Por Martín Pérez
Cuando se le recuerda a Marcelo
Piñeyro que, además de su cine, en la historia de la cultura
popular argentina de la década del noventa quedó también
inmortalizada una frase suya de Caballos salvajes, la célebre Puta
que vale la pena estar vivo..., su primera reacción es darle
la autoría de ésta a quien le corresponde. Esa es
toda de Alterio, explica. Y agrega: Salió improvisando,
antes de rodar la escena, y quedó. Recién después
del correspondiente derecho de autor, Piñeyro se ríe al
confesar que, aunque su segundo opus es un film al que aún es capaz
de defender a capa y espada, esa frase ahora le parece que está
de más en la película. Tanto la primera vez que aparece,
como cuando se repite al final.
Que la repetición al final estaba de más es algo que
me di cuenta apenas vi la película terminada, comenta, divertido
por el recuerdo. Había viajado a Londres a masterizar el
sonido del film, y con el trabajo terminado reuní a algunos amigos
que tenía allá. Con ellos vi por primera vez la copia definitiva.
Y apenas terminó, estaba llamando a la Argentina, diciendo que
quería mezclar todo de nuevo para cortar ese grito final. Pero
hacer ese cambio significaba 200 mil dólares. Así que tuve
que aprender a vivir con él, explica, con una resignación
que ya es anécdota. En particular cuando Piñeyro desempolva
el recuerdo la misma semana que su cuarto film, Plata quemada, se acaba
de estrenar en París con un inédito éxito de prensa.
De todos los estrenos argentinos que los distribuidores locales
se empeñaron en traer a Francia, éste es el único
que merece pasar a la historia, se puede leer en el recorte de LExpress
que Piñeyro recorre con satisfacción. Al comienzo de un
año en el que confiesa aún no saber si va a poder filmar
o no antes de que termine, al director de la personalísima adaptación
de la novela de Ricardo Piglia que se estrenó el año pasado
en Buenos Aires se le ilumina la cara al repetir la frase, como si se
hubiese ganado el mejor de los premios.
No sólo eso. A la hora de hablar del film, la crítica del
diario Libération dice que tiene el clima de apocalipsis
tropical de las primeras obras del mejicano Arturo Ripstein mientras
que Le Monde se refiere a éste como punto de encuentro entre Pasolini
y Tarantino. Lo que más me interesa de la respuesta que estoy
recibiendo en el exterior por Plata quemada, que ahora se estrenó
en Francia y en setiembre se estrena en Estados Unidos pero entre
una fecha y la otra se estrena en otros países, ya que es una película
que se vendió muy bien, es que esto me permite pensar en
que puedo hacer acá un cine financiado en el exterior, algo que
antes ni me imaginaba, señala Piñeyro, que recién
después de Caballos salvajes tomó conciencia de que iba
a poder seguir filmando, aun cuando para hacerlo debiera hacerlo fuera
de la Argentina. Y ahora con Plata quemada parece haberse asegurado dinero
del exterior para filmar donde quiera. Como, por ejemplo, en Argentina.
Igual, eso todavía está por verse. Porque todavía
no es una certeza, sino una intuición, dice Piñeyro,
soñando despierto.
A la hora de presentarlo en sociedad, curiosamente, la prensa francesa
no comienza la biografía de Piñeyro con Tango feroz, sino
que lo hace con La historia oficial, donde ofició como productor.
Yo no creo tener la mirada de un productor cerca de mi cine y de
hecho nunca quise producir mis propias películas, aclara
Piñeyro, que coprodujo con Luis Puenzo el film que en 1984 ganó
un Oscar representando a la Argentina. Pero es verdad que La historia
oficial fue una película muy importante para mí. Y digo
esto sin quitarle a Luis Puenzo ninguna propiedad sobre el film. Lo que
sucede es que su película me cambió la vida. Porque de pensar
que la posibilidad de contar una historia en un largo era algo negado
para una persona nacida en Argentina, como llegué a pensar durante
muchos años, me vi envuelto en un proyecto posible. Además,
en medio del terribledesprecio que sentíamos por el cine argentino
de la época, me encontré haciendo una película de
verdad, lo que fue algo muy pero muy liberador, explica el director,
que asegura que el éxito fulminante de Tango feroz le cambió
toda una visión sobre el cine que fue construyendo durante años
de cinefilia. Toda la vida yo vi cine como un poseso, pero tengo
que confesar que Tango... me pulverizó la mirada que tenía
sobre el cine y me hizo descubrir otra, que seguí buscando en cada
una de mis películas.
Una de las particularidades de la aparición de Piñeyro en
el entonces yermo panorama local es que la consagración de su apellido
como uno de los pocos convocantes entre los directores de cine, más
allá de los actores de sus films, es contemporánea al amanecer
del llamado Nuevo Cine Argentino de la década del noventa. Pero,
eso sí, sin que sus caminos se hayan cruzado alguna vez. ¿No
siente Piñeyro, que supo odiar con ganas el Cine Argentino hegemónico
de otros tiempos, que estas nuevas generaciones lo han dejado afuera?
Es que realmente lo que yo hago no tiene nada que ver, entiende
Piñeyro, que aclara rápidamente no creer mucho en las etiquetas
primero, y luego no creer que exista realmente un Nuevo Cine Argentino.
