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SUBRAYADO
El agente secreto de W
Por Claudio Uriarte

El papel de la personalidad en la historia ha sido objeto de discusiones inacabables. Desde la derecha se ha privilegiado el rol decisivo del �individuo providencial� y del líder por encima de la multitud y de la contingencia; desde la izquierda se ha tendido al exacto opuesto de subrayar la primacía y predeterminación de las grandes, anónimas y abstractas fuerzas sociales y económicas sobre los �grandes hombres�, que a lo sumo serían intérpretes inspirados de las anteriores.
Poner en el juego de esta polémica la figura del ex presidente norteamericano Bill Clinton podría parecer un despropósito, ya que no se trata de un gran hombre en ningún sentido �ni en el positivo ni en el negativo� sino a lo sumo de un habilidoso oportunista con suerte. Incluso en los peores días del mezquino escándalo Lewinsky, y mientras los norteamericanos aprobaban en masa su gestión �bajo la cual transcurrió el período de prosperidad más largo de la historia norteamericana�, desaprobaban igualmente en masa su conducta personal, un desarrollo quizá cínico pero realista �y, por lo tanto, positivo�, en un país tan acechado por el espectro de la intolerancia. 
No obstante, el hombre que en su juventud había fumado marihuana �pero sin tragar el humo�, y para quien el sexo oral no era sexo, dejó la presidencia nimbado de una aureola sintética de plástica gloria. Ayudó que su vicepresidente Al Gore fracasara en ganar las elecciones arrasadoramente pese a la boyante economía que su predecesor le había legado. Pero esa aureola no duró casi nada, porque Clinton, en sus últimos días como presidente, había vuelto a reincidir en las suyas, desde el perdón a Marc Rich �fugitivo multimillonario estafador, pero generoso contribuyente a la causa demócrata� hasta la usurpación de 190 mil dólares de regalos a la Casa Blanca que no le pertenecían, e incluso la infantilidad de su staff en extraer de las computadoras de la Casa Blanca todas la teclas con la letra W �identificatoria del presidente George W. Bush�.
Es un pésimo desenlace para las esperanzas políticas futuras del autodestructivo Clinton, para el Partido Demócrata �ahora sin líder ni referencia� y para la flamante senadora por Nueva York, Hillary Clinton, que esta vez no podrá clamar que todo obedece a una �vasta conspiración de derecha�. Ni en sus sueños más exaltados la letra W hubiera esperado una compensación semejante a su extracción de los teclados.


 

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