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Los excesos de un rey grotesco

 La compañía boliviana Teatro de los Andes reflejó, en tono festivo, problemas de una sociedad atravesada por el autoritarismo.

�Ubú...� se vio en el marco del IV Programa Iberoamericano.

 

Por Hilda Cabrera

Sintetizar y reformular la libertad de lenguaje y el humor negro e irracional de Ubú Rey, del poeta, novelista y dramaturgo Alfred Jarry (1873-1907), es la riesgosa apuesta de esta grotesca y festiva Ubú en Bolivia, que convierte a ¡Mierda!, la exclamación que da pie a la obra, en materia inspiradora de una utilería conformada en parte por bacinillas, rollos de papel higiénico y sopapas. Estrenada en 1896 (con decorados del mismo Jarry, Toulouse-Lautrec y Pierre Bonard, entre otros pintores), revelaba un desparpajo inusual para señalar el fanatismo y la hipocresía. En esta adaptación de la pieza más celebrada del ciclo úbico, aquella utilería se transforma en sombrero, alimento, ráfaga de metralla y succionador mortífero. También los actores se multiplican en varios roles, salvo César Brie, a cargo del excéntrico y cruel Ubú, personaje para el que adopta un acento especial. Del original de Jarry, Brie rescata los caracteres antiguos utilizados por el autor para su Ubú Rey (como phinanza, ortografía del siglo XVI) y recrea el clima bufo, trayendo a un primer plano problemáticas propias de Bolivia, y de modo tangencial de otros países latinoamericanos. Por ahí asoma la Argentina, en un listado de nobles entre los que se encuentra un aristócrata de Anillaco. A todos, el usurpador Ubú despoja de sus bienes y arroja al matadero. 
En la exasperada y colorida versión de Teatro de los Andes, también a cargo del vestuario, de los objetos escenográficos y los arreglos musicales, el espectador, ubicado en sillas sobre el escenario de la Sala María Guerrero, asiste a secuencias de aliento popular, entre otras una parodia de �Titanes en el ring�, donde el perdedor es obviamente un gringo, y a una metralla con sorprendente munición: rollos desplegados de papel higiénico. 
Las incoherencias y vulgaridades del Ubú (ese �macabro Polichinela� al que no se le pueden pedir frases inteligentes) se constituyen en retrato de una situación feroz, absurda y sin salida para los sometidos. El grupo deja constancia de esto cuando el coro de los que gobiernan afirma: �Vamos a seguir robando porque somos el poder�. Un panorama grotesco que Jarry visualizó en su novela Gestos y opiniones del Doctor Faustroll, de 1911. 
El despliegue corporal y vocal, y la ductilidad del equipo al componer diferentes roles (es el caso de la excelente María Teresa Dal Pero) son algunos de los pilares en los que se asienta esta sátira que Jarry situó en Polonia, sólo porque en su época ésta era sinónimo de �ninguna parte�, o sea de todo lugar. 
Especie de marionetas de una comparsa, testimonio de un violento retroceso social, los protagonistas se descoyuntan entre zancadas,cabriolas y adiestramientos para alguna ignota batalla. Escenas que se enriquecen con cantos y música folklórica ejecutada por los mismos artistas. La versión de Brie quiere ser contemporánea al espectador, tanto en los temas como en los estilos de actuación. Es así como en su escalada al poder, el guiñolesco Ubú no se diferencia demasiado de los aventureros de hoy. Aplasta aún más al pobre y esquilma al rico que se niega a ser su acólito. �Nunca me cansaré de enriquecerme �dice a su ayudante�. Tengo ganas de legislar.� 

 

 

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