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POWELL EN MEDIO ORIENTE QUEDO AISLADO POR IRAK
El general en su laberinto

EE.UU. bombardeó Irak el jueves por segunda vez en menos de una semana. Contra ese trasfondo, el secretario de Estado, general Colin Powell, inició su gira por Medio Oriente, mientras la política de Washington entra en crisis.

Un palestino radicalizado quema la imagen de Colin Powell.
El secretario de Estado quedó entrampado por los halcones.

Por Gabriel A. Uriarte

Durante su campaña, George W. Bush intentó despejar los temores hacia el aparente unilateralismo de sus propuestas al prometer que serían implementadas “en estrecha consulta con nuestros aliados y la comunidad internacional”. Hasta ahora esa prioridad no fue muy evidente. La reciente “consulta” del secretario de Defensa Donald Rumsfeld con sus colegas europeos, por ejemplo, fue básicamente una arenga donde enfatizó que Estados Unidos desarrollaría su sistema antimisiles como “cuestión moral” y criticó la creación de una fuerza militar independiente de la Unión Europea. Por el cargo que ocupa, y por sus propias inclinaciones, el secretario de Estado Colin Powell no puede ser tan brusco. Sin embargo, en la gira que inició ayer por Medio Oriente carga con la muy difícil tarea de defender políticas que han aislado al país al que representa, especialmente los ataques contra Irak. Ayer, en su encuentro con el canciller ruso Igor Ivanov en El Cairo, Powell admitió que los recientes bombardeos “hasta cierto punto hicieron que mi viaje sea más difícil”.
Ivanov fue mucho menos discreto. “Nadie esperaba que podríamos superar nuestras diferencias, el único objetivo del encuentro era demostrar que nuestros países siguen abiertos al diálogo constructivo”, enfatizó en una conferencia de prensa conjunta con Powell. Aunque se pensaba que Ivanov atacaría a su colega por el proyecto de defensa antimisiles (NMD) de Bush, ayer consideró más provechoso centrarse en lo que en estos momentos es el flanco más débil de Estados Unidos: los ataques contra Irak. Bush y el secretario de Defensa Rumsfeld adoptaron una posición de indiferencia ante las casi unánimes críticas desde la comunidad internacional, pero Powell, cuyo trabajo es precisamente manejar las relaciones con esa comunidad, no podía darse ese lujo. Y ayer traicionaba su esquizofrénica posición. “Lanzaremos ataques contra Bagdad cuando creamos necesario porque Saddam Hussein debe entender que estamos dispuestos a montar operaciones militares en el Golfo Pérsico”, disparó acorde con el discurso duro de su jefe. Pero después admitió que, “sí, sería necesario consultar con nuestros aliados la próxima vez que lancemos una operación militar”.
Luego del “satisfactorio” encuentro con Ivanov, Powell se dirigió a Israel para una breve visita de un día. Pero aquí también corría con desventaja, ya que en cierto sentido su interlocutor no existe. Es que el premier electo Ariel Sharon todavía no ha logrado formar un gobierno, y hasta entonces Powell dijo que esperará para definir la posición norteamericana hacia Israel y el proceso de paz. Lo único que se sabe con certeza es que Sharon quiere que Washington interfiera menos, mientras que Yasser Arafat, por los mismos motivos, busca lo opuesto. En este caso, al menos, Powell no deberá actuar como el ombudsman de su propio gobierno.

 

Claves

El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, comenzó ayer en Egipto su gira por Medio Oriente. Su encuentro más importante allí fue con el canciller ruso, Igor Ivanov, quien criticó los recientes ataques norteamericanos contra Irak. Powell admitió que Washington debería consultar con sus aliados la próxima vez que ordene un ataque.
A la noche viajó rumbo a Israel, donde se reunirá con el premier electo Ariel Sharon. Su visita será muy breve. El secretario de Estado ya aclaró que no fijaría una posición hacia la política de paz del nuevo gobierno israelí en tanto que esa política y ese gobierno todavía no existan debido a las dificultades de Sharon en formar un gabinete de unidad nacional.

