la mayor intensidad posible ...,
señaló la resolución del máximo tribunal.
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El médico
no es el mismo
Es llamativo que no le hayan recetado nunca ácido
fólico. En la consulta privada, en general, es lo primero
que le recetan a las embarazadas.
Silvia: Lo que pasa es que el mismo médico no es el
mismo cuando está en su consultorio privado que en el hospital
público. Son otros los seres humanos que van al consultorio
privado que el que va al hospital público. El que va al hospital
público no siente, no escucha, no le duele nada. ¿Entendés?
Por ejemplo, cuando te vas a hacer una ecografía no dejan
pasar nunca al marido.
Luis: Cuando ya sabíamos cómo venía el
bebé, y le iban a hacer una ecografía en la Sardá,
yo le expliqué al médico el diagnóstico y no
hubo caso. Me dijo: Si te dejo pasar a vos, tengo que dejar
pasar a todos los padres.
Silvia: Yo estaba muy mal y necesitaba que él pasara
conmigo. Parece que en el hospital público los papás
no tienen derecho a ver a su bebé sigue Silvia.
Luis: En cambio, si vas a un consultorio privado, no sólo
te dejan entrar y mirar, sino que te filman la ecografía.
La diferencia son sólo veinte pesos.
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