Por Washington Uranga
Jorge Bergoglio y Jorge Mejía, los dos argentinos que durante el miércoles y jueves pasado participaron en Roma de las ceremonias en las que fueron �creados� (tal es el término eclesiástico) como cardenales de la Iglesia Católica, pusieron como condición que la austeridad y la discreción rodearan todas las manifestaciones en torno de los neocardenales. Atendiendo a ese pedido, pero también siguiendo un estilo personal que lo caracteriza por el bajo perfil, el representante argentino ante la Santa Sede, Vicente Espeche Gil, organizó el sábado en la representación argentina en el Vaticano una comida de la que participaron solamente Bergoglio y Mejía, el embajador y su esposa, el cardenal Pio Laghi y el obispo Ubaldo Calabresi (ex nuncios en la Argentina), el secretario de Culto de la Nación, Norberto Padilla, y los obispos argentinos Estanislao Karlic (presidente de la Conferencia Episcopal), Guillermo Rodríguez Melgarejo (secretario del Episcopado), Emilio Bianchi Di Carcano y Carlos Galán. A los nombrados se sumaron la embajadora argentina ante el gobierno italiano, Elsa Kelly, el jefe de Gabinete de la Secretaría de Culto, Juan Navarro Floria, y algunos funcionarios de la embajada.
El criterio de austeridad impuesto por los propios cardenales y asumido por los hombres del Gobierno quedó en mayor evidencia en los círculos vaticanos que aún recuerdan la fastuosidad de las recepciones brindadas por Esteban Caselli, el último de los representantes del presidente Carlos Menem ante la Santa Sede. El obsequio de Fernando de la Rúa a Bergoglio y a Mejía consistió en una bandeja de plata con el escudo argentino y la firma autógrafa del Presidente.
La visita a Roma del secretario de Culto y de su jefe de Gabinete sirvió también para ir ajustando detalles de la visita que De la Rúa hará al Vaticano. Padilla y Navarro Floria se reunieron en Roma con el sustituto de la secretaria de Estado, el obispo argentino Leonardo Sandri, directo colaborador del papa Juan Pablo II y encargado de la marcha de los asuntos cotidianos de la Iglesia, una función que bien podría asimilarse a la tarea política del ministro del Interior en un gobierno.
En medio de las designaciones de los cardenales, pasó casi desapercibido el nombramiento episcopal conocido el viernes del sacerdote argentino Marcelo Sánchez Sorondo, que se desempeña en Roma como canciller de las academias pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales. Con la creación de Bergoglio y Mejía, la Iglesia católica argentina ha recuperado dos asientos entre los 135 cardenales de 61 países que, eventualmente, estarán en condiciones de elegir al sucesor de Juan Pablo II. Entre los electores latinoamericanos se cuentan también 7 brasileños, 3 mexicanos, 3 colombianos, 2 chilenos, 2 venezolanos y uno de Nicaragua, Puerto Rico, República Dominicana, Cuba, Ecuador, Honduras, Perú y Bolivia. En América (Norte y Sur) viven hoy la mitad de los mil millones de católicos de todo el mundo. A los latinoamericanos hay que sumar 2 cardenales electores canadienses y 11 de Estados Unidos, para completar 40 votos americanos sobre 135. Un número superior al de otras épocas, pero significativamente inferior todavía en relación con los 65 cardenales electores que retiene Europa.
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