 

PAUL ROGERS, DE LA UNIVERSIDAD DE BRADFORD
“Las sanciones se derrumbarán”

Por Marcelo Justo
Desde Londres

Profesor de Estudios de la Paz en la Universidad de Bradford y autor de Losing Control: Global Security in the XXI Century, Paul Rogers dialogó con Página/12 sobre el futuro de las sanciones a Irak, que a su juicio se desmoronarán en los “próximos meses”.
–¿Cuál es el futuro de las sanciones?
–Las sanciones se encuentran en estado terminal desde hace cierto tiempo porque no cuentan con el apoyo de los países de la región. Irán, Turquía, Siria, Jordania no hacen ningún esfuerzo por impedir el contrabando de mercaderías. Incluso países como Francia, Rusia y China opinan que las sanciones no tienen sentido. Varios hechos recientes simbolizan claramente este fracaso: los cada vez más frecuentes vuelos internacionales a Bagdad, los vuelos internos comerciales que violan la zona de exclusión aérea, la visita del presidente venezolando Hugo Chávez. Además, con el aumento del precio internacional del petróleo, Irak se ha convertido en un país mucho más rico.
–El argumento a favor de las sanciones es que constituyen el único medio de impedir que Saddam Hussein construya un arsenal de armas de destrucción masiva. ¿Qué pasa si se eliminan?
–Saddam Hussein ha estado fabricando armas de destrucción masiva, sobre todo armas químicas y misiles, a pesar de las sanciones, porque hace dos años y medio que no hay inspecciones de las Naciones Unidas. Es probable que las sanciones impidan la adquisición de algún tipo de armas, pero el régimen puede adquirir el equipamiento militar que necesita por otros canales privados.
–¿Hay algún medio de impedir que vuelva a poseer esas armas?
–Es muy difícil. Si hace unos cinco años hubiera habido sanciones más específicas contra el régimen, en vez de un castigo indiscriminado contra el conjunto de la población, probablemente habrían tenido el apoyo de todos los gobiernos regionales. Ahora, debido a la situación palestino israelí, el apoyo a las sanciones es prácticamente nulo.
–Actualmente Gran Bretaña es prácticamente la única aliada de Estados Unidos en la política hacia Irak. ¿Continuará esta alianza o habrá cambios?
–Por el momento la política seguirá como ahora. Tony Blair hará todo lo posible para que la llamada relación especial entre ambos países continúe por lo menos hasta las elecciones británicas, que casi seguro tendrán lugar en mayo. Pero es posible una división posterior. El Foreign Office ha dado algunas señales que parecerían indicar un replanteo del tema sanciones. No creo que se eliminen las sanciones por completo pero es factible que Gran Bretaña favorezca la sustitución del actual régimen por otro que afecte directamente a la elite y que Estados Unidos sea el único que continúe realizando operativos militares contra objetivos iraquíes.
–¿Qué efectividad real tienen estos operativos militares?
–Muy poca. Los iraquíes tienen sistemas defensivos que les permiten ocultar sus posiciones estratégicas. Para atacarlos se necesitarían operativos extremadamente costosos. Por el momento la política seguida por Estados Unidos ha sido de agresiva contención para limitar la capacidad de rearme de Saddam Hussein.
–¿No está seriamente condicionada esta política por el deseo de George W. Bush de proyectarse como un líder fuerte?
–Sí. Pero Estados Unidos tiene también intereses estratégicos muy importantes en la zona. La seguridad del Golfo Pérsico se ha vuelto fundamental para Estados Unidos, que depende enormemente de la importación de petróleo. De modo que si bien hay un indudable componente doméstico en esta política, también hay un factor geoestratégico.
–El Medio Oriente como región está pasando por uno de sus momentos de mayor inestabilidad en los últimos años. ¿Le parece posible que estos ataques provoquen una escalada regional?
–Cada vez que Estados Unidos ataca Irak, la opinión pública árabe se vuelve más antiamericana. Si a esto se le suma el conflicto palestino israelí, es claro que la región entera tiene el potencial para convertirse en un polvorín.

 


 

HAMID AL BAYATI, DE LA GUERRILLA CHIITA
“EE.UU. actuó como un cowboy”

