Intimidad
Por Antonio Dal Masetto
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Llamado
del amigo Alfredo: No comentés con nadie, asunto confidencial,
en diez minutos en el café. Lo último que supe de
él es que andaba en una agencia de detectives privados. Acudo a
la cita. Estoy en plena investigación, trabajo de escucha,
las esperas son largas, me aburro, haceme compañía.
Lo más interesante que tengo para esta noche es ver en la tele
Sansón contra los muertos vivientes. Esto suena más prometedor.
Te hago pata. Allá vamos. Un taxi, saltamos un muro,
cruzamos un jardín con pileta, Alfredo abre una puerta usando una
ganzúa, buscamos el dormitorio en la planta alta. Nos escondemos
debajo de la cama. Alfredo tiene una libreta y una lapicera preparados.
Una hora
después. Pasos, voces, luces. Un par de zapatos de mujer y otro
de hombre quedan en el piso. Movimiento en el colchón, la pareja
acaba de acostarse. La voz de ella:
Amor, sos un salame, te lo dije mil veces pero no querés
aprender. Cariño, él y yo jugamos al fútbol
en el mismo club de chicos, sudamos la misma camiseta, a los veinte íbamos
a los boliches a levantar minas juntos.
Dulce, no me contés de esas atorrantas, no hablemos del pasado,
el problema es ahora, ¿cuándo te vas a decidir a cortarle
la cabeza? El único que se interpone para que vos progreses es
Acuaroni.
Alfredo anota algo en la libreta y me la pasa: Ese es el tipo que
me contrató para este laburo. Escribo: Acá hay
mucha pelusa, soy alérgico, creo que voy a estornudar. Alfredo
me aprieta la nariz con la izquierda y anota con la derecha: Ni
se te ocurra, distraete, pensá en otra cosa.
Papi, acordate cuando te puso purgante en la bebida en la fiesta
de fin de año y te hizo hacer un papelón delante de todos
y encima te acusó de no tener sentido del humor, que no te aguantabas
una joda.
Tenés razón, cariño, es un redomado hijo de
su madre, en la primera oportunidad que se presente lo voy a hacer puré.
Así se habla, éste es mi príncipe se
oye el chasquido de un beso. Y nada de primera oportunidad, dulce.
Mañana mismo vas y lo mandás al frente con el asunto de
las cometas que recibe de los proveedores.
Pero mami, te estás olvidando que yo también las recibo.
¿Qué te pasa? Precioso, estamos hablando de él,
no de vos. ¿O no te traicionó cuando se quedó con
la cuenta de ese cliente que era para vos?
Amor, me juró por la salud de su señora que no fue
intencional, que la cuenta se la enchufaron a él. Por otro lado
yo también le hice un montón de porquerías. No nos
vamos a poner a enumerarlas ahora.
Bebé, sos un otario y un blando, si querés ganar no
te podés poner en el lugar del otro, hay que liquidar sin piedad
al enemigo. Además le creés cuando jura por la salud de
la bruja de su mujer, que es una arpía impresentable.
Ahí tenés una señora que no come vidrio,
anota Alfredo. Escribo: No creo que Acuaroni esté jugando
con la salud de su cónyugue.
Me pongo loca imaginando a Acuaroni como superior tuyo y el bagayo
luciéndose al lado. Me quiero morir. Yo soy la que tengo que estar
por encima de ella, que soy una reina, por linda, inteligente y de buena
familia.
Alfredo anota y me muestra: Es cierto, ella está mucho más
fuerte que la otra. Escribo: La belleza es un hecho subjetivo,
¿cuándo nos vamos?
Amorcito, ya sabemos que Acuaroni es una rata a la que hay que envenenar,
pero mi corazón noble a veces me juega en contra.
Bombón, el corazón sacátelo y dejalo en casa.
Tuviste tu oportunidad cuando lo mandaron en comisión al Paraguay.
Te previne: dásela con todo, cortale las piernas. Dudaste y ahí
tenés los resultados, resucitó y ahora trata de clavarte
un picahielo en la cabeza. Alfredo escribe: Lucidísimo razonamiento
de la leona. Me gusta esa mina. Pido la libreta: Me estoy
quedando dormido y soy de roncar fuerte.
Bueno, querida, terminala con esto. Este asunto finalmente es un
problema mío, a Acuaroni lo voy a hacer pedazos sin asco, calmate.
Yo me encargo del tema, por algo soy el hombre de la casa.
Sí, sí, sí, hasta que no lo vea no lo creo.
Vos tenés una sangre más fría que sopa de pensión.
Te faltan agallas.
Alfredo: Cada vez me cae mejor esta mina, es una dura. Leyó
a Chandler, habla como Marlowe. Me acabo de enamorar, somos uno para el
otro. No laburo más para Acuaroni. Yo: Los hombres
duros nunca se enamoran. ¿Cuándo nos vamos?.
Hay mucho movimiento en el colchón.
¿Qué tenés? ¿Te pasa algo, mamita?
Esta noche no porque tengo jaqueca, mañana también
voy a tener jaqueca, y me parece que toda la semana y todo el mes voy
a tener jaqueca.
REP
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