Pero en el caso de que convengamos que un grupo de películas
de nuevos directores conformen un movimiento, yo siento que la búsqueda
de ese grupo de películas, independientemente de la apreciación
que pueda tener sobre ellas, no tienen nada que ver con la búsqueda
de cineastas como yo. Así que no me siento dejado de lado... Sí
me siento en un lugar muy solitario dentro del cine argentino, con todas
las ventajas y desventajas de la soledad.
¿Qué es lo que lo separa de esta nueva generación?
Por un lado creo que no tenemos puentes en común desde lo
cinematográfico. Ni la menor línea de intersección.
Yo siento que aun las películas que me gustan, como Mundo grúa,
están en un grado cero de escritura. Y después siento que
gran parte de este cine, y no me refiero precisamente a Mundo grúa,
es profundamente reaccionario. Siento que hay una mirada de los sectores
marginalizados o expulsados que a mí me horroriza de corazón.
Porque me parece que hay un desprecio por esos sectores que yo no comparto...
Por eso me gusta Mundo grúa. Porque es una película absolutamente
fantástica, en la que hay una mirada que me enriquece, que me hace
salir del cine mirando otra cosa. Y además tiene un enorme amor
por los personajes y no se pone por arriba de lo que cuenta...
¿La ambición de Cenizas del paraíso no obedeció
a unas ganas de ponerse usted también en carrera junto a los directores
de esta nueva generación?
Aceptar eso sería aceptar que Tango feroz y Caballos salvajes
no son películas en serio, y no es así. Mas allá
de que no hayan sido tomadas en serio por cierta intelligentzia local.
Bueno, pero hay que aceptar que con Cenizas... usted dobló
la apuesta como director... En una carrera con usted mismo, al menos...
Es que todas mis películas son importantes para mí.
Si bien hay en Tango feroz cosas que ciertamente me abochornan, sigo viendo
en ella cosas potentísimas. Y además es un film que me permitió
cerrar cosas de mi propia historia. Caballos salvajes, por otra parte,
es un film que quedó algo solo dentro de mi propia filmografía,
pero es una película que todavía sigo viendo y disfrutando
muchísimo... Por otra parte, es cierto que Cenizas en el paraíso
es una película con una tremenda ambición, que debo confesar
que no considero lograda. Porque tenía la ambición de hacer
un retrato de la articulación de lo público y lo privado
en la alta burguesía argentina, que no puede parar de matar a sus
hijos. Y creo que eso es algo que no está totalmente logrado en
la película. Es como que tenía una enorme intuición
sobre lo que pasaba, pero de pronto me faltó hondura en la mirada,
probablemente... Pero no me amilanaba el hecho de nohaber llegado. Estoy
orgulloso de haber tenido esa ambición y seguiré intentándolo.
A pesar de estar comenzando un año en el que Plata quemada va a
seguir con vida, estrenándose aquí y allá .-o precisamente
por eso, Piñeyro ya querría estar pensando en su próximo
film. Hay que abandonar las películas, sino no se te van
más, dice. Y agrega: A esta altura, Plata quemada para
mí ya la filmó otro. Al menos, tanto en su estreno
francés como en futuro estreno estadounidense, la película
tiene otro nombre: Vidas quemadas. Lo sugirieron los distribuidores
franceses, ya que para ellos la traducción literal del título
original les sonaba a un film de esos que van directo a video. De hecho,
antes del estreno español alguien incluso sugirió cambiarle
el título, porque allá plata no significa dinero. Pero al
final quedó todo como estaba. A la hora de pensar su futuro,
Piñeyro se confiesa estancado entre varios proyectos, ninguno de
los cuales termina de tomar cuerpo. Por eso es que no sé
si voy a filmar este año. Porque mi idea era tener un primer tratamiento
para diciembre y estamos a fines de febrero y todavía no tengo
nada, se resigna.
Su última experiencia frente a una cámara, sin embargo,
no data de Plata quemada: fue una sorpresiva convocatoria para filmar
el segmento de León Gieco en el largometraje sobre Argentina en
Vivo 2, que producen Andrés Di Tella y Marcelo Céspedes.
La sorpresa, en realidad, fue por la convocatoria, que Piñeyro
no se esperaba. Me sorprendió porque jamás me han
llamado para esas cosas, se justifica. Además para
esto era raro mi nombre, sobre todo cuando me dijeron el nombre del resto
de los directores que participan con un segmento en el largometraje. Así
que les dije chicos, está todo bien, pero si quieren yo me
abro. No porque tenga nada contra todos ellos, porque es gente que
hace muy honestamente el cine, y eso para mí es la única
condición. A partir de ahí, todo bien..., termina
de explicarse Piñeyro, que asegura haber aprendido mucho de la
experiencia. Filmé en condiciones más paupérrimas
que cuando filmaba cortos en la escuela de cine, explica, divertido,
Piñeyro, que rodó su segmento de ficción con León
Gieco en Eldorado. Pero fue una experiencia que me movilizó
todo, hubiera pagado para hacerlo porque realmente me sirvió muchísimo.
De hecho, hace tiempo que tenía ganas de hacer algo así.
Así que, insisto, no se por qué me llamaron... pero sí
sé por qué fue que acepté hacerlo.
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