Por M. J.
Desde Londres

Disgregada y dividida, la oposición iraquí mantiene dos pilares en la lucha contra el gobierno de Saddam Hussein: la resistencia kurda en el norte del país y la chiíta en el sur. Hamid Al Bayati, representante en Londres del Consejo Supremo de la Revolución Islámica, principal fuerza guerrillera en el sur del país, dialogó con Página/12 sobre los ataques militares estadounidenses, el futuro del régimen y la enfermedad de Saddam, que podría acortar sus días al frente de Irak.
–¿Cuál es su posición ante la escalada militar estadounidense contra el régimen de Saddam Hussein?
–La política respecto a Irak debe guiarse por el derecho internacional, es decir, realizarse a través de Naciones Unidas. Estados Unidos, Gran Bretaña o el resto del Consejo de Seguridad tienen que presionar a Saddam para que cumpla con las resoluciones de la ONU. Esto no se ha hecho porque Estados Unidos ha preferido seguir su propia política en la región, sin respetar la voluntad de la comunidad internacional.
–Pero precisamente una de las debilidades más grandes de las resoluciones de la ONU son los problemas que hay para implementarlas.
–La resolución 687, que se refería a la eliminación de las armas de destrucción masiva, fue implementada durante mucho tiempo. Esto demuestra que es posible. Ahora hay mucha presión para que Saddam vuelva a aceptar el ingreso de los inspectores de Naciones Unidas como lo especifica la resolución 1284. Es una cuestión de voluntad política.
–Pero también es un problema de poder. Hace dos años y medio que los inspectores de Naciones Unidas no pueden ingresar en Irak. ¿No demuestra esto que la política fracasó?
–Fracasó porque hubo duplicidad en la aplicación. Estados Unidos no actuó respetando el derecho internacional. Actuó como un cowboy, bombardeando Irak cuando le convenía por razones internas y presionando para que se cumplan las resoluciones que tenían que ver con la eliminación de las armas de destrucción masiva, pero no las que exigían el respeto a los derechos humanos de los iraquíes, como la resolución 688.
–¿Qué opina de las sanciones económicas contra Irak?
–También hubo duplicidad. Desde la invasión a Kuwait se aprobaron las resoluciones 706, 712 y 986 de intercambio de petróleo por alimentos. Y, sin embargo, se permitió que Saddam se negara a vender petróleo hasta 1996. En la posición de debilidad en que se encontraba, se lo podría haber obligado a cumplir con las resoluciones evitando así la catástrofe humanitaria que ocurrió en Irak.
–¿Qué le parece la política de exclusión aérea que rige para el norte y sur de Irak?
–Es una política que tiene muchos resquicios legales por los que el régimen puede continuar con su política represiva. Saddam no puede sobrevolar el norte o el sur del país, pero ¿qué pasa con el centro?, ¿qué pasa con las fuerzas de tierra? En el norte no sólo no puede atacar por aire, tampoco puede hacerlo por tierra. La zona de exclusión aérea del sur del país, donde opera el Consejo Supremo de la Revolución Islámica, no abarca a las fuerzas terrestres, de modo que lo que no puede hacer Saddam por aire lo hace por tierra. No tiene sentido.
–¿Qué política esperaría de Occidente?
–Queremos que se castigue al criminal, no a la víctima. Muchas de las resoluciones castigan a las víctimas. Y otras están implementadas de modo tal que el más perjudicado es el pueblo iraquí y no el régimen. Esta situación debe invertirse. Queremos que las resoluciones sean un castigo para el gobierno y no para el pueblo, que se hagan cumplir todas las resoluciones y no sólo algunas, y que se ponga fin a la represión del pueblo iraquí. Creo que nosotros mismos, los iraquíes, podremos terminar con el régimen. La única ayuda que necesitamos de la comunidad internacional es que haga cumplir las resoluciones aprobadas por las Naciones Unidas.
–Pero ustedes están luchando contra el gobierno desde hace 30 años y, sin embargo, Saddam Hussein sigue en el poder.
–En marzo de 1991, al final de la Guerra del Golfo, el pueblo iraquí llegó a liberar 14 de las 18 provincias del país. Saddam Hussein habría caído si no hubiera sido por el apoyo de Estados Unidos, que le suministró el combustible que necesitaba para sus helicópteros y vehículos. En ese momento prevaleció la idea estadounidense que prefería una dictadura porque sentía que era una garantía mayor para la estabilidad de la región que un gobierno democrático.
–El problema es que ese fue quizás el momento de mayor debilidad de la carrera política de Saddam Hussein.
–Continuaremos luchando hasta terminar con este régimen. Saddam no es eterno. Tiene 63 años y está enfermo. Tenemos información confirmada de que tiene cáncer linfático. Hay gente que dura mucho tiempo hoy con cáncer, pero una enfermedad de este tipo suele precipitar todo tipo de lucha interna por el poder. Esto se viene notando desde hace tiempo. Hay una descomposición interna del régimen marcada por las luchas por la herencia entre los hijos de Saddam y otros familiares. Y además, el control que Saddam ejerce hoy sobre la población no es el que solía tener.
–¿Qué tipo de gobierno desea el Consejo Supremo de la Revolución Islámica?
–Un gobierno de unidad nacional con el resto de los grupos de oposición. Aunque somos una fuerza islámica, impulsamos la formación de una democracia parlamentaria en el marco de un Irak unido.

 

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